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NAPONAGAC (ENCUENTRO)
Clara ROMERO1
Resumen
La Cacica Clara Romero presenta una reflexión acerca del trabajo conjunto entre indígenas y arqueólogos y/o antropólogos. Esto se plasma en el relato de la experiencia
llevada a cabo entre una organización Qom de San Pedro y el Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios del Departamento de Ciencia Sociales de la
Universidad Nacional de Luján.
Palabras clave: Naponagac; encuentro; Arqueología; Antropología.
Abstract
The Cacique Clara Romero presents a reflection on the joint work between archaeologists and / or anthropologists and indigenous. This is reflected from the experience
carried out between a Qom organization of San Pedro and the Program of Historical
Archaeology and Multidisciplinary Studies of the Department of Social Sciences of
National University of Luján.
Keywords: Naponagac; meeting; Archaeology; Anthropology.
El punto de partida
Los indígenas, los arqueólogos y/o antropólogos, ¿pueden trabajar juntos? Ésta es
una pregunta recurrente cuando ven que los indígenas y los arqueólogos y/o antropólogos tienen algún acercamiento, y es así porque la historia, tanto de los indígenas
“actuando” como material de estudio, y los arqueólogos y/o antropólogos “adueñándose” de lo que investigan ya fueran grupos humanos o cosas, tratando ambas como
eso, sólo “cosas” para investigar, marcó una conducta.
Vamos a hablar de estas dos cosas, arqueólogos y/o antropólogos y los indígenas
para ver como se logra un “Naponagac” verdadero y respetuoso entre ambos.
Los arqueólogos y/o antropólogos no se “habían” detenido a pensar como en “su
par humano” a esos restos de grupos humanos que estudian, eran sólo eso, material de
estudio de castas inferiores, sin detenerse a pensar que “esos humanos” tal vez tengan
hoy familia de pertenencia, que tienen derecho a ser mínimamente consultados y participados, porque es a ellos a quienes les pertenecen esos restos (humanos o cosas)
más que a los científicos que se adueñan y deciden que van a hacer con esos restos.
Cómo, para qué y donde irán a parar, cuantos libros escribirán sobre las investigaciones de esos grupos humanos y su cultura a la que no conocen ni pertenecen.
Cacique Nalá Pueblo Nación Qom. Lm Iacia Qom. Directora de El Antigal, San Pedro, primer Centro
de Interpretación Indígena de Argentina. Presidente Mesa Coordinadora Regional de Pueblos Indígenas
para Derechos Humanos. Referente Regional del Observatorio del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico Litoral Norte (ICPBA).
1
Romero, C. (2016), “Naponagac (encuentro)”, Cuadernos de Antropología, No. 15: 55-57. Enero-Junio. ISSN
0328-9478 (impreso). ISSN 2314-2383 (en línea).
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Cuadernos de Antropología | Núm. 15 | 2016
Esta conducta se tomó como algo “lícito” y normal. Los restos indígenas (humanos o cosas) se investigan y se dispone de ellos, se crean museos, se exponen, se prestan, se cobra para verlos como en el caso de los niños de Llullaillaco. También en
ilícito como la “actividad” de los huaqueros que saquean y comercian lo saqueado y da
lo mismo un adorno, un esqueleto o una urna funeraria, se vende al mejor postor.
Ambos, arqueólogos y/o antropólogos y huaqueros hacían lo mismo, los primeros
crean museos y colocan en las vitrinas esqueletos, urnas funerarias y objetos, y los
huaqueros comercian las mismas cosas, depende quién llegue primero.
Los arqueólogos y/o antropólogos con títulos habilitantes y permisos especiales,
los huaqueros con la ambición del negocio y el valor de su propia delincuencia, así fueron destruidos los enterratorios, los sitios ceremoniales, las huacas sagradas.
