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Que Dios ha de ser amado por ser sumamente hermoso “Grandeza del Amor de Dios”. Diego de Estella. Pág. 46 Edic. RIALP Si la hermosura tanto poder tiene para robar voluntades, ¡oh corazón mío! ¿Por qué no te cautivas de aquella hermosura inmensa de tu Criador? ¡Oh fuente de toda hermosura, de la cual todas las otras hermosuras proceden1 ¿Por qué no soy todo llevado de la gran perfección de tan extrema y soberana lindeza? La hermosura de las criaturas pequeñas es, transitoria, momentánea y perecedera. Hoy es fresca como la flor del campo y mañana está marchita. La hermosura de la criatura falta y deja de ser al mejor tiempo, pero la hermosura del Criador para siempre persevera y está con Él. Toda hermosura, comparada con la hermosura del Señor, es fealdad muy grande. ¿Pues por qué, ánima mía, te detienes en el amor de la fealdad de la criatura engañosa, cubierta con una falsa apariencia de hermosura, y dejas a la misma hermosura de tu Dios? Más ventaja hace la hermosura del Criador a la de la criatura que el cuerpo a la sombra. Pues tanto te convida la sombra a que la ames, ¿por qué no te cautiva la luz a que la quieras? Si tanta admiración te causan las labores que no pudieron ser recibidas con la perfección que tenían en el dechado por la torpeza del sujeto donde fueron labradas, ¿cómo no quedas fuera de ti contemplando la hermosura y perfección que tenían en el dechado de donde se sacaron?, ¿qué hombre habrá en el mundo que, aficionándose a una figura muy hermosa sacada al natural de una persona, no se aficione mucho más a la misma persona? Pues si todas las criaturas son dibujos de la mano de ti, mi Dios, y el hombre es imagen y semejanza tuya, ¡por qué, Señor, no me aficionaré más a ti que a tu imagen y dibujo? Y si yo amo con tanto cuidado las cosas, que comparadas a la nobleza de mi ánima, gran parte del bien que tienen es ser codiciadas por mí, ¿por qué no amaré Aquel sin el cual no hay bien alguno y que crió estas cosas por amor a mí? Será mi corazón cautivo de la hermosura infinita de mi Dios. ¡Oh hermosura tan antigua y tan nueva, qué tarde te conocí y qué tarde te amé! ¿Por ventura no eres Tú, Señor, aquel de quien dice el Salmista que eres hermoso entre los hijos de los hombres? De ti dice la esposa que eres blanco y colorado, escogido entre millares. Y si, en este destierro, no veo la hermosura de tu divina majestad, tal cual eres hermoso en el cielo, por los efectos vengo en conocimiento de la causa, y por la hermosura de los cielos, planetas, árboles, flores y variedad de muy vivos colores de las cosas que tus divinas manos fabricaron conozco, mi Dios y Señor, ser abismo infinito de hermosuras, la hermosura de donde estas hermosuras tienen su origen. Pues si aquí en alguna manera venimos en noticia de tu divina hermosura, que es principio y causa de todo lo hermoso, ¿por qué el conocimiento de mi juicio y razón no me arrebata con impetuoso aceleramiento y me lleva al amor de tanta perfección y hermosura? Cautivaron los trajes de la hermosa Judit al príncipe Holofernes, y la hermosura de Ester convirtió en blandura el pecho airado del rey Asuero, y la hermosura del árbol de la vida hizo a Eva que se olvidase de ti y del precepto que le pusiste. ¿Pues cómo no me olvidaré yo de mí mismo y de todas las cosas del mundo por amor de esa hermosura infinita, pues una hermosura tan temporal como la de aquel árbol hizo a nuestra primera madre que te pusiese en olvido? Vanidad, dice la Escritura, que es esta hermosura temporal, por burlar tan presto al que la ama. Mas aquella hermosura eterna que es propia de ti, mi Dios, durará en tanto que Tú durares, que será para siempre sin fin. Recreábase Jonás debajo de la verdura de la yedra verde, la cual, roída del gusano, secóse luego. Aneja es la sequedad y la fea corrupción a toda hermosura corporal, cual es la de la criatura. ¿Pues a quién ha de acudir mi ánima y en quién ha de emplear mi corazón su amor, sino en esa perpetua e infinita hermosura que nunca se acaba ni se seca? Si por ser corto de vista en esta vida transitoria no veo tu hermosura con los ojos corporales, basta que con los anteojos de la fe la alcance a conocer, en cuya consideración mi ánima y mis potencias son transformadas en ti y llevadas al amor de tu inefable hermosura. Grande es el poder que tiene la hermosura corporal para cebar los ojos y llevar tras ellos el corazón, y mayor es la torpeza y pesadumbre del que puede acabar consigo si vuelve el corazón a alguna hermosura corporal, teniendo presente a una hermosura tan sin medida como la de ti, mi Dios, que hace fuerza a las criaturas insensibles a seguirla.