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24 NEGOCIOS
EL PAÍS, DOMINGO 19 DE SEPTIEMBRE DE 2010
»economía global
J
China, Japón, EE UU
PAUL
KRUGMAN
L
a semana pasada, el ministro de
Economía de Japón declaró que
él y sus colegas querían hablar
con China sobre las compras de
bonos japoneses por parte de este último
país, a fin de “analizar sus intenciones”
(jerga diplomática que significa: “Parad
ya”). La noticia hizo que me entrasen ganas de darme cabezazos contra la pared
por la frustración.
Verán, los altos cargos de la política
estadounidense se han negado una y otra
vez a hacer algo respecto a la manipulación de la moneda china, por miedo —al
menos en parte— a que los chinos dejen
de comprar nuestros bonos. Pero en las
circunstancias actuales, las compras de
nuestros bonos por parte de los chinos no
nos ayudan, sino que nos perjudican. Los
japoneses lo entienden. ¿Por qué nosotros no?
Algunos antecedentes: si el debate sobre la política monetaria china parece
poco claro, es únicamente porque mucha gente no quiere hacer frente a la
cruda y simple realidad, o sea, que China, adrede, está manteniendo su moneda
artificialmente débil. Las consecuencias
de esta política también son crudas y simples: en la práctica, China está gravando
las importaciones al tiempo que subvenciona las exportaciones, lo cual está fomentando un enorme superávit comercial. Puede que oigan afirmar que el superávit comercial de China no tiene nada que ver con su política monetaria; si
así fuese, sería la primera vez que pasa
eso en la historia económica mundial.
Una moneda infravalorada siempre genera superávit comerciales, y China no es
una excepción.
Y en una economía mundial deprimida, cualquier país que tenga un superávit
comercial artificial está privando a otras
naciones de unas ventas y unos empleos
muy necesarios. Y repito, cualquiera que
asegure lo contrario está afirmando que
China está por alguna razón exenta de la
lógica económica que siempre ha sido
válida para todos los demás.
Entonces, ¿qué deberíamos estar ha-
ciendo? Los funcionarios estadounidenses han tratado de razonar con sus homólogos chinos, alegando que una moneda
más fuerte redundaría en interés de China. En eso tienen razón: una moneda infravalorada fomenta la inflación, erosiona los salarios reales de los trabajadores
chinos y despilfarra los recursos chinos.
Pero aunque la manipulación monetaria
es mala para China en su conjunto, es
buena para las empresas chinas con influencia política (muchas de ellas, de pro-
vistas en el Congreso sobre el problema
de la moneda. Y como el dólar ha bajado
respecto a otras monedas importantes, la
ventaja artificial de China en cuanto a los
costes ha aumentado de hecho.
Está claro que no va a pasar nada
hasta que —o a menos que— Estados Unidos demuestre que está dispuesto a hacer lo que normalmente hace cuando
otro país subvenciona sus exportaciones: imponer un arancel temporal que
compense la subvención. ¿Y por qué esa
No va a pasar nada hasta
que EE UU demuestre que
está dispuesto a imponer
aranceles a China
Contenedores con exportaciones chinas, apilados en el puerto de Hong Kong. / Reuters
piedad estatal). De modo que la manipulación monetaria continúa.
Una y otra vez, las autoridades estadounidenses han anunciado avances en el
asunto de la moneda; en cada ocasión ha
resultado que les han tomado el pelo. Allá
por junio, Timothy Geithner, secretario
del Tesoro, elogiaba el anuncio hecho por
China de que se pasaría a un tipo de cambio más flexible. Desde entonces, el yuan
ha subido un total de 1 punto (sí, es correcto), un 1% respecto al dólar, y gran
parte de la subida se ha producido en los
últimos días, justo antes de las vistas pre-
medida no se ha puesto nunca sobre el
tapete?
Como ya he indicado, una respuesta es
el miedo a lo que pasaría si los chinos
dejaran de comprar bonos estadounidenses. Pero este miedo está completamente
fuera de lugar: en un mundo inundado de
ahorros en exceso, no necesitamos el dinero de China, sobre todo porque la Reserva Federal podría y debería comprar
todos los bonos que vendan los chinos.
Es cierto que el dólar bajaría si China
decidiese deshacerse de algunas participaciones estadounidenses. Pero esto ayuda-
Más mercados y más capital
Alfonso García MORA
y Daniel Suárez
E
n medio del debate sobre la magnitud de la pérdida de dinamismo que
están evidenciando algunos indicadores de coyuntura, la actividad en los mercados de financiación empresarial ha ido
ganando pulso de forma constante desde el
cierre de los meses posteriores a la quiebra
de Lehman Brothers (hace esta semana
dos años). Desde las emisiones de deuda
corporativa hasta las Ofertas Públicas de
Venta (OPV), pasando por las operaciones
de fusiones y adquisiciones, la recuperación de actividad ha sido generalizada. A
pesar de que los volúmenes de negociación
y/o transacciones continúan siendo muy inferiores a los de 2007, superan significativamente los de trimestres anteriores. A modo de ejemplo, en los últimos 12 meses el
ría de hecho a la economía estadounidense, ya que haría que nuestras exportaciones fuesen más competitivas. Pregunten
a los japoneses, que quieren que China
deje de comprar sus bonos porque esas
compras están impulsando al alza el yen.
