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Capítulo 2
Las reformas de Felipe V
Tras el cambio dinástico, las Reformas Borbónicas fueron los
cambios introducidos por los monarcas borbones de la Corona Española, Felipe V, Fernando VI y, especialmente Carlos III, durante
el siglo XVIII, en materias económicas, políticas y administrativas,
aplicadas en el territorio peninsular y en las provincias ultramarinas
de América y Filipinas.
Estas reformas con base y fundamento en la Ilustración, se fueron aplicando dentro del ámbito del gobierno ilustrado y bajo el
poder de un monarca absoluto. Se implementaron cambios en materia fiscal, en la producción de bienes, en el comercio y en cuestiones militares. Estos cambios procuraban aumentar la recaudación
impositiva en beneficio de la Corona, reducir el poder de las elites
locales y aumentar el control directo de la burocracia imperial sobre
la vida económica. Las reformas intentaron redefinir la relación entre España y sus territorios ultramarinos, en beneficio de la península y aunque la tributación aumentó, el éxito de las reformas fue
limitado.
Por otra parte el descontento generado entre las elites criollas
locales, sumado al protagonismo y actuaciones exitosas de autodefensa frente a los ataques extranjeros contra los territorios españoles,
18 José Antonio Crespo-Francés
les hizo tomar conciencia propia, lo cual aceleró el proceso de emancipación por el que España perdió la mayor parte de sus territorios
americanos en las primeras décadas del siglo XIX.
Durante los siglos XVI y XVII gobernaron España los monarcas de la Casa de Habsburgo, “los Austrias”. El último de estos fue
Carlos II “el hechizado”, quien murió sin dejar descendencia, aunque
antes de morir cedió los derechos al trono a su sobrino nieto Felipe9,
el Duque de Anjou, hijo de Luis, Gran Delfín, y a su vez nieto del
rey Luis XIV de Borbón, el poderoso Rey Sol de Francia.
Este reinado se puede dividir en dos etapas. La primera (de
1700 a 1724) de fuerte influencia francesa e italiana; y la segunda
(de 1724 a 1742) caracterizada por el gran protagonismo de estadistas y ministros españoles.
En el primer periodo se vivieron los difíciles años de la Guerra
de Sucesión. Aun así, gracias al gran apoyo de la esposa y regente de
Felipe V, María Luisa de Saboya, se inició la renovación cultural en
España; se fundó la Librería Real, después Biblioteca Nacional, la
Academia de la Lengua y, más tarde, las de Medicina e Historia.
Tras la muerte de su primera esposa, María Luisa de Saboya,
adquirió protagonismo el cardenal Julio Alberoni, quien impulsó la
reorganización del Estado con el objetivo de fortalecer el absolutismo real; se abolieron viejos privilegios feudales y se centralizó la
administración, otorgándose mayor poder al Rey.
Durante su largo reinado, consiguió cierta reconstrucción interior en lo que respecta a la Hacienda, al Ejército y a la Armada,
prácticamente recreada por exigencias de la explotación racional
de las Indias y como medio inevitable para afrontar las rivalidades
marítimas y territoriales con Inglaterra. El logro fundamental, no
obstante, fue el de la centralización y unificación administrativa y
la creación de un Estado moderno, sin las dificultades anteriores en
relación con los reinos históricos de la Corona de Aragón, incorporados al sistema fiscal con sus fueros y derecho público, no así el
privado, abolidos con la aplicación de los Decretos de Nueva Planta y
además el gobierno de España se ejercería desde Madrid.
Los Decretos de Nueva Planta10 impusieron el modelo jurídico,
político y administrativo castellano en los territorios de la antigua
Corona de Aragón, que habían tendido, especialmente en Cataluña,
a apoyar las pretensiones del candidato austriaco. Sólo las Provincias Vascongadas y Navarra, así como el Valle de Arán en el PrinciBlas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 19
pado de Cataluña, que habían demostrado fidelidad al nuevo Rey
durante la guerra, conservaron sus fueros y sus instituciones forales
tradicionales. Así, el Estado se organizó en provincias gobernadas
por un Capitán General y una Audiencia, que se encargaron de la
administración con total lealtad al gobierno central. Además, para la
administración económica y financiera se establecieron las Intendencias provinciales, institución que se trasplantó a América, siguiendo
el modelo francés, lo cual conllevó la aparición de la figura de los
intendentes.
Para el gobierno central se crearon las Secretarías de Estado, antecesoras de los actuales ministerios, cuyos cargos eran ocupados por
funcionarios nombrados por el rey. Se abolieron los consejos de los
territorios desaparecidos jurídica o físicamente de la Monarquía Católica (Consejos de Aragón, Italia y Flandes). Quedaron pues el de
Navarra, el de Indias, el de la Inquisición, el de Órdenes (el único
que ha pervivido hasta nuestros días), etc. De hecho, todo se concentró en el Consejo de Castilla. Además, se organizaron las Cortes
de Castilla, en las que se integraron progresivamente representantes de los antiguos estados aragoneses. No obstante el declive de las
Cortes Castellanas continuó como en los siglos precedentes, con un
papel meramente protocolario, como las juras de los Príncipes de
Asturias.
