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TOMO 4 - Capítulo 11: El mundo Helenístico
Camino hacia la hegemonía
Las conquistas de ...
Las grandes monarquías ...
El Egipto Lágida
La sociedad Helenística
Conclusión
Camino hacia la hegemonía
Al favor de los conflictos que oponían a los ciudadanos o a los Estados griegos,
Filipo se impuso, primero, como jefe griego y, luego, como el jefe de una potencia dominante. No contento con anexionarse poco a poco las ciudades de la
Calcídica en el 349-348 a. C. o con ser elegido arconte de Tesalia, intervino en
Eubea y, sobre todo, en la Grecia central. Así, presentándose como adalid de los
intereses de Delfos, infligió a los focideos la derrota decisiva gracias a la cual los
sustituyó en el consejo anfictiónico. En septiembre del 346 a. C. llegó a presidir
los Juegos Píticos, y Demóstenes, su irreductible adversario, prefirió inclinarse
ante la evidencia.
Entre el 346 y el 340 a. C., las relaciones se deterioraron
y se desarrolló una oposición, dirigida por Atenas, que
atendía a Demóstenes. Esto condujo a un primer enfrentamiento en el 340, a propósito de Perinto y, luego,
de Bizancio, en el cual Filipo retrocedió. No obstante,
una nueva guerra anfictiónica le permitió actuar nuevamente en la Grecia central, en la que la hostilidad de
Tebas, apoyada por Atenas, llevó al enfrentamiento: el
2 de agosto de 338, en la llanura de Queronea, Filipo,
brillantemente secundado por su hijo Alejandro, aplastó a sus adversarios, pese a que éstos habían realizado
un gran esfuerzo de movilización.
Tebas fue tratada con dureza, pero no aniquilada.
Así, perdió su posición de predominio en el koinón
beocio. Los atenienses, en cambio, supieron con sorpresa que sólo se les exigían dos cosas: la disolución
de lo que quedaba de su confederación marítima y
el abandono del Quersoneso. A su vez, el resto de
Grecia prefirió inclinarse ante Filipo, con excepción
de Esparta, lo que permitió arreglar a expensas de
ésta y a favor de argivos y arcadios los problemas
fronterizos que generaban alteraciones.
Demóstenes
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El Egipto Lágida
La sociedad Helenística
Conclusión
En conjunto, el vencedor se mostró moderado, aun cuando sus partidarios aprovecharon
para tomar el poder en muchas Ciudades y aunque se establecieron guarniciones macedonias en Calcis, Ambracia y Corinto, además de en la Cadmea, cuyo propósito en Tebas era
similar a la Acrópolis de Atenas.
Las nuevas relaciones
entre el poderoso rey de
Macedonia y los vencidos fueron establecidos
en un congreso de
representantes de todos
los Estados griegos en
Corinto, hacia el 338337 a. C.
Las nuevas relaciones entre el poderoso rey de Macedonia y los vencidos fueron establecidos en un congreso de representantes de todos los Estados griegos en Corinto, hacia
el 338-337 a. C. Fue una “paz común” que agrupaba a todos los griegos, aunque no a
Macedonia, a causa de su estatuto monárquico, acompañada por una alianza militar cuyo
jefe electo fue, desde luego, Filipo de macedonia. Los pactantes fueron declarados libres y
autónomos y se garantizaron la paz en tierra y mar y la libre circulación.
Filipo II de Macedonia.
Lo más novedoso, en relación con las antiguas alianzas, era el respeto absoluto
a las condiciones internas de cualquier Estado vecino y la prohibición expresa de
cualquier medida social revolucionaria, tal como confiscaciones, repartos de tierra,
minoración de deudas o manumisión de esclavos por decisión gubernamental. Era,
entonces, un freno aplicado a toda la agitación reivindicadora que sacudía a las
Ciudades desde hacía varios decenios. Y, también, una puerta abierta a cualquier
represión sobre agitaciones en nombre del respeto a lo jurado.
Ahora bien, no se conoce a ciencia cierta el detalle de la organización, pero, de todos modos, la
Liga funcionó mediocremente en tanto que organización autónoma. Toda una ficción democrática
no bastó para disfrazar el obligado servilismo respecto de los deseos del jefe. Los resultados más
concretos parecen haber sido los de organizar la recluta de un ejército común, asegurarle un jefe
poderoso y haber fortalecido la autoridad de los arbitrajes en los conflictos entre Ciudades griegas.
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Bizancio
Perinto
TRACIA (343-342)
Filipos
Anfípolis (356)
R
MA
MACEDONIA
T
RIÁ
AD
Metone (355)
Pidna (356)
Dion
Abdera
Pella
Tasos
Olinto (348)
Potidea (356)
Lesbos
ICO
TESALIA
(352)
Larisa
Feras
Dódona
Corfú
MOLOSOS
(343-342)
Anfisa
Esmirna
Eubea
Elatea
Queronea (338)
Delfos
Termos
IMPERIO PERSA
Magnesia
Campo de Crocus (352)
Termópilas
Ambracia
Maronea
Calcis
Tebas
Megara
Éfeso
Eretria
Mileto
Atenas
Corinto
Olimpia
El reino de Macedonia
a la muerte de Filipo II (336 adC)
Pidna (356)
Ciudad (fecha de ocupación)
Guarnición macedónica
Batallas importantes
Mesenia
Rodas
Esparta
Rodas
Reino de Macedonia
Territorios dependientes
Reino de los molosos
Tesalia
Miembros de la Liga de Corinto
Creta
Estados neutrales
Imperio Persa
0
50
El reino de Macedonia a la muerte
de Filipo II.
