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L
a democracía
Uno de los más grandes logros políticos alcanzados en la
Grecia clásica fue la democracia, un sistema original de
gobierno que funcionaría en Atenas, en su época de
mayor esplendor, y que elevaría la justicia y la igualdad
ante la ley a la categoría de virtudes máximas.
Recogemos aquí algunos textos que nos ilustran sobre la
concepción que los griegos tenían de la democracia.
La más famosa declaración de los
ideales atenienses
«Nuestro sistema político no compite con instituciones que
tienen vigencia en otros lugares. Nosotros no copiamos a
nuestros vecinos, sino que tratamos de ser un ejemplo.
Nuestra administración favorece a la mayoría, y no a la
minoría: es por ello que la llamamos democracia. Nuestras
leyes ofrecen una justicia equitativa a todos los hombres
por igual, en sus querellas privadas, pero esto no significa
que sean pasados por alto los derechos del mérito.
Cuando un ciudadano se distingue por su valía, entonces
se le prefiere para las tareas públicas, no a manera de privilegio, sino de reconocimiento de sus virtudes, y en ningún
caso constituye obstáculo la pobreza. [...] La libertad de
que gozamos abarca también la vida corriente; no recelamos los unos de los otros, y no nos entrometemos en los
actos de nuestro vecino, dejándole que siga su propia
senda. [...] Pero esta libertad no significa que quedemos al
margen de las leyes. A todos se nos ha enseñado a respetar a los magistrados y a las leyes y a no olvidar nunca que
debemos proteger a los débiles. Y también se nos enseña
a observar aquellas leyes no escritas cuya sanción solo
reside en el sentimiento universal de lo que es justo.
[…] Nuestra ciudad tiene las puertas abiertas al mundo;
jamás expulsamos a un extranjero. […] Somos libres de
vivir a nuestro antojo y, no obstante, siempre estamos dispuestos a enfrentar cualquier peligro. […] Amamos la
belleza sin dejarnos llevar de las fantansías, y si bien tratamos de perfeccionar nuestro intelecto, esto no debilita
nuestra voluntad. […] Admitir la propia pobreza no tiene
entre nosotros nada de vergonzoso; lo que sí consideramos vergonzoso es no hacer ningún esfuerzo por evitarla.
El ciudadano ateniense no descuida los negocios públicos
por atender sus asuntos privados. […] No consideramos
inofensivos, sino inútiles, a aquellos que no se interesan
por el Estado; y si bien solo unos pocos pueden dar origen a una política, todos nosotros somos capaces de juzgarla. No consideramos la discusión como un obstáculo
colocado en el camino de la acción política, sino como un
preliminar indispensable para actuar prudentemente. […]
Creemos que la felicidad es el fruto de la libertad, y la
libertad, el del valor, y no nos amedrentamos ante el peli-
Busto en mármol de Pericles. Copia romana (430 d.C.).
gro de la guerra. […] Resumiendo: sostengo que Atenas
es la Escuela de la Hélade y que todo individuo ateniense
alcanza en su madurez una feliz versatilidad, una excelente disposición para las emergencias y una gran confianza en sí mismo».
Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, II.
El alegato de los demócratas
«Tal vez se afirme que una democracia no es sabia ni
justa, que los que tienen dinero son los más adecuados
para gobernar. Pero yo digo, en primer lugar, que el
demos incluye a todo el estado; oligarquía, en cambio,
solo a una parte; que los ricos son los mejores guardianes
del dinero; los sabios, los mejores consejeros; pero la multitud, una vez informada, juzga mejor; y que todas esas
virtudes participan en igual medida en una democracia.
Una oligarquía, en cambio, da a la multitud su parte de
Relieve votivo con grupo de figuras (410 a.C.).
riesgo y toma para sí no la parte mayor, sino todos los
beneficios. Esto es lo que buscan los poderosos y los jóvenes entre vosotros, pero en una gran ciudad nunca
podrán obtenerlo».
política la actitud de su vida, esto es, los demagogos,
como se les solía llamar con cierto sentido despectivo:
para estos la asamblea constituía la arena en donde desplegaban su oratoria».
Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, VI.
H. Bengtson, El mundo mediterráneo
en la Edad Antigua,.
Pericles y la democracia
«Pericles consolidó el dominio del pueblo soberano de
Atenas creando por primera vez en la historia de Occidente una democracia. Por supuesto, la democracia de
Pericles no ha de equipararse a la democracia moderna,
porque las diferencias, tanto internas como externas son
demasiado grandes. La democracia moderna es una
democracia indirecta; sin duda, el poder proviene en ella
del pueblo, que manifiesta su voluntad por medio del
voto, pero el gobierno lo ejerce el Consejo de Ministros
bajo el control del Parlamento elegido por el pueblo. En
Atenas, en cambio, lo mismo que en otros estados griegos, la soberanía se encarna en la ekklesía, la Asamblea
popular. Tenían derecho a formar parte de la Asamblea
todos los varones, siempre que estuvieran en posesión de
los derechos ciudadanos y fueran mayores de edad. […]
Los ciudadanos presentes eran invitados por medio de un
heraldo a tomar la palabra sobre los puntos que figuraban en el orden del día. Por lo regular, sin embargo,
los oradores eran los individuos que habían hecho de la
Pericles y la guerra del Peloponeso
«Se adelantaron primero a hablar otros muchos, cuyas
opiniones estaban divididas, diciendo ya que la guerra era
necesaria, ya que el decreto no fuera obstáculo para la
paz, sino que lo derogasen; hasta que, adelantándose
Pericles […] les aconsejó lo que sigue: “Continúo ateniéndome siempre a la misma opinión de no ceder antes los
peloponesios, ¡oh atenienses!”.
[…] Hay que convencerse de que la guerra es necesaria
[…] y de que los mayores peligros resultan para las ciudades y los individuos, los mayores honores. Nuestros
padres, por ejemplo, hicieron frente a los persas […] y llevaron nuestra prosperidad al estado presente; […] y no
debemos quedar detrás de ellos, sino defendernos por
todos los medios de nuestros enemigos y procurar entregar esta prosperidad a nuestros descendientes no disminuida»