Felipe V se enfrentó a la ruinosa situación económica y financiera del Estado, luchando contra la corrupción y estableciendo
nuevos impuestos para hacer más equitativa la carga fiscal.
Fomentó la intervención del Estado en la economía, favoreciendo la agricultura y creando las llamadas manufacturas reales. Al
final de su reinado los ingresos de la Hacienda se habían multiplicado y la economía había mejorado sustancialmente.
En el aspecto económico, se restauró la Hacienda y se protegió
a la burguesía buscando el crecimiento de la industria nacional. En
este sentido se implementó una política económica fuertemente
proteccionista. El impulso a la producción nacional se reflejó en la
creación de una Real Fábrica en Guadalajara11 para fabricar tejidos
de lujo que llegó a contar con varios centenares de telares y varios
miles de trabajadores. Se estimuló el comercio interior, suprimiendo
las aduanas internas, y se impulsó al comercio exterior trasladándose
en 1717 la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz, cuyo puerto
ofrecía mejores posibilidades al calado de los buques.
20 José Antonio Crespo-Francés
En el campo militar, se reorganizaron las fuerzas de milicias dotándolas de disciplina, buscando la profesionalización de sus miembros, estableciendo una sólida jerarquía en los cuadros de mando y
un procedimiento de reclutamiento que tendía a su carácter obligatorio12.
Como consecuencia de las necesidades de la guerra y siguiendo
el modelo francés, Felipe V realizó una profunda remodelación de
los ejércitos, sustituyendo los antiguos tercios por un nuevo modelo
militar basado en brigadas, regimientos, batallones, compañías y escuadrones. Se introdujeron novedades en la uniformidad, los fusiles
y la bayoneta, y se perfeccionó la artillería.
Durante el reinado de Felipe V se inicia la reconstrucción de la
armada española, construyéndose buques más modernos y nuevos
astilleros y organizando las distintas flotillas y armadas en la Armada
Española (1717). Esta política sería proseguida por sus hijos, y hasta
finalizar el siglo el poder naval español siguió siendo uno de los más
importantes del mundo. La Armada se fortaleció con la construcción de una base naval en El Ferrol, mejorando la infraestructura
portuaria de importantes ciudades, y aparte de la construcción de
numerosos barcos se activaron las industrias auxiliares de la navegación.
En enero de 1724, Felipe V abdicó a favor de su hijo, quien se
coronaría como Luis I, sin embargo, la prematura muerte de éste, en
agosto del mismo año, víctima de la viruela, le obligó a retomar el
trono nuevamente.
En la segunda parte de su reinado destaca el papel desempeñado por los ministros españoles. Entre ellos, los ilustrados: José
Patiño13, político, diplomático y economista; José del Campillo14,
hacendista; y, luego, el marqués de la Ensenada15, gran político y
magnífico planificador de la economía.
Con estos eficientes colaboradores se acentuó este proceso de
reconstrucción nacional: se desarrolló la flota, mercante y de guerra;
se reactivó el comercio, nacional y ultramarino, y se siguió protegiendo la industria nacional. Para el suministro de materias primas
se crearon varias compañías comerciales con América y se persiguió
severamente el contrabando.
Como resumen de las reformas políticas y administrativas podemos citar:
Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 21
­— La administración pública correría directamente por cuenta
del Estado y se establecieron las intendencias. La administración sería
ejercida en adelante por la Corona y por funcionarios públicos especialmente nombrados para tales fines.
Todas las funciones de la administración pública debían recaer
en manos de profesionales. El nombramiento de los funcionarios
tendría en cuenta únicamente su preparación y competencia. Sólo
ascenderían por sus méritos y debían percibir un buen salario para
evitar la corrupción.
— Una completa modernización de las técnicas administrativas.
Esto sería posible gracias a la profesionalidad de los funcionarios públicos y a la elaboración de leyes e indicaciones claras. La rendición
de cuentas a las autoridades sería regular y periódica, y la fiscalización se realizaría permanentemente, pudiendo sustituir al funcionario que no cumpliera sus funciones.
— La obligatoria e inmediata observancia de la ley. Durante los
siglos XVI y XVII muchas ordenanzas enviadas desde la metrópoli
fueron «acatadas, pero no cumplidas» por las autoridades ultramarinas. Según el historiador Céspedes del Castillo16, la meta reformadora consistió en sustituir esa fórmula por otra como esta: «Obedezco, cumplo e informo de haberlo hecho con rapidez y exactitud».
