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HIMNO
SALMO 96.
Miguel, Gabriel, Rafael,
los espíritus señeros
y arcángeles mensajeros
de Dios que estáis junto a él.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.
A vuestro lado se siente
alas de fiel protección,
incienso de la oración
y el corazón obediente.
Delante de él avanza fuego,
abrasado en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslimbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.
“¿Quién como Dios?” es la enseña,
es el grito de Miguel,
y el orgullo de Luzbel
al abismo se despeña.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Gabriel trae la embajada
divina, y le lleva al Padre
el “sí” de la Virgen Madre,
del Sol de Cristo alborada.
Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.
Por la ruta verdadera
Rafael nos encamina
y nos da la medicina
que cura nuestra ceguera.
Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;
porque tu eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
Dios que nos diste a los ángeles
por guías y mensajeros,
danos el ser compañeros
del cielo de tus arcángeles.
Amén.
El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.
Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
alegraos, justos, con el Señor,
celebrar su Santo nombre.
NO ADOREIS A NADIE MAS QUE A EL
No adoréis a nadie a nadie más que a El
no adoréis a nadie a nadie más que a El,
no adoréis a nadie a nadie más,
no adoréis a nadie a nadie más,
no adoréis a nadie a nadie más que El.
Donde hay caridad y amor, allí está el Señor, allí
está el Señor. Una sala y una mesa, una copa, vino
y pan, los hermanos compartiendo en amor y en
unidad. Nos reúne la presencia y el recuerdo del
Señor, celebramos su memoria y la entrega de su
amor.
Elevemos nuestros corazones agradecidos a nuestro Dios y
Salvador, que ha bendecido a su pueblo con toda clase de
bienes espirituales, y digámosle con fe:
-Dios todopoderoso y lleno de misericordia, protege al papa
Francisco, nuestro obispo Gerardo y a nuestros sacerdotes que tú
mismo has elegido para guiar a la Iglesia. Roguemos al Señor.
-Protege, Señor, nuestros pueblos y ciudades y aleja de ellos todo
mal. Roguemos al Señor.
-Multiplica, como renuevos de olivo alrededor de tu mesa, hijos que
se consagren a tu reino, siguiendo a Jesucristo en pobreza, castidad
y obediencia. Roguemos al Señor.
-Por todas la personas que sufren; enfermedad, soledad, crisis,
guerras, abandono de sus países. Que encuentren fuerza y consuelo
en Tí. Roguemos al Señor.
-Vela por nuestro seminario para que crezcan en él vocaciones
recias que sirvan a tu Iglesia con fidelidad y sin miedo. Roguemos al
Señor.
Oh Jesús, dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción
de tu grey amada
Señor gemimos en la orfandad, danos vocaciones, danos
sacerdotes santos, según tu corazón; te lo pedimos por la
inmaculada Virgen María. Amén
Señor Jesús, Pastor de nuestras almas que continúas llamando con tu
mirada de amor a tantos y a tantas jóvenes que viven en las
dificultades del mundo de hoy.
Abre su mente para oír entre tantas voces que resuenan a su
alrededor, tu voz inconfundible, suave y potente, que también repite
hoy: “ Ven y sígueme”.
Mueve el corazón de nuestra juventud a la generosidad y hazla
sensible a las esperanzas de los hermanos que piden solidaridad y paz,
verdad y amor.
Orienta el corazón de los jóvenes hacia la radicalidad evangélica capaz
de revelar al hombre moderno las inmensas riquezas de tu caridad.
¡Llámalos con tu bondad, para atraerlos a Ti!.
¡Préndelos con tu dulzura, para acogerlos a Ti!.
¡Envíalos con tu verdad, para conservarlos en Ti!.
Amén.
PARROQUIA EN ORACION
San Pedro Apóstol
29 Septiembre 2016
Nº 80-5
Del libro de Tobías 12, 12-18.
Pues bien, cuando tú y Sara orabais, era yo quien presentaba el
memorial de vuestras oraciones ante la gloria del Señor, y lo
mismo cuando enterrabas a los muertos. El día en que te
levantaste enseguida de la mesa, sin comer, para dar sepultura a
un cadáver, Dios me había enviado para someterte a prueba.
También ahora me ha enviado Dios para curaros a tí y a tu nuera
Sara. Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están al servicio
del Señor y tienen acceso a la gloria de su presencia.
Los dos hombres, llenos de turbación y temor, se postraron rostro
en tierra. El ángel les dijo:” No temáis. Tened paz. Alabad a Dios
por siempre. He estado con vosotros no por mi propia iniciativa,
sino por voluntad de Dios. Alabadlo siempre y cantadle.