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El tratado de Valen5ay o el fracaso
del pacto imperial napoleónico
El caso de la España peninsular1
Por J. Alberto
Navas-Sierra
El 11 de diciembre de 1813 el Conde de La Forest y el Duque
de San Carlos, el primero como plenipotenciario de SMI Napoleón I
y el segundo como plenipotenciario de SAR don Fernando, firman
en Valeníay el tratado que lleva su nombre. Después de casi un mes
de intensas negociaciones la Francia imperial, prácticamente derrotada
por la mayor y definitiva coalición europea armada en su contra, y la
España absolutista del "exilio obligado", simbolizada en el Príncipe de
Asturias D.Fernando, concluían un amplio Tratado de Paz, Amistad
y Alianza. Por el mismo ambas "potencias" convenían en poner fin
al estado de guerra existente entre las mismas desde hacía más de
5 años y medio2, para lo cual Napoleón consentía en renunciar a
1
El presente trabajo constituye la primera parte del tema en referencia, esta
vez reducido al caso peninsular. La segunda parte versará sobre el caso hispanoamericano. En lo que concierne a las fuentes documentales respectivas, se ha preferido
añadir exclusivamente aquéllas que no han sido encontradas citadas en la bibliografía
especializada que ha sido utilizada en esta ocasión. El autor desea expresar su
agradecimiento al Prince Louis Murat por la autorización recibida en junio de 1986
para consultar los fondos Murat depositados en los Archivos Nacionales de Francia,
serie 31 AP.17 y 381.AP.13.
2
No existe consenso respecto a la fecha exacta en que "oficialmente" se considera
declarada la guerra entre la España "patriota" o rebelde y la Francia Imperial. Es punto
común referirse al 2 y 3 de mayo, días del levantamiento y fusilamientos de Madrid por
las tropas francesas al mando de Murat, para entonces Lugarteniente del Emperador en
España. Concomitantemente, otros suelen apelar al "bando" rebelde de los Alcaldes de
Móstoles D. Andrés Torrejón y Simón Hernández de igual fecha - 2 de mayo - a falta
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los beneficios que originalmente había adquirido en Bayona del rey
padre, del mismo Fernando y demás infantes en mayo 5 y 10 de
1808. Esto último conllevaba reconocer finalmente a Fernando como
rey de España e Indias, como igualmente el derecho de sus sucesores
y hermanos a la sucesión de dicha corona. Para el afianzamiento de
los mutuos compromisos del Tratado, y en particular de la alianza que
se suscribía, el Emperador reconocía la integridad territorial española
conforme a las fronteras pre-existentes en 1808, comprometiéndose por
ello a evacuar las plazas españolas ocupadas por sus tropas tan pronto
como los ingleses hiciesen igual cosa. Adicionalmente, Napoleón
consentía en el matrimonio del Príncipe Femando con SAR la princesa
Zenáida Napoleón, hija del hasta entonces rey de España, Josél.
entonces de un rey, un ministro o un general que así lo hiciese. De igual forma se citan
dos supuestos decretos del 8 de mayo emanados de la mano del ya depuesto Fernando VII
desde Bayona, quien en respuesta a la consulta formulada al respecto por la Junta de
Gobierno dejada por éste en Madrid, habría ordenado por el primero preparar y decretar
la guerra a Francia tan pronto se hiciese evidente su internación en Francia y por el otro la
convocatoria de Cortes para, entre otras cosas, apropiar los subsidios que requeriría dicha
guerra. Gabriel M. Llovet, La Guerra de la Independencia y el Nacimiento de la España
Contemporánea (Barcelona 1975), p. 130; órdenes éstas las cuales se habrían recibido en
Madrid el 11 de mayo siguiente. El 5 de mayo anterior, el General Francisco Solano en
unión al Capitán General de Extremadura habían publicado un bando contra los franceses.
Otro general español, Javier Castaño - futuro héroe de Baylén - acometió por su cuenta
los preparativos militares en ayuda a los ingleses de Gibraltar para resistir la eventual
invasión francesa en Andalucía. El 9 de mayo, en Oviedo, Capital del Principado de
Asturias, una enardecida multitud proclamó su lealtad a Femando VII, pidió la muerte de
Murat y exigió de la Junta Provincial la declaratoria de la guerra a los franceses (Ibidem,
p. 146). Dicha autoridad del Principado había recibido supuestamente un otro oficio de
Fernando VII aparentemente fechado en Bayona el 8 de mayo 1808 por el que, y apelando
éste a su condición de Príncipe de Asturias, habría instruido a sus originales conmitentes
al trono de España, declarar la guerra a los Franceses. Una copia impresa de esta carta
de Femando y Proclama de la Junta del Principado (mayo 26) se encuentra en A[rchives]
N[ationales] F[rance], AF-IV, 1606B, Plaq. 3. La cronología de los pronunciamientos
populares, espontáneos y "localistas" en España y luego en Hispano-América, exigiendo
la rebelión y guerra "santa" contra Francia y Napoleón, es demasiado extensa y sólo
permite enfatizar el hecho histórico de no haber existido una única y oficial declaratoria
de guerra de España a la Francia imperial. Lo único cierto es que el primer encuentro
entre tropas francesas y españolas ocurrió en Medina de Rioseco, cerca de Valladolid el
14 de julio de 1808. Entonces el General La Salle derrota a éstas en menos de tres horas
ejecutando una segunda y aún más violenta carnicería en España, luego del 2 y 3 de
mayo citados, incluyendo los frailes franciscanos del lugar, actos los cuales no fueron
sancionados por Napoleón quien habría preferido esperar a que los españoles aprendiesen
la lección del caso: Geoffroy De Grandmaison, L'Espagne et Napoléon, 1804-1809 (París
1908), t. 1, p. 263. Georges Roux, La Guerra Napoleónica en España (Buenos Aires
1971), p. 71. Así también: Manuel Calvo, Régimen Parlamentario de España en el Siglo
XIX. Apuntes y Documentos para su Historia (Madrid 1883), pp. 4 y ss.
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El íralado de Valenguy o el fracaso del pacto imperial napoleónico
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Además Napoleón reclamaba sendas inmunidades para los franceses
y españoles que habían colaborado con los gobiernos que de lado y
lado disputaron el poder y supremacía en España durante los 6 años
anteriores. Finalmente el Emperador francés accedía a permitir el
regreso a España del Príncipe e Infantes cautivos en Valensay tan pronto
como la Regencia española ratificase el aludido Tratado3.
I. E L TRATADO DE V A L E N ^ A Y Y LA HISTORIOGRAFÍA DEL PERÍODO
Si bien el propósito del presente trabajo no se orienta a ofrecer
una discusión exhaustiva de los antecedentes, firma y resultantes del
referido tratado, es preciso referenciar algunos acontecimientos que de
una u otra manera tienen que ver con el tema central de este artículo.
En primer término es notoriamente manifiesta la escasa importancia
historiográfica que ha sido asignada a dicho instrumento, bien por
los cronistas de la época 4 , como primordialmente por los diferentes
historiadores, particularmente, españoles, que como tales figuran como
especialistas de dicho período y reinado5. Varias circunstancias podrían
-1 Tal cual consta en las instrucciones que por orden del Emperador envió el 12 de
noviembre de 1813 el Duque de Bassano, entonces Ministro de Asuntos Exteriores
del Imperio, al Conde de La Forest para la negociación del aludido Tratado (Manuel
Izquierdo-Hernández, Antecedentes y Comienzos de! Reinado de Fernando VII (Madrid
1963), p. 643), términos éstos los cuales fueron explícitamente presentados por el Conde
a Fernando, su hermano Carlos y su tío Antonio con ocasión de la primera entrevista
sostenida al respecto el 22 de noviembre siguiente. (Ibidem, p. 655). Puede verse en
detalle todo el proceso de esta negociación en M[inistére des] A[ffaires] É[trangéres]Ctorrespondance] P[olitique], E|spagnej; Vol. 692 y ss.
" Alejandro Del Cantillo, Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y Comercio
entre España y las Potencias Estranjeras (Madrid 1843) p. 726, fiel a la rigurosidad
cronológica de su obra, lo incluye como Tratado no ratificado, tal cual aconteció. El
Conde de Toreno, en su siempre citada obra, Historia deI Levantamiento, Guerra y
Revolución de España (Madrid 1953) p. 495 y ss., hace un detallado análisis de las
vicisitudes que tuvo el trámite del referido tratado frente a la Regencia y a las Cortes.
5
Jerónimo Becker en sus diferentes trabajos "Acción de la Diplomacia Española
durante la Guerra de la Independencia": Congreso Internacional de la Guerra de la
Independencia y su Epoca (Zaragoza 1909) y en Historia Política y Diplomática desde
la Independencia de los Estados Unidos hasta Nuestros Días (Madrid 1897) escasamente
lo menciona. Miguel Artola Los Afrancesados (Madrid 1953) hace apenas una somera
referencia del mismo. Sólo Mariano Balsega Mantecón "En Torno a la Paz de Valenjay":
Estudios de Historia Moderna 4 (1954) ha dedicado un trabajo exclusivo al respecto. Así
también y advertidos los sesgos ideológicos de su obra, Manuel Izquierdo Hernández,
op.cit., reservó un exhaustivo y bien documentado capítulo al Tratado de Valenfay. De
entre los autores franceses ha sido Geoffroy de Grandmaison, L'Espagne et Napoléon,
¡812-1814 (París 1931), t. II, pp. 371 y ss., el que más atención ha dedicado al asunto.
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explicar este hecho: Finalmente el Tratado de Valenfay constituyó otra
de las malogradas piezas que a últimas de su imperio, trató de utilizar
Napoleón para rehacer su ya insostenible posición defensiva frente
a la avalancha aliada que por todos lados amenazaba las fronteras
francesas. Como tal, el Tratado no llegó a perfeccionarse ni jurídica
ni políticamente. No obstante lo anterior, no es posible pasar por alto
el gran número de acontecimientos que entraron en juego desde el 9
de noviembre de 1813 cuando en Dresde, luego de la derrota de la
fecha sufrida por Napoleón, éste habría decidido restituir la corona de
España a Fernando6, hasta el 24 de marzo siguiente cuando el nuevo
rey Fernando y su tío Antonio pisaron de nuevo suelo español después
de casi seis años de exilio forzado7.
No obstante lo anterior, si bien podría afirmarse que fue hasta
entonces cuando el referido Tratado de Valen9ay pudo tener alguna
vigencia, como de hecho la tuvo8, habría que mencionar desde ya que
si bien Fernando al cruzar el río Fluvia se olvidó desde dicho momento
y para siempre de los compromisos asumidos en Valen^ay poco más de
cuatro meses atrás con Napoleón, fue la Francia de los primeros días
de la Restauración la que ofrecería formalmente a Femando VII dar
pleno cumplimiento a lo pactado en Valengay9.
6
Jerónimo Bécker, Acción Diplomática, pp. 136 y ss.
Toreno, op.cit., p. 511. En verdad Fernando y su tío llegaron el 22 de marzo de
1814 a suelo Español, Figueras, plaza aún entonces ocupada por las tropas francesas.
* Jurídica y políticamente la situación era extremadamente compleja. El tratado, al no
haber sido oportunamente ratificado por ninguna de las dos partes, era en consecuencia un
tratado imperfecto. Como se advertirá más adelante existió la voluntad de su ratificación
por parte del Gobierno provisional post-napoleónico y hubo la promesa de hacer cosa
igual por parte de Fernando antes de su ingreso a territorio español. Dos gobiernos
distintos de los que suscribieron originalmente el Tratado, el de Transición en Francia
y el de Fernando VII en España, habrían podido válidamente perfeccionar el mismo, lo
cual, si bien no sucedió, serviría para enfatizar la corta vida de "hecho" que tuvo dicho
instrumento. Finalmente, habría que añadir que fue precisamente en base a dicho Tratado
de "hecho" por el cual Fernando adquirió el último título - reconocimiento por parte de
Francia - que éste necesitaba para regresar plenamente como monarca a España, máxime
cuando los restantes títulos a que podía Femando aspirar por entonces (derrota total de
los franceses y reconocimiento por parte de otras potencias "aliadas") estaban aún en
entredicho. A más de ello, el reconocimiento fundamental del "deseado" por parte del
pueblo español estaba, al menos formalmente, pendiente de una condición "suspensiva"
en virtud de la anterior decisión de la "soberaniá nacional" (Cortes) quien desde 1812
(Constitución de Cádiz) exigía la aceptación y jura previa por parte de Femando VII de
dicha Carta política.
7
' El 12 de abril de 1814, en París, Talleyrand en un extenso "rapport" dirigido
al Gobierno Provisional francés y refiriéndose al Tratado de Valenfay recomendó
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El tratado de Valenfay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
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Desatendido el anterior ofrecimiento, sería bien pronto el mismo
Fernando VII quien en un acto inesperado en su momento, habría de
declarar formalmente la guerra a Napoleón el 2 de mayo de 1815, luego
del triunfal regreso de éste de la Isla de Elba el 1 de marzo anterior10.
Una y otra cosa constituyen actos y manifestaciones típicas del carácter
de este controvertido monarca español, como muy en particular de los
hombres que fueron sus consejeros y ministros en tales momentos.
II. D E LOS TRATADOS DE BAYONA AL TRATADO DE VALEN^AY
Conforme ya se ha anticipado, el Tratado de Valengay como bien
lo expresaban las primeras instrucciones dadas al Conde de La Forest
implicaba, antes que nada, la renuncia por parte del Emperador francés
de la totalidad de los supuestos derechos y prerrogativas que éste habría
adquirido en Bayona con motivo de los Tratados del 5 y 10 de mayo
suscritos entre Napoleón y todos los titulares y pretendientes a la corona
de España e Indias", beneficios los cuales el mismo Napoleón decidió
expresamente proponer a Fernando VII y a su ministro de Estado - Duque de San Carlos cangear las ratificaciones necesarias "según su forma actual" por considerar dicho Tratado
justo, conveniente y oportuno para los intereses inmediatos de la nueva Francia. El 22 de
abril siguiente, el Conde de La Forest, como Ministro interino de Relaciones Exteriores
del Gobierno Provisional ofició desde París a su hasta hace poco plenipotenciario colega
en Valensay, haciendo las aperturas necesarias en este sentido, las cuales no tuvieron eco
alguno en Madrid. MAE-CP, E; vol 693 (183-86, 213).
10
Este y el anterior acontecimiento han sido sistemáticamente pasados por alto por los
historiadores respectivos. La aquí referida declaratoria de guerra por parte de Fernando
está contenida en diferentes piezas. Justamente siete años después de los fusilamientos
de Madrid, Fernando VII expide un "manifiesto" oponiéndose a ta agresión del usurpador
Bonaparte, adheriéndose además a la declaración suscrita por los soberanos Aliados en
Viena el 13 de marzo anterior, por la cual decidieron éstos reanudar la guerra contra
la Francia napoleónica del momento. MAE-CP, E; vol. 695, folios 281 y ss. Días más
tarde, cuando los ejércitos imperiales peleaban en Bélgica, el monarca español habría de
ordenar la invasión de Francia por sus tropas a través del mediodía francés. Esto último
se haría en socorro y "liberación" de Francia, decisión la cual rechazaría terminantemente
el mismo Luis XVIII una vez restablecido en su trono de París. MAE-CP, E; vol. 695
(111 y ss).
" Como se sabe, el primero de dichos tratados fue suscrito entre D. Manuel Godoy,
Príncipe de la Paz, como plenipotenciario del Rey Carlos IV y el General de División y
Gran Mariscal de Palacio Duroc como plenipotenciario de Napoleón. El segundo, entre
D. Juan de Escoiquiz como plenipotenciario del Príncipe de Asturias y el mismo General
Duroc como plenipotenciario del Emperador <Cantillo, op.cit., p. 713 y ss). Por una
declaración adicional suscrita en Burdeos el 12 de mayo siguiente, los infantes D. Antonio
- tío de Fernando - y D. Carlos - segundo en el orden de sucesión de Carlos IV - se
adherían irrestrictamente a las anteriores renuncias. MAE-CP, E; vol. 675 y ss.
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subrogar luego en su hermano José, implantando con ello la dinastía
napoleónica en el trono de España e Indias, tal cual se consagró en
el Tratado que de inmediato suscribieron Napoleón y José (julio 5 de
1808) 12 , como en la subsiguiente Constitución de Bayona (Julio 7 y 8
de 1808).
Conforme al preámbulo general del Tratado "marco"13 suscrito
entre el rey Carlos IV 14 y Napoleón, los objetivos fundamentales del
12
Ibidem, p.716.