Por lo que se refiere a las reformas de la Iglesia: limitación del
poder del Arzobispado y de las funciones de los obispos.
En cuanto a las económicas:
— Fortalecimiento y regulación de actividades económicas. España debía recuperar el comercio con sus posesiones de ultramar,
arrebatándoselo a los franceses e ingleses, y combatir el contrabando.
— La mejora del sistema fiscal. Se aumentaron los impuestos
y se crearon aduanas, encargadas de recaudar los impuestos del comercio interior y exterior.
Felipe V ratificó las medidas mercantilistas, como la prohibición
de importar manufacturas textiles o la de exportar grano; y se intentó
revitalizar el comercio colonial a través de la creación de compañías
privilegiadas de comercio, al estilo de los Países Bajos o el Reino de
Gran Bretaña, aunque no tuvieron demasiado éxito. Las cláusulas
del tratado de Utrecht17 que daban a Inglaterra el derecho a un Na22 José Antonio Crespo-Francés
vío de Permiso y el Asiento de Negros hacían que fuera más sencillo
para los comerciantes ingleses que para los españoles, sujetos a las
reglamentaciones monopolísticas de la flota de Cádiz y la Casa de
Contratación.
Entre las reformas educativas encontramos:
— El control de la educación pasa a manos del Estado. La instrucción también fue objeto de reforma; la enseñanza primaria siguió en manos de las órdenes religiosas ante la falta de profesorado
competente. Sin embargo, la educación universitaria fue reformada
a fondo.
Se crearon nuevas instituciones de educación superior llamadas colegios mayores, que eran administrados por el Estado, como
el Colegio de Minería; en ellos se implantó el sistema de provisión
de becas. Las academias científicas completaron las reformas en este
campo.
En cuanto a política exterior podemos contemplar dos fases separadas por el breve reinado de su hijo Luis I, durante el que padre y
madrastra mantuvieron el control, desde su retiro en la Granja.
La primera fase comprende de 1715 a 1724. Los protagonistas
de este período fueron Isabel de Farnesio y el primer ministro Giulio
Alberoni, agente de la corte de Parma que había negociado su enlace
matrimonial y que funcionó como el hombre fuerte en la Corte. La
muerte de Luis XIV produjo el ascenso como regente de Francia al
duque de Orléans, enemigo personal de Felipe V, frustrando toda
posible aspiración a intervenir de ningún modo en Versalles. Esto
llevó a un giro en la política exterior, que se suma al producido en el
interior.
Cabe destacar de esta fase la política exterior, que partió del
rechazo de los tratados de Utrecht y Rastatt18 y tuvo como objetivo
la recuperación de los territorios italianos para situar en ellos a los
hijos de Isabel de Farnesio.
En 1717 las tropas españolas conquistaron Cerdeña e invadieron Sicilia al año siguiente. Por ello, Gran Bretaña, Francia, Holanda y Austria firmaron la Cuádruple Alianza contra España. Una
escuadra inglesa destruyó la armada española en Cabo Pesaro y los
Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 23
aliados solicitaron la dimisión de Giulio Alberoni, promotor de esta
política, como condición para la paz.
La segunda fase alcanza hasta 1746. En 1725 se firman tratados de paz y alianza con Carlos VI de Austria y al año siguiente
comienza la guerra hispano-británica. Esta rivalidad, originada en
las ventajas que había obtenido Inglaterra en el Tratado de Utrecht, marcará el resto del reinado con incesantes incidentes marítimos, desde 1739, como la conocida con el nombre de Guerra
de la oreja de Jenkins. La organización de la Liga de Hannover entre las potencias europeas recelosas del tratado hispano-austriaco
obligó a denunciarlo y a firmar el Convenio de El Pardo (1728),
que reconoció definitivamente la vigencia del Tratado de Utrecht.
Bajo la dirección de Patiño se reorientó la política exterior, buscando la alianza con Francia a través del Primer Pacto de Familia
(1733), en el contexto de la Guerra de Sucesión Polaca. Felipe V
dentro de este marco, se implicó en la pretensión de recuperar los
territorios italianos. Precisamente en 1734 se producen los combates en las plazas de Bitonto19 y Bari, donde combatió el futuro
virrey Eslava.
La ambivalente posición frente al tratado de Utrecht y la política europea de Francia también tuvo como objetivo la recuperación
de los territorios italianos para al situar en ellos a los hijos de Isabel de Farnesio crear estados satélites de España. La tarea fue encomendada a Carlos, el futuro Carlos III de España, que empezó por
Piacenza, Parma y Toscana (173220) para luego ocupar el trono de
Nápoles (1734).
