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España y la Alemania del sur.
El mundo de los altos funcionarios comunitarios es tan peculiar como el que más. Una de sus
habilidades es la de hacer su trabajo más entretenido colocando motes a aquellas situaciones que
contienen alguna paradoja interna difícil de explicar. De este ámbito surgieron las expresiones PIGS
(a los que hay que alimentar), ClubMed (una conocida agencia de vacaciones), etc. referidas a los
países del sur de la Unión Europea y también, más recientemente, la manía de denominar a España
como la Alemania del sur. Esta última expresión está llena de contenido. Veamos.
Desde que tenemos estadísticas fiables (1955), cuando el PIB español crecía por encima del tres por
ciento se generaba un volumen importante de empleo nuevo y, simétricamente, un déficit por
cuenta corriente muy considerable. Era casi una ley de hierro: para sostener el ritmo de
crecimiento, España debía importar materias primas (petróleo, maíz, metales), productos
elaborados (locomotoras, productos químicos) y bienes de consumo (automóviles, teléfonos),
importaciones que eran las causantes de un déficit comercial crónico y considerable. Cuando este
déficit se hacía insoportable, se frenaba el crecimiento (subiendo los tipos de interés, los aranceles,
devaluando la peseta, por ejemplo) y se reconstruía con el paso del tiempo el equilibrio en el sector
exterior. Y otra vez vuelta a empezar: una vez ajustado el sector externo, se estimulaba el
crecimiento hasta que el déficit exterior lo volviera a frenar.
Con la entrada en el euro, este mecanismo de equilibrio externo ha tenido que modificarse
sustancialmente: los aranceles y la tasa de cambio no existen frente al resto de la UE, y la tasa de
cambio, los tipos de interés y los aranceles extra UE no los determina solamente España.
El gráfico adjunto nos muestra algunas cosas interesantes. En primer lugar, debemos señalar que la
balanza por cuenta corriente llega equilibrada (saldo casi nulo) al examen previsto en el Tratado de
Maastricht a finales de 1998. Este es el resultado de las medidas de ajuste que se tomaron para
hacer frente a la crisis de finales de 1992 y que, cuatro años más tarde, habían logrado ya el
objetivo de equilibrar el sector exterior.
Recuperado el equilibrio exterior, a partir de 1997 la economía española vuelve a la senda del
crecimiento, iniciándose un periodo que, sin interrupciones, llegará hasta el año 2008. El
crecimiento en estos quince años ha sido espectacular: ocho millones de empleos, seis millones de
inmigrantes y un PIB que, en términos reales, se multiplica por 1,7. La otra cara de la moneda –la
vigencia de la ley de hierro exterior—es un déficit comercial y por cuenta corriente también
espectacular. El gráfico nos informa cómo en el periodo siguiente a la entrada en el euro (1999) el
déficit por cuenta corriente se dispara hasta acercarse a los 10.000 millones de euros mensuales en
2008, alimentado por unas importaciones de mercancías fuera de control y un déficit comercial que
llegó a ser el primero del mundo en términos relativos (10,5 por ciento del PIB en 2008) y el
segundo en términos absolutos (por detrás de USA).
Este crecimiento tan intenso, en última instancia, estaba alimentado por una demanda interna
inflada, fuera de control y excesivamente dependiente de un crédito abundante, barato y de acceso
generalizado para la mayoría de la población. La quiebra de Lehman Brothers a finales de 2008
pone fin, de forma abrupta y sorprendente, a esta situación. Aunque los tipos de interés siguen
siendo bajos (incluso negativos) el crédito desaparece, la demanda se resiente y la economía
española entra en una crisis más larga e intensa que la de 1929 y solo comparable a la de 1940 a
1955, tras la guerra civil y la mundial.
Lo espectacular del caso español –de la Alemania del sur—es la rapidez con la que el sector exterior
ha abandonado los números rojos. En cuatro años (desde 2008 a 2012) la balanza por cuenta
corriente recupera un saldo positivo empujada por un saldo comercial cada vez más favorable.
Prácticamente el mismo tiempo que tardó la economía española en recuperarse de la crisis de
1992, pero con la particularidad que en aquel momento la peseta ayudaba y la crisis había sido de
una intensidad incomparablemente menor. Es más, en este periodo, las exportaciones siguen
creciendo a un ritmo considerable mientras que las importaciones caen a lo mínimo imprescindible.
Vale la pena detenerse aquí un momento.
El comercio de mercancías representa bien cómo ha salido este sector de la crisis. Del lado de las
exportaciones, el crecimiento ha sido positivo y continuado: los 190.000 millones de 2008 llegan a
ser 255.000 exportados en 2016. Mientras que del lado de las importaciones el resultado es
también muy satisfactorio: el máximo de 283.000 millones de 2008 aún no se ha vuelto a repetir
(273.000 en 2016). Este comportamiento tan ejemplar de la balanza comercial española se explica
también por los favorables vientos de cola en el comercio mundial. Pero es de hacer notar que no
todos los países europeos supieron, o pudieron, aprovechar la bajada de precios en los mercados
de las materias primas, petróleo ahí incluido. Como ejemplo, Italia o Francia.
Ahora bien, lo realmente espectacular del caso español es lo que nos está pasando desde 2012
hasta ahora: la economía española está creciendo a un ritmo superior al tres por ciento anual,
hemos generado 1,5 millones de empleos nuevos, tenemos una inflación muy controlada y
semejante a la de nuestros principales competidores y, para sorpresa de propios y extraños,
estamos logrando esto con un superávit en cuenta corriente de una magnitud que empieza a ser
considerable: casi 25.000 millones de euros en 2016 (un 2,3 por ciento del PIB en ese año). Este
perfil macroeconómico no se ha visto nunca en España: es el perfil habitual de la economía
alemana.
España está consiguiendo romper la ley de hierro controlando las importaciones de mercancías (un
efecto secundario de la escasez de crédito) y expandiendo las exportaciones de mercancías y de
servicios: 2016 fue un ejercicio turístico excepcional, al calor de la inestabilidad en el Mediterráneo.
La verdad es que no nos queda otro remedio. El superávit exterior es necesario para afrontar la
cuantiosa deuda externa heredada de la crisis: las familias, las empresas y el estado suman una
deuda viva frente al extranjero de 967.000 millones (un 90 por ciento del PIB en 2016). Aún nos
queda un largo camino por andar.
Julio G. Sequeiros Tizón
4.000,0
2.000,0
0,0
1991
1993
1995
1997
1999
2001
2003
2005
2007
2009
2011
2013
-2.000,0
-4.000,0
-6.000,0
-8.000,0
Saldo de la Balanza Comercial (en rojo).
Saldo Balanza Corriente (en azul).
Valores mensuales, millones de Euros.
Precios corrientes.
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6.000,0
4.000,0
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-10.000,0
España: Saldos Balanza Comercial (en rojo) y Balanza Corriente (en azul).
-12.000,0
-14.000,0
Datos mensuales. Millones de Euros. Precios Corrientes. Elaboración de Julio Sequeiros
sobre BDE
2015
2017