Se opta aquí por usar esta denominación del derecho internacional público
contemporáneo, por cuanto este primer tratado constituye el ordenamiento formal primo
respecto del cual los demás instrumentos suscritos derivarán su contenido y supuesta
validez jurídica, incluyendo obviamente este último de Valen^ay.
14
En esta fecha, 5 de mayo de 1814, dos hechos trascendentales tuvieron lugar en
Bayona: en la tarde Napoleón recibió el despacho enviado desde Madrid por Murat el
2 de mayo anterior dándole los detalles del levantamiento popular madrileño de ese día,
como de las medidas por él tomadas para reprimirlo. Acto seguido Napoleón empleó los
últimos recursos de su dialéctica personal para obtener del rey Carlos, hasta entonces
abdicado desde el pasado 19 de marzo en su hijo Fernando, la presión final sobre éste
último para que, y luego de retrocederle la corona que la había cedido en Aranjuez,
lo cual hizo el día siguiente, se dispusiese a adherirse a continuación a la renuncia
dinástica que esa misma noche protocolizaría el Rey Padre con Napoleón, tal cual lo
hizo Femando el 10 de mayo siguiente. Vale la pena advertir que desde un punto de
vista, no exclusivamente "formal", como ciertamente "material", habría existido un vicio
de personería en este tratado "marco" dado que, y al menos desde la parte española,
Carlos IV al haber recibido la abdicación de su hijo tan sólo el 6 de mayo, mal podría
haber actuado como "rey de las Cspañas e indias" el día 5. Sin embargo, hasta entonces y
a pesar de la protesta temprana del rey Carlos de su abdicación de Aranjuez (El Escorial,
abril 17), hecha ante Napoleón vía Murat, alegando desde entonces fuerza y coacción
irresistibles originadas en la asonada popular que finalmente entituló a su propio hijo y
heredero, nadie en España, en particular el Consejo de Castilla, se había pronunciado
respecto de dicha protesta, ni vindicado la retrocesión para Carlos IV de una corona
"ilegítimamente" obtenida. Pero, era igualmente cierto que Femando no había sido hasta
entonces ni proclamado ni jurado como tal y que finalmente padre, hijo y demás instancias
institucionales españolas se habrían acogido a que fuese el Emperador de los franceses el
árbitro o mejor componedor quien dirimiría un pleito estrictamente intradinástico, tal cual
está copiosamente documentado en la bibliografía del caso, en particular en Izquierdo,
op.cit., pp. 101-111 y 227-441. De su parte Napoleón nunca reconoció explícitamente ni
la abdicación de Carlos ni la intronización de Femando y bien claramente se reservó su
último designio en Bayona, conforme se perfeccionó el 5 y 10 de mayo: Don ..., Memoirs
of Fernando VII, King of the Spains (London 1824), p. 86. También, N.N., Historia de
la Vida y Reinado de Fernando VII de España (Madrid 1842), 1.1, p. 363. Igualmente:
Izquierdo, op.cit., p.42t. Todo este inciso cronológico y jurídico serviría exclusivamente
para enfatizar una dimensión definitivamente obviada por todos los historiadores del
tema: esto es, el "hecho imperial, España y Napoleón, como fuerza externa absolutamente
"irresistible" - militar, política y diplomáticamente - y que como tal confería y otorgaba
"soberanía". Este aludido "hecho imperial" era ya explícitamente manifiesto al fenómeno
napoleónico en toda la Europa continental del momento, mucho antes de Bayona
convertido en nueva fuente, o al menos instrumento, del derecho internacional o de gentes
13
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así llamado "convenio privado", mutuamente manifestados, buscaban
"poner pronto término á la anarquía á que está entregada la España, y
liberar esta nación valerosa de las ajitaciones de las facciones, queriendo
asimismo evitarle todas las convulsiones de la guerra civil y estranjera
... mantener su integridad, afianzar sus colonias y ponerla en estado de
reunir todos sus recursos con los de la Francia, á los efectos de alcanzar
la paz marítima" 15 . Inmediatamente a continuación, el en art. I o , el rey
Carlos hace explícita declaración del propósito último que le anima a
suscribir, dicho Tratado: lograr la felicidad de todos sus vasallos, la cual
él y sus sucesores están impedidos de lograr en virtud del "manantial de
disensiones tanto mas funestas cuanto las desavenencias han dividido
su propia familia", "felicidad" cuyo logro y plenitud sólo será posible
mediante la cesión de todos sus derechos al trono de las Españas e
Indias a SMI Napoleón I "como el único que en el estado á que han
llegado las cosas, puede establecer el orden".
M.
E L ORIGEN DEL "PACTO IMPERIAL" CON ESPAÑA
Los pactos y compromisos de Bayona suponían muchas cosas a la
vez. Por parte de España: 1) El reconocimiento explícito por todas
las instancias del poder político español (rey, infantes, Consejos y
estamentos de su régimen, todos ellos presentes en Bayona) del estado
general e insuperable de anarquía política, social y económica del reino;
que pretendía imponer al Este, al Sur, ahora al Occidente y más tarde al Norte de sus
límites postrevolucionarios la Francia imperial, teniendo como se tenía aún vivo el legado
revolucionario de la "Gran Nación" o de la Europa única. Este "hecho imperial" fue desde
luego aceptado sumisamente por el rey Carlos y el príncipe Femando y en principio
por todos los bandos en disputa. Esto último incluso por el mismo "pueblo" español, al
menos hasta las abdicaciones de Bayona: Alberto Navas-Sierra, "Gran Bretaña; Napoleón,
Fernando VII y la Pretendida Regencia en México en 1808": Revista de Indias XLVI,
178 (1986) pp. 509-599, no así por el "pueblo" Hispanoamericano quien desde entonces
estaría al margen casi total de la coyuntura político-militar europea (Alberto Navas-Sierra,
Napoleón y la Preindependencia Hispano-americana, Conferencia inédita en la "Iberische
and Lateinamerikanische Abteilung", Universidad de Colonia, Diciembre, 1988, pp.
26 ss.). Con posterioridad a los acontecimientos de Bayona sería ese mismo pueblo
Peninsular, y más tarde el Hispanoamericano, quienes junto a Inglaterra, como potencia
igualmente imperial, se negarían a aceptar la "imposición imperial" francesa sobre el
"orbe hispánico". André Fugier, Napoléon et VEspagne, ¡799-1808 (Paris 1930), t. II,
pp. 383 y ss.
15
Albert Sabine, L'Abdication de Bayonne (Paris 1908) pp. 42 y ss. Del Cantillo,
op.cit., p. 713.
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J. Alberto Navas-Sierra
2) Derivado de lo anterior, la incapacidad o impotencia externa del
reino para asumir un papel activo y consecuente con la coyuntura
política, militar y diplomática "mundial" del momento, máxime siendo
entonces España, como en realidad lo era, al menos la tercera potencial
del orbe. Por parte de la Francia imperial, tres condiciones sinequa-non presuponían la validez de las cesiones y pactos respectivos:
1) El mantenimiento de la "integridad" del reino con inclusión de
su vasto imperio colonial de América, Asia y plazas de Africa; 2)
La "independencia" de la corona española la cual sería igualmente
garantizada por el Príncipe que a su vez el Emperador decidiese colocar
bajo la misma; y 3) el mantenimiento de la "religión católica, apostólica
y romana" como la única y legítimamente aceptada en España y sus
colonias ultramarinas.
A su turno, el Tratado suscrito cinco días después entre Fernando
como Príncipe de Asturias y Napoleón, simplemente pactaba por una
parte la adhesión, sin restricción alguna de su parte, a la cesión de los
derechos que de la corona española había hecho su padre en favor del
Emperador francés, y por la otra ratificaba su renuncia a dicha corona
en su calidad de Príncipe heredero. La "Proclama" suscrita en Burdeos
el 12 de Mayo siguiente (lugar y fecha donde se ratificaría por "SS
AA RR" el tratado del 10 anterior, al decir de Escoiquiz) por Fernando
y los otros dos Infantes - D. Antonio, su tio, y D. Carlos, su hermano
- que le acompañaban rumbo a su destierro de Valen^ay, reconocían
éstos el aludido "Pacto imperial" como factor insuperable para resolver
las crudas disensiones familiares y dinásticas que irreconciliablemente
afectaban a la monarquía española. A su vez ratificaron los Infantes
los sanos objetivos admitidos en la primera de las abdicaciones (la de
Carlos IV), esto es ser Napoleón el único medio para evitar "derramar
ríos de sangre, asegurar la pérdida [sic], cuando menos de una gran parte
de sus provincias y la de todas sus Colonias ultramarinas", siendo por
ello consecuente adherir "todos" ellos a la cesión original que de la
corona y sus derechos ha hecho el rey padre 16 .
El 5 de julio siguiente, Nompere de Champagny, ministro de
Relaciones Exteriores del Imperio y el Marqués de Gallo, Ministro
de Relaciones Exteriores del reino de Nápoles, plenipotenciarios el
primero del Emperador y el segundo de José Napoleón, rey de Nápoles
y Sicilia, suscribieron un tratado secreto por el cual el primero cedía
16
Izquierdo, op.cit., pp. 548 y ss.
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El tratado de Valengay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
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"perpetuamente" al segundo y a sus herederos masculinos (reproducíase
aquí la famosa ley Sálica borbónica), todos sus derechos sobre la corona
de España e Indias. Según el art. 2 o José asumía el compromiso de
respetar y cumplir las condiciones y cargas aceptadas por el Emperador
conforme a los tratados del 5 y 10 de mayo con los Borbones
españoles. De acuerdo a lo previsto en el art. 7 o , José al aceptar
la corona de España e Indias, retrocedía a su hermano las coronas
de Nápoles y Sicilia para que éste dispusiese de las mismas de la
mejor manera y oportunidad. Habría además perpetua liga ofensiva y
defensiva (art. 11), conforme a los Pactos de Familia vigentes entre
ambas potencias por ya casi 100 años 17 , acordándose con detalle los
mutuos compromisos y socorros con que cada parte concurriría en
apoyo de la otra (arts. 12 a 14). Comercialmente se establecían mutuas
y excluyentes ventajas y privilegios que favorecerían el libre ingreso
y moderado gravamen de mercancías, como la normal admisión de
subditos de ambos países (art. 15). Por un artículo secreto, Napoleón
asumía el compromiso de garantizar a España la "integridad de las
colonias que posee actualmente". A cambio de ello España concedería
a Francia, luego de la paz general, el derecho de envío preferencial a
dichas colonias de navios franceses que bien podrían partir de Marsella
o Burdeos, cargados éstos de mercancías francesas susceptibles de
cangearse allí por productos coloniales, cuya introducción se haría
previo el pago de los gravámenes y cargas que recaían habitualmente
sobre sus nacionales. El Tratado y su artículo secreto en mención fueron
ratificados en Bayona el 5 de julio 18 .
El resto de los acontecimientos de Bayona son ampliamente
conocidos. El 6 de junio de 1808 Napoleón emitirá una Proclama
dirigida al pueblo español anunciando aceptar la petición que le ha
formulado el Consejo de Castilla de poner fin al largo interregno
de la monarquía española, proclamando como nuevo rey de España
a su hermano José, rey de Nápoles y Sicilia, notificación que había
17
El primero de ellos suscrito en El Escorial el 7 de noviembre de 1733, el segundo
en Fontainebleau el 25 de octubre de 1743 y el último en París el 13 de agosto de 1761.
18
Debe advertirse que el original del Tratado y su artículo secreto figuran sin día
exacto de firma, lo cual hace presumir que se suscribieron al menos la víspera del 5 de
julio. Del Cantillo, op.cit., p, 717.
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J. Alberto Navas-Sierra
formulado anteriormente al mismo José el 10 de mayo precedente 19 .
El 15 de junio siguiente y mediante nueva Proclama dirigida al pueblo
español, Napoleón reiteraba su vocación y compromiso de regenerar
su decadente monarquía, ésta y su Nación en una ya "larga agonía ...
(próxima) a perecer" adviritiendo no querer reinar en sus provincias,
reforma la cual se haría sin "quebrantos, desórdenes y convulsiones".
Para ello había ya mandado convocar una Asamblea general de todas
las provincias y ciudades, con el objeto de dar a España una nueva
constitución, luego de lo cual depondrá sus derechos "en un otro Yo
... (una y otro han de conciliar) ... la santa y saludable autoridad del
soberano con las libertades y privilegios del pueblo". En una extensa
circular fechada en Bayona el 19 de junio, el Ministro Champagny
instruyó a todos los embajadores imperiales sobre los sucesos y
resultados relativos a la sustitución dinástica en España. En forma
explícita reproduce los argumentos anteriores, explicando y en último
término justificando, el advenimiento de este nuevo "pacto imperial"
en Europa20.
El 7 de junio de 1808 llegó José a Bayona. El mismo día en la
noche Napoleón expide el Decreto imperial por el cual le cedía éste
sus derechos a la corona de España e Indias. Cuatro días más tarde el
Consejo de Castilla, desde Madrid, le otorga todos los títulos inherentes
a los reyes de España e Indias21. Ese mismo día - ciertamente no sin
extraña coincidencia - José desde Bayona es anunciado a sus pueblos
como "Josél, por la gracia de Dios, rey de Castilla ... de las Indias
" De Grandmaison, op.cit., p. 170. Sobre la aludida petición del Consejo de Castilla
conviene advertir el sin número de peripecias que debió sortear Murat en Madrid para
que, y bajo presiones y manipuleos de toda índole, típicas a la interinidad institucional del
momento, dicho Consejo llegase finalmente a formular dicha petición, de la cual habría
de arrepentirse bien pronto. Véase Izquierdo, op.cit., p. 481. Los documentos pertinentes
en ANF, 381 AP, dos. 1. La felicitación del Consejo de Castilla en "pleno" fue remitida a
José desde Madrid el 14 de junio de 1808 manifestándole ",,. en la efusión de su corazón
los más rendidas respetuosas gracias por sus deseos de beneficiar á este reino y á sus
gerarquias.". A su tumo el Consejo de Indias remitió sus felicitaciones a José el 17 de
junio siguiente. ANF, Ibid. También MAE-CP, E; vol. 674 (195) y vol. 678 (61 a 64).
20
Pierre Conard, La Constitution de Bayonne (1808). Essay d'Edition Critique
(Lyon 1909), p. 157. Igualmente: Izquierdo, op.cit., p. 481. Albert Vandal, Napoléon et
Alexandre 1er: L'Alliance Russe sous le Premier Empire (Paris 1896) t. 1, pp. 337 y ss.
Igualmente MAE-CP, E; vols 674 y 675.
21
Francisco Eduardo Trusso, El Derecho de la Revolución en la Emancipación
Americana (Buenos Aires 1964), p. 310. Napoleón se los reducirá luego a dos: "Rey
de España e Indias". MAE, Ibid.
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El tratado de Valençay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
269
Occidentales y Orientales"22. Al día siguiente, Fernando desde su exilio
de Valençay, le felicitará por su nominación como nuevo rey de España,
reconociéndole como tal. Le rogará acepte el juramento que le presta
conjuntamente con el de los españoles que le acompañan23. El día
15 de junio se abren las sesiones de la Asamblea o Junta de Bayona
compuesta finalmente por 65 (de los 150 convocados) representantes
de la nobleza, el clero y el estado llano24. El 17 todos sus integrantes
rinden homenaje y reconocimiento al nuevo rey. El 7 de julio de 1808
se aprueba la nueva Constitución y en esa misma fecha el nuevo rey jura
el estatuto ante la Asamblea poniendo sus manos sobre los evangelios
que para el efecto sostenía el arzobispo de Burgos. Acto seguido José
integraría su primer gabinete el cual fue de inmediato juramentado. Dos
días después salía el nuevo rey rumbo a Madrid, vía Irún. El 20 del
mismo mes y luego de una lenta y muy poco promisoria travesía por
el norte de su nuevo reino, José I era fríamente recibido en Madrid.
•»
22
Roux, op.cit., p. 61. MAE-CP, E; vol. 675 (89 ss.).
