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CONGRESSO TOMISTA INTERNAZIONALE
L’UMANESIMO CRISTIANO NEL III MILLENNIO:
PROSPETTIVA DI TOMMASO D’AQUINO
ROMA, 21-25 settembre 2003
Pontificia Accademia di San Tommaso
–
Società Internazionale Tommaso d’Aquino
La finalidad en el mundo natural
y los datos de la ciencia experimental
Prof. Pablo López Martín
Universidad San Pablo – CEU, Madrid (España)
"The natural things always or almost always work in the same way.” With these words of Tho mas Aquinas begins
the fifth road to demonstrate the existence of God. The argument concludes affirming the necessity of an ordinator
cause of the natural reality, since non rational beings are not able to set out the same aims for themselves. This
argument is not always admitted as true. Throughout the history of the philosophy some authors deny its validity.
Therefore, the aim of this paper is to review Aquinas’ argument, the objections that it received and to compare them to
the data that scientific investigations can contribute. The goal is not to reduce the argument, but to see how the new
experimentation ratifies its validity. Regarding this point, Mariano Artigas’ investigations along the same line are
studied. My aim is to conclude that the fifth road to demonstrate the existence of God not is dead, but that it is all the
more evident since to the particular experience is added the scientific experience that helps to value and to ratify the
metaphysical validity of the argument.
La quinta vía de Tomás de Aquino acerca de la demostración de la
existencia de Dios desemboca en la afirmación de un Ser Supremo ordenador.
Como en las otras vías, en ella el Aquinate comienza reconociendo un dato
recibido de la experiencia:
“Hay cosas que no tiene conocimientos, como son los cuerpos naturales, y que obran por
un fin. Esto se puede comprobar observando como siempre o casi siempre obran igual
para conseguir lo mejor. De donde se deduce que para alcanzar su objetivo, no obran al
azar, sino intencionadamente.”1
Afirma, por tanto, la realidad de cierta finalidad en las cosas naturales
desde la experiencia directa del mundo natural, para concluir a continuación que
“las cosas que no tiene conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien
con conocimiento e inteligencia”,2 de lo que se desprende la necesidad de un Ser
Inteligente que sea la causa ordenadora de las cosas naturales.
1
2
Summa Theologica, I, c.2, a. 3.
S.Th., I, c.2, a. 3.
© Copyright 2003 INSTITUTO UNIVERSITARIO VIRTUAL SANTO TOMÁS
Fundación Balmesiana – Universitat Abat Oliba CEU
P. LÓPEZ MARTÍN, La finalidad en el mundo natural y los datos de la ciencia experimental
Este argumento acerca de existencia de Dios se fundamenta, por tanto, en
la existencia de un mundo natural ordenado y que se comporta siempre (o casi
siempre) de igual manera. La finalidad, clave del argumento, parece evidente en
los seres inteligentes capaces de proponerse fines por sí mismo, lo que da lugar al
problema del determinismo y la libertad de los seres conscientes. Y, al mismo
tiempo, también puede establecerse otro problema. Este nuevo problema consiste
en que para algunos no es tan evidente la afirmación de que también los seres
naturales no inteligentes actúan o tiende a un fin por sí. Por tanto, hay dos
problemas que parecen relacionarse con la argumentación de esta vía.
Esta comunicación intenta aportar nuevos datos y argumentos para
solucionar uno de ellos. En concreto, la pregunta acerca de la existencia de la
finalidad natural, base de uno de los argumentos metafísicos para demostrar la
existencia de Dios. Para responder correctamente esta pregunta se seguirá el
mismo camino recorrido en su argumento por Tomás de Aquino. En primer lugar
se analizará que nos dice nuestra experiencia de la realidad acerca de este
problema. Respecto a este primer punto, pienso que puede ser de interés
completar nuestra experiencia de la naturaleza con el análisis de la ciencia
experimental. Una vez concluida esta primera parte, se retomará el argumento
ontológico de la causa final.
1. La experiencia de la realidad: La ciencia experimental.
Tomás de Aquino comienza su argumentación afirmando que también
las cosas naturales obran siempre o casi siempre hacia un fin, entendido éste
como lo óptimo para cada cosa.3 Esta afirmación está sustentada
exclusivamente en la experiencia.