Los tres ducados hubieron de ser devueltos a Austria, para ser
más tarde recuperados, menos Toscana, por el infante Felipe. España volvió a ser una potencia naval, dominando el Atlántico, y a
tener en cuenta en el Mediterráneo Occidental, aunque Inglaterra
sigue controlando Gibraltar y Menorca. El nuevo ministro, José del
Campillo y Cossío, en el contexto de la Guerra de Sucesión Austríaca llevó al Segundo Pacto de Familia (1743).
Los Pactos de Familia (1733-1789) fueron tres alianzas acordadas en distintas fechas del siglo XVIII entre las monarquías de
España y Francia. Deben su nombre a las relaciones de parentesco
existente entre los reyes firmantes de los pactos, todos ellos pertenecientes a la Casa de Borbón. Dos de ellos se firmaron en la época de
Felipe V y el tercero en la de Carlos III.
24 José Antonio Crespo-Francés
España se da cuenta de que es necesaria una política de amistad
con Francia, por lo que se firma un acuerdo por el que se ligaban
militarmente, llevando a España a una serie de guerras europeas de
la época:
Primer Pacto: El primero de estos pactos fue firmado por Felipe
V de España y Luis XV de Francia el 7 de noviembre de 1733 en el
Real Sitio de El Escorial. José Patiño Rosales y el conde de Rottembourg acordaron el pacto en nombre de sus respectivos reyes. Luis
XV, tío de Felipe V21, estaba casado con la princesa polaca María
Leszczynska, hija del rey Estanislao, lo que provocó la entrada de
Francia en la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1738), por lo que
este tratado hace intervenir a España en esta guerra que acaba con el
tratado de Viena en 1738. En este tratado, el príncipe Carlos obtiene
Nápoles y Sicilia.
Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia, ascendió al trono español en 170022, siendo el primer monarca borbónico de España tras
la extinción de la rama de los Habsburgo, o Austria, con la muerte
de Carlos II de España en 1700. Fue reconocido como rey por las
principales potencias europeas a condición de que los tronos de España y Francia nunca estuvieran unidos. Su ascensión al trono fue
seguida de la Guerra de Sucesión Española23, que terminaría con la
firma de los Tratados de Utrech y de Rastatt en los que España perdió Menorca, Gibraltar y sus territorios en Italia.
Ambos monarcas, español y francés, Felipe y Luis, se aliaron en
el primer pacto de familia, haciendo un frente común contra Austria:
Felipe con la intención de recuperar las antiguas posesiones españolas en Italia, y Luis buscando refuerzos en su apoyo a Estanislao de
Polonia. Luis XV no conseguiría restaurar a su suegro Estanislao en
el trono de Polonia, pero Felipe V sí recuperaría Nápoles y Sicilia,
donde entronizó como rey a su hijo el infante Carlos, el futuro Carlos III de España.
Segundo Pacto: firmado el 25 de octubre de 1743 en Fontainebleau, fue acordado por los mismos monarcas, Felipe V de España
y Luis XV de Francia, en el transcurso de la Guerra de Sucesión de
Austria. España entra en la guerra de sucesión de Austria en 1743,
y cuando acaba esta guerra en el 1748, Felipe V ya había muerto,
y por el tratado de Aquisgrán, gracias a esta alianza España ganó
Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 25
Milán y los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla para el infante
Felipe24, quien tomó posesión de ellos en 1748.
Tras la muerte de Felipe V en 1746, el nuevo rey, Fernando
VI de España, llevó a cabo una política de neutralidad activa entre
Inglaterra y Francia. Fortaleció la flota para evitar verse arrastrado a
la guerra y liquidó el segundo pacto de familia, lo que le desligó de
apoyar a Francia en sus guerras. A cambio, Inglaterra aceptó la supresión del asiento de negros y del navío de permiso.
Tercer Pacto: Carlos III de España (1716-1788), rey de España
desde 1759, volvió a la política belicista directamente contra Inglaterra para recuperar Gibraltar y Menorca y firmó el tercer pacto de
familia, que le llevó a entrar en la última fase de la Guerra de los
Siete Años en apoyo de Francia contra Inglaterra, y a la derrota que
le ocasionó considerables pérdidas al final, en 1763 las dos Floridas,
que entregó a Inglaterra, y Colonia del Sacramento, al sur de Brasil,
a Portugal.
26 José Antonio Crespo-Francés
Capítulo 3
Aspectos biográficos de Blas de Lezo, un
héroe injustamente olvidado, hasta su llegada
a Cartagena
Si visitamos la ciudad de Londres podremos ver un famoso barrio llamado Portobelo, o admirar en la Abadía de Westminster la
tumba que rinde homenaje a la figura de Edward Vernon, sin embargo la realidad arroja una dudosa gloria debido a las acciones de
un marino español, que vergonzosamente y en paralelo ha sido olvidado tras su participación en una de las batallas más desiguales y
cruentas de la Historia Militar y Naval Española.