ANF-AFIV, 1680. También: Roux, op.cit., p. 61. Ya antes, el 18 de mayo, Femando
había escrito desde Valençay a Napoleón llamándole "Señor mi Hermano..." (lo cual
fastidió sobremanera a Napoleón quien dispuso que sólo le llamase "Sire") comunicándole
su feliz arribo a dicho palacio, noticia la cual le daba "... Como homenaje muy debido
y conforme totalmente a los sentimientos de mi corazón para con la persona de V.M.l.
y R ... Su buen hermano, Fernando." (ANF-AF IV, 1680). También: Izquierdo, op.cit.,
p. 553). Lo cierto es que una vez jurada la Constitución de Bayona, Napoleón dispuso que
solo todos los huéspedes de Valençay deberían prestar juramento de fidelidad al nuevo
rey, lo cual hicieron prontamente el 22 de junio siguiente mediante carta colectiva, cuya
firma encabezó el Duque de San Carlos. Por aparte, y en la misma fecha, Fernando
escribió a Napoleón dándole la "... enhorabuena por la satisfacción de ver instalado a
su querido hermano el Rey José en el Trono de España ... no podemos ver a la cabeza
de ella a un monarca más digno, ni más propio, por sus virtudes ...". Esta carta anexaba
una adicional adjunta para José, (ANF-AF IV, 1680) e Izquierdo, op.cit., p. 555. Existe,
sin embargo otro documento original, aún no traído a cuento, suscrito conjuntamente por
Femando, Antonio y Carlos y dirigido directamente a José, muy probablemente después
de su proclamación como nuevo rey de España (el documento no tiene fecha). Por la
misma los infantes españoles, luego de reconocer a José, reclaman de éste su amistad y
alianza familiar mediante el próximo matrimonio de Fernando con la Princesa Imperial
que le ha sido destinada, amistad ésta "... inébranlable et mutuelle fairá [sic] voir à
l'univers par un exemple peut être [sic] unique, que les plus grands interets [sic], ne sont
pas capables de diviser des coeurs véritablement [sic] genereux [sic] ..." ANF-381AP,
13.
23
24
Seis de tales diputados asistirían como suplentes por el "imperico colonial" español:
uno por la Nueva Granada, dos por el Río de la Plata, uno por Guatemala, uno por México
y otro por Caracas. Importantes por su participación en Bayona fueron: Francisco Antonio
Cea (Zea) que aunque neo-granadino representó a la Capitanía General de Guatemala,
D. Ignacio Sánchez de Tejada por la Nueva Granada, el canónigo de la catedral de México
D. Josef del Moral y los diputados rioplatenses D. José Ramón Milá de la Roca y Nicolás
Herrera.
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270
J. Alberto Navas-Sierra
Desde el 5 de mayo de 1808 y hasta aquí todo parecía concluido
para unos y para otros. El "hecho" o "pacto imperial" parecía en
consecuencia acatado umversalmente, con la. sola excepción del pueblo
- y se prefiere ya para entonces "nación" española, pudiéndose incluir
en la misma a Hispanoamérica - el cual, en una decisión y voluntad
heroica e irreversible, deshará paciente y tozudamente lo finalmente
pactado y aceptado en Bayona por la "Vieja España". Unos pocos,
igualmente heroicos, quedarán muy tempranamente al lado de José
hasta su derrota y reingreso a Francia en otro junio de 1813. Por
espacio de cinco años España y la Francia imperial habrán consumido
sus mejores reservas en una guerra sorda y extremadamente cruel,
como no lo fue ninguna otra de las que motivó o enfrentó Napoleón 25 .
Inglaterra coadyuvará a esta mutua destrucción y será la finalmente
triunfante con un beneficio de inventario extraordinariamente rico que le
permitirá ser el garante y tutor indiscutido de la restauración borbónica
en España y desde- luego el árbitro diligente del complejo y no menos
violento proceso de la pre-independencia hispanoamericana que se
inicia precisamente a partir del 5 de mayo en Bayona. Ni en uno ni
en otro lado del Atlántico habrá nacido una "Nueva España" y menos
aún una "Nueva Hispanoamérica" como al fin y al cabo estuvo previsto
25
Este factor no ha sido hasta ahora suficientemente estudiado. La guerra de la
independencia española fue una lucha absolutamente irregular, desde su declaratoria
hasta su conclusión misma. Ni siquiera la presencia y concepción militar inglesa
logró "regularizar" totalmente aquella. Toda la hipe i-magnificación que la historiografía
tradicional pretende otorgarle al "hecho guerrillero" español - pionero de su género en la
historia política y militar contemporáneas - y quien supuestamente fue el artífice final de
la derrota del "hecho imperial", no logra desvirtuar el aparente contrasentido de quienes
con el pretexto de una guerra extema, habrían mis bien dado rienda suelta a las más
complejas pasiones típicas de una guerra civil propias del Antiguo Régimen peninsular,
cuya transformación se quería evitar primordialmente por quienes, como la nobleza y el
clero, habrían a su vez terminado arrastrando a la burguesía y al resto de la nación en una
cruenta auto-destrucción, cuyo rendimiento final habría sido absolutamente nulo para la
España que logró sobrevivir. Lo anterior, máxime de tener que reconocerse el indecoroso
papel jugado por España durante todo el proceso de la Restauración post-napoleónica
durante el cual el "deseado" Fernando sería el mero estandarte de la España del Antiguo
Régimen que a su sombra logró renacer vigorosamente. España, y más tarde con
paralelismo singular Hispano-América, no habrían logrado desde Bayona superar la
compleja dialéctica histórica que sobre todo lo hispánico aparecía implícitamente en cada
una de las pretensiones napoleónicas del momento: regenerar la vieja monarquía española
ahorrándole el costo de una revolución sangrienta, tal cual la vivida originalmente por
la misma Francia de finales del siglo precedente: Hans Juretschke, Los Afrancesados en
la Guerra de la Independencia. Su Génesis, Desarrollo y Consecuencias (Madrid 1962)
pp. 57 y ss.
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El tratado tic Valençay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
271
en el interregno regeneracionista de los "Cien Días de Bayona" 26 con
que Napoleón logró arropar todos sus sueños de entonces27.
I V . EL "PACTO IMPERIAL" Y LA "NACIÓN" ESPAÑOLA
Conforme al art. 3 o del tratado de Valensay Napoleón reconocía
a D. Fernando y sus sucesores "como rey de España e Indias".
Por el artículo inmediatamente siguiente el Emperador reconocía "la
integridad del territorio de España, tal cual existía antes de la guerra
actual", obligándose por el art. 6 o a "mantener la integridad del territorio
de España, islas, plazas y presidios adyacentes con especialidad
Mahon y Ceuta". Según el art. 8 o Napoleón asumía conjuntamente con
Fernando VII la obligación adicional de "mantener la independencia de
sus derechos marítimos, tales como han sido estipulados en el Tratado
de Utrecht y como las dos naciones lo habían mantenido hasta el año de
1792". Finalmente el art. 14° preveía la conclusión de un nuevo tratado
de comercio entre ambas potencias, acordándose que hasta tanto sus
relaciones comerciales quedarían bajo el mismo pie en que estaban
antes de la guerra de 179228.
L. LA AMNESIA DEL PASADO INMEDIATO
Por fuera del hecho de si Napoleón podía a dicha fecha garantizar
la totalidad de los compromisos que asumía en Valen?ay con
Fernando VII 29 , lo pactado en noviembre de 1813 implica volver
26
Conforme han sido denominados por Grandmaison "Napoléon à Bayonne: Les Cent
Jours de 1808": La Revue Hebdomadaire, I. I/t. II (1908), pp. 456 y 75 respectivamente)
los episodios de Bayona.
27
Para una mejor ilustración de estos controvertibles temas, véase Carlos
A. Villanueva, Napoleón y ¡a Independencia de América (Paris 1911) pp. 175 y ss.
También: Caracciolo Parra-Pérez, Bayona y la Política de Napoleón en América (Caracas
1969), pp. 5 y ss.
28
Del Cantillo, op.cit., p. 726.
29
Una apreciación ligera, incluso de los cronistas de la época (Toreno, op.cit., pp.
495 y ss) suele suponer que para entonces Napoleón no disponía ya de medios políticos,
militares o diplomáticos para garantizar el fiel cumplimiento de dicho tratado. Este
supuestamente fue uno de los criterios tomados por la Regencia para negarse a la
ratificación del aludido tratado. Sin embargo las fechas y circunstancias eran muy distintas
a mediados de noviembre de 1813 y dos meses más tarde cuando se discutió el asunto
en Madrid. A pesar de la significativa derrota de Napoleón en Dresde el 9 de noviembre
y haber transcurrido ya cinco meses de la derrota y retirada de José del suelo español,
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272
J. Alberto Navas-Sierra
detenidamente sobre el conjunto de acontecimientos que se habían
sucedido desde el 5 de mayo de 1808 hasta la fecha, sucesos éstos ios
cuales mirados retrospectivamente, poseen una incidencia determinante
respecto de la historia Hispánica, peninsular y americana.
En primer término fueron los acontecimientos de Bayona abdicaciones, constitución y jura de José - los factores que finalmente
precipitaron la crisis total del sistema político español, peninsular y
colonial. Los factores de "hecho" precedentes, (anarquía dinástica,
caos económico, político y militar, inmoralidad de la Corte, abandono
colonial, entre otros) tanto más graves y determinantes que los mismos
acontecimientos de Bayona, que al fin y al cabo no fueron otra cosa
que la culminación de aquellos, dejaron de tener, a partir del 5 de
mayo de 1808, casi por arte de magia, el peso y la importancia que
la historiografía más estricta no logra aún recuperar en sus debidas
proporciones históricas.
Es por demás conocido, y está suficientemente documentado,
todo lo que significó en la historia española, por una parte el
ascenso excluyente del favorito Godoy, particularmente después de su
rehabilitación a finales de 1799, como por la otra la incapacidad de los
restantes estamentos españoles (nobleza y burguesía primordialmente)
para constituir una alternativa de poder diferente a la del favorito
intronizado que, a corto y mediano plazo, hubiera significado una mejor
reorientación, interna y sobre todo externa, del reinado de Carlos IV 30 .
habrían de pasar todavía más de cuatro meses - marzo 31 de 1814 - para que los aliados
pisaran las calles de París. Muchas negociaciones y oportunidades tuvo Napoleón para
haber mantenido su corona imperial (ofertas de Chatillón sur Siene del 5 de febrero de
1814). Aún después de su abdicación de Fontainebleau (14 de abril de 1814) no todo
habría de estar concluido para Napoleón si han de tenerse en cuenta los "cien días" de
1815 cuando éste volvería a ejercer plenamente, con el acato del pueblo francés, su título
y poderes imperiales.
30
Mucho queda por explorar e investigar en este sentido. La situación no parece
haber sido tan absolutamente atípica al período y reinado de Carlos IV. Bastaría recordar
que tales luchas de personalidades y facciones fueron acaso denominador común del
Antiguo Régimen europeo, dentro del cual el caso borbónico español habría sido un
caso más. Incluso la misma "inmoralidad" y bajas pasiones de la Corte no fueron en su
momento exclusivas de Madrid, si ha de recordarse lo que sucedía dentro de la familia
real británica, particularmente en torno al Príncipe de Gales, muy pronto regente del
reino y luego Jorge IV. Lo que muy seguramente atipificaría el reinado de Carlos IV, fue
la "trilogía nefasta", indisoluble hasta el final de la pareja real, que formaron Carlos IV,
María Luisa y Manuel Godoy. Es igualmente sabido que no fue Godoy el único favorito
que gozó y abusó de la protección de Carlos IV. Lo fue con similar proyección y duración
el Marqués de Caballero, el aún no plenamente biografiado Ministro de Gracia y Justicia
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El tratado de Valen^ay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
273
La sorda y no menos intensa lucha de poder e influencia que ingleses
y franceses desarrollaron en tomo a la Corte española durante los
primeros ocho años del siglo XIX (los cuales coinciden con el ascenso
de Napoleón Bonaparte), fue apenas consecuencia del rumbo caótico
que los asuntos internos y externos tomaron en Madrid, particularmente
después del melodramático "proceso del Escorial" que tras renacer con
la "asonada" de Aranjuez, constituyeron la última pieza para que el
"hecho" o "pacto" imperial napoleónico entrara a jugar el papel que
entró a jugar, como primera alternativa, para la superación aparente
de la ya largamente prolongada crisis del Antiguo Régimen español,
peninsular y colonial.
Esta supuesta e insuperada crisis de la corte y sistema político-social
español tuvo, sin embargo, manifestación e incidencia diferente en
los casos peninsular y colonial-americano. Si bien hasta la víspera
de Bayona, el despotismo insoportable de Godoy aglutinaba en la
Península pasiones e intereses de toda índole en tomo a un solo
propósito, tal cual era su derrocamiento, en las colonias americanas
la intimidad y caos de la Corte eran, como otras tantas cosas y
circunstancias de 300 años atrás, apenas desconocidas y en ningún caso
incidentes como para determinar o estimular algún tipo de crisis interna
o más propiamente colonial 31 . Fueron más bien factores de orden
de Carlos IV, quien además después continuaría sirviendo a los gobiernos napoleónicos
de Murat y José. Si bien no gozó, ni aparentó pretender los favores veleidosos de la
reina, su no menos compleja y sinuosa personalidad le llevaron por otras sendas que
hicieron no menos mal a la causa borbónica española: Savine, op.cit., pp. 42 y ss.
31
Fueron factores económicos los que parecen haber jugado una mayor influencia, al
menos en el caso de Nueva España y quizás del Perú. Tal cual habría sido la incidencia
que en México tuvieron varias de las medidas de extorsión fiscal de Godoy en torno
a la "consolidación de los vales reales", los cuales desde el 26 de diciembre de 1804,
implicaron el secuestro de los fondos de caridad, medidas que afectaron directamente
a las primeras rentas virreinales, en especial las de la Iglesia, grandes terratenientes
e influyentes comerciantes: Navas-Sierra, "Gran Bretaña, Napoleón", p. 545. No
menos importantes harían sido en su momento los "empréstitos voluntarios" que
indiscriminadamente fueron impuestos a los principales centros económicos coloniales,
complementarios éstos a los cada vez más agobiantes impuestos y controles fiscales que,
desde el final del reinado de Carlos III, venían exigiéndose en Hispanoamérica: John
Lynch, Las Revoluciones Hispanoamericanas, 1808-1826 (Barcelona 1976), pp. 341 y
ss. En el caso de la Nueva Granada suele aducirse que sólo aparece conocida una primera
comunicación de Carlos IV relativa al complot de El Escorial emitida desde este sitio real
el 30 de octubre de 1807: Sergio Elias Ortiz, "Nuevo Reino de Granada. El Virreinato,
1753-1810": Historia Extensa de Colombia (Bogotá 1970) Vol. IV, t. 2, p. 441. Un oficio
similar y posterior refería el arrepentimiento del Príncipe de Asturias y la cesación de la
causa en su contra (ibidem, p. 442). Más tarde, se sabría en el cono norte de las colonias
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J. Alberto Navas-Sierra
"externo" los que habrían de jugar un papel más influyente en la crisis
particular de las posesiones americanas a partir de los acontecimientos
de Bayona. Tal fue, por ejemplo, la acefalía creciente de tipo militar
(naval primordialmente), comercial y en último término diplomática
que la metrópoli había ido resignadamente asumiendo respecto de su
cada vez más lejano imperio ultramarino, en un comienzo a partir de su
infortunada guerra contra Inglaterra (1804) y muy en especial después
del desastre de Trafalgar (21 de octubre de 1805).
Lo particularmente notorio de la historia española que empieza tras
los sucesos de Bayona, es que el anotado propósito "nacional" español
del momento no concluyó luego de las abdicaciones de mayo de 1808,
sino que por el contrario encontró en ellos un poderoso estímulo para
consolidarse mucho más, esta vez en torno a la dinastía que así irrumpía
en la historia contemporánea hispánica32.
En el caso peninsular ciertamente no resultaría extemporáneo hablar
de una entidad "nacional" propiamente dicha en esos momentos, tal
cual parece se conformó ésta a partir de la Guerra de Independencia.
En consecuencia, no parecería muy aventurado suponer que ya para
entonces, y muy particularmente a partir de la asonada de Aranjuez
existió un inequivoco esbozo "nacionalista". En efecto, el tipo de
movilización "popular" que la alta nobleza (ayudada por el clero)
empezó eficientemente a utilizar en España a los efectos de producir
una resultante política de tipo "general", tal cual era el derrocamiento
y aún muerte del favorito Godoy, como a su vez la serie de "símbolos"
colectivos que fueron apareciendo en torno a tales pretensiones
aglutinantes del sentir general que así nacía, tales como "Fernando
VII el deseado", cierto tipo de libertades cívicas, la recuperación de
suramericanas, la destitución de Godoy en Aranjuez y la abdicación de Carlos IV (ibidem,
p. 443). Sin embargo, Robert L. Gilmore, "The Imperial Crisis, Rebellion and the Viccroy:
Nueva Granada in 1809": Hispanic American Historical Review XL (1960) pp. 1-24, ha
demostrado con exhaustividad documental el conocimiento casi simultáneo que se tenía
de tales acontecimientos, no sólo en Santa Fé, como en Quito y algunas localidades de
la Capitanía de Venezuela (Maracaibo y Mérida, p.e.).
