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PADRE MARIANO PINHO
Un Sacerdote con Corazón
El Padre Mariano Pinho, no sólo porque transcurrió una de las etapas de
su formación en Paray-le-Monial, la tierra en la que el Corazón de Jesús se le
apareció a Santa Margarita María, revelándosele y presentándole sus pedidos,
sus invitaciones y sus promesas, sino porque la Divina Providencia lo colocó
como Director de la Revista Mensajero del Corazón de Jesús, fue un sacerdote
que procuró aprender y mantener un corazón semejante al Corazón del
Maestro, del Señor Jesús. Dicen quienes lo oían y conocían más de cerca, que
su elocuencia al hablar del Corazón de Cristo, Corazón del Redentor, era algo
extraordinario. Arrebataba a las personas, incendiaba corazones, movía a las
personas, atraía hacia Dios. Se esmeraba mucho en que todos se consagraran
al Corazón de Jesús, en que Éste fuera entronizado en las casas, en el seno
de las familias, para ser el Rey y Señor. Cuanto escribió, habló predicó, sobre
el Divino Corazón de Jesús Cristo.
El Padre Mariano hablaba de aquello en que creía y vivía. Él asumió
durante largas horas de oración y reflexión, durante muchas horas de
adoración y reparación, los grandes mensajes del Corazón de Jesús. Moldaba
su corazón de hombre y de sacerdote en el Corazón del Señor, intentando
imitarlo y ser como Él. De allí que encontráramos en el Padre Mariano Pinho a
un sacerdote según el Corazón del redentor: pobre, humilde, obediente,
misericordioso, bueno, dedicado, etc. Fue al contemplar, con fe y con devoción
al Corazón de Cristo, de donde sacó las fuerzas y el coraje para sufrir la
calumnia, la mentira que le cayó encima. Fue una víctima serena y ofrecida
como Holocausto pues se refugiaba en el Corazón de Cristo y en Él encontraba
reposo y gracia, fuerza y audacia. Con el Corazón de Jesús aprendió a sufrir,
amar y servir.
El Papa escogió el día de la Solemnidad del Corazón de Jesús para
rezar por los Sacerdotes, pues le parece que nosotros, los padres, tenemos
que tener un corazón semejante al del Maestro. Sólo así seremos sacerdotes
verdaderos, dedicados y serviciales, buenos y generosos, viviendo con
pobreza, castidad y obediencia, amando a Dios y sirviendo a los hombres. Fue
así que quiso vivir el Padre Mariano Pinho. Contemplando siempre el Corazón
del Redentor, aprendiendo con Él, refugiándose en Él, durante las horas de
mayor dolor y amargura, de soledad o de exilio. El Corazón de Cristo era para
el Padre Mariano Pinho, el tesoro de su vida, su pasión, la alegría de su vida
sacerdotal.
Creía realmente que los sacerdotes devotos del Corazón de Jesús
tendrán gracias especiales de Dios, del amor infinito de Dio, para tocar sus
corazones, para ser instrumentos para ayudar a convertir pecadores, a ayudar
a los tibios para que sean más fervorosos. Por eso, la vida del Padre Mariano,
por donde anduvo, predicó, vivió, trabajó, sufrió y amó, fue un constante himno
de alabanzas y de confianza, de reparación y de amor al Corazón de Jesús,
Único y Eterno Sacerdote. En este Corazón, que es símbolo de todo el divino
amor y de todo el amor humano, el Padre Mariano Pinho encontró la sabiduría
interior, la humildad de corazón, la fortaleza del alma, la insigne gracia de ser
un apóstol según el Corazón de nuestro Salvador.
La forma como escribió ciertos artículos en el Mensajero del Corazón de
Jesús, órgano oficial del Apostolado de la Oración, revelan muy bien sus más
profundas convicciones, seguramente fruto, de su oración y contemplación del
Corazón traspasado de Cristo y de los mensajes en Paray-le-Monial a Santa
Margarita María. Era un buen hombre, un celoso predicador, deseoso de la
conversión de todos, para que todos pudieran amar más a Jesús, confiaran en
Él, entraran en su Corazón. Por eso, en su dirección espiritual o en el consejo
del sacramento de la Reconciliación no dejaba de exhortar al amor, a la
devoción, al culto al Corazón de Cristo Jesús. Quien tiene dentro de sí el fuego,
quien vive enamorado, desea que ese fuego incendie otros corazones, que la
pasión toque interiormente a otras personas. Así era el corazón sacerdotal del
Padre Mariano Pinho.
Tener entre nosotros sus restos es una invitación a rezarle mucho y a
aprender con él. Fueron traídos desde Brasil e están en el cementerio de
Balasar. Podemos ir allí y pedirle gracias. Y la mayor de todas es la gracia de
ser cristianos según el Corazón de Jesús, tener un corazón como el del
Maestro, el Rabí de Nazaret, el Verbo del Padre hecho hombre en el seno de la
virgen María. Cuántas veces el padre Mariano Pinho le pidió esa gracia en sus
oraciones, durante las horas de adoración, en la intimidad con el Corazón del
Maestro! Cuántas veces suplicó: ¡“Jesús, manso y humilde de Corazón, haz
que mi corazón se asemeje al tuyo”! ¡Cuántas veces, delante de un sagrario o
de Jesús en custodia, le suplicó por la conversión de su corazón! ¡Cuántas
veces en la intimidad de la acción de gracias de la Eucaristía, habría pedido la
gracia de ser un sacerdote según el Corazón de Jesús!