No nos cansaremos de insistir en la figura ejemplar de este héroe español. Si España ha sido siempre desagradecida con sus héroes, la injusticia llegó a su sublimación con este soldado y marino
que dio su salud y su vida por España y su rey, recibiendo el pago
del olvido y la degradación tras una vida de servicio y de éxito en
combate sin parangón.
Debemos demostrarnos de una vez por todas que el español no
es, ni puede permitirse el lujo de ser, un pueblo olvidadizo y cutre,
sino un pueblo orgulloso, honorable y agradecido con nuestros antepasados, los que forjaron la arquitectura de lo que somos hoy.
Debemos reconciliarnos de una vez por todas con nuestro pasado, arrojando muy lejos esos complejos que la propia leyenda negra
ha sembrado sobre nosotros a lo largo de los tiempos. Para renacer
Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 27
en estos momentos de crisis no podemos permaneces ajenos a los
valores que nos han hecho grandes a pesar de las dificultades y para
ello ejemplos no nos faltan en nuestra Historia. Lejos de ceder, hemos de perseverar para acometer ilusionantes proyectos y aventuras
colectivas, y esta, la memoria de Blas de Lezo, es una de ellas.
Blas de Lezo y Olavarrieta nace en Pasajes25, en la española provincia de Guipúzcoa el 3 de febrero de 1689. Este marino español,
teniente general de la Armada, sería conocido como Patapalo, y más
tarde como Mediohombre, por las muchas heridas sufridas a lo largo
de su vida militar. Fue uno de los mejores estrategas de la historia de
la Armada Española.
Era el cuarto de diez hermanos, perteneciente a una familia
hidalga con ilustres marinos entre sus antepasados y originaria de
una villa dedicada en exclusiva a la mar. Por ello podemos imaginar
a Blas en sus primeros juegos infantiles capitaneando alguna barca
en su ciudad natal, imaginándose oficial del rey. Es enviado a Francia a estudiar y con apenas doce años, en 1701, se embarca como
guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Luis Alejandro de
Borbón hijo de Luis XIV. Se integra en la armada francesa, en ese
momento aliada de España en la Guerra de Sucesión, que acaba de
comenzar al morir Carlos II sin descendencia.
Por otra parte la armada española era en ese momento apenas
inexistente, la situación era calamitosa y lamentable, fiel reflejo del
descalabro económico y la decadencia de los Austrias. La Guerra de
Sucesión enfrentó a Felipe de Anjou por parte francesa y al archiduque Carlos de Austria, aspirante al reconocimiento de sus derechos
sobre la corona española, apoyado por Inglaterra, ya que esta última
recelaba del poderío que alcanzarían los borbones en el continente.
La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas galeras españolas mandadas por el conde de
Fuencalada26 y el duque de Tursis27. El 24 de agosto de 1704 se produjo frente a Vélez-Málaga la batalla naval más importante durante
la Guerra de Sucesión. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de
guerra francoespañolas, y el joven Lezo estaba embarcado en el navío
de 104 cañones Foudroyant, nave capitana de la escuadra francesa
al mando del conde de Toulouse. Dicha escuadra estaba compuesta
por 51 navíos de línea, 6 fragatas, 8 naves incendiarias o brulotes,
12 galeras y otros 19 buques de guerra y transporte con 3.500 ca28 José Antonio Crespo-Francés
ñones y 24.000 hombres, mientras que la escuadra anglo-holandesa
disponía de 68 navíos de línea con 3.600 cañones y 23.000 hombres
y estaba al mando del almirante George Rooke28.
En este combate sufrieron 1.500 bajas las fuerzas hispano-francesas, y dos navíos y 1.500 bajas la fuerza anglo-holandesa29. Allí
comenzó a forjarse el mito de Don Blas, cuando una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniendo que amputársela por
debajo de la rodilla. De esta manera se iría dibujando una personalidad austera y resistente, basada en la autoexigencia y el sacrificio. El
mismo conde de Toulouse quedó admirado por su valentía y arrojo
en el combate. Ese mismo año, debido al valor demostrado en aquel
trance y en el propio combate, es ascendido por Luis XIV a alférez
de bajel de alto bordo, y se le ofrece ser asistente de cámara de la corte
de Felipe V, algo que rechaza de plano. Evidentemente Lezo necesitó
una larga recuperación, pero lo único que ambicionaba era conocer
la artes marineras y convertirse en un gran comandante. Como dato
curioso, la flota enemiga llevaba embarcado a otro joven cadete que
supo de la valentía de este joven, se llamaba Edward Vernon, era
cinco años mayor que Lezo, e iba embarcado en el Shrewsbury, navío insignia de Rooke. El destino les enfrentaría una y otra vez.
