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Historia de Madrid
Escudo de Madrid
El escudo de Madrid (España)
aunque adquirió su actual
tomó la decisión de crear un
que actualmente se usa como
producido por su Ayuntamiento.
tiene su origen en la Edad Media,
disposición en 1967. En 2004 se
logotipo a partir del escudo que es el
símbolo de la ciudad en todo lo
Heráldica
De plata, un oso, de sable apoyado en un madroño de sinople o natural frutado de gules.
Bordura de azur cargada de siete estrellas de plata. Al timbre, corona real abierta.
Historia
La osa es el elemento del que se origina el escudo de Madrid. Parece ser que en la Edad
Media los campos de Madrid estaban bien abastecidos de osos y que tal vez por eso lo
tomarían como enseña. En algún momento se llamó Ursaria a la zona y hay testimonio escrito
de la abundancia de este animal y se habla de ello en crónicas y documentos. En el Libro de
Montería del rey Alfonso XI se dice: Madrid, un buen lugar de puerco y oso.
Las crónicas hablan de que en el año
1211, el rey Alfonso VIII de Castilla
preparó en Madrid una expedición
contra la taifa de Murcia. Las huestes
del concejo madrileño ostentaban
como enseña el oso prieto en campo
de plata. Al año siguiente, en 1212,
tuvo lugar la batalla de Las Navas de
Tolosa. El concejo de Madrid llevó la
vanguardia a las órdenes de Diego
López II de Haro, señor de Vizcaya.
También en esta ocasión ondeó al
viento igual enseña. Y lo mismo sucedió
años más tarde, en 1217, cuando el rey
Fernando III el Santo tomó Sevilla. En todos los casos el oso era una figura pasante.
Así, José Antonio Álvarez y Baena afirma:
En el año 1212 no usaba Madrid otras Armas que un Oso [...] Este tenía dentro de su cuerpo
las siete Estrellas, como se comprueba del escudo que todavía el Ilustre Cavildo Eclesiástico.
Compendio histórico de las grandezas de España, 1786.
Escudo de Madrid de la Casa del
considerado como el más antiguo
Pastor, en la calle de Segovia,
que se conserva en la capital.
Francisco de Batzán Vergara
asegura en alguna crónica que la
estrella Polar era la que estaba en
la dirección de su rabo. Los
genealogistas han querido ver en
estas estrellas y en el oso la alusión
a la constelación de Boötes tan
íntimamente ligada al mito de las
dos Osas o del Carro. Se basan para ello en decir que Madrid estaba en lo que se llama
Carpetania y que Carpetum en latín quiere decir carro. Lo cierto es que durante bastante
tiempo el escudo de Madrid fue éste: un oso pintado sobre azur, con siete estrellas sobre su
lomo y paciendo sobre pasto verde. Aunque el hecho de tener las estrellas en el lomo de una
un oso indica más bien una referencia a las Osa Mayor o Menor. La primera se refiere al
carro, y la segunda podría ser un indicativo de la gran calidad del cielo de Madrid, ya que esta
constelación es muy difícil de ver. Este segundo caso encaja con la fama que tuvo Madrid en
astronomía por el nacimiento de Maslama al-Mayriti.
Tienda en la calle Concepción Jerónima con un escudo de Madrid esculpido en su parte
superior.
En 1202 habían surgido desavenencias entre el concejo y la clerecía por el disfrute del monte
y tierras de pasto de ciertos montes en los alrededores de Madrid. El pleito duró veinte años.
Llegaron por fin a un acuerdo en 1222 y la concordia se estableció en los siguientes términos:

Se daría a la Villa de Madrid todos los pies de árbol y la caza.
 Se daría al Cabildo eclesiástico todos los pastos.
Detalle del escudo de Madrid en la fuente de la Alcachofa del Parque del Retiro.
Para que el acuerdo quedara bien sellado y para memoria de todos se acordó que el escudo de
la villa llevaría el oso con el añadido de un árbol, y el escudo del cabildo llevaría el mismo
animal paciendo en unos pastos. Se modeló de nuevo el escudo al que se le añadió además del
árbol una orla azul y sobre ella las siete estrellas de ocho puntas (tres a los lados y una abajo)
que antes estaban sobre el lomo del animal. El oso , empinado al tronco, para indicar la
posesión de pie de árbol.