32
La circunstancia de que bien pronto el Príncipe de la Paz apareciese, por voluntad
infortunada de Napoleón, en el centro de los acontecimientos de Bayona, ha servido para
que la mayoría de los historiadores de la época, hayan encontrado una clara continuidad
vindicatoria de la polarización antifavorito, pocos días después subrogada con mayor
fuerza y decisión en tomo a José I y su malogrado régimen.
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El tratado de Valengay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
275
la moral cortesana, como la restauración de la decadente posición
externa española, permiten empezar a hablar de esa manifestación
"nacionalista" española como muy propia y coetánea a esa primera y no
definitiva crisis del Antiguo Régimen español. Habría faltado entonces
la "variable" externa, ésto es una agresión foránea, la cual aportaría
bien pronto Napoleón.
Lo de "general" está claramente manifiesto en el conjunto de fuerzas,
estamentos, intereses y finalmente pasiones - siempre presentes en la
historia política hispánica - que caracterizaron tales "movilizaciones".
Basta recordar que fue el clero, quien desde la intimidad misma de la
Corte como desde los púlpitos y confesionarios fue un permanente
y activo actor de tales movilizaciones, como la alta nobleza y
finalmente la burguesía, los que capitalizaron y financiaron este proceso
político seudo-revolucionario. Una y otra cosa habrían jugado un papel
determinante en el ánimo de Napoleón respecto a la suerte que éste
daría al "caso" español, ya para estas épocas bastante alejado aquél de
sus tempranas veleidades jacobinas.
En el caso colonial americano, los sucesos de Bayona como tales
jugarían un papel apenas incidente o concomitante con el primer
desenlace del imperio español (1808), proceso el cual tomaría rumbos
bien diferentes a los de la "madre patria" a partir de 1810.
En efecto, ni las abdicaciones, ni la Constitución misma de
Bayona aparecen como factores traídos explícitamente en cuenta en
las declaraciones y "movilizaciones" que a partir de 1808 empiezan
a producirse en las principales capitales de la América española. La
genéricamente llamada "invasión francesa" a España será la causa
reiteradamente invocada entre 1808 y 1810 por los primeros "patriotas"
americanos para sustentar sus iniciales pretensiones "emancipadoras"
(aún no propiamente "independientistas"). Si bien este tema constituye
materia para otro trabajo, podría anticiparse que la presencia
"real" de Napoleón en España, no así en Hispanoamérica (la cual
fue apenas "presentida" o "simbólica") habría servido desde un
comienzo como el afortunado argumento que los patricios coloniales
lograron utilizar para iniciar la lenta elaboración de una justificación
jurídica "criolla" (aún no una ideología propiamente política) de
sus pretensiones emancipadoras. Tal justificación, como ha sido
ampliamente ilustrado, nacía o se nutría de la más rancia tradición legal
y constitucional hispánica, planteamientos iniciales los cuales tardarían
dos años más para convertirse en el credo ideológico-político que
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J. Alberto Navas-Sierra
sustentaría el proceso y guerra de la independencia "total" hispanoamericana 33 .
2. L A DINASTÍA HA CAMBIADO, PERO LA MONARQUÍA CONTINÚA
Conforme se ha advertido anteriormente la validez de los
compromisos contraídos en Valen9ay por Napoleón presuponían
invariablemente que las obligaciones que éste había contraído a su
turno en Bayona cinco años y siete meses atrás, habían sido, al menos
por su parte, plenamente satisfechas y que por lo mismo "material" o
sustancialmente la renuncia a la que entonces voluntariamente se acogía
Napoleón, tenía un mínimo de contenido o significado, tanto respecto
de la Península como respecto del imperio español ultramarino. En lo
que respecta a la Península esto no fue así. Y no lo fue puesto que
suscritos los referidos tratados de Bayona, los Borbones cedentes no
tenían nada en particular que hacer (fuera de retirarse plácidamente a
sus sitios de destino, tal cual hizo cada cual a su mejor modo) para
garantizar el adecuado perfeccionamiento de lo allí negociado. Todo lo
demás quedaba aparentemente a cargo y riesgo de José y finalmente
de Napoleón mismo. El "pueblo" o "nación" hispánica, como ya se
anticipó, decidió a su turno convertirse en parte activa de tales tratados.
La plena ejecución de este "pacto imperial" supuso por parte de
Napoleón dos cosas básicas. Por una parte la renuncia permanente del
Emperador francés de ceñir la corona española, lo cual como en el
caso del reino de Italia, hubiera implicado convertir a España y a sus
colonias en un apéndice más de la corona imperial. Esta condición
habría de estar siempre clara y permanente explícita en la mente
y voluntad de Napoleón, incluso después de su fulgurante campaña
española de finales de 180834. Más aún, constituyó ello un arma y
argumento reiteradamente utilizados por Napoleón, tanto frente a José
y sus ministros, como frente a las demás potencias alternativamente
33
Para un mayor detalle al respecto, véase: Villanueva, Napoleón; Nicolás Tenorio
y Cerero, El "Utis Possedetis" de 1810 (Cádiz 1914); Navas-Sierra: "Gran Bretaña,
Napoleón".
34
Juretschke, op.cit., pp. 457 y ss. Así quedó consignado en el preámbulo ya citado
del tratado marco con el rey Carlos, lo repetiría luego Napoleón en su Proclama a los
españoles de mayo 25 y lo reiteró éste en sus primeros documentos - correos - dirigidos
a Hispanoamérica. Lo dirá luego en su Proclama desde Chamartin a las puertas de
Madrid, el 3 de diciembre de 1808, punto el cual quedaría incluido al día siguiente en
la capitulación de Madrid: Llovet, op.cit., pp. 284 ss.
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El tratado de Valen^ay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
277
aliadas de la España de la "resistencia", cada vez que quiso forzar una
solución final del "embrollo" español.
Por otra parte debiase suponer el consenso expreso y leal del pueblo
español e hispano-americano de acatar, en todas sus consecuencias, lo
que su Rey y Príncipes pactaron en Bayona, máxime si a partir de
entonces no existió protesta o reclamo dinástico alguno por parte de
los Borbones cedentes 35 . Esto tampoco sucedió en ninguno de los dos
hemisferios hispánicos.
Sin embargo, la factibilidad de que la ausencia de este elemento
hubiera hecho posible invalidar el aludido "pacto imperial napoleónico"
hubo dependido a su vez de dos circunstancias o factores, uno
interno y el otro externo. En primer término, que el "pueblo" español
poseyera los elementos - voluntad "nacional" y recursos suficientes
(económicos y militares) - para resistir dicha imposición, y por la
otra, un conjunto de fuerzas externas capaces de coadyuvar las que
internamente estaban resueltas a desatarse para tal propósito. Conforme
ya se anticipó, "voluntad" no faltó, ni en la Península ni en las colonias,
así hubiera sido temprana y paulatinamente disímiles en uno y otro
lado del Atlántico. Recursos no existían, al menos apropiables rápida y
fácilmente, ni en la Península ni en las colonias36, dada la paupérrima
situación económica en que Godoy dejó a la monarquía - no así a sus
colonias - añadido ésto a la decadencia lamentable de su ejército y
marina. Apoyo extemo tampoco faltó por parte de Inglaterra, al menos
35
No existió absolutamente ninguna por parte del rey Carlos durante todo el período
napoleónico. Eventualmente, y a instancias de Godoy, pretenderá algún nuevo derecho
dinástico en 1814 durante los preámbulos de las negociaciones de París y Viena tras la
restauración general europea, inciso éste el cual tendrá singular importancia en el caso
de los proyectos monárquicos Río-platenses de esas fechas. Véase: Mario Belgrano, "La
Política Externa con los Estados de Europa (1813-1816)": Ricardo Levene, Historia de la
Nación Argentina, t. VII, (Buenos Aires 1944), p. 108. Las protestas y reclamos de parte
de Fernando VII son todos anteriores al 10 de mayo de 1808, fecha en la cual accedió
éste a la renuncia perpetua al trono español. Más aún, conforme ya se ha referido, fue
absoluta y transparente su sumisión - vergonzosa para coetáneos e historiadores de todos
los tiempos - y felonía frente a Napoleón, documentable hasta la víspera de cruzar la
frontera española el 22 marzo de 1814. Navas-Sierra, "Gran Bretaña, Napoleón", p. 534
e Izquierdo, op.cit., p. passim.
36
No obstante habría que recordar el aún no cuantificado volumen de aportes o
"contribuciones voluntarias" que los primeros comisionados de la Junta de Sevilla
lograron recolectar en Hispanoamérica (México, Nueva Granada, Perú, Caracas, Cuba y
Buenos Aires) desde mediados de 1808 hasta comienzos de 1809, cuyo destino y uso
final está aún pendiente de documentar: André Palluel, Dictionnaire de l'Empereur (París
1969) pp. 415 y ss.
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J. Alberto Nnvas-Sierra
a partir de comienzos de 1809, siendo ésta la única potencia europea
en capacidad de resistir con algún éxito a la Francia imperial, soporte
político, militar y diplomático que de inmediato supuso el tutelaje
global, no exactamente con los mismos objetivos, de las lejanas e
"indefensas colonias" de ultramar. Ningún otro escenario de la Europa
continental respecto de la cual se repitió este mismo "hecho" o "pacto"
imperial napoleónico presentó un cuadro de esta naturaleza. Ello bien
podría explicar el contexto general del fracaso del proyecto europeo
napoleónico, como en una u otra forma al final de su imperio empezará
a admitirlo el mismo Napoleón, y mucho antes de ello, sus ministros
y generales más cercanos: la no solución oportuna y acertada del
"entuerto" español implicó una permanente y creciente impotencia para
la consolidación "global" del "hecho imperial" francés 37 .
En último término, la pretensión de implantar tal proyecto
"regeneracionista" en España y América por parte de Napoleón, implicó
trasplantar extemporáneamente allende los Pirineos, dos de los grandes
problemas que la Revolución Francesa había creado en la Francia de
finales del siglo XVIII, problemas respecto de los cuales Napoleón se
constituyó, desde un comienzo, en la única alternativa de superación
y solución para el ya seudo agotado proceso revolucionario francés.
Se ha dicho que la Revolución Francesa, particularmente después del
ajusticiamiento de Luis XVI (enero de 1793) había creado 30 millones
de hombres "libres", "iguales" y sin "representación real" alguna. Hasta
entonces el monarca del Antiguo Régimen, cuya autoridad emanaba de
una supremacía histórica inobjetada, representaba el último poder con
capacidad (autoridad) de reglar la convivencia pacífica y la dinámica
social y política de su reino, conforme a unos claros códigos de derechos
y obligaciones propios a cada uno de sus subditos. Desaparecido el
monarca, abolidos los estamentos, el "pueblo" o la "nación" - cada uno
en su debido turno - adquirieron de hecho (revolución) la capacidad de
auto-representarse en torno a un deseo o voluntad, bien fuera "popular",
bien "nacional", finalmente traducido en leyes, actos de gobierno y
decisiones judiciales de obligado cumplimiento. Las luchas intestinas,
finalmente dentro del mismo proyecto revolucionario, impidieron
37
Esto quedará explícitamente admitido por Napoleón antes y después de su campaña
de Rusia y final derrota en Alemania a partir de octubre de 1813. (De Grandmaison,
op.cit., t. II, p. 136; Balsega-Mantecón, op.cit., p. 307; también: Duc De Vicence,
Mémoires du Général de Caulaincourt, ... Grand Ecuyer de L'Empereur (Paris 1933),
t. II, pp. 87 ss.
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El tratado de Valençay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
279
concretar oportunamente este logro republicano, al menos hasta el
18 de Brumario. Después de tantas y reiteradas crisis revolucionarias
y a partir de 1804 (Imperio), Napoleón se habría pues subrogado,
gracias a su genio administrativo y militar, una única "representación" nacional y popular a la vez - sublimando en torno a sus logros internos
y conquistas extemas, las pretendidas e inconclusas aspiraciones del
Proyecto revolucionario emprendido por esos 30 millones de hombres
libres, iguales y finalmente "propietarios" 38 .
El proyecto o "pacto" imperial napoleónico con España había, pues,
pretendido ahorrarle a España - y a sus colonias - la decapitación
de un rey, una reina y un favorito, como el precio de un largo
y no menos violento "terror" como el ya vivido en Francia. Al
subrogarse en su dinastía el derecho de convocar y tutelar la más
amplia representación "nacional" (Cortes de Bayona) y otorgarle a
España y su Imperio una moderada y muy liberal Constitución (Estatuto
de Bayona), habría Napoleón concebido la opción de garantizar un
suave y paulatino tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen, haciendo
de la Península un ejemplo más civilizado para alcanzar la libertad, la
igualdad y la felicidad (fraternidad) de quienes, como en otros parajes
(Italia, Holanda, Alemania, Polonia y Suiza misma), ya gozaban de
su protección redentora. Todo lo anterior siempre dentro de ese gran
designio revolucionario de la Gran Nación europea.
3. ¿RENUNCIAR? ¿CONQUISTAR? ¿NEGOCIAR?
Cuatro días después de su llegada (24 de julio de 1808) José escribió
a su hermano desde su Palacio de Madrid:
"Enrique IV tenía un partido; Felipe V no tenía sino un competidor que combatir; y yo
tengo por enemigo una nación 39 de doce millones de habitantes, bravos y exasperados
hasta el extremo. Se habla publicamente de mi asesinato; pero no es éste mi temor
... Debo repetir lo que tantas veces he dicho ya a V.M., aunque no tengáis confianza
38
Conde du-Hamel, Historia Constitucional
de la Monarquía Española desde la
Invasión de los Bárbaros hasta la Muerte de Fernando V¡1 (Madrid 1846) p. 257; también,
M. Desmarest, Témoignages Historiques ou quinze ans de Haute Police sous Napoleón
(Paris 1833), pp. 208 y ss.; además: François Furet, "Bonaparte", En: Furet F. Ozouf,
M., (éd.), Dictionnaire Critique de la Révolution Française, (Paris 1988), pp. 216 y ss.
39
Es notorio que ya, desde estas tempranas fechas, José utilice este término de
"nación" muy cercano entonces al significado que habría de empezar a tener en
Europa y que la hegemonía napoleónica permitió configurarse en su estricto alcance
contemporáneo, ésto es como país organizado o cuerpo orgánico institucionalizado y
constituido como un todo para resistir una imposición político-militar extema.
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280
J. Alberto Navas-Sierra
en mi manera de ver. Sean cuales fueran los acontecimientos que me aguardan, esta
carta recordará a V.M. que yo tenía razón. Si Francia puso sobre las armas un millón
de hombres en los primeros años de su revolución ¿por qué España, aún más unánime
en su furor y en su odio, no podrá poner quinientos mil, que serán aguerridos y muy
aguerridos en tres meses? Necesito, pues, antes de ese tiempo cincuenta mil hombres
y cincuenta millones; y si tarda V.M. un poco necesitaré cien mil mil hombres y cien
millones. Los hombres honrados no me son más afectos que los picaros. No, Señor,
estáis en un error: Vuestra gloria se hundirá en España'*40.
Al día siguiente, efeméride del Santo Patrono de España, el Apóstol
Santiago, se proclamó en Madrid a José, ya para entonces sin la jura que
correspondía al Consejo de Castilla41 y a la Sala de Alcaldes. Dos días
más tarde, el 27 de julio, José recibe las malas noticias del desastre
de Baylén. Esa misma noche se lo comunica a Napoleón, entonces
en camino de regreso a París desde Bayona. Le anticipa la eventual
evacuación de la capital, lo cual le confirmará al día siguiente luego de
recibir el emisario que le traía la copia de la capitulación de Dupont.
Aprovechará está ocasión para reclamarle de nuevo 100 mil hombres
y reiterarle que no tiene un sólo partidario a su lado42.