En 1705 vuelve Lezo para aprovisionar la asediada Peñíscola,
donde Don Sancho de Echevarría y siete valientes de guarnición, así
como la población de la ciudad, resistían sin alimentos ni munición,
hasta que entraron en el campamento enemigo y se adueñaron de
alimentos, munición y dos cañones que posteriormente se fundieron y con los que se hicieron dos campanas para la torre de la Ermitana en Peñíscola.
Después de estos hechos hostiga el comercio de Génova, teniendo que enfrentarse al británico Resolution, de 70 cañones, que se
rinde ante el marino vasco. Continúa patrullando el Mediterráneo,
apresando numerosos barcos ingleses y realizando valientes maniobras
con un arrojo impropio, tanto es así que se le premia permitiendo llevar sus presas a Pasajes, su pueblo natal, con tan sólo 16 años.
Los ejércitos de Felipe V asediaban Barcelona30 por tierra, mientras que por el mar los partidarios del pretendiente como Carlos III
eran apoyados por una escuadra anglo-holandesa. Blas de Lezo enseguida es requerido por sus superiores, se le dio el mando de una pequeña flotilla para burlar el bloqueo aliado y así enviar desde Francia
armas y pertrechos al ejército hispano-francés.
Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 29
Sirviéndose de su aguda inteligencia realiza su cometido brillantemente, escapa una y otra vez del cerco que establecen infructuosamente los ingleses para evitar el aprovisionamiento.
En una ocasión se vio rodeado por varios buques de guerra enemigos al mando del almirante Cloudesly Showell, que izaba su insignia en el Britannia. Precisamente en este navío estaba embarcado
el oficial Edward Vernon, que supo de nuevo de Lezo, por lo que era
la segunda ocasión en que se encontraban. Para salir de la trampa
nuestro marino se dice que prendió fuego a varios de sus buques
para ocultarse con el humo y abrirse paso a cañonazos entre los enemigos. Esta es la versión que circula en varias fuentes, mientras que
el autor Pablo Victoria nos da otra explicación: cargó31 sus cañones
con unos casquetes de armazón delgado con material incendiario
dentro, con la intención de incendiar los buques británicos, además
apiló paja húmeda en parrillas de hierro que puso flotando y que al
quemarse producían un espeso humo, permitiéndole de esta forma
tan ingeniosa huir con toda la flotilla.
En una biografía de Edward Vernon no se menciona este hecho, e incluso se dice que en estos años se encontraba a bordo del
Jersey con base en Jamaica.
Posteriormente Lezo es destacado para la defensa de la fortaleza
de Santa Catalina de Toulon, donde toma contacto con la defensa
desde tierra firme en combate contra los saboyanos. En esta acción
que se desarrolla en 1707, Lezo ya cuenta con 18 años, y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en su
ojo izquierdo, perdiendo para siempre la vista del mismo.
Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort, donde es ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí
realizará otra gran gesta, rindiendo en 1710, a bordo de la fragata
Valeur, una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas, y sometiendo en un impresionante combate al Stanhope, mandado por
John Combs, que casi lo triplicaba en fuerzas: más de 600 hombres
contra apenas 250. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las
maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a
cabo: “Cuando los ingleses vieron aquello entraron en pánico” 32.
Al abordaje los españoles casi siempre superaban a sus rivales,
por tanto está versión no debió diferir demasiado con la realidad
pues si no, no se explica que saliera victorioso cuando la tripulación
30 José Antonio Crespo-Francés
de Lezo era notablemente menor que la de Combs. El abordaje de
los españoles era una temible maniobra ofensiva, que los ingleses temían particularmente: los navíos españoles cañoneaban de cerca, tras
lo cual lanzaban garfios y abordaban el navío contrario, buscando el
cuerpo a cuerpo, hasta la rendición del enemigo. De este modo, con
tripulaciones muy inferiores en número, los navíos españoles lograban apresar otros con mucha mayor dotación y porte. Durante este
combate Blas de Lezo fue herido por una astilla que se clavó en su
pecho. Cuando su primer oficial le indicó que se encontraba herido,
él respondió: Solo es una astilla, he tenido suerte de que no me diera en
el otro ojo, acabemos pronto y así podré bajar a curarme a la enfermería.
Sea como fuere Blas de Lezo se cubre de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, siendo ascendido a
Capitán de Fragata.
En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española en la
flota de Andrés Matías del Pes Malzárraga33, ya que no tenía sentido
seguir en la francesa al distanciarse los monarcas español y francés.
Este afamado almirante quedó maravillado ante la valía de Lezo y
emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío
un año más tarde. Posteriormente participa en el asedio a Barcelona
al mando del Campanella, en el que el 11 de septiembre de 1714 se
acerca con demasiado ímpetu a sus defensas y recibe un balazo de
mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas
movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera, con sólo 25 años,
tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo.