No se sabe con certeza en qué momento se empezó a asegurar que el árbol del escudo era un
madroño. Ha sido una tradición muy tenaz y muy firme. Para apoyar esta tradición, el
Ayuntamiento de Madrid viene sembrando desde hace algún tiempo, en el Retiro y otros
jardines el madroño (Arbutus unedo). Pero se ha demostrado que en esta zona de Madrid no
hubo madroños, al menos no los hubo en abundancia y como bosque. En cambio dicen los
científicos que sí hubo profusión de un árbol llamado almez o lodón, que era una especie
autóctona del lugar. Este árbol tiene también unos frutos rojos de pequeño tamaño. Otros
historiadores dicen que el rey de armas que pintó el escudo no se detuvo a reproducir tal o
cual especie sino que pintó un árbol pequeño con frutos rojos para que se distinguieran bien.
En 1554, el rey Carlos I distinguió a la ciudad de Madrid con los títulos de coronada e
imperial, otorgándole la corona real en el escudo. Dicha corona se dibujó sobre la copa del
árbol y así estuvo durante bastantes años. En el siglo XVII el cronista de la villa de Madrid
Juan López de Hoyos, cuenta que la corona se cambió a la cima del blasón.
Representación del antiguo escudo de la ciudad.
En 1859 se estableció el primer escudo de la villa desde la constitución de los ayuntamientos
constitucionales. Se componía de dos cuarteles y manteladura. En el cuartel la derecha, sobre
campo azur, se encontraba la figura de un grifo de oro. En el de la izquierda, sobre campo de
plata, un madroño sinople con frutos de gules y un oso empinado a él, lenguado de gules. El
terrazado era sinople también. En la bordadura del cuartel de azur, se encontraban siete
estrellas de oro de cinco puntas. En la manteladura, sobre campo de oro, se encontraba una
corona cívica, concedida a la villa de Madrid por las Cortes Españolas en un decreto
promulgado el 27 de diciembre de 1822, durante el trienio liberal. La corona cívica estaba
formada por un trenzado en guirnalda de hojas de roble y una banda carmesí.
En 1967, en el pleno del 28 de abril, el Ayuntamiento dispuso un nuevo escudo que decía así:
En campo de plata, un madroño de sinople (verde), terrasado de lo mismo, frutado de gules
(rojo), y acostado de un oso empinante de sable (negro) y bordura de azur, cargada de siete
estrellas de plata; al timbre, corona real antigua.
La corona se hizo más grande y las estrellas se distribuían de manera que la séptima se
encontraba arriba en lugar de abajo.
Más recientemente, la corporación municipal, dirigida por Alberto Ruiz-Gallardón, adoptó en
2004 un nuevo diseño, con los mismos componentes pero sólo de color azul, incluyendo la
leyenda madrid, escrita con la fuente Gill Sans Bold, como imagen corporativa del
ayuntamiento (pero sin sustituir al escudo).
La evolución del escudo y emblemas de la ciudad de Madrid puede verse en las placas que se
encuentran en las esquinas de los edificios y que además de llevar el nombre de la calle,
llevan el escudo de la época de la placa.
Gran vía
La Gran Vía es una de las principales calles de Madrid (España). Comienza en la calle de
Alcalá y termina en la plaza de España. Es un importante hito en la ciudad desde el punto de
vista comercial, turístico y de ocio. En éste último aspecto es famosa por sus cines, si bien en
los últimos años algunos de ellos han cerrado y otros se han reconvertido con gran éxito al
teatro musical, por lo que el tramo comprendido entre la plaza de Callao y la de España se
conoce como el Broadway madrileño. El tramo comprendido entre la red de San Luis y la
plaza de Callao alberga en la actualidad numerosas tiendas de cadenas internacionales de
moda.
