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EL TEATRO ESPAÑOL DESDE 1939 HASTA 1970 1. 2. 3. 4. Introducción-. El panorama teatral de la España de la inmediata posguerra es bastante pobre. Por una parte, las innovaciones más interesantes anteriores a la guerra, como las de Valle-Inclán y García Lorca, habían desaparecido junto con sus autores. Por otra parte, el exilio apartó de los escenarios a autores como Alejandro Casona, Max Aub o Rafael Alberti. Por último, la censura, junto con el afán comercial de los empresarios, constituyó un escollo difícil de salvar. Años 40/50-. En la producción teatral de los años cuarenta y cincuenta cabe determinar las siguientes corrientes: el teatro burgués, el teatro cómico y el teatro existencial. En las salas comerciales seguía triunfando un teatro de corte tradicional y evasionista: la alta comedia, situada en ambientes burgueses, de temática trivial y entretenida. Los espectadores, hartos de los desastres de la guerra, deseaban entretenerse con obras insustanciales. Los empresarios, deseosos de éxito, llevaban a las salas comedias rosa, revistas y vodeviles. Se incluyen en el grupo de dramaturgos de éxito Edgar Neville, José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, Joaquín Calvo Sotelo. En el teatro humorístico destacan Jardiel Poncela y Miguel Mihura (autor de Tres sombreros de copa, una de las obras maestras del teatro de humor), quienes irrumpen en el teatro español con el único propósito de renovar la risa. Cansados de la astracanada y del humor fácil, ofrecen una nueva forma de interpretar la realidad. Los críticos han visto en sus obras un humor intelectual, próximo al de las comedias del absurdo. En una línea muy distinta habría que situar un teatro más grave, preocupado e inconformista que se inserta, al principio en una corriente existencial. Dos fechas resultan claves: 1949, año en que se estrena Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, y 1953, en que un teatro universitario presenta Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Obras como ésta son signos de un teatro “distinto” que quiere hacerse un sitio en la escena, frente a lo trivial o lo convencional. Cuando Buero estrena Historia de una escalera nace, pues, un nuevo drama español, que se aleja del teatro burgués y costumbrista. Se inicia un teatro que, arraigado en la realidad in mediata, va en busca de la verdad y pretende remover la conciencia española. Quizás sea Buero Vallejo el dramaturgo más importante de la posguerra española. El tema común que liga toda su producción es la tragedia del individuo, analizada desde un punto de vista ético y social. Los principales problemas que angustian al hombre se apuntan ya en su primera obra, En la ardiente oscuridad, y continúan en su producción posterior en la que destacan Historia de una escalera, El tragaluz o Las Meninas. Su trayectoria resume, como ninguna otra, los pasos que ha seguido el teatro español desde los años 40, con sus preocupaciones existenciales, sociales y estéticas. Autor de éxito, pese a su teatro inquietante e inconformista, su esfuerzo ha sido decisivo para elevar el tono de nuestra escena. Años 50/60-. Mediada la década de los cincuenta, apunta un teatro realista y social, con propósitos de testimonio y denuncia hasta donde tolera la censura. La propia trayectoria de Buero y de Sastre evoluciona hacia estos planteamientos, sin abandonar sus inquietudes existenciales, pero ahondando en las relaciones entre el individuo y su entorno. Tras Buero y Sastre aparecen otros dramaturgos que escriben un teatro realista que refleja sus inquietudes sociales. La injusticia social, la explotación del hombre, las condiciones de vida de la gente trabajadora, la miseria, la angustia, etc. se convierten en motivos centrales de estas obras. Los personajes son víctimas de una sociedad que manifiesta su poder por medio de la burocracia, la superstición religiosa... Frente al lenguaje pulcro de la comedia oficial, aparece el lenguaje barriobajero, directo, sin eufemismos; frente al final feliz de la comedia rosa encontramos la violencia y la frustración, con la intención de dar testimonio y protestar ante las injusticias sociales. A esa corriente pertenecen: Rodríguez Méndez (Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandanga, Carlos Muñiz (El tintero, donde retrata un mundo deshumanizado), Lauro Olmo (La camisa, sobre el fracaso de las clases populares), Martín Recuerda, etc. Años 60/70-. A medida que avanzan los años 60 y entramos en los 70 se notará el cansancio del realismo social y se producirán intentos de un nuevo teatro, un teatro experimental, aunque con frecuente carga crítica. Este teatro intenta hacerse eco de las corrientes vanguardistas del teatro mundial (el absurdo de Ionesco y Beckett, el teatro épico de Brecht, el teatro provocador de Artaud y el teatro experimental de Grotowski). Esta dramaturgia presenta las siguientes características: destrucción interna del personaje, acción y lenguaje parabólicos, profusión de efectos escénicos, sonoros y visuales... A ello cabe añadir la concepción del teatro como espectáculo colectivo (rasgo capital del llamado “teatro independiente”: Tábano, Goliardos, Els Joglars...). Destacan los siguientes autores: José Ruibal, Martínez Mediero, Arrabal (autor de Pic-Nic o El triciclo, que cultiva un teatro surrealista y provocador), Francisco Nieva (La carroza de plomo candente), que se adentra por el camino del barroquismo, etc.