Si bien a su paso por Astorga (agosto 1) José había reiterado a
Napoleón su decisión de permanecer en España y conquistar la misma,
una semana más tarde (Burgos, agosto 9 de 1808), en una extensa
carta, le expondrá sus meditaciones y cavilaciones sobre el futuro de
la dinastía. Anticipándose a cualquier decisión de desmembramiento
de su reino peninsular, lo cual rechazará como rey, le manifiesta por
primera vez que en tal circunstancia preferirá regresar a Nápoles,
corona que ya Napoleón había decidido disponer en favor de su cuñado
Murat43. Al día siguiente, nuevamente desde Burgos, vuelve sobre el
* Izquierdo, op.cit., p. 487.
ANF, 381AP 13, dos. I.
41
Jean Thiry, Napoleón Bonaparte: La Guerre d'Espagne, (París 1965), p. 230;
Mercader, op.cit., pp. 2, 70. Napoleón se enterará del desastre de Baylén apenas el
2 de agosto estando de paso por Bordeaux. Ese mismo día decide enviar al mariscal Ney
para asegurar el tránsito por las rutas del norte español hasta Bilbao: Roux, op.cit., p.91.
43
Parece ser evidente que esta primera actitud derrotista de José fue obra de la
inegable influencia que tempranamente empezaría a ejercer sobre su ánimo y decisión la
"camarilla" josefina ya consolidada en torno al solitario monarca. El 2 de agosto anterior,
desde Buitrago, los ministros Urquijo (Estado), Azanza (Indias), O'Farril (Guerra) y
Cabarrús (Hacienda) en una larga memoria habían manifestado a José que, y tal cual ellos
veían el panorama político español, sólo quedaban para éste último tres posibilidades:
renunciar, conquistar o negociar. Siendo ellos partidarios de la negociación, interna
(rebeldes) y externa (con Inglaterra) estimaban a su vez que España debería anexionarse
el Portugal, el ejército francés ser pagado por Francia, a más de recuperar para la hacienda
41
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El tratado de Valenfay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
281
tema de la eventual desmembración del suelo español en favor del
Imperio, e incluso anticipada disposición de las colonias americanas en
función de las negociaciones de la paz general que bien pudieran estar
adelantándose en París o Londres. Bajo tales circunstancias, le repite,
tan sólo desea regresar victorioso sobre Madrid y retirarse en el mes
de octubre a su anterior reino de Nápoles, no deseando reinar en un
país donde el nombre de Napoleón es odiado44. Cinco días más tarde, el
14 de agosto y desde Astorga, declarará a su hermano el Emperador que
España sólo podrá ser gobernada por la fuerza para lo que necesitará
de no menos de 200 mil soldados y 100 mil cadáveres, resumiendo sus
deseos en tres cosas: reingresar victorioso a Madrid, renunciar al trono
y regresar a Nápoles45. El 21 de agosto el General Wellesley derrota
a los franceses de Junot en Vimiero (Portugal) y el 30 siguiente se
firmará la Capitulación de Cintra que obliga al retiro, muy "honroso"
de las tropas francesas del Portugal. El Este y Sur de la Península no
pertenecen ya a los franceses.
Después de una fulminante campaña diplomática sobre el Este, y
después de haber pactado con el Zar Alejandro I los asuntos generales
de Europa en Erfurt (27 de septiembre al 14 de octubre de 1810),
Napoleón regresa apresuradamente a París. Habrá de preocuparse por
entero en resolver el problema del Oeste imperial.
El 6 de noviembre siguiente Napoleón encuentra a su hermano en
Vitoria y al frente de las águilas imperiales de su Grande Armée asume
el mando de los ejércitos franceses en la Península. José quedará a
la saga de los prodigios que su hermano habrá de efectuar finalmente
en su provecho. Cuatro días después le reclamará éste, con profunda
amargura, ser motivo de burla y desprecio al no tener mando ni puesto
en un ejército y en un país en el que se supone es aún rey46. Casi
un mes más tarde, el 8 de diciembre de 1808, avergonzado del pobre
española el tesoro del Príncipe de La Paz. Al día siguiente los ministros Azanza y Urquijo
saldrían para París en misión especial ante Napoleón para defender el susodicho plan. No
tendrían éxito alguno. A la vez que Napoleón escogería la "conquista", José optaría por
"renunciar" (Artola, op.cit., p. 110; ANF-AFIV, Plaq. 1-IV, doc. 177; también MAE-CP,
E; vol. 682, 309 a 314).
44
Thiry, op.cit., p. 247; Roux, op.cit., p. 91.
45
Artola, op.cit., p. 107; también: Balsega, op.cit., p. 91. Thiry, op.cit., p. 247 dice
que esta carta fue enviada en Briviesca. El 3 de agosto anterior, desde Burdeos y antes
de continuar su regreso a París, Napoleón le había ofrecido a José los 100 mil hombres
originalmente pedidos: Roux, op.cit., p. 91.
46
Artola, p. 115.
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282
J. Alberto Navas-Siena
papel que le ha tocado asumir en la reconquista de Madrid, le dice estar
decidido a renunciar a sus derechos y corona de España 47 .
La fulminante reconquista de Madrid por Napoleón, la adhesión
aterrorizada de todos los estamentos y personalidades que aún no
habían huido ante la inminencia de su presencia y la no menos exitosa
campaña hasta Valladolid en persecución de los desbandados ejércitos
ingleses al mando del General Moore, las suficiente tropas y generales
franceses dejados en apoyo de José antes de su precipitado regreso a
París, hicieron renacer en éste último justas esperanzas y expectativas
de un reinado a semejanza del por él ejercido en Nápoles, cuyos días
placenteros aún continuaba añorando. El 20 de enero de 1809 José
reingresaba al Palacio de Oriente e iniciaba su "segundo reinado" que
habría de durar hasta finales de julio de 181248.
Es preciso advertir que desde Burgos, el 18 de noviembre, estando
de regreso hacia París, Napoleón instruye a su Ministro Champagny
responder airadamente - incluso groseramente - la respuesta recibida
de parte de Jorge III de Inglaterra respecto a las ofertas de paz general
enviadas por el Imperio luego de los acuerdos de Erfurt. Respecto
de España el monarca inglés aduciría los "sagrados compromisos ante
la faz del mundo" exigiendo que los "españoles de Fernando VII"
fuesen llamados a la mesa de negociación. Admitirá continuar las
negociaciones incluso reconociendo a los Braganzas exclusivamente
como reyes del Brasil, pero no del Portugal 49 .
1809 es un año poco activo en Madrid. Los generales franceses
pelearán exitosamente en el Este y Sur peninsular. Los ingleses
están confusos, los españoles "insurgentes" destrozados. Napoleón se
impacienta al extremo en París viendo los informes y exhuberantes
costos de su inconclusa campaña en la Península. Las colonias
americanas están ahora más abandonadas que cuando Godoy, y los
ingleses se aprovechan allí de su predominio marítimo para rehacerse
de los perjuicios sufridos en Europa por el Bloqueo Continental
napoleónico.
La primera ruptura con Madrid tendrá que ver, pues, con Hispanoamérica. En su famoso mensaje al Cuerpo Legislativo del 12 de
47
Ibidem, pp. 114 y ss.
Mercader, op.cit., pp. 11 y 93.
Michael Glover, Legacy of Glory, the Bonaparte Kingdom of Spain.
(New York 1971), p. 322; también: P.Coquelle, Napoléon et L'Angleterre,
(Paris 1904), pp. 204 y ss.
48
49
1808-1813
1803-1813
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El tratado de Valen^ay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
283
diciembre de 1809 Napoleón declarará que no sólo no se opone a
la Independencia de las colonias hispano-americanas, sino que mira la
misma con simpatía y consecuente con el acontecer natural e inevitable
de la historia50. Ocho días después su ministro Champagny le rendirá
un informe sobre la forma en que Francia podrá hacer su comercio
directo con Hispanoamérica.
Bajo el eco aún vivo de la anterior Declaratoria e inconclusos los
reclamos respectivos, el 8 de febrero de 1810, un mes después de que
José había partido al mando de sus tropas rumbo a Andalucía (primer
semestre de 1810), Napoleón decide la anexión administrativa y el
pleno gobierno militar desde París, de las provincias españolas sobre
el Ebro (Cataluña, Aragón y País Vasco) a la vez que centralizaba
en los restantes gobiernos militares franceses que se habían venido
estableciendo en España, todo el provecho fiscal y administración
judicial respectivos. Esta decisión, basada en un principio de "justa
compensación" por los costos y necesidades de la guerra de "resistencia
española", como de acción supletoria ante la ineficacia del gobierno
josefino, generaría una larga y desvastadora aminoración en la confianza
y respaldo mutuo requeridos entre José y su hermano el Emperador para
el futuro inmediato del referido "pacto imperial"51.
Después de una tímida protesta por el decreto del 2 de febrero
anterior, José decidirá luego (abril 3) el envío de un primer embajador
30
Navas-Sierra, "Gran Bretaña, Napoleón", p. 537 y 545; también: Mario Belgrano,
"La Era Napoleónica y las Colonias Americanas": Ricardo Levene, op.cit., t.V, (Buenos
Aires 1939), pp. 11 y ss. En verdad, después de su primera Proclama de Bayona
dirigida a las colonias de América (junio 11 de 1808 en ANF, 381 AP, dos. 1) y algunas
tímidas gestiones del ministro Azanza en abril de 1809, José había dejado prácticamente
abandonados a su propia suerte sus dominios americanos.
51
Varias decisiones de Napoleón habían anticipado esta decisión. El 26 de septiembre
de 1809 el Mariscal Soult, héroe en Dalmacia, era designado comandante general de las
tropas francesas en España, aduciéndose entonces la poca experiencia militar de José.
El 20 de enero de 1810 desde París, se había decretado que todo territorio pisado u
ocupado por las tropas imperiales en su lucha contra las tropas aliadas, pertenecía de
hecho a Francia. En base a este nuevo principio (imperial) del derecho de gentes que la
Francia napoleónica pretendía imponer por entonces, se hubo decretado la anexión total
de Holanda y luego las provincias del Ebro e incluso del Duero español y portugués,
respectivamente. El 8 de febrero de 1810, el mismo día de las anexiones militares del
Norte, Napoleón habría recriminado fuertemente a José por el alto e insostenible costo de
la guerra peninsular por la falta de energía y eficiencia general de su reinado. Ese mismo
día confirió el mando pleno de los ejércitos de Cataluña al jóven general Suchet. El 28 de
febrero siguiente Napoleón amenazaría a José con incautarse el total del producido fiscal
de las provincias ocupadas con sus tropas: Roux, op.cit., pp. 155, 187; De Grandmaison,
op.cit., p. 208; Artola, op.cit., p. 143; Toreno, op.cit., p, 257; Glover, op.cit., p. 168.
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J. Alberto Navas-Sierra
extraordinario ante su hermano, esta vez en cabeza de su ministro
más cercano, D. Manuel José de Azanza, ahora Duque de Santa Fé.
Partirá éste de inmediato hacia París con el objetivo exclusivo de
evitar el desmembramiento definitivo del reino. Ningún éxito tendrán
sus gestiones, las que más tarde acompañara y continuará el Marqués
de Almenara52.
Sin embargo, en marzo se suceden fuera de España varios hechos
interesantes. El 21 de marzo de 1810, desde Valen£ay, Fernando escribe
a Napoleón pidiéndole su autorización para pasar a París y asistir
a la próxima boda de aquél con la archiduquesa María Luisa. Para
seducir la aprobación imperial le advertirá que desea mostrar a la
"Europa entera" su amor y devoción sincera que le profesa, además de
poder reiterarle así entonces su "eterna fidelidad"53. Al día siguiente,
el comerciante holandés d'Ouvrad hace llegar al Marqués Wellesley
(Ministro inglés de Relaciones Exteriores) los supuestos términos de
una negociación "secreta" que Napoleón estaría dispuesto a iniciar con
Inglaterra, negociación que desde París orquesta Fouché a espaldas del
Emperador: Un plan concertador británico-francés garantizaría a los
primeros reconquistar los Estados Unidos y a los Borbones españoles
repartirse el resto de Sudamérica. Fernando sería rey de México y José
conservaría la corona española. Ese mismo día d'Ouvrad presenta una
memoria bastante diferente a Napoleón. Este drama concluirá con la
destitución de Fouché y el arresto de d'Ouvrad54.
A partir de esta nueva coyuntura, será la reina Julia, expectante
desde París de la suerte final de su esposo, la destinataría y efectiva
intermediaria ante la corte Imperial. El 12 de mayo de 1810, desde
Granada, José le pide a su esposa indagar sobre los reales deseos
del Emperador sobre su corona y reino55. El 29 de mayo de 1810 un
nuevo decreto Imperial confirma la anexión a Francia de las Provincias
52
No obstante lo anterior, una temprana Proclama emitida por José en Córdoba
el 27 de enero de 1810 (ANF, 381 AP, dos. 1) ofrecía a los Españoles rebeldes, en
nombre de la Francia imperial, conservar la integridad territorial e independencia del
reino si los mismos aceptaban definitivamente su dinastía y gobierno. Caso contrario
sería inevitable la desmembración, debilitamiento y aún destrucción de España. Este
documento permitiría suponer que José no estaba en España tan aislado y carente de
noticias del Imperio, como a su vez que él y sus ministros más cercanos, habían creido
por ello oportuno anticiparse a una decisión imperial que habría de sobrevenir casi de
inmediato.
53
NN. op.cit., p. 374.
54
Coquelle, op.cit., pp. 239 y ss.
53
Artola, op.cit., p. 150.
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El tratado de Valenfay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
285
españolas del Ebro. Burgos y Valladolid pasan a ser gobiernos militares
autónomos respecto de Madrid. Cataluña y Aragón quedan bajo el
gobierno directo de Suchet, como Andalucía lo será de Soult y Portugal
de Massena 56 . El 2 de junio siguiente Napoleón distituye a Fouché al
descubrir sus tramas con Londres.
Desesperanzado por las poco alentadores noticias de sus embajadores
especiales en París, Azanza y Almenara, el 7 de agosto siguiente,
una vez más de regreso en Madrid, José se queja directamente ante
Napoleón de ser un actor pasivo en la desvastación de un país al
que sólo ha pretendido hacer feliz, advirtiéndole que sólo le queda
la alternativa de partir57. Dieciocho días después vuelve a escribir a
su hermano repitiéndole que no le queda otra opción que abandonar a
España, no pudiendo soportar por más tiempo un estado de cosas que
le ha llevado a ser el mero "portero de los hospitales de Madrid" 58 .
El 22 de septiembre siguiente desde París su enviado especial Azanza
le repite lo que le ha sido planteado por el Ministro Champagny: El
Emperador no sólo está decidido a retener las provincias del Ebro, sino
que exigirá las mismas de España como apenas justa compensación por
los gastos incurridos en la "conquista" de la España rebelde. Le añadirá
que en ningún momento consentirá aquél en una apropiación por parte
de España de porción alguna del Portugal59. El 17 de noviembre el
Ministro Champagny por orden de Napoleón oficia al embajador La
Forest diciéndole que debe comunicar a José que España le pertenece
al Imperio por "derecho de conquista" y que por consiguiente los
Tratados de Bayona han quedado invalidados, salvo que José obtenga
de las Cortes de Cádiz un reconocimiento expreso y una aceptación
de la Constitución de Bayona 60 . Las cosas quedarán en este pie hasta
comienzos de 1811.
Reconocido el fracaso de sus enviados a París, y ante el reiterado
silencio de su hermano, el 16 de noviembre José vuelve a escribirle
56
De Grandmaison, op.cit., p. 265.
Ibidem, p. 373 Roux, op.cit., p. 256.
58
De Grandmaison, op.cit., p. 273. La penuria económica era general en la Corte
de José, habida cuenta de que las escasas rentas provinciales se las apropiaban
exclusivamente los gobiernos militares respectivos, los cuales además ejercían con igual
prerrogativa la aplicación de justicia y el gobierno civil. José carecía pues de todo mando
militar, jurisdicional y político en la Península, que no fuera en su simbólico reducto de
Castilla central, reducido éste prácticamente a Madrid y sus alrededores.
59
Toreno, op.cit., p. 260.
60
Glover, op.cit., p. 181.
57
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J. Alberto Navas-Sierra
a su esposa Julia reconociéndose como "rey inútil" estando decido a
abandonar a España y "dejar de ser el último de los polizontes" 61 .
