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Madrid, miércoles 3 de abril de 2012
Proyecto Djehuty: 12 años de
excavaciones arqueológicas en Egipto
El Proyecto Djehuty es una iniciativa dirigida desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que tiene como objetivo la excavación, restauración y publicación de una zona de la necrópolis de la antigua Tebas, en la orilla occidental de Luxor, en Egipto. El proyecto, liderado por el investigador José Manuel Galán, del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, ha llevado a cabo este año su duodécima campaña de excavaciones. El proyecto toma su nombre de Djehuty, supervisor del Tesoro y de los trabajos artesanos de la reina Hatshepsut, una de las pocas mujeres que ejerció de faraón en el antiguo Egipto y cuyo reinado se extendió durante 22 años en la dinastía XVIII, en torno al año 1470 a. C. Además de la excavación y restauración del monumento funerario de este escriba real, los trabajos arqueológicos se centran también en la tumba de Hery, fechada por los expertos alrededor de 50 años antes que la de Djehuty. Hitos del proyecto
Las 12 campañas de excavaciones llevadas a cabo hasta el momento por Galán y su equipo han dado numerosos frutos, como la denominada Tabla del Aprendiz, el ataúd del arquero Iqer o la cámara sepulcral del propio Djehuty, decorada por completo con pasajes del Libro de los Muertos, entre muchos otros. Tumba y cámara sepulcral de Djehuty
El monumento funerario de Djehuty, ubicado en la orilla occidental del Luxor, es uno de los objetivos principales del proyecto. La tumba‐capilla de este alto funcionario egipcio, excavada en la roca de la colina de Dra Abu el‐Naga, tiene más de dos metros de altura y una profundidad de casi 20 metros. Su principal singularidad radica en la decoración de sus paredes interiores, sobre todo en la atención que reciben las numerosas inscripciones, tanto las que describen su vida administrativa al servicio de la corona, como las de carácter religioso y funerario. La cámara sepulcral de Djehuty, un cuadrilátero de 3,50 metros de lado y 1,50 metros de altura, presenta decoración en toda su superficie. Dibujos e inscripciones jeroglíficas con pasajes del Libro de los Muertos cubren techo y paredes. Esta composición religioso‐funeraria servía, supuestamente, para ayudar al difunto a superar los obstáculos en su camino hacia el Más Allá, hasta alcanzar una vida eterna y plena en el paraíso. Página 1 de 5
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“En la tumba de Djehuty el libro aparece copiado en el mismo formato que en el soporte habitual para estos textos, un sudario de lino o un rollo de papiro. Las paredes y el techo, cubiertas con una capa de estuco, están enteramente escritas con signos jeroglíficos cursivos dispuestos en columnas. Creemos que el objetivo era envolver literalmente el ataúd del cortesano con el libro sagrado. La cámara sepulcral de Djehuty es una de las primeras que se decora en Tebas, a comienzos de la dinastía XVIII, y la versión de Djehuty del Libro de los Muertos es también una de las más antiguas y completas que se conoce”, explica Galán. En el centro del techo una representación de la diosa del cielo nocturno, Nut, aparece con los brazos abiertos para abrazar y acoger el cuerpo del difunto. Según el investigador del CSIC, “con este gesto, la divinidad protege a Djehuty y le da la bienvenida a su nueva existencia”. Junto a la diosa Nut, en el techo de la cámara, aparece el capítulo 125 del Libro de los Muertos, conocido como “La confesión negativa”. En este relato, el difunto enuncia uno por uno los pecados que él no ha cometido y de los que supuestamente se le acusa. Otro capítulo enumera las partes del cuerpo de Djehuty, desde el pelo hasta los dedos de los pies, y a cada uno de ellos se le asigna un dios concreto para su protección. Numerosos sortilegios recorren las paredes de la estancia con el objetivo de permitir la transformación del difunto en golondrina, flor de loto, cocodrilo o serpiente y así facilitarle el camino hacia el Más Allá. Los datos que manejan los investigadores que participan en el proyecto señalan a Djehuty como el equivalente al Ministro de Hacienda y de Obras Públicas de la reina Hatshepsut, en torno al año 1470 antes de nuestra era. Esta faraona envió una expedición comercial a Punt, actual Eritrea, para adquirir productos exóticos y especias, y en la que Djehuty fue el encargado de contabilizar las riquezas llevadas hasta Tebas. El aumento de recursos derivados de este tipo de contactos con tierras extranjeras propició la prosperidad de las artes y las letras, hecho que quedó reflejado en la riqueza y finura de la decoración de la tumba de este cortesano. Esta estancia fue descubierta durante los trabajos de la octava campaña, en 2009. Tabla del Aprendiz