Sitio oficial para el centenario de la Gran Vía
http://www.elpais.com/especial/gran-via/plano.html
Video para el centenario de la Gran Vía
http://www.youtube.com/watch?v=o6A1LotGB1o&
El poblachón manchego necesitaba una gran avenida. Por eso, en 1910
comenzó a construirse la Gran Vía, un proyecto aprobado seis años atrás con el que se
pretendía descongestionar la Puerta del Sol y hacer desaparecer calles insalubres.
Las calles dieron paso a los coches, que convivían con carretas. En los años
veinte se ve una calle limpia y elegante, se construyó el edificio de Telefónica (el
primer rascacielos de Europa, 89 metros de altura), el edificio Metrópolis, y la iglesia
de San José.
Con el paso de los años, la avenida se llena de coches y autobuses ante los
guardias que intentan regular el caos. Ya había atascos en los años treinta, una
constante en esta calle de 1.300 metros de largo. Quedaba poco para los años
convulsos de la II República.
A la moda de París, se alzaron los almacenes Madrid-París, imitación de las galerías
Lafayette de la capital francesa.
El dos de mayo
PLAZA DEL 2 DE MAYO ACTUALMENTE
CUADRO DE GOYA DE LOS FUSILAMIENTOS DEL 2 DE MAYO
La Monarquía española de Carlos IV había firmado la alianza con Francia en 1796. El
Directorio ya se había interesado por las riquezas de las colonias españolas de América y por
la lana que se producía en la Península. Napoleón consideraba que España era una pieza
esencial para el dominio del Mediterráneo, pero además, como muy bien ha señalado J. R.
Aymes, se veía apremiado por la petición de los pañeros franceses que deseaban que los
ganaderos españoles le suministrasen toda su producción de lana merina y sus agricultores las
variedades de algodón que necesitaban. La destrucción de la flota española que conjuntamente
con la francesa, había sido estrepitosamente derrotada en Trafalgar, hizo perder a Napoleón el
deseo de mantener una relación equilibrada con su socio español pues, sin barcos, de nada
podía servirle ya para hacer frente al poderío naval inglés.
Así es que el emperador fue cambiando sus propósitos con respecto a España para
pasar a un plan de intervención primero, después a uno de ocupación y por último a otro de
sustitución de la Monarquía de los Borbones por otra encabezada por un miembro de su
propia familia.Napoleón pensó que la debilidad de la Monarquía española, que estaba dando
un espectáculo bochornoso con las disputas entre Carlos IV y su hijo, el futuro Fernando VII,
por el trono y que acabaron con la sustitución del primero por el segundo a raíz del Motín de
Aranjuez, en marzo de 1808, le facilitarían sus planes.
Pero Napoleón confundía la debilidad de la Monarquía con la actitud del pueblo
español que no estaba dispuesto a aceptar la presencia francesa en su suelo. El emperador
mostró un tremendo error de cálculo cuando declaró: "Si aquello fuera a costarme 80.000
hombres, no lo haría, pero creo que no me harán falta más allá de 12.000". No tardaría mucho
en comprobar que no iba a poder conseguirlo ni con un ejército de 200.000 soldados. El
promotor de la alianza con la Francia revolucionaria había sido el ministro español Godoy,
cuya iniciativa en la firma de la Paz de Basilea y el posterior Tratado de San Ildefonso, le
había valido el título de Príncipe de la Paz.
CUADRO DE GOYA DE LOS FUSILAMIENTOS DEL 2 DE MAYO
Pero Godoy era un ministro intrigante y venal que se vio cada vez más arrastrado por
la política expansionista de su todopoderoso aliado. Al darse cuenta de los planes de
Napoleón, intentó salvarse proponiéndole al emperador un reparto de Portugal en el que el
mismo iba a atribuirse una de las partes. Esa propuesta fue la base del Tratado de
Fontainebleau (octubre de 1807) por el que un ejército franco-español penetraría en Portugal,
eliminaría a un molesto aliado de Inglaterra y permitiría el engrandecimiento territorial de
España y, de paso, se establecería en el sur un pequeño principado para el propio Godoy. El
tratado se puso en marcha con rapidez y un ejército francés al mando del general Junot
atravesó la Península y ocupó Portugal sin grandes dificultades.