Un mes más tarde, el 17 de diciembre de 1810, José intentará una
nueva vía de presión, esta vez ante el Embajador imperial Conde de La
Forest. Le manifestará estar dispuesto a abdicar y retirarse a su casa
de Mortefontaine 62 . La única respuesta (enero 16 de 1811) que recibe
José será una dura y lacónica nota amenazándolo una vez más con la
anexión definitiva de las provincias del Ebro 63 . El 10 de febrero del
año siguiente, José le pide a su esposa Julia gestionar una entrevista en
Francia con su hermano dado que está decidido a abdicar a la corona
española 64 . Inmediatamente, dos días después convoca al embajador
La Forest y en una larga audiencia le manifiesta explícitamente que a
partir de ese momento retrotrae en el Emperador todos los derechos
que recibió sobre la corona de España, añadiéndole sus deseos de
partir de inmediato para Mortefontaine 65 . El 14 de febrero, José oficia
a Napoleón insistiendo en su decisión de pasar a París y convenir con
él su renuncia al trono español. Esto mismo volverá a repetirlo 8 días
más tarde 66 . El 14 de febrero detallará a su esposa la entrevista con el
embajador La Forest y lo insostenible de su posición, aunque admite
que está dispuesto a permanecer en Madrid si tal es la voluntad del
Emperador 67 . El 16 de Marzo siguiente se queja ante su esposa del
desconocimiento que tenía su hermano del real estado de las cosas de
España, estando definitivamente resuelto a pasar a Francia y concertar
con él su permanencia en España 68 . El 19 dirige dos cartas a su esposa
sentando por definitiva su abdicación, advirtiéndole que no suscribe la
misma en España porque cree que no le conviene al Emperador que así
lo haga "y porque no puedo declararme muerto a mi mismo y asistir
a mis propios funerales antes de abandonar el país". En la segunda
compara su suerte con la del peor de los criminales, reconociendo no
tener otra opción que viajar a París 69 . Cuatro días más tarde insiste
61
Raymund Gaffarel, "Régne de Joseph Bonaparte de 1810-1812": Congreso
Internacional de la Guerra de la Independencia, (Zaragoza 1909), t. IV, pp. 125 ss.
62
Roux, op.cit., p. 156.
63
Ibidem, p. 186.
64
Gaffarel, op.cit., p. 163.
" De Grandmaison, op.cit., p. 298. MAE-CP, E; vol. 685 (217 a 220).
66
Gaffarel, op.cit., p. 163.
67
De Grandmaison, op.cit., p. 298.
68
Artola, op.cit., p. 178.
69
Ibidem, p, 176.
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El tratado de Valenfay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
287
ante Napoleón en su decisión de renunciar al trono de España, decisión
la cual cree será lo "mejor para todos" 70 . El 24 de marzo escribe a
su tío, el Cardenal Fesh, diciéndole que su presencia en España es ya
inútil, solicitándole manifestar al Emperador su decisión de abandonar
el trono de España71. N o obstante, ese mismo día una vez más preso
de su indecisión volitiva, le repetirá a su hermano que está dispuesto a
conformarse en París con la que haya de ser su voluntad Imperial 72 .
4. MADRID-PARIS-MADRID
El 23 de abril de 1811, a las 8 am, en una fría mañana de la primavera
madrileña, José abandonó su Corte destino a París 73 . L e acompañan
sus ministros O'Farrill, Urquijo, Campo-Alanje y su consejero y amigo
íntimo el conde Miot de Mélito. Durante su lentas jomadas de regreso
a Francia no dejará de oficiar a París repitiéndose sobre la inutilidad de
su presencia en España74. El 10 de mayo cruza la frontera vía Bayona
y ese mismo día desde Dax le escribe a Berthier, el segundo hombre en
el mando militar del Imperio, diciéndole que desea ver al Emperador
lo más pronto posible una vez llegue a París, anticipándole estar presto
a cumplir los deseos imperiales 75 . El 15, a las 9 de la noche, arriba
José a París. A l día siguiente en Rambouillet se reúne por espacio de 6
horas con su hermano el Emperador. La entrevista fue privada y nada
parece haber quedado en claro respecto de su abdicación. En seguida,
José se retirará a Mortefontaine con su esposa e hijas 76 .
Solamente el 2 de junio de
1811 siguiente Berthier comunica
personal y oficialmente a José las decisiones imperiales a todos sus
reclamos: Nada cambiará respecto al sistema de gobierno militar de las
provincias del Ebro, aunque se le concederá el ser reconocido como
70
71
72
Gaffarel, op.cit., p. 163.
Ibidem, p. 165.
Artola, op.cit., p. 176.
73 El
29 de marzo José había recibido una carta del Príncipe de Neuchatel
anunciándole el nacimiento del primer hijo del Emperador. A l día siguiente le escribirá
a éste felicitándole y desde entonces será éste el único argumento válido para justificar
su viaje ante el silencio de su hermano autorizándole pasar a Francia.
74 El 25 de abril desde Sta María de la Nieva, José repite a Napoleón la necesidad y
conveniencia de su abdicación. El 1 de mayo desde Burgos le anticipa que está dispuesto
a poner en sus manos su corona, permitiéndole su regreso a la vida privada. Gaffarel,
op.cit., p. 166.
75
76
Ibidem, p. 167.
Ibidem.
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288
J. Alberto Navas-Sierra
"general en jefe" de las tropas francesas en España, como también que
le será otorgado un subsidio mensual de 500 mil francos para el pago
parcial de sus tropas77. La celebración y tratos recibidos con ocasión
del bautismo del Príncipe imperial heredero mitigan los pormenores de
los asuntos dinásticos. Este mismo día Berthier informa a Napoleón su
entrevista con José, ocasión en la cual éste se habría declarado conforme
con todo lo a él impuesto: continuidad de los gobiernos militares,
aplicación de la justicia en su nombre e igualmente recolección de
impuestos en favor de Madrid, como también haberse conformado con
el solo mando del ejército del Centro, renunciando al "mando único"
de todas las tropas francesas en la Península 78 .
Tres días más tarde en Saint Cloud José volverá a reunirse con
Napoleón. Nuevamente habrá de manifestarle no estar dispuesto a
regresar a un país "en el que no podía hacer el bien ni empedir el
mal". Exigirá, lo cual habría prometido su hermano, la suspensión
de toda media anexionista del norte del Ebro, la eliminación de los
gobiernos militares en España, la unificación del mando militar en
su cabeza, el retiro de las tropas francesas luego de él solicitarlo y
la autorización para convocar a Cortes 79 . Siete días más tarde José y
Napoleón volverían a verse en Saint Cloud antes de la partida de aquél
para España. El 16 de junio Napoleón informará al Cuerpo Legislativo,
no sólo haber solucionado todos los asuntos pendientes con el rey
de España, como la pronta conclusión de la guerra en la Península,
debiendo por lo mismo los ingleses abandonar sus posiciones 80 . El 15 de
julio siguiente José reingresa en Madrid y es recibido pomposamente.
Un arco de triunfo engalana la puerta de San Vicente a través de la cual
pasa rumbo al Palacio de Oriente81. No obstante los mandos militares
de las guarniciones que cruzó a su paso se abstuvieron de rendirle
los honores militares de comandante supremo alegando haber recibido
instrucciones desde París de otorgarle apenas los honores de rey.
Había transcurrido tan sólo un mes después de su regreso cuando
José se ve precisado a reiniciar su última cadena de protestas ante
su hermano el Emperador. El 17 de agosto de 1811 le reclamará no
77
Ibidem, p. 168.
" De Grandmaison, op.cit., p. 306.
79
Artola, op.cit., p. 102.
80
De Grandmaison, op.cit., p. 309.
81
Ibidem, p. 310.
7
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El tratado de Valençay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
289
haber recibido aún ningún auxilio monetario82. Una semana más tarde,
el 24, le advierte perentoriamente que sólo podrá resistir en Madrid
seis meses más, estando como está sin tropas, sin dinero y finalmente
sin territorio83. A la semana siguiente, el 31 de agosto, esta vez ante
Julia, además de repudiar los nuevos despojos y abusos de las tropas
y comandantes franceses en la España que ya no gobierna, volverá a
amenazar con abdicar a su corona, abandonando de inmediato Madrid
con su guardia84. El 16 de septiembre José se lamentará ante Napoleón
no poder continuar asumiendo un papel para el cual no está hecho,
careciendo como carece de dinero y de mando85. El 24 siguiente, en
un gesto de manifiesta angustia, enviará ante Napoleón a su ayuda de
campo Ormano para comunicarle que se encuentra totalmente reducido
a Madrid en "la plus horrible misère" pidiéndole por una vez más le
autorice reingresar definitivamente a Francia86. El mismo día se quejará
ante su esposa Julia repitiéndole su deseo de regresar a Mortefontaine
logrando que tan larga "pieza" termine por fin para él87. El 1 de octubre
de 1811 le repetirá a su hermano que continúa en la más penosa
miseria88. La víspera de nochebuena, José decide convocar y discutir
con el embajador La Forest los términos de una declaratoria que desea
hacer llegar por su intermedio al Emperador: "Su presencia allí no
es buena ni conveniente para nadie ... por lo mismo ha decidido
nuevamente abandonar Madrid, única plaza a la cual se encuentra
reducida su autoridad y cuya miseria pública no puede soportar más".
Lamentará no haber recibido respuesta alguna del Emperador ni del
Príncipe de Neuchatel89.
5 . ¿ L A REGENCIA DEL IMPERIO O LA "CORONA" D E E S P A Ñ A ?
Los graves presagios sobre el Este del Imperio de comienzos de 1812
llegaron prontamente a Madrid. Parece ser que desde entonces José
habría percibido el mejor rol que podría jugar en París ante la ausencia
del Emperador, no así Napoleón que continuaba deseando mantener
82
83
84
85
86
87
88
89
Ibidem, p. 315.
Ibidem.
Gaffarel, op.cit., p. 171.
Ibidem.
Ibidem, p. 173.
De Grandmaison, op.cit., p. 314.
Ibidem, p. 315.
Ibidem, p. 319.
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290
J. Alberto Navas-Sierra
alejado a su hermano, metido como estaba éste en el embrollo sin fin
español.
El 24 de enero, sin efectuar consulta alguna con José, Napoleón
decreta la anexión administrativa al Imperio de toda Cataluña. A imagen
y semejanza del sistema político-administrativo francés, el gobierno de
esta nueva provincia sería repartido en cuatro Departamentos 90 .
El 23 de marzo de 1812, José dirá a Napoleón que, y al no poder
hacer ningún bien en España y no tener esperanza alguna de poder
hacerlo, desea deponer en sus manos todos los derechos que éste le
hubo transmitido hace cuatro años sobre la corona española. Ese mismo
día volverá a escibirle a su esposa Julia con el ánimo de que ésta se lo
comunique al Emperador. En esta ocasión, al decir de Grandmaison,
José enviará su "ultimátum" a París: En caso de conflicto con Rusia y
de no recibir el mando general de los asuntos de España, el regresará
de inmediato a Francia. De no haber guerra en el Este él permanecería
en España a menos de que se produzca la desmembración definitiva
del territorio español: "Un décret de réunion de l'Ebre qui m'arriverait
á l'improviste me ferait partir le lendemain" 91 . Sin embargo, el 16 de
marzo anterior, Napoleón había ordenado a Berthier escribir a José
anunciándole que él había decidido conferirle el mando general de sus
ejércitos en España 92 .
Pospuesta aparentemente la decisión de la incorpación territorial de
las provincias del Ebro a Francia, otorgada la gracia del mando militar
general para José, y sin conocer aún éste la confirmación de la reciente
anexión de Cataluña al Imperio, concebirá éste nuevos intentos para
rehacer su maltrecho reinado. A pesar del hambre y miseria general que
merodeaban por las calles de Madrid, José y sus ministros abocan el
estudio de un proyecto para convocar al fin las primeras Cortes josefinas
como réplica a las que ya actuaban en Cádiz, Cortes a las cuales, y
para afirmar la integridad territorial de su reino, asistirían diputados de
90
Roux, op.cit., p. 191.
" Esta carta fue interceptada y publicada en la Gaceta de Cádiz del 4 de junio
siguiente (De Grandmaison, op.cit., t. H, p. 62). El U de marzo anterior le había escrito
a la reina Julia doliéndose del abandono en que se encontraba y de la miseria que le
acosaba (Gaffarel, op.cit., p. 175). La anexión deñnitiva no se habría perfeccionado por
falta de aprobación del Senatus-consulto requerido, conforme había occurido meses antes
respecto de Holanda. (Mercader, op.cit., p. 16.)
92
El 19 de febrero el mismo Príncipe le había comunicado a José la voluntad del
Emperador de confiarle dicho mando de tener que ir éste a Polonia: De Grandmaison,
op.cit., t. III, p. 63.
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El tratado de Vaienfay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
291
las provincias del Norte pretendidas por Francia. Se llegaría incluso
a pensar en una nueva Constitución que legitimaría la que había sido
votada en Bayona 93 .
Coincidente con estos esfuerzos de última hora, el 17 de abril de
1812, dos meses antes de marchar Napoleón sobre Rusia, y previa
la autorización de éste último, el gabinete francés intentará con
Inglaterra un nuevo y casi desesperado arreglo de la guerra en la
Península, dejando así salvaguardada la frontera Oeste del Imperio.
La fórmula de entonces, comunicada a Lord Castlereagh, suponía la
integridad e independencia de la corona de España bajo la dinastía
napoleónica, la cual sería regida por una nueva Constitución votada en
Cortes. La integridad de Portugal sería igualmente garantizada. Ñapóles
continuaría en poder de Murat, pero Sicilia sería para la dinastía
actualmente reinante (los Borbones de Nápoles refugiados en la isla
bajo protección inglesa). España, Portugal y Sicilia serían evacuados
simultáneamente por ingleses y franceses. El resto sería objeto de
negociación. Finalmente cada potencia conservaría lo que la otra no le
ha quitado en guerra. Siete días después, el 23 de abril, Lord Castlereagh
rechazará tales propuestas. Inglaterra sólo reconocerá por rey de España
a Fernando VII y sus herederos conforme a los compromisos suscritos
desde 1809 con la España que defiende su dinastía94.
Estos intentos serán entonces extemporáneos. La campaña de Rusia
obligará a Napoleón a ordenar el retiro paulatino de parte de sus tropas
de la Península, particularmente del mediodía y Norte español. Esto
permitirá a los ejércitos hispano-lusitano-ingleses acometer una primera
gran ofensiva sobre el Centro y Norte de la Península, lo cual no
obstante coincidirá con el avance irresistible del mariscal Suchet sobre
el Este y Sur español que concluirá con la toma de Valencia95.
Esto último no podrá evitar el abandono precipitado de Madrid
por parte de José el 10 de Agosto de 181296, yéndose éste a refugiar
en el "oasis levantino" de Suchet en Valencia97. Dos días más
tarde Wellington ocupará temporalmente Madrid, puesto que el 2 de
93
Mercader, op.cit., pp. 16 y ss.
®4 Coquelle, op.cit., p. 287; también: Bécker, "Acción", p. 93.
®s Esto acaeció el 1 de enero de 1812. Caerán 18 mil prisioneros entre los mismos 22
generales. Suchet recibirá el Ducado de la Albufera (Roux, op.cit., p. 189), título que por
cierto éste le solicitará a Fernando VII conservar tras despedirlo en la frontera en 1814.
96
El 7 de abril Wellington tomará a Badajoz, el 17 de junio a Salamanca y el 22 de
julio caerá sobre Arapiles abriéndose así el camino hacia Madrid; Ibidem, pp. 191 y ss.
97
Ibidem, p. 193 y Mercader, op.cit., p. 17.
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292
J. Alberto Navas-Sierra
diciembre siguiente José recuperará, igualmente con carácter temporal
su "capital", más no así su "reino"98: El Norte, hacia donde había
escapado Wellington, estaba en manos de la guerrilla, Andalucía
desmantelada en tropas al ser requeridos Soult y parte de sus ejércitos
al Este y Norte europeos y el Oeste español en desbandada sobre el
Centro y Oeste peninsular.
La víspera del reingreso de José a Madrid, diciembre 1 de 1812,
había sido expedido en París el famoso Boletín No 29 por el cual se
admitía el fracaso de la campaña de Rusia, como el inmediato regreso de
Napoleón a París. Estas malas noticias llegarán a Madrid el 6 de enero
de 1813. Tres días antes Napoleón decide reagrupar sobre el centro
de España, al mando de José, todos sus ejércitos en España, excepto
los del Levante al mando de Suchet. José deberá trasladar su corte y
cuartel general a Valladolid99. Wellington, aún en Lisboa, recibirá copia
del Boletín No 29 el 18 de enero de 1813. Sabrá entonces que Napoleón
ha perdido no menos de 250 mil hombres en el Este100.
