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TESEO Y EL ESCAPE DEL LABERINTO
Obra pictórica de 50”x38”
En la época preclásica, la leyenda del héroe Teseo (Theseus, en griego, significa el que funda) ejemplariza el triunfo del
ingenio humano sobre la más primitiva conducta fija de la bestia. Teseo, hijo del Rey Aegeus, parte hacia Creta para
poner fin al tributo de las siete doncellas y los siete jóvenes con que los habitantes de Attica rendían vasallaje al Rey
Minos, el legendario tirano cretense.
Sir Arthur Evans, el arqueólogo inglés que dirigió las excavaciones del complejo palaciego de Knossos, sitúa en dicha
metrópolis el origen de la leyenda. Es un hecho comprobado que previo al surgimiento de la hegemonía de Atenas,
entre los años 2,700 y 1,200 a.C., el imperio naval de Creta mantenía sometidos a gran parte de los pueblos costeros del
Mediterráneo (la llamada Thalossokratia minoica). El símbolo de su supremacía era un toro, alrededor del cual los
antiguos cretenses desarrollaron complejos rituales y contiendas deportivas.
En el recuento alegórico del héroe libertario se relata cómo Teseo logró vencer a Asterión, el minotauro mitad bestia y
mitad humano, con la ayuda de Ariadna, la hija del Rey Minos, quien le proveyó un extremo de hilo de su ovillo para
que Teseo pudiese encontrar la salida del laberinto luego de vencer a la bestia. (Graves, Robert, The Greek Myth: 1,
Penguin Books, 1960)
En sentido figurado, el hilo de Ariadna representa el proceso emancipador y el ascenso evolutivo de la especie humana
que comienza en la testa de la bestia y culmina con el triunfo del héroe civilizador. Alrededor del 1250 a.C., Teseo
completa su gesta libertaria con el pacto de cohabitación, el llamado synoikismos, que unifica los pueblos de Attica en
una sola entidad política bajo la tutela de la ciudad de Atenas. Para conmemorar dicha empresa y la hegemonía de
Atenas se levantaron las antiguas edificaciones de la acrópolis ateniense.
Teseo viene a ser nieto del rey Erectheus, cuya memoria se honra con el segundo templo más importante de la
acrópolis, el Erectheion. En línea directa con los legendarios fundadores de Atenas, Pericles asume eventualmente el
mando de los pueblos de Attica consolidando la primera gran epopeya del humanismo en el mundo occidental.
Alrededor del 475 a.C., Pericles le encomienda a Kimón traer de la isla de Scyros los restos de Teseo para depositarlos en
un templo que antiguamente se llamó el Theseion, situado en la colina Agoraios Kolonos, al noroeste de la ágora
ateniense. Al presente, la colina de referencia la ocupa el templo de Hephaestus. Se asume que debajo de esta
edificación se encuentra el depósito con los restos del legendario héroe.
El templo de Hephaestus constituye la estructura mejor preservada de la ágora ateniense, ya que desde el siglo 7mo d.C.
hasta el siglo 19 fungió como una iglesia ortodoxa griega. En la antigua Grecia se le rindió culto a Teseo como el
iniciador de la cultura helénica, o el pater patria de la civilización que más adelante se convertiría en la fuente primaria
de la cultura occidental. (The Athenian Agora, American School of Classical Studies at Athens, 1993.)
Toda esta epopeya civilizadora constituye una instancia ejemplar en la evolución epigenética de la humanidad, en donde
la cultura establece los medios para consolidar y transmitir una herencia que libera y eleva a niveles sin precedentes la
conducta de nuestra especie. Procesos comparables, en otras latitudes y en otros momentos históricos, confirman el
potencial evolutivo de la especie para manifestar lo que propiamente representa la conducta superior del ser humano.
Sin embargo, la violencia de la bestia que encarna el minotauro está siempre con nosotros, por ser ésta parte de nuestra
híbrida herencia evolutiva. En cualquier instante la violencia de Asterion puede aflorar y poner en peligro todo aquel
andamiaje que llamamos “civilización”. El grado de dominio que podamos establecer sobre el minotauro depende de la
efectividad con que puedan prevalecer todos aquellos haberes, cobijos y hábitos culturales capaces de neutralizar su
voracidad y su violencia. “Mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse (sic), el hombre vive en
riesgo permanente de deshumanizarse.” (Ortega y Gassset, José, El Hombre y la Gente, Revista de Occidente, Madrid,
1958, pág. 45) De esta constante e intransferible incertidumbre existencial es que surgen todas aquellas medidas
defensivas con que solemos mantener la vitalidad creativa y el ingenio, so pena del naufragio. Para procurar con
suficiente certeza mantener a la sociedad humana en un estado aceptable de convivencia civilizada se hace necesario
institucionalizar la inteligencia social y la inteligencia política. No basta con depender de la prudencia, la honestidad y los
recursos intelectuales de una minoría dirigente. La salvaguardia del bienestar social, de la justa distribución de los
recursos y de los bienes de la civilización dependen del desarrollo de la capacidad pensante y analítica de grandes
segmentos poblacionales.
Nuevamente, el paradigma que simboliza Teseo en referencia a los orígenes de la civilización ateniense y el eventual
desarrollo de ésta hasta su época de mayor creatividad, ilustra a plenitud el potencial de los humanos para establecer la
supremacía de la razón, la creatividad y la inteligencia humana sobre la ancestral conducta instintiva que representa
Asterión. En el ámbito social simboliza el proceso requerido para institucionalizar la civilización y el derecho a participar
de sus bienes.
José Buscaglia