Aparte de los miedos financieros injustificados, hay una explicación más siniestra para la pasividad de EE UU: las empresas tienen miedo a las represalias chinas.
Piensen en un problema relacionado:
las subvenciones claramente ilegales
que China ofrece al sector de las energías limpias en su país. Estas subvenciones deberían haber dado pie a una queja
formal por parte de las empresas estadounidenses; de hecho, la única organización dispuesta a presentar una queja ha
sido el sindicato de trabajadores del acero. ¿Por qué? Como contaba The New
York Times, “las multinacionales y asociaciones comerciales del sector de las
energías limpias, al igual que muchos
otros sectores, se han mostrado reacias
a presentar denuncias comerciales, temerosas de la fama que tienen los funcionarios chinos de tomar represalias contra las empresas conjuntas en su país, y
hasta de negar el acceso al mercado a
volumen de OPV asciende a más de 15.000
millones de dólares, cinco veces más que
un año antes. También en los mercados de
deuda corporativa las emisiones han ido
ganando frecuencia y amplitud en los últimos trimestres. Ello contrasta con el menor dinamismo que continúan mostrando
los flujos de financiación bancaria a empresas no financieras, tanto en EE UU como
en la eurozona.
Entre los factores que explican este comportamiento cabe destacar la paulatina
normalización de las primas de riesgo tanto soberano como financiero, en un entorno de políticas monetarias y fiscales extraordinariamente expansivas. Pero a ello
hay que unir aspectos de carácter estructural que previsiblemente anticipen cambios
relevantes en los flujos de financiación durante la siguiente fase del ciclo.
Desde que comenzara la crisis, el exceso de capacidad y apalancamiento de los
agentes económicos ha dado lugar a un
proceso de adelgazamiento y recomposi-
ción de balances. Las lecciones aprendidas
en este proceso y los cambios regulatorios
introducidos condicionarán los flujos de financiación en el siguiente ciclo.
En el marco de Basilea III no cabe esperar que las empresas no financieras cuenten con la misma complicidad del sistema
bancario en la financiación de sus activida-
La necesidad de fortalecer
los recursos propios
en todos los sectores
productivos es manifiesta
des que en la anterior fase alcista del ciclo.
Muy previsiblemente nos enfrentemos a
un escenario con un creciente peso de operaciones de financiación directamente en
mercados y a una paulatina disminución
del volumen de intermediación bancaria.
cualquier empresa que tome partido en
contra de China”.
Esta clase de intimidación ha contribuido a que no se tomen medidas en relación con la moneda. De modo que este es
un buen momento para recordar que lo
que es bueno para las empresas multinacionales suele ser malo para EE UU, especialmente para sus trabajadores.
Así que la duda es: ¿los responsables
políticos de EE UU van a dejarse asustar
por los fantasmas financieros e intimidar
por las coacciones empresariales? ¿Seguirán de brazos cruzados ante unas políticas
que benefician a intereses específicos de
China a costa de los trabajadores tanto chinos como estadounidenses? ¿O por fin, por
fin, reaccionarán? No cambien de canal. J
Paul Krugman es profesor de economía en
Princeton y premio Nobel de Economía 2008.
© 2010 New York Times News Service.
Traducción de News Clips.
Junto a ello, la necesidad de fortalecer los
recursos propios en todos los sectores productivos es manifiesta. Las exigencias de
capital establecidas en Basilea III no solo
afectarán al sector bancario, sino que se
generalizará al resto de los agentes productivos. En primer lugar, porque la necesidad
de cumplir con ratios de capital más exigentes incrementará la rentabilidad exigida, con el consiguiente impacto, por ejemplo, en los tipos de interés aplicados a los
préstamos concedidos, y por tanto, sobre
su coste relativo frente al capital. En segundo lugar, la aplicación de estructuras menos apalancadas exigirá a las empresas balances más saneados y capitalizados.
Esta es una combinación de factores
que apuntan a un entorno de financiación
más complejo y caro, que podría tener un
impacto relativo en el crecimiento potencial del próximo ciclo. Pero al mismo tiempo, la transición hacia un modelo en el que
la financiación directa en mercados de las
empresas adquiera un mayor peso permitirá diversificar riesgos y equilibrar los flujos de financiación en la economía. J
Alfonso García Mora y Daniel Suárez son profesores de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Afi).