En el desarrollo de la ciencia desde la época de Tomás de Aquino hasta
nuestros días, tiene suma importancia el nacimiento a finales del siglo XVI de la
ciencia experimental De hecho, muchos autores piensan que el conocimiento o la
experiencia de la naturaleza pasa a ser patrimonio de la ciencia experimental. El
primer objetivo es ver de qué forma los datos de la ciencia pueden ayudarnos a
mejorar (o reafirmándolo o negándolo) la experiencia que de la naturaleza tenía el
Aquinate.
En primer lugar, muchos científicos no han sido partidarios de la finalidad
y, por tanto, de la concepción realista. Pero no sólo ellos, sin también son muchos
La consideración del fin de la acción como lo óptimo o lo mejor es clave en la acción
humana. En este sentido, Santo Tomás repite solo lo clásico: que el fin de la acción,
también de las actividades naturales, es lo mejor para cada cosa.
3
p. 2
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los filósofos que reniegan de esos argumentos. Entre los filósofos de la naturaleza
que rechazan este argumento se encuentra Hume, quien rechazó los argumentos
teleológicos por la imposibilidad científica de saber si hay causalidad y la
debilidad de la analogía. Años más tarde, Kant, influido por el empirismo de
Hume, negó la causa final del mundo natural, reservándola sóla para aquellos
seres con conciencia. Y, más reciente en el tiempo Nicolai Hartmann quien en su
tratado sobre filosofía de la naturaleza rechaza con fuerza la validez de dichos
argumentos.4
Por eso, debido a la confusión entre los filósofos y algunos científicos,
pienso que puede aportar luz al problema estudiar los datos empíricos que aporta
la ciencia, con la única intención de estudiar y comprender mejor los argumentos
de Santo Tomás a favor de la finalidad. No se trata de traspasar niveles de
conocimiento y confundir la metafísica con la ciencia. El propósito es continuar el
camino clásico que va desde el conocimiento de la filosofía de la naturaleza hasta
la metafísica, siguiendo el ejemplo de Tomás de Aquino. Por eso, la experiencia
científica puede aportar a nuestra experiencia cotidiana datos contrastados de la
realidad.
Por otra parte, la finalidad está unida al concepto de orden natural. El
concepto de orden es un concepto relativo y no absoluto. Por eso, el orden natural
se configura de una forma y no de otra. La ciencia experimental advierte en su
desarrollo ese orden. De esta forma, se puede decir que son muchas las voces que
se levantan a favor de la finalidad o, más bien, defendiendo cierto orden de la
realidad previo a cualquier conocimiento que, precisamente, lo justificaría. En esta
línea, Paul Davies, desde el campo de la ciencia, afirma que
“el mundo físico no está regulado arbitrariamente; se encuentra ordenado de un modo
muy particular, levantado entre los dos extremos de un orden simplemente regular y una
complejidad al azar: no es ni un cristal, ni un gas aleatorio. El universo es innegablemente
complejo pero su complejidad es de una variedad organizada.”5
Davies reconoce que hay un orden en la naturaleza dentro de su
complejidad; ¿cómo podemos confirmar la complejidad y el orden del mundo
físico? En este punto, seguiré las investigaciones de Artigas y, en concreto, alguna
de sus afirmaciones en su obra La mente del Universo. En ella afirma que “la
naturaleza está llena de organización, direccionalidad, sinergia (cooperatividad), y
Cf. Artigas, M., La inteligibilidad de la naturaleza, EUNSA, Pamplona, 1992.
Paul Davies, “The unreasonable Effectiveness of Science” en John Marks Templeton
(ed), Evidence of Purpose. Scientists Discover the Creator, Continuum, New York,
1994. P. 45.
4
5
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P. LÓPEZ MARTÍN, La finalidad en el mundo natural y los datos de la ciencia experimental
actividades muy sofisticadas.”6 Esta afirmación, le lleva a pensar que todas estas
actividades demuestran que “es muy coherente con la actividad “continua” de la
sabiduría divina”. De esta forma, parece encontrar en los datos recibidos de la
ciencia experimental argumentos para afirma la existencia del orden y, por tanto,
de la finalidad.