Dos años más tarde, en 1714, aún sirviendo en la escuadra de
Andrés del Pes, comienza el ataque a Mallorca para recobrarla. En
1715, al mando del Nuestra Señora de Begoña y ya repuesto de sus
heridas, se dirige en una extensa flota a reconquistar la isla; participan en esta operación veintisiete navíos, entre 7 buques de línea, 10
fragatas, 6 galeras y otros cuatro barcos de diferentes clases, además
de los transportes, cargados con diez mil hombres. Toda esta expedición estuvo dirigida por Pedro Gutiérrez de los Ríos, logrando rendir la isla sin apenas resistencia.
Lezo parte hacia América
Un año después parte hacia La Habana, escoltando una flota de
galeones, en el Lanfranco, barco que será retirado de servicio debido
Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 31
a su calamitoso estado a su regreso a Cádiz. Allí se queda hasta 1720
cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco, pero además conocido como León Franco y Nuestra Señora
del Pilar y se le integra dentro de una escuadra hispano-francesa al
mando de Bartolomé de Urdizu y Juan Nicolás Martínez, para patrullar con objeto de evitar la piratería y el contrabando que afectaban a la economía española en los llamados Mares del Sur, o lo que
es lo mismo las costas de Perú.
La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra, una fragata y por parte francesa por dos navíos de línea34. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success y el Speed Well, ambos de 70 cañones, del corsario inglés John
Clipperton, que logró evitarles y tras hacer algunas capturas huyó a
Asia, donde fue capturado y ejecutado.
A pesar de ello cuando la escuadra se separó el mando recayó
sobre Lezo, que fue ascendido a General de la Armada el 16 de febrero de 172335.
En esos momentos también tiene tiempo para otras conquistas y el 5 de mayo de 1725 contrae matrimonio con doña Josefa
Pacheco de Bustos, que un año más tarde le daría un hijo, también
llamado Blas.
El primer cometido que tuvo como jefe de la Escuadra del Sur
fue hacerla totalmente operativa, para ello necesitaba tres o cuatro
navíos de guerra pero pocos fueron los medios con los que contó,
teniendo incluso que desguazar la fragata, de nombre Peregrina,
por el lamentable estado en el que se encontraba. Afortunadamente se construyeron dos nuevos barcos por parte de los comerciantes peruanos en pago por lo que adeudaban a la corona. Con
su pequeña escuadra de tres navíos se lanza a patrullar el Pacífico y
pronto se encontrarán con cinco navíos holandeses mejor artillados. Lezo ordena enfilar la proa hacia el enemigo para abordarlo,
pero este reacciona organizadamente y frustra su intento, a lo que
el marino español responde ágilmente ordenando concentrar el
fuego contra la mayor embarcación enemiga, el Vlissingen. Tal fue
el castigo que lo desarbolan y arrían su pabellón, poniendo en fuga
al resto.
En otra salida posterior se lanzaría sobre seis navíos de guerra
ingleses, rindiendo a todos ellos uniendo tres a su escuadra. Así Lezo
consiguió formar una armada más que suficiente para proteger las
32 José Antonio Crespo-Francés
costas peruanas, pero el nuevo Virrey, que había tomado posesión de
su cargo hacía dos años, la desguazó e intentó colocar en puestos de
la Armada a amigos y familiares, lo que provocó el enfrentamiento
con Lezo. En todo ese tiempo los impagos al general se agravaron
por el bloqueo del propio Virrey. La situación se volvió insostenible,
llegando a pedir el retiro, pero el 18 de agosto de 1730 regresa a
Cádiz como jefe de la Escuadra del Mediterráneo y pagándosele lo
debido, tras la intercesión de Patiño, el ministro de la Marina, sabedor de la necesidad de gente de su valía en la Armada.
Vuelta al Mediterráneo
El día 28 de noviembre de 1731 se distinguen y reconocen los
servicios del general al Rey, señalándose como distintivo para la nave
capitana de Blas de Lezo, la Real Familia, el escudo de armas de Felipe V, sobre una bandera morada, con el escudo orlado de las órdenes del Espíritu Santo y el Toisón de Oro, y cuatro anclas en los cantones de la misma. El 22 de diciembre del mismo año se le vuelve a
reconocer encomendándole el traslado del infante Don Carlos a sus
posesiones italianas, embarcando en una escuadra de 18 navíos y 7
fragatas al mando del marqués de Mari.
Antes de terminar el año vuelve a recibir órdenes por las que se
le ordena recuperar dos millones de pesos que el Banco San Jorge de
Génova retenía a la corona española. Al mando de seis buques entra
en el puerto genovés y se sitúa enfrente del palacio de los Doria portando la bandera real en señal de hostilidades. Demanda lo adeudado y da un plazo de veinticuatro horas para su entrega, amenazando cañonear la ciudad, siendo finalmente entregada la cantidad.
