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CONCILIO VATICANO II.
HACIA UNA COMPRENSIÓN DEL MISMO,
A LOS CUARENTA AÑOS DE SU CELEBRACIÓN
ANTONIO ITURBE SÁIZ, O.S.A.
Monasterio San Lorenzo de El Escorial
(ESQUEMA DEL POWER POINT)
1. Papas anteriores al Concilio, que de alguna manera lo anticiparon: León XIII, Pío X y Pío XII.
2. A la muerte de Pío XII es elegido Papa el anciano Angelo
Giuseppe Roncalli, un 28 de octubre de 1958, quien asume el nombre
de Juan XXIII. Todo el mundo piensa que va a ser un Papa de transición, pero desde el primer momento de su pontificado rompió todos
los moldes seguidos por sus antecesores. Y, ante el asombro de propios y extraños, abrió las ventanas al Espíritu para que una bocanada
de aire fresco irrumpiese en la Iglesia.
Había que redescubrir el dinamismo interno de la Iglesia, era necesario proyectarla al exterior afrontando los signos de los tiempos.
Menos condenas y confrontaciones y más diálogo, empatía y paz. Sus
primeras decisiones fueron celebrar un sínodo diocesano, un Concilio
y la reforma del Derecho Canónico.
La celebración del Sínodo romano en 1960 fue un fracaso, al ser
programado y realizado sólo desde «arriba», sin contar con las bases,
ni con la realidad de la ciudad y diócesis de Roma. Al menos sirvió
para saber cómo no debía ser el próximo Concilio.
3. Calendario del Concilio.
• Primera sesión y ceremonia solemne de apertura del Concilio
Vaticano II: 11 de octubre de 1962.
• Segunda sesión: 29 de septiembre, 1963.
• Tercera sesión: 14 septiembre, 1964.
• Cuarta sesión: 14 de septiembre, 1965.
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• Solemne ceremonia de clausura del Concilio Vaticano II en la
plaza San Pedro de Roma, 8 de diciembre, 1965.
4. Solemne inauguración del Concilio Vaticano II, el 12 de octubre de 1962.
Los obispos participantes al Concilio fueron entre 2.300 y 2.400.
A estos hay que añadir los peritos y los observadores de las confesiones cristianas no católicas: en total unos 2860, de los cuales 1116 fueron europeos, 995 americanos, 345 asiáticos, 331 africanos y 73 de
Oceanía.
A los pocos días de iniciarse el Concilio surge el conflicto entre
la URSS y EEUU, provocado por la colocación de misiles atómicos
en la Cuba de Fidel Castro.
Kennedy llega a decir el 23 de octubre: «La situación es incontrolable. Dentro de seis horas quizás me vea obligado a pulsar el botón,
y esto significa que antes de que todo haya terminado puede haber
1.200 millones de muertos».
Juan XXIII interviene en el grave conflicto y logra que se apacigüen los ánimos, se retiren los misiles de Cuba y se aleje la amenaza
de una nueva guerra. Dos semanas después, el Papa decide escribir la
encíclica «Pacem in terris» dirigida a «todos los hombres de buena
voluntad«. Será publicada un Jueves Santo (1963).
El 8 de diciembre de 1962 se clausura la primera sesión del Concilio, sin la promulgación de documento alguno, pero se decide reorganizar los trabajos y la formación de una comisión que coordine y
rehaga los 17 esquemas, que después se quedarán en 16.
El 31 de mayo de 1963 Juan XXIII recibe el viático y la unción
de los enfermos, y muere santamente el 3 de junio, a las 19, 45. En
su testamento dejó escrito: «Lo que más vale en la vida es Jesucristo
bendito, su santa Iglesia, su Evangelio, la verdad y la bondad».
5. El 21 de junio de 1963 hay «fumata bianca». Montini ha sido
elegido Pastor de la Iglesia y adopta el nombre de Pablo VI, quien antes
de reiniciar el Concilio, publica en agosto de 1963 su primera encíclica «Ecclesiam suam», en la que despliega los tres ejes sobre los que
ha de girar el Concilio: conciencia, renovación y diálogo.