Al mismo tiempo, Artigas advierte que esta nueva cosmovisión no nos
debe llevar a traspasar los diferentes niveles de conocimiento. La ciencia debe
funcionar con su propia independencia. Y, la filosofía debe de actuar según sus
criterios y lógica. Son ciencias distintas. Cada una de ella desarrolla sus métodos
particulares. Ahora bien, en su opinión la ciencia puede servir de ayuda para la
reflexión filosófica:
“La reflexión sobre ella prepara el camino para un cierto tipo de naturalismo
comprehensivo en el que se reconoce el papel de la actividad natural y, al mismo tiempo se
la contempla como apoyada en una acción fundante divina”7.
¿Qué datos concretos pueden ayudarnos para demostrar esta finalidad, la
acción de Dios y, por tanto, la validez del argumento de la quinta vía? Artigas
afirma que hay que la naturaleza está llena de organización. El orden que
demuestra el mundo físico puede hoy estudiarse en las diferentes perspectivas o
niveles en los cuales se puede dividir el estudio científico de la naturaleza. En
cada uno de ellos se puede observar como las diferentes estructuras naturales se
repiten de la misma forma una y otra vez, permitiéndonos un análisis cada vez
más completo del orden intrínseco del mundo natural. En él no hay azarosidad,
sino unas pautas estructurales que dan lugar a nuevas formas y estructuras
complejas. El orden de la naturaleza es lo que permite el avance de las ciencias
experimentales, que no hacen otra cosa que ir justificándolo.
En cada uno de los niveles se puede ver como se va desarrollando la
organización interna de la naturaleza. Se pueden poner los siguientes ejemplos: en
el nivel físico, la estructura cada vez mejor conocida de los átomos; en el nivel
químico, partiendo de esa estructura conocida en el nivel anterior, se puede
observar la complejidad molecular; y, por último, en el nivel biológico se puede
observar la organización compleja de los seres vivos desde sus partes más
elementales, el ADN hasta el resultado final.8
Artigas, M., La mente del universo, EUNSA, Pamplona, 1999. P. 211. En esta obra
Artigas realiza un análisis de los “puentes” que pueden trazarse para facilitar las
relaciones entre la ciencia, la teología y la filosofía.
7 Artigas, M., Op. cit, p. 220.
8 Resulta significativo en esta misma línea la siguiente afirmación de Artigas: “me
atrevería a decir que todas las partículas subatómicas conocen toda la física y la
6
p. 4
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Al mismo tiempo, que se observa la organización tan sofisticada del
mundo natural, se puede ver como existe una cooperatividad entre los diferentes
niveles. El orden es esencial en el desarrollo del mundo natural, dando lugar a
una direccionalidad clave en la configuración de la naturaleza. Esta
direccionalidad parece quedar demostrada por los nuevos datos recibidos por la
ciencia: “el progreso en la sinergética muestra cómo diferentes dinamismos
pueden cooperar y producir nuevas formas de orden”.9 Esta cooperación establece
una direccionalidad nueva. Ésta trae consigo un despliegue homogéneo de la
realidad. De esta forma, parece ratificarse la existencia de un comportamiento sino
dirigido, si uniforme sin el cual el mundo no sería como es, sino de otra forma.
Por tanto, se puede extraer una primera conclusión: la experiencia de la
realidad que se conforma a partir de los datos de la ciencia no niega la experiencia
de Tomás de Aquino. Las entidades naturales se comportan de una forma
determinada siempre o casi siempre. Es más, la observación cada vez más
detallada de la naturaleza confirma que las estructuras de las entidades naturales
son fruto del dinamismo de otras estructuras anteriores, si bien, no pueden
reducirse aquellas. Al mismo tiempo, estas estructuras se tienen que comportar
siempre como lo que son, sino no estaríamos ante pautas estructurales repetibles
capaces de establecer una direccionalidad inconsciente en el mundo natural.