¿Qué pasa entonces con los pueblos indígenas y ésta situación? Por muchísimos
años tuvimos por estas situaciones un profundo dolor, porque aún estamos, porque
son nuestros ancestros, porque son nuestros espacios sagrados, porque nos invisibilizaron tanto que ni veían ni nuestros reclamos ni nuestro dolor, pero el reclamo siempre estuvo y el dolor también. Actualmente estamos visibilizándonos, organizados,
sabiendo como reclamar porque seguimos reclamando que los restos de nuestros pueblos pertenecen a nuestros pueblos; explicando que nuestra cultura es diferente, milenaria y llena de simbolismos que encierran toda nuestra cosmovisión; explicando a los
arqueólogos y/o antropólogos porqué son importantes los adornos, las urnas funerarias y tantas cosas que “retiran” del lugar donde fueron dejados; que esas acciones
rompen un equilibrio y que necesitamos nuestras ceremonias para restaurarlo, al menos en parte.
Felizmente hemos logrado ese “Naponagac” con un grupo de arqueólogos y antropólogos liderados por el Doctor Mariano Ramos; de su mano llegó el “Naponagac”,
consultando, preguntando, respetando. Con él y por él comenzamos a reconciliarnos
con los científicos, con los profesionales, y entendimos que la profesión es sólo eso, la
profesión, y no tiene nada que ver con la conducta del hombre que la ejerza. Se puede
ejercer una profesión tan ríspida para con los pueblos indígenas haciéndonos parte
con respeto por lo que nos corresponde incluyéndonos como “pares humanos”, sin
creerse superiores, sino de igual a igual. Su equipo aprende con el ejemplo, también de
su mano llegó Sebastián (Dr. Sebastián Valverde), Investigador, del CONICET, de la
UBA y de la UNLu, que también piensa como él, con respeto, participación y consulta. Y aquí ya no importan los títulos de cada uno, sino la condición humana.
Después vinieron muchos “Naponagac”, trabajos conjuntos, proyectos, disertaciones y conferencias y también ceremonias, claro, con él también “aprendimos” a entender la ciencia, a comprender el trabajo de arqueólogos y antropólogos y a respetarlos, pero también él aprendió con nosotros a entender nuestra cosmovisión, nuestra
cultura, a “vivir” nuestras ceremonias, porque nuestras ceremonias se “viven”, no sólo
se sienten.
Un “Naponagac” con dos culturas diferentes pero una sola raza, o especie: la “humana”. Y llegó también el afecto, el conocernos más y saber que su madre tenía sangre indígena y entonces este Naponagac fue más profundo como nuestras raíces porque
estábamos encontrándonos con el hermano. En ceremonia lo reconocimos hermano, una
ceremonia cargada de “señales” porque nuestro “Norec” (fuego) lo seguía a cada paso
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Naponagac (encuentro)
C. ROMERO
alrededor suyo. Y desde entonces el hermano doctor, investigador reconocido, antes
de poner una pala en la tierra para sus excavaciones, hace ceremonia y pide permiso a
la Madre Tierra para poder bucear en su vientre para realizar su trabajo con la tranquilidad que da el respeto por el otro y por él mismo. “Son diferentes las campañas de
Ramos” dice su grupo. “Aquí entendemos la diferencia que significa excavar con permiso
o sin permiso”. Para nosotros, los indígenas, es lo que se “debe” hacer para con la Madre Tierra; merece todo nuestro respeto, es ella la que nos dará el “último abrazo”
cuando nos toque partir. Con Ramos y Valverde (que merece una editorial aparte)
hemos conseguido mirarnos como humanos primero, luego, como diferentes e iguales.
Palabras finales
En uno de los últimos Congreso de Arqueología que participé (2014) una reconocida arqueóloga (la Dra. Ana María Rocchietti) dijo “…hay que repensar la Arqueología y
entender que no somos los dueños de los materiales que estudiamos, que a quienes pertenecen es a los
Pueblos Indígenas y debemos consultarlos y participarlos”. A esto contesté: “…tranquila Doctora,
eso ya lo estamos haciendo desde el 2008 con el hermano Dr. Ramos”. Y agregaría que fuimos
mas allá, que construimos un nuevo Naponagac entre nosotros y los otros, que enseñamos a pedir permiso a la Madre Tierra y aprendimos a entender a diferenciar a los
hombres de ciencia quienes no todos son iguales pero hay honrosas excepciones.
Recibido: 5 de junio de 2016.
Aceptado: 21 de junio de 2016.
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