A pesar de que en la Península quedaban aún otros 250 mil soldados
franceses, serán fallidos los esfuerzos de José para estar a la altura de
su rango de comandante en jefe de los reducidos ejércitos franceses del
Oeste, Centro y Sur de la Península. El gabinete español se preocupará
exclusivamente, a partir de entonces, de mantener asegurado el Norte
español como vía de paso hacia la frontera francesa. El 17 de marzo José
decide la evacuación por tercera y última vez de Madrid, vía Valladolid
y Burgos, ciudad ésta a donde llega asediado por Wellington el 3 de
junio101. Dieciocho días más tarde José sería derrotado por Wellington
en Vitoria102. El 27 de junio José pasará en el pueblito de Vera su última
noche en suelo español103, instalando su cuartel general en San Juan de
Luz, unas cuantas millas al sur de Bayona, lugar de tanta significancia
para José y quienes le acompañaban.
V . E L "EXILIO" DE JOSÉ EN FRANCIA
El 1 de julio ocurren muchas cosas. Desde Dresde Napoleón escribe
a José comunicándole que le releva de toda responsabilidad en el
98
99
100
101
102
103
Roux, op.cit., p. 193; también: Glover, op.cit., p. 261.
Ibidem, p. 266; también: N.N., op.cit., p. 194.
Glover, op.cit., p. 264.
Roux, op.cit., p. 195; también: Glover, op.cit., p. 267.
Bécker, "Acción", p. 136; también: Roux, op.cit., p. 197.
De Grandmaison, op.cit., t. III, p. 359.
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El tratado de Valen^ay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
293
mando militar. En oficio separado dirigido a su Ministro de la Guerra,
Clarke, Napoleón habría de dolerse, con gran amargura, de sus pérdidas
y errores en España, debidos ellos exclusivamente a la incapacidad
general administrativa y sobre todo militar de José. Se lamentará que
su hermano mayor no haya decidido retomar Vitoria, acusándolo por
ello de haber abandonado su ejército y reconocido así su incapacidad
para mandarlo. Decide entonces poner fin a los asuntos de España 104 .
Acto seguido Napoleón nombra al Mariscal Soult su Lugarteniente en
España y comandante supremo de las tropas que deben impedir el paso
de Wellington a territorio francés 105 .
Contrastando con lo anterior, ese mismo día José había escrito desde
San Juan de Luz al Ministro de la Guerra Clarke pidiéndole dos
ejércitos, uno por el Mar del Norte y otro por el Mediterráneo, más
dos generales de absoluta confianza del Emperador 106 . Sin embargo,
en esa misma noche escribiría también a su esposa Julia volviéndole a
repetir su decisión de abandonar todos los asuntos de España y retirarse
a Mortefontaine, o al Mediterráneo, y pasar allí a vivir como mero
Príncipe francés 107 . Doce días después, el 12 de julio, recibirá al Conde
de Roederer portador del decreto imperial que le relevaba de todo
mando militar en España. Ese día acusará recibo al mismo Napoleón
reiterándole su decisión de abandonar los asuntos públicos. En la noche
José decide retirarse al Castillo de Poyane y de allí a Mortefontaine 108 .
En el anonimato casi total habría de pasar José los días siguientes de
su "destierro" en Francia. Por tantas circunstancias extrañas, y como
consecuencia de un "pacto imperial" no perfeccionado, dos "reyes"
españoles, uno por voluntad napoleónica y el otro por voluntad de su
pueblo, de los ingleses - y ya entonces de rusos y suecos 109 - coexistían
104
Glover, op.cit., p. 311; también: Mercader, op.cit., pp. 257 y ss.
Roux, op.cit., p. 198.
106
Artola, op.cit., p. 221.
"" Ibidem, p. 222.
108
Roux, op.cit., p. 198.
1(w
El 20 de julio de 1812, tres días después de que Wellington ocupara Salamanca y
veinte y un días antes de que José abandonara Madrid rumbo a Valencia, la España de la
Regencia y de las Cortes de Cádiz, suscribieron un Tratado de amistad, unión y alianza
con la Rusia del Zar Alejandro I. Se reconocía por el mismo no sólo a Fernando VII
como rey de España sino a sus Cortes Generales, su Regencia y su Constitución de 1812
(Del Cantillo, op.cit., p. 722). El 19 de marzo de 1913, dos días después de que José
dicidiera evacuar por última vez Madrid rumbo a Francia, la misma Regencia y el rey
de Suecia concluyeron un tratado similar de paz y amistad - más no de alianza - por el
cual se reconocía a Fernando VII como rey de España, las Cortes y la Constitución de
105
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J. Alberto Navas-Sierra
"exilados" en territorio francés. El Emperador iniciará entonces su
penosa y última gran campaña de Alemania tratando de salvar la
frontera Este del Imperio sobre el Rhin.
1. E L COMIENZO DEL FIN
A principios de octubre de 1813 el Duque de Dalmacia, aquél que
fuera un absoluto "taifa" en Andalucía - el controvertido Mariscal Soult
- y que tantos dolores de cabeza diera a José hasta su retiro de España,
habría sugerido a Napoleón hacer un rápido arreglo de los asuntos de
España: Se trataría de devolverle la corona a Fernando lo que obligará a
los ingleses a retirarse de España y quizás de la Península, cosa la cual
no veía difícil dada la creciente animadversión que ya existía allí contra
Wellington y sus tropas. En consecuencia Francia podría recuperar todas
sus tropas las que podría enviar al Norte europeo" 0 . El 16 de dicho
mes de octubre Napoleón es derrotado en Dresde. Dos días después
en Leipzig tiene lugar la gran "Batalla de las Naciones" y Napoleón
tiene que refugiarse en París, a donde llega el 8 de noviembre. El 3 de
dicho mes el Duque de Albufera, el Mariscal Suchet, habría expuesto a
Napoleón lo ya sugerido por Soult anteriormente: reinstalar nuevamente
a Fernando en el trono de España, previa una alianza familiar con éste,
pudiendo así deshacerse de los ingleses al Oeste 111 .
Dos días después del precipitado regreso de Napoleón a las
Tuillerías, el 6 de noviembre de 1813 el Duque de Bassano, Ministro
de Relaciones Exteriores, propone a Napoleón un arreglo definitivo de
los asuntos españoles. Le sugerirá entonces casar a Fernando con María
Zenaida, hija de José, en tanto que el mariscal Suchet - aún dueño del
levante español, debería pulsar el ánimo de la Regencia, a la vez que se
podría enviar al Duque de San Carlos o al canónigo Escoiquiz a tratar
con Femando en Valen§ay, como también a los generales españoles
Palafox, Blake u O'Donell a pactar con las autoridades de Cádiz 112 .
El 12 de noviembre siguiente, aún vivos los estruendos de la
batalla de Leipzig, Napoleón intimidará al Conde de Roederer sus
1812 (ibidem, 723). Inglaterra y la Junta "Suprema Central y de Gobierno" de España e
Indias habían suscrito un tratado de paz, amistad y alianza desde el 14 de enero de 1809
(ibidem, p.719).
1,0
De Grandmaison, op.cit., t. III, p. 370.
'" Balsega, op.cit., p. 307. De Grandmaison, op.cit., p. 399.
1,2
Izquierdo, op.cit., p. 368. ANF AF VI, 1680, Plaq. IV.
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El tratado de Valensay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
295
errores españoles. Renegará el haber sacrificado 100 mil de sus mejores
hombres para hacer reinar a José, quien no habría tenido ni honor ni
el más mínimo sentido de la guerra. Piensa que podría enviar a José
como gobernante de Roma o incluso virrey del Piamonte 113 . Ese mismo
día, en la noche, desde Saint Cloud, obsesionado en salvaguardiar el
Rhin, Napoleón ordena a su ministro Hauterive concluir los asuntos de
España. El Conde de La Forest deberá pasar de incógnito a Valenfay
con una carta suya para los Príncipes españoles por la cual propone a
éstos, y en particular a Fernando, la restauración plena de la dinastía
borbónica en España, a más del Tratado que ya ha sido referido aquí 114 .
Al día siguiente el Duque de Bassano remite las instrucciones al Conde
de La Forest. El 17 de noviembre éste último se presenta a los Príncipes
españoles y el 18 propone a éstos la negociación del Tratado. El 22 de
noviembre llega a Valen^ay el Duque de San Carlos. El mismo día
inician éste y La Forest la discusión del referido tratado115, el cual se
suscribirá el 8 de diciembre de 1813, conforme ya se ha referido atrás.
2 . E L INTERMEDIO DEL FIN
Lo acontecido a partir de entonces fue de vacilación e inconsecuencia
para José-como de ansiedad y felonía para Fernando. Mientras la
víspera La Forest informaba al Duque de Bassano sobre la lentitud
de la negociación en virtud de la desconfianza y prevención de los
Príncipes españoles, el 20 de noviembre José y Napoleón sostuvieron
una primera entrevista después del reingreso de aquél de Francia. En la
misma José, aparentemente ignorante de las negociaciones de Bayona,
habría sugerido a su hermano contactar y negociar con las "autoridades"
españolas 116 . Al día siguiente Fernando contestará a Napoleón su carta
del 12 de noviembre anterior. No vacilirá en decirle: "Que yo estoy
siempre bajo la protección de V.M.I., y que siempre le profeso el mismo
amor y respeto, de lo que tiene tantas pruebas V.M.I.; pero no puedo
hacer ni tratar nada sin el consentimiento de la Nación española, y
113
De Grandmaison, op.cit., p. 366.
Ibidem, p. 371.
115
Balsega, op.cit., p. 310; también: De Grandmaison, op.cit., p. 374; Izquierdo, op.cit.,
p. 657. El preceptor Escoiquiz llegaría el 14 de diciembre siguiente, tres días después de
que se había firmado el Tratado en referencia
' 16 Artola, op.cit., p. 224.
1,4
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J. Alberto Navas-Sierra
por consiguiente de la Junta 117 ... V.M. tiene medios para tratar con
la Junta que yo no tengo" 118 . Después de ponerle algunas condiciones
para negociar directamente con él, Femando le añadirá: "Si la política
de V.M. y las circunstancias actuales de su Imperio no le permiten
conformarse con estas condiciones, entonces quedaré quieto y muy
gustoso en Valen?ay, donde he pasado cinco años y medio, y donde
pasaré toda mi vida si Dios lo dispone así ... Espero que V.M.I. y
R. no verá en esto más que una prueba de mi ingenua sinceridad y
del amor y cariño que tengo a V.M. Si prometiese ya algo a V.M.y,
después estuviese obligado a hacer todo lo contrario ¿qué pensaría
V.M.de mi? Diría que era un inconstante y se burlaría de mi y, además,
me deshonraría para con toda la Europa" 119 .
El 27 de noviembre Napoleón convoca a José a París. Se reunirán al
día siguiente por tres horas. En esta ocasión aquél expondrá a éste
sus planes sobre el Imperio y España: La situación de Francia es
extremadamente difícil y peligrosa, siendo necesario que José renuncie
a su corona y que Fernando sea reinstalado en Madrid, ambas cosas
como condición para la conservación de la antigua frontera pirenàica
para Francia. José no acepta nada de inmediato pero se conformará
con la reafirmación de su condición de Príncipe del Imperio (ahora
segundo después del Rey de Roma) 120 . Al día siguiente José defenderá
terminantemente ante su hermano sus derechos y primacías sobre la
corona española y sólo consentirá en que cualquier arreglo sobre España
sea negociado entre él y Fernando121. Ese mismo día el Duque de
Bassano instruye a La Forest de no otorgar a Fernando el título de rey
de España e Indias en el preámbulo del tratado, lo cual la víspera ha
117
Resulta especialmente interesante el que Femando hable y utilice aquí y en esta
fecha un término - Nación - que luego le será tan odioso, mehollo tan caro a la
dinámica de las Cortes y Constitución de la isla de León. Igualmente extraño resulta
el que Fernando apele aún al nombre de "Junta" en vez de "Regencia", lo cual en
principio permitiría suponer que éste aún seguía pensado en la Junta de Gobierno que
éste había dejado en Madrid en abril de 1808 antes de su viaje hacia la frontera francesa,
y por lo mismo, que en uno y otro caso, estaría demostrando Fernando el absoluto
desconocimiento de los asuntos pasados y recientes en España, tal cual no parece todavía
suficientemente documentado: Don ..., op.cit., p. 120.
118
Izquierdo, op.cit., pp. 651 y ss.
119
Ibidem, pp. 651 y ss. Tomada de Escoiquiz en su famosa "Idea Sencilla...".
120
Tal cual lo relatara José a su íntimo el Conde Miot de Mélito. (De Grandmaison,
op.cit., t. III, p. 333, Artola, op.cit., p. 224); también: Balsega, op.cit., p. 310. Este último
sostiene que fue una entrevista secreta. Lo cierto fue que no hubo testigos.
121
Ibidem, p. 311.
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El tratado de Valen9ay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
297
sido demandado expresamente por éste, no sin dejar de advertir a La
Forest que de regresar a España sería el aliado del Emperador y en
caso de permanecer en Francia sería "su amigo muy agradecido" 122 .
Un día más tarde, el 30 de noviembre de 1814, José se negará ante
Napoleón a aceptar la voluntad imperial que le obligaría a renunciar a
la corona española. Le anticipará por el contrario grandes catástrofes
én la Península tras la restauración de Fernando 123 .
El 8 de diciembre de 1813 se firma finalmente el Tratado en
Valen§ay124. Veintiún días después de esta fecha José, supuestamente
ignorando aún lo pactado con Fernando, ofrecerá sus "servicios" a
Napoleón, dejando, no obstante, muy claros sus derechos a la corona
española, por lo cual planteará a éste la opción de una negociación a
través de los Ministros del Imperio y su nuevo Ministro de Relaciones
Exteriores, el Duque de Sante Fé 125 . Ese día, el 29 de diciembre de
1813, horas más tarde, José le ofrecerá a Napoleón toda clase de
satisfacciones, añadiéndole la oferta de renunciar a su corona española.
A estas horas las tropas de Wellington han cruzado la frontera y
están ya en San Juan de Luz 126 . El Duque de San Carlos está en las
proximidades de Madrid y el General Palafox, convocado expresamente
en Valen?ay, estaba pronto a cruzar la frontera con una segunda
copia del Tratado y nuevas instrucciones para la Regencia española
ordenando la ratificación de éste. Dos días más tarde los aliados
iniciarán la penetración del territorio francés por el Este suizo, violando
la neutralidad de este país. El 5 y 6 de enero de 1814 la Regencia y
su Consejo de Ministros, se ocuparán negativamente de los pliegos
portados por el Duque de San Carlos 127 .
El 10 de enero siguiente la paciencia de Napoleón con José llega a
su límite. Terminante le comunica: "Ya no sois más rey de España". A
partir de entonces le sería tan sólo reservado el título de Príncipe francés
122
Izquierdo, op.cit., p. 660.
Balsega, op.cit., p. 310.
124
Según Toreno (op.cit., p. 497) y Balsega (op.cit., p. 312) todo parece indicar que
el Tratado se firmó el día 8 pero se fechó el 1L. Esto explicaría el porqué el decreto de
Femando dirigido a la Regencia ordenándole su ratificación lleva fecha del 8, esto es
tres días antes de la fecha oficial de la firma de dicho Tratado. Bécker, "Acción", p. 141.
125
Artola, op.cit., p. 225. José en su exilio de Mortefontaine y luego en sus
apartamentos del Parque de Luxemburgo continuaba despachando con sus ministros y
consejeros más allegados. Glover, op.cit., p.227.
126
Ibidem, p. 227; también: De Grandmaison, op.cit., t. III, p. 367.
117
Toreno, op.cit., p. 495; también; Bécker, op.cit., pp. 139-148.
123
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J. Alberto Navas-Sierra
aunque se conservarían para él y su esposa el rango de reyes. En esa
misma fecha se ordena a Suchet enviar de inmediato su caballería sobre
Lyon128. El 24 de enero, antes de abandonar París, Napoleón nombra a
José lugarteniente general del Imperio 129 .
El 28 de enero la Regencia española, instalada en Madrid desde el
5 de enero anterior, rechazará el pedido de Fernando de ratificar el
Tratado de Valen^ay130. Cinco días más tarde, el 2 de febrero de 1814;
antes de concluir su primer año de diputación ordinaria, y previo el
concepto del Consejo de Estado, las Cortes expiden su famoso decreto
reconociendo como "no libre" al rey Femando hasta tanto no reingrese
éste al territorio español, ajeno de cualquier compañía que haya tenido
que ver con el régimen anterior. Luego de estar en el seno del Congreso
y haber jurado la Constitución de la nación española, se le obedecerá
y aclamará como rey, tal cual lo mandaba su artículo 173131.