En línea con el argumento anterior puede servir de ejemplo la siguiente
afirmación de Artigas en la misma obra: “un electrón individual puede
encontrarse en una gran variedad de circunstancias, y en cada una de ellas actuará
de acuerdo con su naturaleza de genuino electrón. Los electrones son una parte
importante de cada átomo.”10 Por tanto, la experiencia y el conocimiento cada vez
más perfecto de los diferentes elementos de la naturaleza demuestran que cada
entidad se comporta según su forma de ser, es decir, de aquello que es.
El desarrollo de las ciencias experimentales vuelve a demostrar que cada
uno de los seres de la naturaleza se comporta con el modo de ser propio, actuando
siempre de la misma forma según lo que es. La ciencia experimental no niega la
experiencia. En todo caso, hace posible que nuestra experiencia de la naturaleza se
perfeccione con nuevos datos empíricos. Por consiguiente, la cuestión de la
finalidad y del orden natural no puede resolverse en el terreno de la ciencia
experimental, sino que su discusión se tiene que establecer en el campo de la
filosofía y, en concreto, en la metafísica. De ahí, que sea necesario establecer la
química mucho mejor que nosotros” Artigas, M., op. cit, p. 175. Parece, por tanto, que
hay un funcionamiento ordenando de las diferentes estructuras de la naturaleza.
9 Artigas, M., Op. cit, p. 142.
10 Artigas, M., Op. cit, p. 143.
p. 5
P. LÓPEZ MARTÍN, La finalidad en el mundo natural y los datos de la ciencia experimental
continuidad entre la filosofía de la naturaleza y la metafísica.
2. Argumentos a favor y en contra de la finalidad natural.
Una vez visto como la experiencia actual de la naturaleza viene a reafirma
la experiencia de Tomás de Aquino, veamos que discusiones se han establecido en
la filosofía acerca de la finalidad natural. Antes de ver cuales son los principales
argumentos críticos conviene advertir que se entiende por finalidad.11 Para
Aristóteles todos los agentes obran según fin y guiados por ese fin. Unos por
voluntad propia, ya que el fin es propuesto por ellos; otros guiados por otro. Pero,
en definitiva, todos los agentes actúan según un propósito. De esta forma,
conviene advertir que nada se dice aquí de la finalidad de los seres conscientes,
cuya evidencia parece difícil de negar. Aquí se estudiarán argumentos a favor y
en contra de la finalidad del mundo natural. Por tanto, se estudiará como es
posible afirmar que los seres no conscientes actúan según un fin o propósito ya
que es evidente que los seres inteligentes son capaces de proponerse fines.
2.1. Críticas a la finalidad
En primer lugar, veíamos antes como algunos filósofos niegan la vigencia
de la finalidad. Entre ellos destacan Descartes, Hume, Kant y, recientemente,
Hartmann. Todos ellos tienen sus razones para negar la importancia de la
finalidad. Pues bien, mi propósito es ver las críticas de estos autores para después
recordar la doctrina clásica al respecto, teniendo en cuenta los datos que antes
veíamos.
Quienes han criticado la finalidad, la niegan, en primer lugar, de los seres
naturales. Ya que, parece evidente que los seres inteligentes se proponen a sí
mismo sus fines. Para muchos, la cosmovisión vigente hasta el siglo XVI era una
cosmovisión teleológica. Esta se fundamenta en las obras de Aristóteles y en los
estudios de la filosofía escolástica. Sin embargo, la siguiente cosmovisión “alcanza
su madurez en el siglo XVII, corresponde a la física clásica de Galileo y Newton;
es una cosmología sin finalidad”.12 De esta forma, la crítica a los argumentos
teleológicos parece ir unida al nacimiento de la nueva ciencia experimental, que se
opone a la filosofía vigente en ese momento. En este sentido, Artigas piensa que el
nacimiento de esta nueva cosmovisión “fue acompañado por una fuerte oposición
Se puede encontrar un buen análisis de la finalidad en el vocablo “causa final” de
la obra de Millán Puelles Léxico filosófico. Millán Puelles, Léxico filosófico, Rialp,
Madrid, 2002 2ª ed. Pp. 106-115.