Uno de los principales hallazgos del Proyecto Djehuty ha sido la Tabla del Aprendiz, encontrada por el equipo de Galán durante las primeras campañas. Se trata de una tabla de madera estucada, de 31 centímetros de altura por 49 de anchura y un centímetro de grosor. Los investigadores han datado la tabla en época de la reina Hatshepsut (ca. 1470 a. C.), y por proximidad, aunque no aparece ningún nombre escrito, han relacionado la obra con el propio Djehuty, alto funcionario del gobierno de la faraona. “La Tabla del Aprendiz es un pizarrín de escuela, empleado para aprender a escribir y a dibujar”, explica Galán. “Es un documento importante porque además de mostrarnos cómo se adquirían estas destrezas, el dibujo que hace el maestro, y que copia el aprendiz a su lado, es un ejemplo muy raro, único, de retrato frontal de un faraón. El arte egipcio representaba el rostro humano siempre de perfil, salvo raras excepciones, y desde luego al faraón siempre se le representaba de perfil”. Además del dibujo, la tabla conserva un texto, el primer párrafo de El libro de Kemit, composición miscelánea empleada con fines didácticos en las escuelas de escribas. El pasaje aparece escrito tres veces por dos manos diferentes: la del maestro, con trazo pequeño y compacto, y la del aprendiz, más grande y deslavazada. Página 2 de 5
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En el reverso de la tabla, otro dibujo, también trazado dentro de una cuadrícula en rojo, muestra al faraón cazando patos en las marismas, escena inédita para un personaje real. Debido a su singularidad, la tabla fue restaurada en 2004 y permanece expuesta en el Museo de Luxor. La ‘Dama Blanca’
Siguiendo la costumbre de reutilización de las necrópolis, 500 años después del enterramiento de Djehuty, fue depositado, a unos metros de la fachada de la tumba del cortesano, un ataúd de madera con el cuerpo momificado de una mujer de mediana edad. Por la talla de la tapa y el color blanquecino del ataúd, el equipo de arqueólogos del CSIC bautizó a la misteriosa difunta como la Dama Blanca, pues su ataúd carecía de inscripción. “La mujer fue momificada y envuelta en un sudario de tela algo tosca, cosida a la espalda y anudada por los pies. Las radiografías realizadas mostraron que fue embalsamada sin ningún tipo de adorno ni de amuleto. El tipo de enterramiento, simplemente dejando el ataúd sobre el suelo, fue mucho más humilde que el dispuesto para Djehuty”, apunta Galán. La decoración del ataúd quedó inacabada. “En la tapa se representó a una mujer momificada, con las cejas y los ojos marcados en negro. La figura tiene los brazos cruzados sobre el pecho, con las palmas de las manos abiertas hacia abajo, y los pechos marcados con dos pequeños círculos. A pesar de ser una mujer, debía llevar barba postiza, distintivo de divinidad, aunque hoy se ha perdido, al igual que la nariz. El estilo de la talla es característico de la dinastía XXI, alrededor del año 1000 antes de nuestra era”, comenta el investigador del CSIC. Ramos de flores de hace 3000 años
La excavación del patio de entrada a la tumba de Djehuty condujo, además, al hallazgo de un conjunto de cincuenta ramos de flores que habían sido arrojadas dentro de un agujero, junto con cincuenta vasijas de cerámica. Los ramos, anudados mediante fibras de palmera, estaban formados sobre todo por ramas de persea (un arbusto de especial significación funeraria para los antiguos egipcios), pero también por olivo, ciruelo asirio, rosácea y vid. Los ramos vegetales y las vasijas probablemente habrían sido utilizados en la despedida de un difunto en torno al año 1000 antes de nuestra era. Después del entierro, habrían sido arrojados a un agujero, dentro del cual, gracias a la sequedad del terreno, se habrían conservado en muy buen estado. Este hallazgo documenta la práctica de despedir al difunto con flores desde hace al menos 3000 años. Ocho de estos ramos de flores y una de las vasijas se hayan expuestos desde enero de 2013 en una vitrina del Museo de Luxor. Iqer, el arquero
Excavando por debajo del suelo del patio de entrada a la tumba de Djehuty, el equipo dirigido por Galán descubrió el enterramiento intacto de un arquero que vivió en torno al año 2000 antes de nuestra era. Sobre su momia habían colocado dos grandes arcos y tres bastones largos. El ataúd de madera estaba pintado de rojo y sobre los laterales y la tapa se realizó una inscripción en signos jeroglíficos polícromos de estilo muy original. La inscripción menciona el nombre del difunto: Iqer, “el Página 3 de 5
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excelente”. Junto a la cabecera del sarcófago los arqueólogos recuperaron también una vasija de cerámica y cinco flechas clavadas en la tierra, la mayoría conservando aún las plumas en el extremo trasero, donde encajaba la cuerda del arco. “Es un hallazgo único y sorprendente. Muy pocas veces los arqueólogos tienen la fortuna de descubrir un enterramiento intacto tan antiguo. Habitualmente, las tumbas que se encuentran ya han sido reutilizadas y saqueadas en época antigua. La primera vez probablemente por la propia familia del difunto, que aprovechaba para enterrase allí también, y de paso recuperaba las joyas y otros objetos de valor. Después, ya en los siglos XIX y XX los ladrones de tumbas arrasaban con todo y provocaban grandes daños”, comenta el director del proyecto Djehuty. Según los investigadores, la importancia del descubrimiento radica en la época en la que se ha datado el ataúd y la momia, la dinastía XI. “Es un periodo de la historia de Egipto del que aún se conoce muy poco, pero se sabe que hubo una guerra civil que precedió a la reunificación política del Alto y Bajo Egipto bajo un solo monarca: Montuhotep. El arquero Iqer, enterrado con sus arcos y flechas, documenta estos años de conflicto y refleja una sociedad compleja, guerrera, a la vez que sofisticada, cultivada, intelectual y religiosa”, añade Galán. La singularidad del hallazgo y de la decoración del ataúd propició que desde 2012 el conjunto permanezca expuesto en una de las principales vitrinas del Museo de Luxor. Tumba y cámara sepulcral de Hery
