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MARTES, 22 ENERO 2008
Ian Buruma
Baltasar Porcel
El año del ‘modelo chino’
E
l año 2008 será el de China. Los
Juegos Olímpicos –organizados
sin duda a la perfección, sin que
haya a la vista manifestantes,
personas sin hogar, disidentes religiosos
ni otros aguafiestas– con probabilidad
apuntalarán el prestigio global de China.
Mientras la economía estadounidense se
ve arrastrada a un pantano de deudas hipotecarias, China proseguirá con su auge
económico. Vibrantes edificios nuevos, diseñados por los arquitectos más famosos
del mundo, harán que Pekín y Shanghai
luzcan como modelos de la modernidad del siglo XXI. Más chinos aparecerán en la lista de las
personas más ricas del mundo y
en las subastas internacionales
de arte, los artistas chinos alcanzarán precios con los que otros
sólo pueden soñar.
Salir de una pobreza casi abyecta y de una tiranía sangrienta
en apenas una generación es
una gran proeza y China merece
nuestra admiración por ello. Sin
embargo, la historia de éxito de
China es también el reto más serio que haya enfrentado la democracia liberal desde el fascismo
de los años 30.
No es que China signifique
una gran amenaza militar: una
guerra con Estados Unidos, o incluso con Japón, es sólo una fantasía en las mentes de unos cuantos paranoicos y chalados ultranacionalistas. Es en el campo de
las ideas donde el modelo político-económico chino, sin importar sus consecuencias sobre el
medio ambiente, está logrando
victorias y luciendo como una alternativa atractiva al capitalismo democrático liberal.
Y se trata de una alternativa real. Contrariamente a lo que dicen algunos supuestos expertos, el capitalismo chino no es como el capitalismo europeo del siglo XIX.
Es verdad que la clase trabajadora europea, por no mencionar a las mujeres, no
tenía derecho a votar hace 200 años. Sin
embargo, incluso en las fases más crueles
del capitalismo occidental, la sociedad civil de Europa y Estados Unidos estaba
compuesta por una enorme red de organizaciones independientes del Estado: igle-
I. BURUMA, prof. Derechos Humanos, Bard College.
Autor de ‘Crimen en Amsterdam: El asesinato
de Theo van Gogh y los límites de la tolerancia’
sias, clubs, partidos, sociedades y asociaciones que estaban disponibles para todas
las clases sociales.
En contraste, si bien en China las personas han recuperado muchas libertades individuales desde la muerte del maoísmo,
no tienen la libertad de organizar nada
que no esté controlado por el Partido Comunista. A pesar de la bancarrota ideológica del comunismo, China no ha cambiado en este respecto.
Aun así, es difícil polemizar con el éxito. Si hay algo que la creciente riqueza de
China ha enterrado, es la reconfortante
idea de que el capitalismo y el desarrollo
de una burguesía próspera conducirán
inevitablemente a la democracia liberal.
Por el contrario, es precisamente la clase
media, comprada con promesas de un
bienestar material cada vez mayor, la que
espera conservar el orden político actual.
Puede que sea un trato faustiano –prosperidad a cambio de obediencia política–,
pero hasta ahora ha funcionado.
El modelo chino es atractivo no sólo para las nuevas elites de las ciudades costeras de China, sino para otros actores del
resto del mundo. Les encanta a los dictadores africanos (de hecho, los de todos los
puntos del planeta) que caminan sobre las
suaves alfombras rojas que les tiende Pekín, porque el modelo no es occidental y
los chinos no dan sermones sobre democracia. También es fuente de vastas cantidades de dinero, gran parte del cual termina en los bolsillos de los tiranuelos. Al probar que el autoritarismo puede ser exitoso, China es un ejemplo para los autócratas de todo el mundo.
El atractivo de China está aumentando
también en el mundo occidental. A ella
acuden en rebaños los hombres de negocios, los magnates de los medios
de comunicación y los arquitectos. ¿Podría existir un mejor lugar para hacer negocios, construir estadios y rascacielos, o
vender tecnologías de la información y redes de medios de comunicación, que un país sin sindicatos independientes ni cualquier forma de protesta organizada que pudiera reducir los beneficios? Mientras tanto, las inquietudes acerca de los derechos humanos o ciudadanos se
denigran como algo fuera de moda, o una expresión de imperialismo occidental.
Sin embargo ninguna economía crece indefinidamente al
mismo ritmo. Hay crisis. ¿Qué
pasaría si el trato entre las clases
medias chinas y el Estado se quebrara debido a una pausa o un retroceso, en la carrera por el bienestar material?
Ha ocurrido en el pasado. En
cierto sentido, lo más cercano al
modelo chino es la Alemania del
siglo XIX, con su potencia industrial, su clase media cultivada pero políticamente neutralizada, y
MESEGUER
su tendencia al nacionalismo
agresivo. El nacionalismo se volvió letal
cuando la economía colapsó, y el malestar
social subvirtió el orden político. Lo mismo podría ocurrir en China, donde el nacionalismo chino agresivo podría volverse letal también.
Esto no le convendría a nadie, por lo
que deberíamos desearle buenas cosas a
China para el 2008, al tiempo que no olvidamos a todos los disidentes, demócratas
y espíritus libres que languidecen en las
prisiones y campos de trabajos forzados.c
© Project Syndicate, 2007
www.project-syndicate.org
Traducción: David Meléndez Tormen
Lluís Foix
Desconfianza y fragilidad
S
on tiempos frágiles en el mundo
occidental. Hay falta de confianza y, por lo tanto, la incertidumbre señorea sobre gobiernos, instituciones financieras, empresas, minorías
sociales y personas. No son los momentos
más propicios para campañas electorales,
encuestas, promesas y vaticinios sobre lo
que puede ocurrir este año.