12 Artigas, M., Op. cit, p. 123.
11
p. 6
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a la teleología, y esa oposición ha aumentado siempre desde entonces y suele
presentarse como una consecuencia del progreso científico.”13 ¿Por qué desde el
inicio de lo que hoy se conoce como ciencia experimental comienza a
desprestigiarse la finalidad?
El nacimiento de la nueva ciencia trae consigo la negación de la finalidad
porque las formas, aquello que determina el modo de ser de las cosas, deja paso a
las leyes, las fuerzas o masas, reduciendo la causalidad a eficiencia. Los filósofos
de la naturaleza intentan justificar los nuevos avances. Para ello, realizarán una
serie de críticas al modelo anterior e intentarán explicar cuales son las categorías
que consiguen explicar la naturaleza según el nuevo proceder científico. Se trata,
por tanto, de encontrar la nueva ontología de la naturaleza. En esa nueva
ontología no tienen cabida argumentos teleológicos que puedan remitir a
caracterizaciones antropomórficas.
De ahí, la primera de las críticas es la del antropocentrismo del mundo
natural. Este antropocentrismo estaría centrado en la finalidad. L finalidad del
mundo natural sería una aplicación de las tendencias humanas. Ésta tendría
sentido en la medida que consigue explicar el desarrollo y el ser mismo de la
naturaleza. Ahora bien, la nueva ciencia permite renunciar a la finalidad. La
explicación de la naturaleza no tiene que recurrir a tendencias o fines que dirigen
de modo oculto la realidad. La ciencia demuestra que se pueden encontrar las
leyes de la naturaleza. De esta forma, el orden natural no respondería a una
finalidad o a un designio finalista sino que los entes naturales se comportan según
una ley interna que explica el discurrir y el desarrollo del mundo natural.
El mundo mecanicista, consecuencia de esta explicación, estaba privado de
finalidad interna. Esta es la primera de las críticas: los seres no actúan según un
fin, sino que se comportan según una ley que describe el porqué ocurren las cosas.
De esta primera crítica, nace la segunda. La finalidad parecía advertir la necesidad
de una mente ordenadora. Si la finalidad ya no es real, si lo que prima es la
legalidad, ya no es necesaria una mente continua que explica la naturaleza.
Estamos ante una “máquina” que se explicaría por sí sola.
La finalidad, por tanto, no es posible. La única de las causas que parece
tener algún sentido es la causa eficiente. La eficiencia sería suficiente para explicar
el discurrir de los procesos naturales. La pregunta por él “para qué” o él “por
qué” de los procesos no tendrían sentido; los procesos ocurren porque responden
al orden eficiente que los mantiene unidos. De esta forma, quienes piensan de este
modo opinan que los propósitos sólo se dan en seres conscientes. La finalidad
13
Artigas, M., Op. cit, p. 182.
p. 7
P. LÓPEZ MARTÍN, La finalidad en el mundo natural y los datos de la ciencia experimental
natural es eficiencia; ver propósitos en la naturaleza es explicarla con categorías
antropológicas que no responderían a la realidad. La nueva cosmovisión permite
renunciar al carácter teleológico.
A los argumentos filosóficos, se unen algunas consecuencias del desarrollo
de la ciencia experimental. El conocimiento científico tiene como resultado
encontrar las leyes que rigen el mundo físico. Los filósofos aprovechan esa
búsqueda para negar cualquier argumento que no pueda reducirse a la
experiencia fenoménica. Los fenómenos no se explican desde fuera, sino que se
explican con un mecanismo interno al mismo proceso que queda descubierto a la
luz de la ciencia. Cualquier otra argumentación sería extra fenoménica y una
extrapolación de las realidades humanas a las físicas.
La filosofía renuncia a los argumentos metafísicos. La metafísica no es
capaz de explicar los procesos físicos. La filosofía, por tanto, tiene que renunciar a
su capacidad para explicar la realidad. De esta forma, la ciencia experimental es la
única capaz de explicar lo físico. No hay una continuidad en el conocimiento de la
realidad como ocurría en la filosofía aristotélica. Ahora, los fenómenos físicos se
acaban explicando desde la interioridad del proceso.14
Algunos científicos aprovechan esta situación para establecer sus propias
conclusiones filosóficas. De esta forma, la distancia entre ambos conocimientos se
hace cada vez más grande. Un ejemplo puede ser la posición de Hawking
respecto al papel de la acción divina en el hombre a la luz de algunos
descubrimientos científicos:
“En tanto que el universo tuviera un principio, podríamos suponer que tuvo un creador.