Hery, propietario de una de las tumbas vecinas a la de Djehuty, vivió en trono al año 1500 antes de nuestra era, unos 50 años antes que el escriba real, justo a comienzos de la dinastía XVIII, una época en la que Egipto extendió su influencia política, económica y cultural sobre las regiones colindantes: Nubia, Siria y Palestina. Su cargo dentro de la corte era el de “supervisor del granero de la madre del rey y esposa real Ahhotep” y pudo estar emparentado con la familia real por línea materna. Entre los motivos representados en las paredes del pasillo central, los investigadores hallaron escenas con los principales momentos de la procesión funeraria, junto a una visión del Más Allá en la que destacan los dioses Anubis y Osiris, un banquete funerario presidido por el difunto y su madre, acompañados de sus hermanos e hijos, grupos de personas presentando ofrendas ante su altar y una representación de Hery cazando con arco en el desierto. “La decoración de la tumba de Hery, con inscripciones y escenas en relieve, constituye una singularidad dentro de la arqueología del antiguo Egipto, ya que apenas se conservan tumbas decoradas de aquella época y proporciona una valiosa información social y religiosa de esta época de la historia en el creciente fértil junto al Nilo”, comenta Galán. En la décima campaña, los trabajos alcanzaron el pozo funerario de Hery. “La tumba de Hery presentaba la misma dificultad que años atrás la tumba de Djehuty: la cámara más interna estaba llena hasta arriba de escombros que caían a través de dos agujeros en el techo. Tras resolver el problema, excavamos la cámara y descubrimos allí la entrada al pozo funerario de Hery. Fue un hallazgo inesperado”, destaca el investigador del CSIC. Al fondo del pozo, de siete metros de profundidad, se abren dos cámaras sepulcrales. Una de ellas fue reutilizada en el siglo II antes de nuestra era y se encontró repleta hasta el techo de Página 4 de 5
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paquetes de lino con momias de ibis y halcones. Los investigadores estiman que podría haber más de mil especímenes en su interior. La práctica de depositar momias de animales como exvotos en época grecorromana se documenta también a través de los numerosos grafiti en tinta roja y escritura demótica, como los descubiertos sobre las paredes de las tumbas de Hery y de Djehuty. Los grafiti mencionan el nombre de los sacerdotes‐escribas encargados de las ofrendas de animales momificados y del culto al dios Tot, el escriba de los dioses, que se encarnaba en un ibis. En la XII campaña se el equipo de Galán ha comenzado a extraer las momias del interior de la cámara sepulcral y a analizar, fotografiar y radiografiar cada una de ellas. “En el siglo II antes de nuestra era, toda la colina de Dra Abu el‐Naga se convirtió en una auténtica catacumba al unirse unas tumbas con otras, rompiendo una o más de las paredes que las separaban y tallando en la piedra peldaños de escaleras. El espacio se reutilizó como santuario y almacén de momias de animales, y los sacerdotes‐
escribas dejaron testimonio de su actividad por medio de grafiti escritos sobre las paredes de las principales tumbas”, explica Galán. Un ataúd intacto de un niño de hace 3.550 años
Durante los trabajos de la última campaña campaña, en enero y febrero de 2013, mientras excavaban al suroeste del patio de entrada a la tumba de Djehuty, los arqueólogos desenterraron el ataúd intacto de un niño que vivió alrededor de 1550 antes de nuestra era, durante la dinastía XVII. Las radiografías realizadas a la momia apuntan a que el niño podría haber fallecido a la edad de 4 ó 5 años. El ataúd, tallado en madera, mide 90 centímetros de largo y carece de decoración pintada o escrita. El estilo de la talla y la forma antropomorfa de la tapa indican que su propietario debía ser el hijo de un alto dignatario de la época. La identidad exacta del niño se desconoce por el momento, ya que el sarcófago no contiene ninguna inscripción. El ataúd fue dejado sobre el suelo, sin ningún tipo de protección. Alrededor de él se han sacando a la luz otras tumbas contemporáneas, lo que parece indicar que el ataúd del niño no fue abandonado sin más, sino cuidadosamente colocado en medio de tumbas de personajes ilustres de la época. Las excavaciones en esta zona del yacimiento están sacando a la luz parte del cementerio de la familia real de la dinastía XVII, lo que indirectamente explicaría por qué Hery y Djehuty ubicaron en este lugar sus monumentos funerarios. Página 5 de 5