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Y SE APARTABA A LUGARES DESIERTOS
Y ORABA
P. Steven Scherrer, MM, ThD
www.DailyBiblicalSermons.com
Homilía del sábado, 4ª semana del año, 8 de febrero de 2014
1 Reyes 3, 4-13; Sal. 118; Marcos 6, 30-34
Las citaciones bíblicas son de Reina Valera, revisada 1960, si no indico otra
traducción.
“Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco.
Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo
para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto” (Marcos 6, 3132).
Con frecuencia Jesús se apartaba a lugares desiertos para estar a solas con
Dios y orar. Hoy dice a sus discípulos: “Venid vosotros aparte a un lugar
desierto, y descansad un poco … Y se fueron solos en una barca a un lugar
desierto” (Marcos 6, 31-32). En otra ocasión, “levantándose muy de mañana,
siendo aún muy a oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos
1, 35). En esta ocasión no sólo fue al desierto, sino que también se fue muy
temprano, en la madrugada, antes de la aurora. Con frecuencia Jesús oraba en
el desierto a solas muy de mañana, “siendo aún muy oscuro” (Marcos 1, 35;
Lucas 6, 12).
Para nosotros también este es el mejor tiempo para orar, es decir, para
sentarnos en la oscuridad en un lugar solitario en contemplación con Dios. Toda
la tradición monástica es basada en esto. Los monjes celebran vigilias antes de
la aurora, así descansando en el amor de Dios y bendiciendo todo su día. Toda
nuestra tradición de vida religiosa sigue esta práctica, donde la madrugada es
dedicada a la oración y contemplación en silencio y a la celebración de la Misa,
bendiciendo el resto del día. La madrugada no es el tiempo para mirar las
noticias en el televisor y llenar nuestra mente y corazón de imagines mundanas
y ruido.
El apartarse a lugares desiertos para orar era la costumbre de Jesús. San
Lucas nos dice: “Su fama se extendió más y más; y se reunía mucha gente para
oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas él se apartaba a lugares
desiertos, y oraba” (Lucas 5, 15-16). San Marcos dice que tanta gente lo
buscaban “que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se
quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes” (Marcos
1, 45).
Es como si los lugares desiertos fueran el hogar de su espíritu. Allí se sentía
bien y en paz con su Padre, descansando en Dios. Jesús enseñaba a las
multitudes, pero también buscaba el silencio y la soledad del desierto, sobre
todo muy de mañana, antes de la aurora, para estar a solas con su Padre en
oración y contemplación silenciosa. En esto él es un modelo para nosotros.
Cuando había mucha gente buscándolo, él se apartaba al desierto para escapar
de ellos y estar a solas con su Padre.
Antes de que Jesús empezara su ministerio, Juan el Bautista vivió en el desierto,
porque era un hombre de Dios que ha renunciado a todas las cosas para vivir
sólo para Dios. Se fue a vivir en el desierto porque renunció al mundo y sus
placeres, distracciones, atracciones, tentaciones, y ruido para vivir sólo para
Dios con todo el amor de su corazón, sin división alguna de su corazón en su
amor por él. Hizo esto desde su juventud. “Y el niño crecía, y se fortalecía en
espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”
(Lucas 1, 80).
Los monjes han imitado a Juan el Bautista, renunciando al mundo para vivir por
Dios en el desierto. Así hicieron los Padres del Desierto en el siglo cuarto en
Egipto. Y así hacen los monjes hoy también. Pero la vida de Juan el Bautista
en el desierto es una inspiración no sólo para los monjes, sino que para todo
cristiano, aunque no viven todo el tiempo en el desierto, porque todos necesitan
tiempo en el desierto cada día, tiempo dedicado a Dios en oración y
contemplación, sobre todo en la madrugada, y el mismo Jesús es nuestro
ejemplo y modelo en esto.
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