Un mes más tarde, febrero 5 de 1814, se iniciará en Chátillon-surSeine el famoso Congreso de negociación entre los Aliados y la Francia
Imperial. Ese mismo día José abandonará su exilio de Mortefontaine
y se instalará con su Gabinete español (Azanza, Urquijo, Almenara,
la Reina Julia y su consejero Conde de Mélito) en sus apartamentos
del Parque de Luxemburgo. Dos días después los Aliados ofrecerán a
Napoleón respetar los límites anteriores a 1789 l32 . El 8 de febrero y sin
conocer aún como totalmente fracasadas las gestiones del Duque de San
Carlos y del General Palafox en Madrid, Napoleón decide de mutuo
propio ordenar a su ministro de la Policía, Duque de Feltre, la partida de
los Príncipes españoles rumbo a España 133 . El 12 de febrero estaba de
regreso en Valengay el Duque de San Carlos trayendo las malas noticias
de Madrid. Al día siguiente partirá para París en misión supletoria para
obtener de Napoleón la liberación de los Príncipes 134 . El 13, día de la
partida de San Carlos para París, el Conde de La Forest comunica al
Ministro de la Guerra la negativa de la Regencia, adviertiéndole, no
128
Balsega, op.cit., p. 320.
'' La víspera habría designado a la emperatriz María Luisa Regente del Imperio.
Toreno, op.cit., pp. 510 y ss.
,3n
Bécker, op.cit., p. 153.
131
Toreno, op.cit., pp. 502-10.
132
Bécker, op.cit., p. 158. Henry Contamine, Diplomalie et Diplómate sur la
Restaurarían, 1814-1830
(París 1970), p.28; también: Toreno, op.cit., p. 510. De
Grandmaison, op.cit., p. 368.
Izquierdo, op.cit., p. 697.
134
Balsega, op.cit., p. 327. Izquierdo, op.cjt., p. 696.
,2
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El tratado de Valenfay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
299
obstante, que Fernando le ha expresado estar dispuesto a ratificar por
si y ante si mismo el Tratado una vez ingrese a territorio español "y
cumplirlo textualmente" 135 . El 17 de febrero, los aliados presentan a
Francia un proyecto de Tratado garantizándole sus linderos de 1789 y
por consiguiente exigiendo una renuncia expresa por parte de ésta de sus
pretenciones en España, Alemania, Suiza, Italia y Holanda. Inglaterra
ofrecía devolver al Imperio lo a éste conquistado en América, Africa
y Asia. Napoleón rechazará la oferta y las negociaciones quedarán
fatalmente rotas para éste 136 .
El 19 de febrero las Cortes españolas emitirán su igualmente célebre
"Manifiesto" a la Nación española rechazando el Tratado de ValenQay
y las torpezas de las negociaciones adelantadas por Fernando VII,
repitiéndose aquellas en su Decreto del pasado 2 de febrero que obligará
al rey a la jura de la Constitución, previo su reconocimiento. Ese
mismos día concluirá el período ordinario de tal diputación 137 . El 20 de
febrero el Duque de Vicence, negociador imperial en Chatillon, sugiere
a Napoleón la pronta liberación de los Príncipes y asegurar con ello el
cumplimiento del Tratado de ValenQay por parte de Fernando 138 .
3.
¿ E L FIN D E L FIN?
Los asuntos europeos permanecerán indefinidos hasta el 1 de marzo
siguiente. En esta fecha los aliados reunidos en Chaumont deciden
reanudar su ofensiva contra el Imperio. Firmarán entonces una
cuádruple alianza defensiva que debía durar 20 años, comprometiéndose
cada potencia a no firmar la paz separadamente con Napoleón. España
no fue tenida en cuenta para nada en tales acuerdos 139 . No obstante
la Regencia española decide acogerse a lo pactado por los Aliados,
justificando con ello el rechazo de cualquier pretensión de parte de
Fernando de hacer aplicable el Tratado de Valen9ay. El 6 de marzo
se envían los pasaportes para Fernando y comitiva. El Ministro de la
Guerra instruye al Mariscal Suchet obtener el máximo de Fernando
antes de que éste cruce la frontera franco-española, pudiendo incluso
retener al rey para asegurar la oportuna repatriación de las tropas
135
136
137
138
139
Balsega, op.cit., p. 328.
Toreno, op.cit., p . 5 1 0 .
Ibidem, p. 502. Balsega, op.cit., p. 326.
Ibidem, p. 329.
Bécker, op.cit., p. 159; también: Balsega, op.cit., p. 338. Toreno, op.cit., p. 511.
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J. Alberto Navas-Sierra
francesas 140 . El 10 de marzo, La Forest recibe las órdenes para dejar
partir a los Príncipes. Femando habría comunicado aquel día al Conde
que el Emperador podría fiarse plenamente de su palabra, dejando al
tiempo el encargo de probar "como se cumplir con mi palabra" 141 .
Tres días más tarde, un domingo placentero, después de oír misa y
cumplidos los protocolos de momento tan solemne, partía la comitiva
española rumbo a la frontera, hacia Figueras, donde serían recibidos
por el mariscal Suchet 142 .
Por su parte, el 16 de marzo de 1814, Napoleón instruye a José
abandonar París con la Emperatriz-Regente, su hijo y demás altos
dignatarios del Imperio, vía el Loire, si la resistencia de la capital se
hacía imposible 143 . El 19 de marzo se disuelve el Congreso de Chátillon
y ese mismo día el Ministro de la Guerra instruye al mariscal Suchet
liberar, sin condición alguna, a Fernando y su comitiva, carta que recibe
Suchet al 24 siguiente cuando los Príncipes estaban al borde de la
vanguardia española en Figueras. En la mañana de este día Fernando
y su tío Antonio 144 cruzaban el río Fluvia en medio de no menos
emotivas escenas de lado y lado. Ya en suelo español sería recibido
por el General Copons quien, como había sido plenamente instruido,
puso de inmediato en manos de Femando el decreto de las Cortes del
2 de febrero anterior 145 .
Las cosas a lado y lado de los Pirineos evolucionarán dramáticamente. El 28 de marzo el Consejo de Regencia imperial decide abandonar
la capital francesa. El 30 el general Marmont capitula en París para
evitar su bombardeo por los Aliados. Al día siguiente éstos ingresan a
la capital del Imperio por la puerta de San Martín. Esa tarde, a las 5pm
entra en dicha ciudad el zar Alejandro I. Este, en unión al rey de Prusia,
Federico Guillermo III, los Príncipes Scharzenberg y de Liechtenstein,
el báron Luis y el Príncipe de Benevento - Talleyrand - empiezan a
140
Ibidem, p. 504. Se iniciará aquí una segunda vuelta de negociaciones entre
Napoleón, esta vez entre los Príncipes españoles y el mariscal Suchet.
141
Izquierdo, op.cit., p. 697.
142
Balsega, op.cit., p. 333. Izquierdo, op.cit., p. 700.
143
Jesús Pabón, 'Talleyrand en el Trance Decisivo": Homenaje a Don Ramón Carande
(Madrid 1963) 1.1, p. 205.
144
Su hermano, el Infante Carlos María, fue retenido con diferentes pretextos
por Suchet a los efectos de dar algún cumplimiento a las instrucciones relativas al
aseguramiento del oportuno repatriamiento de las tropas francesas en España. Aquél
sería liberado por éste dos días después: Balsega, op.cit., p, 386.
145
Ibidem, p. 332; también: Contamine, op.cit., p. 29. Toreno, op.cit., p. 511.
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El tratado de Valengay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
301
decidir la suerte de la Francia post-napoleónica. Por una declaratoria
conjunta de ese día los Aliados asumirán el compromiso de respetar
la integridad territorial francesa, como no volver a tratar en ningún
momento con Napoleón o miembro alguno de su familia 146 . El 10 de
abril Wellington ganará Toulouse. El día siguiente Napoleón abdicará
por primera vez en Fontainebleau en favor de su esposa la emperatriz
María Luisa 147 .
¿Y Fernando? El 12 de abril, 69 diputados anti-liberales suscriben en
Madrid el famoso "Manifiesto de los Persas" instándolo a restablecer
la plenitud del poder real como única alternativa para salvar a España
de los "perversos" que han promovido en España la sedición, sostenido
la independencia de las Américas y amagado un sistema republicano.
Concluían pidiéndole la suspensión de las Cortes y la convocatoria
de unas nuevas leyes conforme a las antiguas leyes y los usos de
la monarquía 148 . Ese mismo día llega a París el Conde de Artois,
Lugarteniente del reino del nuevo rey Luis XVIII 149 .
El 16 de abril, en Llanos de Pujol y rumbo a Valencia, Fernando
encuentra al Presidente de la Regencia, Cardenal Luis de Borbón - tío
de Fernando - y al Ministro interino de Estado, D. José de Luyando, a
quienes les obligará a rendirle pleitesía y sumisión plenas. El 20 de abril
Napoleón deja Fontainebleau rumbo a su minúsculo dominio de la Isla
de Elba. El 22 las Cortes ordenan en Madrid colocar en la Plaza de la
Constitución una estatua ecuestre de Femando como recuerdo peremne
de "nuestra gloriosa revolución" 150 . Al día siguiente, el 23 de abril de
1814, D.José Pizarro por la España aún de la Regencia y Talleyrand
por la Francia vencida firman en París la Convención por la cual se
conviene la suspensión de hostilidades entre ambos países 151 .
El 4 de mayo de 1814, desde Valencia, ejerciendo la plenitud de
los derechos de que se sentía investido, Femando VII, en un acto de
absoluta soberanía monárquica y actuando como padre y señor de todos
sus vasallos de España e Indias, declara que no sólo se abstendrá de
146
Pabón, op.cit., p. 205; también: Balsega, op.cit., p. 340. Izquierdo, op.cit., p. 757.
Bécker, op.cit., p. 159. Contamine, op.cit., p. 29.
147
Izquierdo, op.cit., p. 757; también: Balsega, op.cit., p. 340. Jerónimo Bécker,
Historia Política y Diplomática desde la Independencia de los Estados Unidos hasta
Nuestros Días, (Madrid 1897) p. 240.
148
Izquierdo, op.cit., p. 754.
149
Pabón, op.cit., p. 209.
150
Balsega, op.cit., p. 340. Izquierdo, op.cit., pp. 751-59. Toreno, op.cit., p. 522.
151
Bécker, op.cit., p. 167; también: Bécker, Historia Política, p. 205.
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jurar la Constitución de 1812 que le ha sido presentada por ser la misma
nula, sino que como tal lo son todos los actos y decisiones emanadas
de las Cortes convocadas en su ausencia, ésta y éstos por ser lesivos de
las prerrogativas de su "soberanía" real y la felicidad de la "nación".
Prometerá a continuación convocar unas nuevas Cortes consituida
por auténticos procuradores de España e Indias 152 . Seis días después,
cuando la "desbandada liberal" había empezado a producirse en Madrid,
el General Francisco Eguia, nuevo Capitán General de Castilla, en la
noche del 10 al 11 de mayo de 1814, comunicaría al Presidente de
las Cortes, D. Joaquín Pérez, diputado americano por la Puebla de los
Angeles (México) y uno de los 69 "Persas", la orden real declarando
disueltas las actuales Cortes. Esa misma noche serían arrestados varios
de los Regentes, ministros, diputados y personajes renombrados de la
España heroica y anti-napoleónica153. Al día siguiente, el 11 de mayo,
la plebe madrileña debidamente arengada asalta las calles de la capital,
arrancando de la plaza de la Constitución la lápida conmemorativa de la
misma, la cual arrastrarán por las principales vías del centro madrileño,
junto a otras estatutas simbólicas igualmente derrumbadas del Salón de
las disueltas Cortes 154 .
El 13 de mayo de 1814 Femando reingresará en Madrid por segunda
vez como rey de España e Indias. Antes de llegar a su Palacio
de Oriente se había detenido en el Convento de Santo Tomás para
rezar piadosamente ante la patrona de los madrileños, Nuestra Señora
de Atocha 155 . Ese mismo día, en la tarde y desde los balcones de
Palacio presenciará el desfile militar en su honor y reconocimiento.
A su derecha estaban su tío Antonio y hermano Carlos, a su
izquierda el embajador inglés, Sir Henry Wellesley. Algo más de
250 mil muertos 156 , españoles, franceses, hispanoamericanos, ingleses,
escoceses, irlandeses, portugueses, alemanes, polacos, suizos y de otras
tantas nacionalidades, habían muerto en la Península durante los seis
años anteriores, tan sólo para regresar la historia española, más no
152
Izquierdo, op.cit., p. 761. Toreno, op.cit., p. 522. Este decreto se hizo público sólo
el 10 de mayo siguiente en Madrid.
153
Ibidem, p. 522. Izquierdo, op.cit., p. 767.
154
Ibidem, pp. 522 y ss. Izquierdo, op.cit., p. 774.
155
Ibidem.
156
La cifra definitiva de los muertos totales en la guerra de la independencia española
no ha sido aún determinada definitivamente. Napoleón solía hablar de 100 y 150 mil
franceses. Las bajas españolas no habrían sido menos de 100 mil.
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El tratado de Valen^ay o el fracaso del pacto imperial napoleónico
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hispanoamericana, al 19 de marzo de 1808 en Aranjuez. El último
cuadro del "pacto imperial" napoleónico con España había concluido
aquella tarde.
RESUMEN
Por el Tratado de Valen?ay suscrito el 8 de diciembre de 1813,
Napoleón reconoció a Femando VII como nuevo rey de España e Indias.
Habían transcurrido casi seis años desde los sucesos de Bayona en
cuya ocasión los Borbones españoles abdicaron sus derechos dinásticos
en favor del Emperador francés. Un sinnúmero de acontecimientos se
sucedieron desde entonces, dentro y fuera de la Península Ibérica en
virtud de dichas abdicaciones. Uno de estos acontecimientos, el más
crítico de todos, al menos desde el punto de vista francés, era el
pleno cumplimiento de los compromisos contraídos con la casa real
española a los efectos previstos y pactados en los referidos tratados de
Bayona. Obviando la discusión sobre la validez e incluso legitimidad
de dichos Tratados, se propone en este artículo la discusión del tema del
"pacto imperial" contraído por el Emperador francés con España, como
las circunstancias políticas, militares y diplomáticas que impidieron
la plena ejecución de dicho "pacto imperial": el pueblo o nación
española y su aliada Inglaterra, por una parte, y la incapacidad política
y militar de José Bonaparte, por la otra. El presente artículo abarca
solamente lo sucedido en la Península. Lo acontecido en las colonias
hispanoamericanas es tema de otro trabajo.
ZUSAMMENFASSUNG
Durch den am 8. Dezember 1813 unterschriebenen Vertrag von
Valen9ay erkannte Napoleon Ferdinand VII. als neuen König von
Spanien und den westindischen Ländern an. Seit den Ereignissen von
Bayonne, als die spanischen Bourbonen zugunsten des französischen
Kaisers auf ihre dynastischen Rechte verzichtet hatten, waren fast sechs
Jahre vergangen. Auf der Iberischen Halbinsel sowie jenseits ihrer
Grenzen war es seit damals aufgrund dieses Verzichts zu einer Reihe
von Ereignissen gekommen. Eins dieser Ereignisse, aus französischer
Sicht das problematischste, war die vollständige Erfüllung der in
den Verträgen von Bayonne getroffenen Vereinbarungen samt den
vorgesehenen und sich daraus ergebenden Folgen.
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J. Alberto Navas-Sierra
Eine Erörterung des Wertes oder gar der Legitimität der Verträge
vermeidend beschränken wir uns in der vorliegenden Studie auf eine
Auseinandersetzung mit dem "Pacto imperial", den der französische
Kaiser mit Spanien geschlossen hatte. Thema sind auch die politischen,
militärischen und diplomatischen Umstände, die eine vollständige
Erfüllung des "Pacto imperial" verhinderten: einerseits das spanische
Volk oder die Nation und ihr Verbündeter, England, andererseits die
politische und militärische Unfähigkeit Joseph Bonapartes. - Der
vorliegende Artikel spricht ausschließlich die Iberische Halbinsel an,
während die Ereignisse in den hispanoamerikanischen Kolonien Thema
einer anderen Arbeit sind.
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