Pero si el universo es realmente autocontenido, si no tiene ninguna frontera o borde, no
tendría ni principio ni final: simplemente sería. ¿Qué lugar queda entonces para un
creador?”15
El resultado parece desalentador para el conocimiento filosófico. La ciencia
no sólo la destierra del conocimiento del mundo físico, sino que también
comienza a sacar conclusiones de sus investigaciones. El orden natural
proveniente de una creación deja paso a una explicación cargada de evidencias
naturalistas según los nuevos datos.
A. Álvarez en su Tratado de Ontología resume la ontología moderna de una forma
que coincide con la que se acaba de explicar: “El universo ya no es un repertorio de
cosas, sino una trama de procesos, eventos o acaeceres. El ser y la forma comienzan a
perder significación y realidad”. A. Álvarez, Tratado de metafísica. Ontología , Gredos,
1967. P. 351.
15 Hawking, S., Historia del tiempo, Crítica, Barcelona, 1989, 186-187.
14
p. 8
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2.2. A favor de la finalidad: los puentes epistemológicos.
El panorama parece, por tanto, desalentador para la filosofía. Ésta tiene que
alejarse del conocimiento de la naturaleza. Sin embargo, pienso que todavía hay
argumentos a favor de la finalidad. Además estos pueden ser de dos tipos: por un
lado, los argumentos clásicos siguen siendo válidos y la crítica de
antropomorfismo puede ser rebatida. Por otra parte, los nuevos argumentos de la
ciencia están en consonancia con las explicaciones clásicas. Al igual que algunos
científicos extraen conclusiones filosóficas contrarias a la finalidad, los mismos
datos pueden ayudar a construir argumentos a favor de ésta.
La finalidad está relacionada con el resto de las causas. Los pensadores
modernos parecen atender sólo al problema de la eficiencia. Creen que en ella
se resuelven el resto de causas. Sin embargo, la confusión entre todas las causas
impide un mejor conocimiento de la naturaleza, ya que se reducen los procesos
naturales a mera sucesión. Esta confusión moderna entre eficiencia y finalidad
puede resolverse si atendemos al siguiente texto de Millán Puelles:
“La causa final es aquello por lo que la causa eficiente, en la que se da el deseo, está
orientada o hacia lo cual se dirige al realizar la actividad ejecutiva. Y esa orientación o
dirección es el modo en el que están determinadas tanto la actividad ejecutiva cuanto la
causa eficiente que la pone por obra. La determinación que corre a cargo de la causa
final no consiste, pues, en otra cosa, sino en una orientación o dirección, que no tiene
ningún sentido activo, sino formal tan sólo, pero ello basta para que la causa activa o
eficiente se halle, en realidad, subordinada a la causa final y así dependa de esta.”16
La finalidad está siendo movida por la eficiencia sin la que no podría darse.
Ahora bien, la causa eficiente no podría ser sin el propósito inicial que le da la
finalidad, siendo este propósito determinante en el proceso. Pues bien, nadie
niega ese proceso en los seres racionales que previamente a cualquier acción se
proponen un fin. En este sentido, el problema es como es posible hablar de
propósito o de inclinaciones inconscientes. También Millán Puelles hace referencia
al problema del antropomorfismo de la finalidad. 17 La solución parece estar en el
carácter orientacional de la finalidad.
En efecto, la solución al problema de la finalidad natural solo se puede
Millán Puelles, A., Léxico filosófico, Rialp, Madrid, 1999. P. 109.
Millán Puelles es consciente de esta dificultad. Afima que “la cuestión de si son
posibles las inclinaciones inconscientes se identifica en su raíz con el problema de si la
causa final tiene vigencia en los seres en los que no se da la capacidad de conocer.”