La familia real de los Braganza se vio obligada a huir a Brasil, donde fue transportada
por una flota inglesa.La necesaria utilización de las rutas españolas por parte del ejército
napoleónico era una buena ocasión para convertir la intervención en ocupación. Precisamente
cuando acababa de producirse el destronamiento de Carlos IV en Aranjuez y el nuevo
monarca se disponía a entrar en Madrid, las tropas del general Murat, que había sido puesto al
mando de las operaciones en España, dejaban cada vez más claras sus intenciones de ocupar
el territorio español. Napoleón aprovechó la confusión creada por el Motín de Aranjuez y
llamó a Bayona a los dos reyes con el pretexto de mediar en la resolución del conflicto que se
había producido entre el padre y el hijo. En Bayona, Napoleón actuó con gran habilidad y
consiguió que Fernando VII renunciase a la Corona en favor de su padre sin saber que éste
había ya cedido sus derechos al propio emperador.
De esta forma, Napoleón quedaba dueño de los destinos de España y era libre para
establecer un sistema que le permitiese mantener el control sobre aquel país. Con ese objeto
obligó á su hermano José, rey de Nápoles, a que aceptara la Corona española, a lo que éste se
resistió en un principio. Y para darle la mayor apariencia de legalidad a este cambio de
dinastía en España, convocó para el 15 de junio en Bayona a una serie de notables para que, a
modo de unas Cortes, refrendasen su decisión. A la ciudad fronteriza acudieron sólo unos
cuantos de los 150 convocados, que no tuvieron más remedio que aprobar una Constitución
redactada, al parecer, con la intervención directa de Napoleón. La Constitución de Bayona
establecía un nuevo sistema político en España, a cuya cabeza figuraba el que a partir de
entonces sería llamado José I.Pero Napoleón no había contado con el pueblo español.
El 2 de mayo en Madrid, el pueblo, que se sintió traicionado por los presuntos aliados
al darse cuenta de que sus intenciones eran las de ocupar por la fuerza la capital y toda la
Península se levantó en armas contra las tropas francesas. La historiografía, que no ha
discutido la actitud abrumadoramente mayoritaria de los españoles contra la ocupación
francesa, se ha planteado la hipótesis de que el levantamiento no hubiese sido tan espontáneo
como se ha dicho con frecuencia. En efecto, tanto C. Corona como más recientemente J. R.
Aymes, han apuntado la posibilidad de que lo que se puso en marcha el 2 de mayo fuese un
aparato conspiratorio preparado para el derrocamiento de Godoy y que, al no haber sido
necesario, quedó intacto para esta ocasión.Fuera espontáneo o preparado, lo cierto es que
aquella jornada fue sólo el comienzo de una larga guerra de resistencia que proporcionaría a
Napoleón las suficientes preocupaciones como para dedicar una buena parte de su atención y
de sus fuerzas a la campaña de España.
En un principio, creyendo que sería suficiente, Napoleón situó en España 92.000
hombres repartidos en cuatro cuerpos de ejército, pero la derrota que sufrió en Bailén el
general Dupont en el mes de julio, cuando se disponía a ocupar Andalucía al frente del I
Cuerpo de Ejército, así como las dificultades con las que tropezó en Zaragoza, Valencia y en
Cataluña, le obligaron a tomarse más en serio los asuntos de la Península. El emperador
decidió ocuparse personalmente de las operaciones, y concentró en España unos 300.000
soldados, muchos de ellos veteranos de las campañas en Europa, y los mejores mariscales del
Imperio, Soult, Victor, Ney, Morder y Lefèbvre. En noviembre se presentó en Bayona y desde
allí marchó hasta Vitoria, donde estableció su cuartel general. El 5 de diciembre obtenía la
entrega de la capital. Cuando se dirigía a Galicia en persecución de un ejército auxiliar inglés
al mando de John Moore, que había penetrado por la frontera de Portugal para atacar por la
retaguardia, Napoleón recibió noticias inquietantes de París sobre los preparativos bélicos de
Austria y sobre algunas intrigas cortesanas. El 4 de enero decidió volver a Francia y dejó a
Soult que terminase la campaña.
