Download Venimos de Oriente para adorar al Rey

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Transcript
Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aquellas lágrimas bellas
la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol
está no tienen luz las estrellas.
(Himno de la Liturgia de las Horas)
6
Enero
La Epifanía
del Señor
NO BUSQUÉIS ESTRELLAS YA
Is 60, 1-6 l La gloria del Señor amanece sobre ti.
Sal 71 l Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.
Ef 3, 2-6 l Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos.
Mt 2, 1-12 l Venimos de Oriente para adorar al Rey.
Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.
No busquéis la estrella ahora:
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en esta Virgen Aurora.
Ya no hallaréis luz en ellas,
el Niño os alumbra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.
Monasterio de Nuestra
Señora de la Piedad
www.diocesispalencia.org
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Dominicas Contemplativas
Palencia
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Venimos de Oriente para adorar al Rey
H
abiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque
hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey
Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos
sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que
nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así
lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho
menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad
cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme,
para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron
en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a
guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al
ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron;
después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y
mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.
pensar que ya ha nacido “el
rey de los judíos”, y “vienen a
adorarlo”. ¿Dónde está? Esa es
su acuciante pregunta. Herodes “se sobresalta”. La noticia
no le produce alegría alguna.
Por su parte, los “sumos sacerdotes y letrados” conocen las
Escrituras Sagradas, y saben
que ha de nacer en Belén,
pero no se interesan por el
niño ni se ponen en marcha
para adorarlo.
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E
sto es lo que encontrará
Jesús a lo largo de su vida:
hostilidad y rechazo en los representantes del poder político; indiferencia y resistencia
en los dirigentes religiosos.
Solo quienes buscan el reino
de Dios y su justicia lo
acogerán.
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Mateo 2, 1-12
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L
J
esús nace durante el reinado
de Herodes en Belén. Éstos son
el tiempo y el lugar elegidos para
que Dios irrumpa en la historia
de la humanidad. Y lo hace con
tal fuerza que nadie queda indiferente. Unos, desde Oriente, le
buscan para adorarlo siguiendo
una estrella; otros, más próximos, se estremecen ante la
noticia del nacimiento.
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L
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os magos han visto brillar una
estrella nueva que les hace
os magos prosiguen su larga búsqueda. A veces la estrella que los guía desaparece dejándolos en la incertidumbre. Otras veces brilla de nuevo llenándoles de inmensa alegría. Por fin se encuentran con el Niño, y “cayendo de rodillas, lo adoraron”. Después ponen a su servicio las riquezas que tienen y los valiosos tesoros que
poseen. Este niño puede contar con ellos, pues lo reconocen como su Rey y Señor.
l En su aparente ingenuidad, este relato nos plantea preguntas
decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros? ¿Cómo se
llama el “dios” que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos
decimos cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén?
¿Ponemos a sus pies nuestras riquezas y nuestro bienestar?
¿Estamos dispuestos a escuchar su llamada para entrar en el
reino de Dios y su justicia? En nuestras vidas siempre hay alguna
estrella que nos puede guiar hacia Belén.