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SEA 42
16/10/07
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El Sol tiene casi 5.000 millones de años y se encuentra en la
mitad de su vida. Al igual que las demás estrellas, el Sol se
formó a partir de gas y polvo como el que vemos iluminado en
la nebulosa de Orión en la imagen de fondo.
La nebulosa de Orión está situada a unos 1.500 años luz de la
Tierra y la encontramos en la espada de la constelación de
Orión. En esta nebulosa se han estado formando estrellas
durante los últimos millones de años. La luz de las estrellas
más brillantes ilumina las grandes cantidades de gas y polvo
que aún quedan en la región y que quizá todavía puedan dar
lugar a más estrellas. Los vientos estelares que acompañan a
este proceso de formación irán disipando el gas y el polvo que
no se consuman y después de varias decenas de millones de
años apenas quedarán restos de la nube, como ocurre actualmente en el cúmulo Roslund 4, situado en la constelación del
Cisne. En Roslund 4, a pesar de contar ya con 16 millones de El cúmulo estelar joven Roslund 4. Imagen obtenida con
años, las estrellas que tienen una masa similar al Sol todavía no el telescopio de 1.5 m del Observatorio de Sierra Nevada
(Instituto de Astrofísica de Andalucía, CSIC).
son estrellas propiamente dichas porque su principal fuente de
energía sigue siendo la contracción gravitatoria y no la fusión del hidrógeno de su interior (como ocurre en el Sol). Tendrán que transcurrir todavía otros 40 millones de años antes de que comience esa fusión.
Durante su etapa de formación una estrella como el Sol muestra notables variaciones de brillo y esas variaciones afectan a la cohorte de planetas que muy probablemente se esté formando a su alrededor. La evolución de la Tierra también
estuvo influida por los cambios que sufrió el Sol en sus primeros millones de años. En particular es posible que la evolución de la atmósfera terrestre primaria estuviese afectada por la elevada emisión ultravioleta del Sol cuando éste tenía
unas decenas de millones de años o menos.
La actividad del Sol y su velocidad de rotación, que están íntimamente ligadas, se han ido reduciendo en sus casi 5.000
millones de años de existencia. La tasa de fenómenos asociados a esta actividad (manchas solares, fulguraciones, protuberancias, etc.) ha ido disminuyendo y en la actualidad vemos un Sol tranquilo, con unas variaciones del brillo por
debajo del 1% y una actividad que sólo en ocasiones, o en ciertos períodos, nos ha afectado a nosotros. Uno de estos
períodos fue el denominado Mínimo de Maunder, durante el cual el número de manchas solares llegó a reducirse en un
factor 1.000, y coincidió con un descenso de las temperaturas de casi 1ºC en el hemisferio norte (y quizá también en el
sur). En cuanto a los acontencimientos puntuales nos referimos, por ejemplo, a las fulguraciones, algunas de las cuales
han llegado a ser muy intensas, como la del 10 de marzo de 1989, que dos días después causó una tormenta geomagnética que provocó daños en instalaciones eléctricas, o la del 28 de octubre de 2003, que originó espectaculares auroras polares visibles desde latitudes inusualmente bajas.
El efecto que hoy en día tienen estos fenómeno nos permite hacernos una idea de lo distinta que debió de ser la vida en
la Tierra cuando la actividad solar era más intensa.
Matilde FERNÁNDEZ
Instituto de Astrofísica de Andalucía, CSIC
Espacio coordinado por la
SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ASTRONOMÍA
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Imagen de fondo: © NASA-ESA-STScI
EL PASADO DEL SOL