La cosa no quedó así pues Lezo obligó a rendir honores a la bandera
española antes de partir de nuevo a la península.
Blas vuelve al combate en 1732 a bordo del Santiago, acompañado de una fuerza militar compuesta por doce navíos, 2 bombardas, 7 galeras, 2 galeotas y 4 bergantines, en total 27 naves, además
de 535 barcos de transporte con 30.000 hombres y 168 piezas artilleras. La flota atacó el puerto de Mazalquivir, donde se desembarcó
con un fuego de protección aplicado desde los barcos. Los defensores, al ver las naves y la toma del puerto, huyeron en un alarde de
cobardía, dejando la plaza amurallada y cinco castillos en manos de
los atacantes. Esta fuerza, al mando de conde de Montemar, José
Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 33
Carrillo de Albornoz36, reconquista el 2 de julio de 1732 la plaza de
Orán.
Una vez finalizada esta acción Lezo retorna a la península escoltando 120 embarcaciones hasta Alicante, pasando en Cádiz a mandar una pequeña escuadra.
El jefe enemigo de la plaza de Orán, el pirata Bey Hacen escapó
y se alió con el Bey de Argel, disponiendo pronto un ataque contra
la ciudad. Las potencias berberiscas respondieron a la toma de Orán
coaligándose para hacer un ataque y asedio tanto marítimo como
terrestre.
De esta manera Lezo volvió en febrero de 1733 para socorrer la
ciudad con el Princesa y Real Familia y otros cinco navíos de guerra,
romper el asedio y apoyar las tropas de las plazas fuertes, y una vez
más logro con éxito su misión.
Una vez cumplidas las órdenes principales optó por dispersar y
perseguir a los navíos enemigos. Las nueve galeras que bloqueaban su
puerto huyeron en desbandada pero Lezo persiguió a la nave Capitana, de 60 cañones, del Bey de Argel hasta la ensenada de Mostagán37, defendida por dos fuertes y 4.000 enemigos. Para cualquier otro
comandante habría sido un puerto seguro y aquí habría acabado la
persecución, pero no para Lezo, quien mandó una flotilla de lanchas
para incendiar el buque insignia mientras su barco abría fuego contra
las fortalezas. Lejos de detenerse, Lezo entró en la ensenada, impetuoso como siempre, arrasando las dos fortificaciones con gran pericia
de los artilleros y asaltando la nave capitana ante el terror de los musulmanes. Logró incendiar el buque insignia y alarmados los defensores argelinos por el peligro español, piden socorro a Constantinopla.
Al saber que llegaban los apoyos, lejos de huir salió a patrullar
para enfrentarse contra ellos y batirlos, pero esta vez una epidemia
producida por la comida en mal estado le obliga a retirarse a Cádiz,
donde él mismo llega muy enfermo.
A pesar de estar gravemente enfermo es recibido por el Rey y
ascendido a Teniente General el 6 de junio de 1734. Se mantuvo
en la comandancia de Cádiz, hasta que en 1735 se le solicitó en la
Corte donde, tras un tiempo, pidió volver a la mar diciendo que tan
maltrecho cuerpo no era una buena figura para permanecer entre
tanto lujo y que su lugar era la cubierta de un buque de guerra. El
Rey le nombró comandante de una flota de ocho galeones y dos navíos de línea, el Conquistador y el Fuerte.
34 José Antonio Crespo-Francés
Regreso a América
Blas de Lezo, habiendo realizado todo tipo de hazañas y con
aureola de tremendo lobo de mar, parte de Cádiz el 3 de febrero de
173738 con su familia, dirigiendo lo que sería su última Carrera de
Indias39 con la flota de galeones, además del Fuerte y el Conquistador,
hacia Cartagena, donde llega el 11 de marzo de ese año, como comandante del apostadero de Cartagena de Indias, donde entregaría su
último aliento, plaza decisiva para la defensa del mar de las Antillas.
No cabe duda de que Don Blas de Lezo y Olavarrieta es uno de
los marinos españoles más combativos y ejemplares del siglo XVIII.
Su nombre se asocia a la defensa de Cartagena de Indias en 1741,
mientras que el resto de su trayectoria profesional y familiar está
prácticamente olvidada, habiendo servido al rey Felipe V en el Mediterráneo, el Atlántico, el Pacífico y en el Caribe.
En Colombia se estudia su figura en las escuelas; tiene monumentos y es muy recordado y admirado.
¿Y en España qué?... en este ingrato país se desconoce casi todo
de su vida, baste decir que murió olvidado en Cartagena, siendo enterrado sin honores… Triste, muy triste el final de un gran marino
que lo dio todo por su Patria, su Rey y la Armada.
Es necesario un tiempo nuevo en el que figuras señeras de
nuestra Historia sean colocadas en el lugar destacado que les corresponde.
Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias 35