Millán Puelles, A., Léxico filosófico, Rialp, Madrid, 1999. P. 109.
16
17
p. 9
P. LÓPEZ MARTÍN, La finalidad en el mundo natural y los datos de la ciencia experimental
resolver si se admite la existencia del orden natural y la necesidad de una
Inteligencia Ordenadora de la realidad física. El orden natural es contingente pero
es. El carácter continuo del mundo natural parece remitir a ese conjunto de causas
que si no se diesen harían que nuestro mundo fuese otra manera. El orden natural
puede manifestar la existencia de la finalidad. El orden natural exige las causas y
remite a un plan creador. Por eso, la finalidad de la naturaleza tiene que ver con el
desarrollo del mundo físico.
Las entidades naturales se comportan de una forma determinada que hace
posible el plan para el cual fueron creados. Que cada una se comporte como tiene
que comportarse es de suma importancia porque sino la naturaleza no sería lo que
ella es. El despliegue de la naturaleza, por tanto, se corresponde con la forma de
ser de las distintas entidades, las cuales se comportan según el fin para el que
fueron hechas. El orden natural es el conjunto de la naturaleza comportándose
como lo que cada una de ellas es.
En este sentido, Artigas recoge unas palabras de Tomás de Aquino que
pueden clarificar la discusión acerca de la finalidad:
“La naturaleza no es otra cosa sino el plan de un cierto arte, concretamente un arte divino,
inscrito en las cosas, por el cual esas cosas se mueven hacia un fin determinado: como si
quien construyese un barco pudiese dar a las piezas de madera que pudieran moverse por
si mismas para producir la forma del barco.”18
De esta forma, Artigas piensa que la auto-organización que parece
descubrirse desde el desarrollo de la ciencia viene a corroborar la idea de fin y de
orden natural. Al mismo tiempo, ese orden es dependiente de una acción de Dios.
El orden lleva al fin; el fin lleva a una Inteligencia Ordenadora; esa Inteligencia es
Dios. La acción de Dios para conseguir este proceso es motivo de otro problema. 19
Las investigaciones de la ciencia no pueden servir para justificar
racionalmente proposiciones filosóficas. Sin embargo, la nueva cosmovisión
científica puede ayudar a continuar el camino de la filosofía. Hay que construir
Tomás de Aquino, In octo libros Physicorum Aristotelis Expositio (Marietti, TorinoRoma, 1965), libro 2, capítulo 8: lección 14, n. 268.
19 Barbour hace un buen resumen del problema de la acción de Dios según un
criterio clásico: “Algunos teólogos han desarrollado la tesis de Tomás de Aquino según
la cual Dios es la causa primera que actúa a través de la matriz de causas segundas en
el mundo natural. Dios provee a cada criatura con propiedades intrínsecas y le da
poder para expresarlas. Esto se diferencia del deísmo porque afirma que el mundo no
se sostiene por sí mismo, sino que necesita del concurso continuo de Dios para
mantenerlo y conservarlo.” Ian G. Barbour, “Experiencing and Interpreting Nature in
Science and Religion”, Zygon 29 (1994), p. 475.
18
p. 10
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puentes epistemológicos que unan la ciencia y la filosofía. Esa unión es posible si
se respetan la independencia epistemológica y el alcance de cada uno de los
conocimientos sin que se quieran suprimir o asumir lo que no le correspondería.
La eficiencia que para muchos resulta ser la respuesta máxima a los por
qué del mundo físico, no podría ser explicada sino se atiende al propósito último
que mueve las entidades naturales. La finalidad se demuestra por el orden de la
naturaleza. La ciencia ayuda a justificar el orden. Este orden responde a un plan
del creador. De esta forma, se demuestra la exigencia de un Inteligencia
Ordenadora capaz de realizar el mundo. Esta Inteligencia, Dios mismo, gobierna
el mundo, otorgándole y conservando en el ser cada una de las cosas creadas.
