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Dolor en el Paciente con Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida
Dra. Diana M. Finkel
Argentina
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Resumen
Introducción: el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es definido como una enfermedad que
presenta un déficit de la función inmunológica celular, iniciada en la infección por el virus de la
inmunodeficiencia humana (HIV). Descubierta en el año 1981, su agente etiológico fue descubierto por el Dr.
Luc Montagnier en 1983.
Los avances en la terapia antirretroviral que ha experimentado esta enfermedad la han convertido, de una
afección irreversible y rápidamente letal, en una afección crónica. Es así como, ante un aumento de la
sobrevida, la prevalencia de sus comorbilidades da lugar a la ocurrencia de cuadros dolorosos que son un
verdadero desafío para el experto en medicina del dolor. Otros aspectos de la enfermedad, como el estigma
y aislamiento social que aún sufren estos pacientes y la calidad de vida y multiplicidad de síntomas que
deben ser controlados y tratados, además del dolor – “modelo de dolor total” - , tiene connotaciones
espirituales y psicosociales que deben ser manejadas por un equipo interdisciplinario que atienda tanto al
dolor, como a las enfermedades asociadas y no descuide principios básicos de la medicina paliativa para los
casos terminales.
Características y dificultades en el tratamiento del dolor por SIDA: siendo una entidad que se
acompaña entre el 50 y 90% de los casos con cuadros de dolor moderado a intenso, el dolor aún es poco
aliviado, tanto en relación con problemas de índole financiero e institucional, como por tres temas para el
debate:
• Dolor y Antecedentes de Adicción
• Dolor y Polimedicación
• Dolor y Tratamiento con Técnicas Regionales
Clasificación de los Cuadros Dolorosos asociados a la Infección por HIV/SIDA: las manifestaciones
dolorosas son de cuatro tipos: gastrointestinales, reumatológicas, pulmonares y neurológicas. Son múltiples
los cuadros de dolor que pueden presentarse y aún coexistir en el paciente, originados en la infección misma
por HIV, en la presencia de infecciones oportunistas, en la coexistencia de enfermedad oncológica, en la
comorbilidad con otras alteraciones de la inmunocompetencia, y en el efecto de los mismos tratamientos
aplicados – antirretrovirales, tuberculostáticos, inmunosupresores, quimioterapia, etc -, entre otros.
Particularidades Terapéuticas: el tratamiento de los diversos síndromes dolorosos que afecta a los
pacientes con SIDA se basa en tres pilares fundamentales, como son el Farmacológico ( AINEs, opioides,
coadyuvantes), el No Farmacológico (los bloqueos regionales centrales y periféricos, la fisioterapia, la
cirugía, la neurocirugía ablativa o aumentativa, la psicoterapia, etc) y la Medicina Paliativa, que cumple un rol
trascendental en el control de síntomas, cuidados generales y estándares de calidad de vida del paciente
gravemente enfermo. El abordaje multimodal e interdisciplinario del dolor con apoyo psicoterapéutico con
intervenciones como la hipnosis, la relajación y la terapia de grupo, es una de las claves del tratamiento
analgésico global, dado que estamos frente a un verdadero modelo de Dolor Total. El tratamiento debe
iniciarse desde el inicio mismo del cuadro doloroso, en tanto se establecen los estudios pertinentes para
establecer la etiología de cada afección en particular
36º CONGRESO ARGENTINO DE ANESTESIOLOGIA – SALTA 2007
Dolor en el Paciente con Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida
Dra. Diana M. Finkel
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Intervencionismo en el Tratamiento del Dolor del Paciente con SIDA
Si bien la analgesia regional suele ser una estrategia excelente tanto para el alivio del dolor, como para
evitar la polimedicación, no pueden obviarse una serie de inconvenientes asociados a la misma: trastornos
de la coagulación coexistentes, signos de infección cercanos a los sitios de punción, la presencia de
leucopenia y la existencia de infecciones oportunistas de diseminación hematógena.
Es importante aclarar que algunos de estos inconvenientes no contraindican las técnicas regionales menos aún las periféricas – sino, por el contrario, deben impulsar al especialista en medicina del dolor a
tomar los recaudos pertinentes para evitar complicaciones y disminuir la morbilidad. Por otra parte, es bien
conocida la refractariedad y gravedad de muchos de los cuadros de dolor en estos pacientes, que hacen
que sean los mejores destinatarios de distintos procedimientos intervensionistas: las lumbalgias, de gran
prevalencia en la población general, en el paciente con SIDA obedecen a una serie de etiologías y
mecanismos: enfermedad discal, estenosis del canal espinal, espondilolisis, espondilolistesis, síndrome
facetario, escoliosis, radiculopatías, mielopatía vacuolar o enfermedades oncológicas con compromiso de la
columna vertebral. Es clave llevar a cabo un diagnóstico de certeza, y dirigir el tratamiento lo más
etiopatogénicamente posible. Tanto las enfermedades oncológicas, agresivas e insidiosas, como el dolor
neuropático de la más variada etiopatogenia, son cuadros que responden satisfactoriamente a la medicina
intervencionista.
Conclusiones:
El paciente con infección HIV o SIDA es un modelo prototípico de dolor total. Temas tales como su condición
de síndrome doloroso por excelencia, el pleomorfismo de la enfermedad misma y de las enfermedades
asociadas, las dificultades para un adecuado tratamiento analgésico y el estigma que aún sufren los
pacientes ante una sociedad prejuiciosa y desinteresada en el que sufre, representan un desafío
permanente para el experto en medicina del dolor, junto al resto del equipo interdisciplinario involucrado.
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