Las crisis en los sistemas capitalistas y
de mercado son cíclicas, más fuertes o
más suaves, pero siempre vienen a corregir algún exceso o disfuncionamiento nacional o global. Pienso que la gran crisis
de los años treinta, con el desplome de las
bolsas en 1929, fue el primer tropiezo del
capitalismo industrial. Aquella hecatombe financiera provocó que en tres años
cambiaran de signo todos los gobiernos
democráticos, en España llegó la Repúbli-
LA VANGUARDIA 21
OPINIÓN
ca, se abrieran paso los regímenes totalitarios como el nazi y en la Unión Soviética
se recrudecieran las purgas y el envío masivo de sospechosos a los gulags.
La crisis que sacude a Occidente no es
del mercado ni del capitalismo industrial.
Es la crisis del capitalismo especulativo,
la consecuencia de acumular grandes fortunas jugando con los intereses de los ciudadanos, multiplicar los patrimonios con
la compra y venta de empresas con valores superhinchados, con operaciones virtuales que no guardaban relación con la
realidad. El mercado no está en crisis porque se limita a ponderar la realidad de
una situación en sus términos justos. La
crisis la provocan quienes juegan frívolamente con los beneficios desproporcionados que no tienen una base sólida.
La incertidumbre es consecuencia de
una falta de confianza que tiene mucho
que ver con la inseguridad. Las propuestas del presidente Bush para reanimar la
economía norteamericana no han merecido la credibilidad de los mercados y el desplome en Asia ha continuado en Europa y
posiblemente se rematará en Estados Unidos cuando hoy se abra la bolsa en Nueva
York porque ayer era festivo.
La crisis no es exclusivamente española sino global. La inseguridad hay que buscarla en el futuro de Estados Unidos y Europa para salir indemnes de la presencia
militar en Oriente Medio, de donde llega
buena parte de la energía que consumimos. La inestabilidad económica afectará
a las campañas electorales en España y Estados Unidos. No es prudente hacer predicciones y que nadie se sorprenda si los
resultados son inesperados.c
Martillos contra
los ídolos
C
avafis, el sensible y elegíaco
poeta homosexual de Alejandría, evoca cómo Nerón
consulta su suerte al Oráculo de Delfos, el cual le responde: “Sólo
debes temer los 73 años”. Y el emperador, contento, piensa que sólo tiene
30. Pero, añade el poema: “En Hispania, Galba, viejo de 73 años, prepara
en secreto su ejército”… con el que se
sublevó contra Nerón.
Lo cual, ¿no se aproxima a lo que le
ha ocurrido a Zapatero? El cual, mientras en Madrid se pavoneaba con
otros grandes del poder y de los telediarios, en su alianza de civilizaciones, en el Raval barcelonés una escuadra fundamentalista tabligh se aprestaba en clandestinidad a cometer un
atentado suicida. Bendita la policía
francesa y española que lo ha evitado.
Y es que la alta alianza resulta inútil si cada país islámico rechaza la libertad de prensa, ideas, asociación y
posibilidades culturales y económicas
para todos. Así, el profesor Abdelwahab Meddeb, autor del reciente libro
Salir de la maldición. El islam entre civilización y barbarie, razona: “Hay
que pensar a martillazos contra los
Esta relativización,
o ciencia frente
al creacionismo no
sólo afecta al islam
ídolos, como quería Nietzsche, pues
el Corán se convierte en un intocable
ídolo cuando es visto como la inalterada e inalterable palabra de Dios. Lo
que choca cuando el mismo Libro se
descuelga con ferocidad contra la idolatría”.
Y si en Madrid el alcalde Hereu
ofreció el castillo de Montjuïc para
continuar el diálogo, mejor que lo haga, acorde con la siniestra historia de
la fortaleza, para que esta sirva de cárcel terrorista, aliviando las prisiones
desbordadas que padecemos. Y ello
no sólo a favor nuestro y de los reclusos, sino igual de los pakistaníes y
otros grupos musulmanes juiciosos y
pacíficos, a los que pretendían asesinar los conjurados, atizando a la vez
el odio entre nuestras comunidades.
Además, esto ha ocurrido cuando la
festividad del muharram, o sea, la conmemoración anual del asesinato en
Karbala de Husein ibn Ali, nieto del
Profeta, aunque ambos no se conocieran, venerado como shaîd o tercer
imán mártir por los chiíes. El califa
omeya Yacid I mandó o alentó solapado que lo decapitaran, en medio de un
bestial barullo de guerras civiles, traiciones y atentados. Cabeza, la de Husein, que aún yace incógnita por ahí,
por donde también corren sus devotos, que se flagelan en su recuerdo.
Lo que no resulta tan extraño: cofradías nuestras de penitentes de Semana Santa se atizan también feroces
tundas expiatorias. Y nuestra sangre
no expía nada, ni emana vida de las
tumbas sangrientas.
Pero esta relativización, o ciencia
frente al creacionismo –para usar ese
término cristiano ignorante que en Estados Unidos hasta ronda la Casa Blanca–, no sólo afecta al islam. En Colombia, con la guerrilla y Chávez, hemos
visto cómo se impone el horror en
nombre de la charlatanería y de Castro. ¡Más martillazos!c