Conciencia: «es la hora en que la Iglesia debe profundizar en la
conciencia de sí misma».
Renovación: «La Iglesia no puede permanecer inmóvil e indiferente
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ante los cambios del mundo que la rodea... Por una parte, la vida cristiana, tal como la Iglesia la defiende y promueve, debe continuar y
valerosamente evitar todo cuanto pueda engañarla, profanarla, sofocarla,
como para inmunizarse contra el contagio del error y del mal; por otra,
no sólo debe adaptarse a los modos de concebir y de vivir que el
ambiente temporal le ofrece y le impone, en cuanto sean compatibles
con las exigencias esenciales de su programa religioso y moral, sino
que debe procurar acercarse a él, purificarlo, ennoblecerlo, vivificarlo
y santificarlo; tarea ésta, que impone a la Iglesia un perenne examen
de vigilancia moral y que nuestro tiempo reclama con particular apremio y con singular gravedad».
Diálogo: «La Iglesia debe entablar diálogo con el mundo en el que
tiene que vivir. El mundo necesita que nos acerquemos a él y le hablemos».
6. La segunda sesión empieza un 29 de septiembre y termina el
4 de diciembre de1963.
Después de la experiencia de la primera sesión conciliar, Pablo VI,
con el fin de poner un poco de orden en el funcionamiento del Concilio,
nombra moderadores de los plenos a los siguientes cardenales: Agagianian, Döpfner, Lercaro y Suenens, con la oposición de la Curia.
En el discurso de apertura de la segunda etapa conciliar, Pablo VI
declaró ante los miembros del Concilio su fidelidad a la teología pastoral, en la línea de Juan XXIII: «Ni nuestra obra mira como fin principal el que se discutan algunos puntos principales de la doctrina de
la Iglesia, sino más bien el que se investigue y se exponga de la manera que requieren nuestros tiempos».
«El Concilio tiende a una nueva reforma. Pero atención: no es que
al hablar así y expresar estos deseos reconozcamos que la Iglesia católica de hoy pueda ser acusada de infidelidad sustancial al pensamiento
de su divino Fundador, sino que más bien el reconocimiento profundo
de su fidelidad sustancial la llena de gratitud y humildad y le infunde
el valor de corregirse de las imperfecciones que son propias de la
humana debilidad. No es, pues, la reforma que pretende el Concilio un
cambio radical de la vida presente de la Iglesia, o bien una ruptura con
la tradición en lo que ésta tiene de esencial y digno de veneración, sino
que más bien en esta reforma rinde homenaje a esta tradición al querer despojarla de toda caduca y defectuosa manifestación para hacerla
genuina y fecunda».
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7. Tercera sesión: del 14 de septiembre al 21 de noviembre 1964.
En el discurso de clausura de la tercera sesión, Pablo VI dijo:
«Quisiéramos, finalmente, que la doctrina de la Iglesia irradiara también, con algún reflejo de atracción al mundo profano en el que vive
y del que está rodeada; la Iglesia debe ser el signo alzado en medio
de los pueblos para ofrecer a todos la orientación de su camino hacia
la verdad y la vida. La Iglesia no se olvida nunca de la humanidad y
es para el mundo. La Iglesia no ambiciona otro poder terreno que el
que la capacita para servir y amar. La Iglesia, perfeccionando su pensamiento y su estructura, no trata de apartarse de la experiencia propia de los hombres de su tiempo, sino que pretende de una manera
especial comprenderlos mejor, compartir mejor con ellos sus sufrimientos y sus buenas aspiraciones, confirmar el esfuerzo del hombre moderno hacia su prosperidad, su libertad y su paz».
Durante el Concilio dos momentos histórico jalonan el pontificado de Pablo VI:
1.º El encuentro y abrazo con Atenágoras, Patriarca de Constantinopla, en Jerusalén, rompiendo de este modo siglos de distanciamiento, incomprensiones y excomuniones entre Oriente y Occidente (5 de enero de 1964).
2.º Y su presencia en la ONU, pidiendo con energía: «¡Nunca jamás la guerra! Es la paz la que debe guiar el destino de los
pueblos y de toda la humanidad» (4 de octubre de 1965).