100 km
El adversario contra el que se constituyó esta alianza (symmajía) era el imperio persa, muy
debilitado a lo largo del siglo IV. Oficialmente, se extendía desde los Estrechos hasta el Indo
y el Desierto de Libia, estaba formada por las conquistas y la autoridad de los iranios (persas y medos), por lo que el Gran Rey debía contar con esa aristocracia que, empero, nunca
se dotó de un órgano oficial. Aislado cada vez más por un complejo ceremonial, el rey se
esforzaba por estar al tanto de la multitud de intrigas que surgían en la corte, en el harén
y entre los funcionarios. Sus privilegiadas relaciones con Ahura Mazda, dios supremo de la
religión persa, le obligaban a hacer reinar la justicia y a obedecer preceptos morales muy
estrictos. No obstante, el Imperio era inmenso y difícil de controlar. Sus capitales estaban
dispersas: la postergada Pasargadas fue sustituida por la inacabada Persépolis; Ecbátana y
Babilonia era menos estimadas que Susa, y era preciso desplazarse para hacer manifiesta la
presencia regia. Secundado por el visir, el rey desarrolló la red viaria, con etapas utilizadas
por los inspectores para un mejor control del reino. Tal vigilancia no era suficiente para
contrapesar una antigua y vigorosa tendencia centrífuga: una tolerancia fundamental hizo
que se respetasen costumbres, leyes, religiones y lenguas de las zonas integradas. Los sátrapas asentaron paulatinamente su independencia y, así, vemos que Caria, por ejemplo,,
fue gobernada por reyes-sátrapas hereditarios y autónomos, a la vez que empleaban la
autoridad regia como medio de constricción hacia los súbditos.
Con todo, hacia el 366 a. C., la revuelta de los sátrapas estuvo a punto de llevar al imperio
a la ruina. La energía e, incluso, la brutalidad de Artajerjes III Oco acabaron con ella, pero
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Conclusión
quedaron huellas de malestar y descontento: la represión violenta contravenía la tradición, la debilidad
real se había puesto de manifiesto y la fidelidad de
los sátrapas se evidenciaba como dudosa. De hecho,
el asesinato del rey en el 337 a. C. y los dos años
de alteraciones y crímenes que se derivaron de ello
complicaron sumamente la tarea del nuevo rey, Darío III Codomano, quien trató de afirmar el poderío
persa de cara al exterior mediante campañas militares que debían demostrar el resurgimiento del poder
aqueménida.
Por parte griega, las ventajas de una conquista de
Persia hacía algún tiempo que se insinuaban, muy
en particular por Isócrates. No se trataba de las Ciudades griegas del Asia, a menudo favorecidas bajo
la autoridad de los sátrapas helenizados, aunque la
crisis social en el continente era aguda. Anteriormente, los griegos arcaicos habían respondido en parte a
la superpoblación relativa mediante la colonización.
Entonces, es de suponer las inmensas posibilidades
que el Asia persa abriría en ese campo. A la vez, podrían ser alejados todos los errantes en busca de fortuna, convertidos en mercenarios y cuya existencia
gravitaba pesadamente sobre la estabilidad interna
de cada Ciudad: enviarlos a conquistar esas tierras y
establecerlos en ellas sería una sencilla solución.
Filipo, además, por su política y por lo estipulado en
la Liga de Corinto, había cerrado las otras salidas:
las fronteras estaban estabilizadas, las instituciones
y el orden social, consolidados, y normalizadas las
relaciones internacionales. Al Asia se encaminarían
aquéllos a quienes atrajesen la aventura, el botín y la
posesión de tierras.
Batalla de Queronea. Fase 1. Filipo ataca a los Atenienses. Fase 2. Filipo se repliega,
los Atenienses lo siguen Fase 3. Ruptura de la linea griega Fase 4. Derrota griega.
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Conclusión
Ahora bien, Filipo no se preocupaba tanto de los griegos como de su propio poder. Si
bien veía en una guerra común la oportunidad de establecer lazos más estrechos entre los
griegos y de unirlos a Macedonia como cómplices de un golpe de fuerza, también hubo
de querer eliminar una intolerable amenaza: ya Artajerjes había hecho prender y ejecutar a
un amigo de Filipo, Hermias, tirano de Atarnea, en Triade, y he aquí que, en el 340 a. C.,
Perinto, asediada por Filipo, recibió ayuda persa. Para el ambicioso rey que quería controlar
los Estrechos no podía ser bastante la orilla europea, por lo que se imponía a cruzarla. Sin
embargo, nadie puede asegurar que ya el Argéada pensaba en todo el imperio ni saber qué
límites se había marcado o qué grandioso designio había concebido. El historiador queda
en la incertidumbre y no puede sino aferrarse a los hechos conocidos: bajo las órdenes de
Parmenión, secundado por Átalo, una parte del ejército ya había pasado al Asia cuando
Filipo murió, asesinado, en Egas, a comienzos del verano del 336 a. C., en ocasión de las
fiestas con que se celebró la boda de su hija Cleopatra con Alejandro de Epiro, que era rey
vasallo en Molosia.
Tumba de Filipo II de Macedonia en Vergina.
Fuese inocente o culpable de un crimen que reducía sus riesgos de ser privado de la sucesión al trono, el joven Alejandro, que en ese entonces contaba con veinte años, fue aclamado rey por el ejército. Alejandro III, llamado enseguida el Grande, hubo de imponerse
con rapidez pues por todas partes reinaba la agitación. Así, cualquier veleidad contestataria en el reino fue suprimida físicamente y una expedición relámpago en el verano del
336 a. C. le garantizó la sucesión de Filipo como arconte de Tesalia, anfictión de Delfos y
hegemón de la Liga.
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