A comienzos de 1809 la situación en España era la siguiente: la mayor parte de la
mitad norte se hallaba bajo el control de las armas francesas y el ejército regular español había
sido prácticamente destruido. Parecía que los principales obstáculos para la ocupación del
territorio español habían desaparecido y que el avance hacia el sur no tendría ya dificultades,
con lo que la Monarquía de José Bonaparte podría ya asentarse definitivamente. Pero fue
justamente entonces cuando hizo su aparición la "guerrilla", esa forma tan peculiar de hacer la
guerra que los españoles arbitraron para poder hacer frente al formidable ejército napoleónico
contra el que no tenían ninguna posibilidad de actuar por los medios convencionales. La
guerrilla es un fenómeno de participación popular en la Guerra de la Independencia española
que refleja la actitud decidida de toda una nación en armas para liberar al país de la ocupación
extranjera.
Su origen es diverso, pues los elementos que componen cada "partida", o grupo de
hombres armados, son a veces soldados del ejército regular que han quedado desenganchados
de sus unidades, campesinos, o incluso contrabandistas y bandoleros que no tienen
inconveniente en sumarse a esta "petite guerre" contra los franceses. Requisito indispensable:
la existencia de un cabecilla que dirija y organice, aunque en la mayor parte de las ocasiones
sea un hombre con poca o ninguna experiencia en las artes militares, pero sí conocedor del
terreno y con dotes de mando. Juan Martín El Empecinado, Espoz y Mina, el Cura Merino, y
tantos otros dirigentes de la guerrilla se convirtieron en auténticos héroes de la guerra de la
Independencia en España.
A la eficacia de esta forma de hacer la guerra, con la que se sembraba una constante
intranquilidad y desasosiego entre las unidades francesas que no sabían cómo acabar con un
enemigo que actuaba con una extraordinaria movilidad y rapidez, tenía que añadir Napoleón
la preocupación creciente que le causaba la presencia en la Península de tropas inglesas. Sir
Arthur Wellesley, el futuro duque de Wellington, había desembarcado en Portugal y desde
1809 estuvo hostigando a los ejércitos franceses desde Galicia hasta Extremadura. Por otra
parte, las operaciones marítimas de la escuadra inglesa en aguas españolas obligaron a fijar
32.000 soldados franceses para la vigilancia de las costas, amén de mantener abierta
constantemente la comunicación con Cádiz, la única ciudad española que se había visto libre
de la ocupación francesa aunque se hallaba sitiada por tierra.
En 1812, Napoleón se vio obligado a sacar tropas de España para formar la Grande
Armée que había de emprender la campaña de Rusia. La disminución de la presencia militar
francesa, que quedó reducida a 200.000 soldados, inclinó definitivamente la guerra en favor
de los españoles. Wellington pasó a la ofensiva para recobrar Ciudad Rodrigo y Badajoz a
comienzos de ese año. Las victorias de Salamanca (14-28 de junio), Arapiles (22 de julio), y
al año siguiente en Vitoria (21 de junio) y San Marcial (agosto), jalonaron el repliegue francés
hasta la frontera de los Pirineos.
Así terminaban seis años de guerra en España que, sin duda, contribuyeron de una
manera decisiva a quebrantar la fortaleza del Imperio napoleónico. En qué medida
contribuyeron a ello la firme actitud de los españoles que se lanzaron a una lucha sin cuartel
contra el enemigo invasor, los ingleses con su constante ayuda en ejércitos y dinero, o las
propias dificultades que Napoleón estaba encontrando en el frente oriental a partir de 1812, es
una cuestión en la que la historiografía de los distintos países no ha conseguido todavía
ponerse de acuerdo.
Lo que sí parece que está claro es que la Guerra de la Independencia española fue la
primera de las guerras de liberación nacionales en que el gran Imperio napoleónico fue
vencido y que esa victoria tuvo una enorme resonancia en el resto Europa.