8. Cuarta sesión: del 14 de septiembre al 8 de diciembre 1965.
En el discurso de apertura de la cuarta y última etapa conciliar,
Pablo VI recordó cuál debe ser la misión de la Iglesia en el mundo:
«Nosotros nos sentimos responsables ante toda la humanidad. A todos
somos deudores. La Iglesia, en este mundo, no es fin de sí misma; está
al servicio de todos los hombres; debe hacer presente a Cristo a todos, individuos y pueblos, del modo más amplio, más generoso posible; ésta es su misión. Ella es portadora del amor, favorecedora de la
verdadera paz.
9. Obispos protagonistas en el Concilio.
• Sector «Alianza Europea» (renovador): el alemán Frings, el austríaco König y la mayoría de obispos de Alemania, Austria,
Bélgica, Holanda y Suiza. Este grupo estaba asesorado entre otros
por K. Rahner.
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• Sector «Coetus Internationalis Patrum» (conservador): los italianos Ottaviani, Siri, Ruffini, el norteamericano Spellman y la
mayoría de obispos italianos, españoles e hispanoamericanos. El
francés Lefebvre y el brasileño Antonio de Castro fueron de los
más intransigentes en mantener las posiciones de este grupo.
Ambos, después del Concilio fueron excomulgados por su rebeldía y desobediencia.
10. Teólogos y personalidades más destacadas que directamente,
como peritos, o indirectamente influyeron en el Concilio Vaticano II:
Rahner; Congar, Chenu, Schillebeeckx, Ratzinger, De Lubac, Danielou,
Hans Küng, Murray, Haering, Von Balthasar, Maritain, Guitton...
11. Documentos del Concilio Vaticano II.
— Constitución: es un documento sistemático que expone de manera orgánica la doctrina de la iglesia sobre algún tema fundamental, con una impronta pastoral:
•
•
•
•
Dei Verbum (sobre la divina Revelación)
Lumen Gentium (sobre la Iglesia)
Sacrosanctum Concilium (sobre la sagrada liturgia)
Gaudium et Spes (sobre la Iglesia en el mundo actual)
— Decreto: es un documento menos orgánico en lo doctrinal, que
tienen por finalidad motivar y ordenar el comportamiento de la
Iglesia en un área determinada:
• Ad Gentes (sobre la actividad misionera de la iglesia)
• Presbyterorum Ordinis (sobre el ministerio y la vida de los
presbíteros)
• Apostolicam Actuositatem (sobre el apostolado de los laicos)
• Optatam Totius (sobre la formación sacerdotal)
• Perfectae Caritatis (sobre la adecuada renovación de la vida
religiosa)
• Christus Dominus (sobre el ministerio pastoral de los obispos)
• Unitatis Redintegratio (sobre el ecumenismo)
• Orientalium Ecclesiarum (sobre las iglesias orientales católicas)
• Inter Mirifica (sobre los medios de comunicación social)
— Declaración: es el posicionamiento del Concilio, en nombre de
la Iglesia, frente a determinados problemas, que plantea el
mundo moderno:
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• Gravissimum Educationis (sobre la educación cristiana)
• Nostra Aetate (sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas)
• Dignitatis Humanae (sobre la libertad religiosa = el derecho
de la persona y de las comunidades a la libertad social y civil en materia religiosa).
— Breve pontificio: mensaje del Concilio a distintos estamentos
de la sociedad y clausura del mismo:
• Mensaje a la humanidad (en la clausura del Concilio Vaticano II)
• In Spiritu Sancto (para clausurar el Concilio Vaticano II)
12. Postconcilio.
Una vez terminado el Concilio todos esperábamos grandes reformas en la actividad pastoral de la Iglesia. Sin embargo, tras dos años
dedicados con entusiasmo a dar a conocer el Concilio, se inició una
fuerte crisis de identidad: crisis de obediencia, de vocaciones, de
sacerdocio y de vida religiosa, crisis familiar y sexual, descrédito de
la doctrina social de la Iglesia, simpatía por el socialismo real, reacción ante la Humanae Vitae. Al mismo tiempo en el mundo bulle la
guerra de Vietnam, la revolución del 68, Medellín, la Teología de la
Liberación.... Roma consciente de esta crisis, se asusta y se repliega
en los propios bastiones, amenazados por el marxismo y el relativismo
consumista.
