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4 mayor
Enfermedad de Alzheimer,
“la epidemia del Siglo XXI”
Dr. Valentín Mateos, neurólogo
Coordinador del Servicio de Neurología del Centro Médico de Asturias y Jefe de Servicio de la Unidad Integral de
Neurología de la Clínica La Luz, en Madrid
Acabamos de celebrar, el pasado 21 de septiembre, el Día Mundial de la Enfermedad de Alzheimer,
enfermedad neurodegenerativa que se manifiesta
por la pérdida progresiva de la memoria y de otras
funciones cognitivas y que lleva aparejado un declinar funcional acusado de la persona que la sufre
hasta hacerla por completo dependiente. De forma
gráfica, como señala el escritor Pedro Simón en su
libro “Memorias del Alzheimer”, esta enfermedad
no deja de ser “una escalera de caracol que sólo va
para abajo”.
Parece obligado recordar al psiquiatra alemán Alois
Alzheimer quien, allá por 1906, dio a conocer los
hallazgos presentes en el cerebro de una paciente
suya (Auguste D) a quien seguía desde el año 1901
por una demencia progresiva. Tuvieron que pasar 5
años más para que el Dr. Alzheimer publicara un segundo caso en el año 1911. En este sentido no deja
de ser llamativo que apenas cien años más tarde
esta entidad sea ya conocida como “la epidemia del
siglo XXI”. Contribuye a ello que la Enfermedad de
Alzheimer es, en gran medida, un problema edaddependiente. Así, afecta al 5% de personas mayores
de 65 años, porcentaje que se incrementa al 20%
cuando nos referimos a los mayores de 80 años.
No es de extrañar, por tanto, que en una sociedad
como la nuestra, con un claro envejecimiento poblacional, la cifra de afectados sea cada vez mayor,
de tal forma que los 800.000 pacientes actuales en
nuestro país se duplicarán para el año 2025.
El reto actual de la comunidad científica pasa por
reconocer e identificar las causas últimas de la enfermedad y la búsqueda de tratamientos efectivos
para la misma. En relación al primer punto ya el
propio Dr. Alzheimer constató la presencia de alteraciones intraneuronales (ovillos neurofibrilares) y
de depósitos extraneuronales anormales (que hoy
conocemos como “placas amiloides”) cuya profusión conduce a la muerte neuronal y, consiguientemente, a la pérdida de las funciones que tenían
encomendadas.
Los criterios diagnósticos de la Enfermedad de Alzheimer han cambiado recientemente. Así, hasta
hace unos años, se basaban en la constatación de
que paciente sufría una demencia con repercusión
cierta en su capacidades y que los estudios complementarios descartasen otras causas. En definitiva, era
un diagnóstico por exclusión, en tanto el diagnóstico
definitivo sólo se consideraba cierto si lo era por necropsia. Ahora el criterio es diferente. Podemos hacer un diagnóstico “positivo”, incluso antes de que la
persona esté demenciada. Basta con que aqueje un
trastorno de la memoria de tipo hipocampal y podamos demostrar que existe acúmulo de amiloide en
el cerebro o neurodegeneración. Nos apoyaremos
para ello en algunas técnicas, como la Resonancia
Magnética (constatará una atrofia temporal medial),
la Tomografía por Emisión de Positrones o PET (que
mostrará un hipometabolismo cortical si utilizamos
la técnica convencional o el acúmulo de beta-amiloide si utilizamos el PET-Amiloide) y la determinación de biomarcadores de neurodegeneración en el
LCR (proteína tau y otras). Esto tiene unas enormes
implicaciones. La primera que los pacientes diagnosticados mediante estos criterios son los candidatos
idóneos (junto a quienes tienen una mutación genética pro-Alzheimer) para la investigación de nuevos
tratamientos que permitan detener o revertir este
proceso neurodegenerativo y este es uno de los
retos más importantes que tiene la investigación en
neurociencias en el momento actual.
No puedo terminar esta columna sin hacer una referencia especial a aquellas personas que tuvieron la
altura de miras de hacer público su problema y así
concienciarnos a todos (individuos y administraciones) de lo que esta enfermedad implica. Es por ello
que recomiendo a los lectores vean los documentales “Memorias de Bucarest” y “Bicicleta, cuchara,
manzana” en los que sus protagonistas (los políticos
Jordi Solé Tura y Pascual Maragall, respectivamente)
nos desgranan su día a día con esta devastadora enfermedad.