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Tratado de la Santa Alianza
La Santa Alianza (en alemán: Heilige Allianzelimentryuinsg; en
ruso: Священный союз, Svyashchennyy soyuz) fue una coalición
creada por las potencias monárquicas de Europa: el Imperio
ruso, el Imperio austriaco y el Reino de Prusia. Su creación
fue una consecuencia de la derrota final de Napoleón Bonaparte
por el zar Alejandro I y se sella en París el 26 de septiembre
1815.
Motivación y creación
Una vez que el Imperio Napoleónico se derrumbó, las grandes
potencias se reunieron en el Congreso de Viena para
reorganizar el mapa político de Europa. Llegó la Santa
Alianza, tratado que tenía por objetivo contener la
propagación de las ideas revolucionarias francesas sembradas
por Napoleón Bonaparte.
La Santa Alianza se forjó inicialmente entre Rusia, Prusia y
Austria, las tres potencias vencedoras de la guerra contra
Napoleón Bonaparte, como forma de garantizar la realización
práctica de las medidas que fueron aprobadas por el Congreso
de Viena, así como impedir el avance en las áreas bajo la
influencia de las ideas liberales y constitucionalistas, que
se fortalecieron con la Revolución Francesa y que habían
desestabilizado toda Europa. El bloque militar que duró hasta
las revoluciones europeas de 1848, combatió las revueltas
liberales e interfirió en la política colonial de los países
ibéricos, ya que era a favor de la recolonización.
Esta alianza fue proclamada en el Congreso de Viena (entre
1814 y 1815) como la unión de tres (ramas de la familia
cristiana europea: los ortodoxos de Rusia, los protestantes de
Prusia y los católicos de Austria. El zar habría sido
influenciado por la baronesa de Krüdener y Nicolas Bergasse
(ex constituyente francés). Sin embargo, con la intervención
del canciller austriaco Metternich, la Santa Alianza fue sólo
un instrumento de restauración monárquica.
Establecida entre los soberanos europeos que querían propagar
los principios de la fe cristiana y mantener el absolutismo
como una filosofía del Estado y el sistema político dominante
en Europa, la Santa Alianza fue firmada a partir de un tratado
establecido por el zar de Rusia, siendo posteriormente firmado
en septiembre de 1815 en París por Francisco I, emperador de
Austria, Federico III, rey de Prusia, y el propio Alejandro I.
El tratado de la Santa Alianza solamente fue firmado por jefes
de Estado sin ser sometido a ratificación.
Evolución
Inglaterra, a pesar de haber participado en todas las
coaliciones formadas para luchar contra Napoleón Bonaparte,
nunca se adhirió a la Santa Alianza debido a una ideología
antiliberal que estaba en el centro del grupo, así como por el
hecho de haber intereses en el comercio con las naciones
jóvenes (colonias).
Por entender que la alianza tenía por finalidad última colocar
a Inglaterra al margen de las cuestiones políticas europeas,
garantizando el destaque de Rusia en Europa, se propuso la
Cuádruple Alianza, reuniendo a Inglaterra y las tres potencias
signatarias de la Santa Alianza, con el objetivo de realizar
consultas cuando la situación política del continente lo
exigiese. Dicha alianza fue firmada el 15 de noviembre de
1815.
La Quíntuple Alianza se reunió por última vez en el Congreso
de Verona, en 1822, para resolver los problemas de
intervencionismo francés en España. Los últimos encuentros
fueron marcados por el creciente antagonismo entre Francia e
Inglaterra en cuestiones como autodeterminación de las
naciones, la unificación de Italia y la Cuestión Occidental.
Intervenciones
El Derecho de Intervención fue defendido por el ministro de
Austria, príncipe de Metternich, según el cual las naciones
europeas intervendrían donde las monarquías estuviesen
amenazadas o donde fuesen derrumbadas. La alianza buscó el
mantenimiento de los tratados de 1815, teniendo en vista
reprimir las aspiraciones liberales y nacionalistas de los
pueblos oprimidos. España y Portugal formaban parte del
acuerdo, por eso la Santa Alianza tenía el derecho de
intervenir en las colonias de esos países en caso de que ellas
tratasen de liberarse.
En 1818, el primer Congreso de la Santa Alianza decidió
retirar las tropas de ocupación de Francia. Poco después,
cuando una asociación de estudiantes alemanes provocó
disturbios durante las celebraciones del tercer centenario de
la Reforma, la represión se abatió con violencia. Las
universidades fueron vigiladas, las sociedades nacionalistas
combatidas y los periódicos censurados.
En 1820, las posiciones liberales contra el absolutismo
militar en España y el Reino de las Dos Sicilias insuflaron
una revuelta, que culminó con la imposición de una
Constitución a los dos reyes. Fernando VII de España y su
primo Fernando I, de las Dos Sicilias, fingieron aceptar pero
recurrieron a la Santa Alianza. Una expedición militar en 1823
puso fin a la revuelta constitucionalista y restituyó a
Fernando VII como monarca absoluto.
Decadencia
Este fue el último éxito de la Santa Alianza, ya que alrededor
de 1820 su poder se desmoronó. La Santa Alianza no pudo
sofocar la rebelión de los griegos contra los turcos
(1821-1827) ni la independencia de las colonias de América del
Sur (1810-1824), quedando así desmoralizada.
La gran importancia de esta alianza no residía en el propio
acuerdo sino en el hecho de ser un símbolo de las políticas
absolutistas y un instrumento para mantener el estado vigente
de las cosas en Europa, un regreso a lo que quedó conocido
como Antiguo Régimen. Como aspecto ilustrativo de este nuevo
cuadro absolutista, se observa que diversos intentos y
experiencias revolucionarias y democráticas, nacionalistas o
liberales, fueron derrumbados con intervención de tropas de la
Santa Alianza,
absolutista.
en
nombre
del
mantenimiento
del
orden
La Santa Alianza pronto pierde fuerza a medida que iba en
contra del motor de la historia, contra el capitalismo liberal
que aumenta el poder económico de la población haciendo
espacio para la facilitación de las revueltas contra el
absolutismo, que era un impedimento para el desarrollo del
libre comercio. Con intereses en los Balcanes, fuera del poder
del Imperio Otomano, estos mismos aliados ‘santos’ comenzarían
una carrera militarista para apoderarse de esas nuevas tierras
con un nuevo orden de alianzas, entrando en conflicto directo
unos contra otros.