A la muerte de Pablo VI (1978) el Postconcilio está aletargado. Es
nombrado Papa Albino Luciani, de 65 años, con el nombre de Juan
Pablo I. Hombre bueno y de consenso, fue elegido por reformadores
y conservadores, pero su pontificado sólo duró un mes.
Juan Pablo II (1978-2005), pontífice polivalente y de larga duración, ha sido poco aceptado por los reformadores y muy en línea con
los continuistas. Los temas candentes y más polémicos siguen en su
letargo.
Hoy amplios sectores de la Iglesia no se sienten a gusto con el
postconcilio. Algunos acusan a Roma de infidelidad y falta de coraje
para llevar adelante el Concilio. Otros, los conservadores, piensan que
la Iglesia ha ido demasiado lejos y es necesario poner las cosas en su
sitio. Para los primeros el Concilio fue una etapa que despejaba el
camino de nuevas etapas, para los segundos es la meta final.
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Ante esta situación el Papa actual, Benedicto XVI, en su discurso
a la Curia Romana (22-XII-05) hace este balance del Concilio: «se ha
dado un choque de dos hermenéuticas contrarias: la hermenéutica de
la discontinuidad y ruptura, y la hermenéutica de la reforma o renovación en la continuidad. Con la primera se corre el riesgo de terminar en una ruptura entre la Iglesia preconciliar y la Iglesia postconciliar.
La hermenéutica de la reforma quiere transmitir la doctrina pura e
integra, sin atenuación o tergiversación. Es necesario que esta doctrina cierta e inmutable sea respetada fielmente, se profundice y presente de manera que corresponda a las exigencias de nuestro tiempo.
Cuarenta años después lo positivo es más grande y está más vivo de
cuanto no lo pareciera en la agitación de los años alrededor de 1968.
No podemos olvidar que también en nuestra época, la Iglesia sigue
siendo ‘un signo de contradicción’. No podía ser intención del Concilio abolir esta contradicción del Evangelio frente a los peligros y errores
del ser humano. Lo que pretendía hacer era dejar de lado contradicciones erróneas o superfluas para presentar a este mundo nuestro la
exigencia del Evangelio en toda su grandeza y pureza. El paso dado
por el Concilio hacia la edad moderna pertenece en definitiva al problema perenne de la relación entre fe y razón, que se presenta siempre en formas nuevas. Así, hoy podemos volver nuestros ojos con gratitud al Concilio Vaticano II: si lo leemos y recibimos guiados por una
justa hermenéutica. Sólo así el Concilio puede ser y será cada vez más
una gran fuerza en la renovación siempre necesaria de la Iglesia».
Con todo, el Cardenal Martini hace seis años, en el Sínodo para
Europa (1999) expresaba a través de la ficción de un sueño sus anhelos a los obispos reunidos en Roma. Venía a decirles que era necesario un Nuevo Concilio afrontase una serie de «problemas espinosos»,
empezando por el del completo ejercicio de la colegialidad episcopal.
Como él otros muchos cristianos piden este Concilio Vaticano III, el
cual debería centrarse en una serie de temas candentes y pendientes:
como son la promoción de la justicia, una revisión de la moral sexual,
el celibato opcional de los sacerdotes, la admisión de la mujer al
sacerdocio y la democratización de la Iglesia. Objetivos todos ellos
importantes, aunque de valor desigual para la vida y la misión de la
Iglesia.
13. ¿Soplará de nuevo el Espíritu Santo en su Iglesia? ¿Cuándo?
Juan XXIII supo combinar admirablemente dos niveles de obediencia:
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obediencia incuestionable en el foro externo y obediencia interior que
incluye la profundidad del ob-audire, del estar a la escucha del Espíritu y ofrecer la propia vida por fidelidad a la llamada «pro justitia
agonizare pro anima tua et usque ad mortem certa pro justitia» (Diario del alma). ¿No será esto mismo lo que nos pide hoy el Espíritu a
todos los cristianos, empezando por la Jerarquía?
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