Esto no quiere decir que nosotros conozcamos perfectamente los criterios
que gobierna el mundo. Muchos piensan que la finalidad es imposible
precisamente por la existencia de una evolución de carácter azaroso. Sin embargo,
nuestro desconocimiento no significa que el plan no exista. Artigas afirma que
“Dios gobierne el mundo no significa que la naturaleza se comporte de un modo
completamente ordenado de acuerdo a nuestros criterios. Por tanto, no puede
argumentarse que la existencia de sucesos evolutivos al azar y el carácter oportunista de
las adaptaciones evolutivas sean incompatibles con la existencia de un plan divino. Por el
contrario, la existencia de muchos sucesos contingentes se acomoda bien con la acción de
un Dios que respeta el modo de ser y de obrar de sus criaturas porque Él mismo los ha
planteado y querido.”20
El puente entre ambas ciencias queda trazado sin que suponga una
contradicción o la sumisión de una a otra. Artigas ve las potencialidades de la
nueva cosmovisión. Aunque, es consciente de la independencia de las dos
ciencias:
“La nueva cosmovisión por sí sola no conduce a consecuencias metafísicas o teológicas.
Pero la reflexión sobre ella prepara el camino para un cierto tipo de “naturalismo
comprehensivo” en el que se reconoce plenamente el papel de la actividad natural y, al
mismo tiempo, se la contempla como apoyada en una acción fundante que no se opone a la
naturaleza sino que más bien le proporciona su fundamento último.”21
De esta forma, hay dos caminos que se unen por un puente pero que son
independientes. La ciencia no puede extraer conclusiones ontológicas, pero sirve
Artigas, M., Op. cit. P. 213. En un texto anterior Artigas hace otra referencia a esta
cuestión en relación al problema de la evolución y del azar: “No debería haber
problema para combinar la evolución y la existencia del un plan divino, ya que Dios
transciende completamente nuestras categorías y no está limitado a actuar de un modo
determinado”. Artigas., M., Op cit., p. 212
21 Artigas, M., Op. cit. P. 220.
20
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P. LÓPEZ MARTÍN, La finalidad en el mundo natural y los datos de la ciencia experimental
para encaminarse hacia ellas. Pienso que de esta forma se puede volver a
recuperarse un pensamiento realista, una verdadera filosofía de la naturaleza.
Esta recuperación hace que las discusiones y los problemas tengan sentido.
3. Conclusión
Una vez explicado que datos aporta la ciencia y como se justifica tanto el
orden como la finalidad, se pueden extraer las siguientes conclusiones:
1. - Al inicio de esta comunicación hacia una referencia a los argumentos
que expone Tomás de Aquino a configurar la quinta vía. Los datos recibidos de la
ciencia experimental sirven para apoyar esa explicación. La experiencia de la
realidad es idéntica. El único cambio es el método de experimentación. Los
experimentos científicos no dejan de ser una mirada sofisticada de la naturaleza.
2. - La ciencia experimental nace apoyada en al filosofía. El desarrollo de
ambas hace que se hayan distanciado. Mucho piensan que la investigación
científica hace que no tengan sentido los argumentos filosóficos. Sin embargo,
pienso que ha quedado claro que existe una independencia absoluta entre ambas
disciplinas. Los argumentos de la filosofía nacen en la experiencia pero no se
justifican sólo por ella. La filosofía quiere conocer las causas y principios últimos
de la realidad que están más allá de lo fenoménico.
3. - El rol que puede jugar la ciencia experimental tiene que ver con el
alcance de sus conocimientos. Estos describen los procesos físicos tal y como se
producen. Sin embargo, esos procesos no tienen en sí su explicación última.
Tampoco tienen la clave de los principios últimos. Confundir ambos supone
llevar más allá de su propia capacidad a la ciencia experimental. Ocurre lo mismo
con la filosofía, que no puede competir con la ciencia en el análisis de los procesos.
Cada una de las disciplinas es independiente.
4. - El puente entre ambas supone pensar que hay un orden entre las
diferentes ciencias. Al igual que el orden natural queda justificado por los avances
científicos, el desarrollo de ambas disciplinas hace que se deban de plantear el
alcance de cada una de las ciencias. En este sentido, parece necesario recuperar
una verdadera unidad de los saberes que tenga en cuenta el papel y la dimensión
de cada una de las ciencias.
p. 12