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Ética y contrato social
En el marco de un humanismo ideal
Jaime Cardona Orozco
Licenciado en Filosofía y Letras Universidad Santo Tomás
Magister en Filosofía Latinoamericana Universidad Santo Tomás
Maestro en Música con énfasis en Oboe Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Especialista en Dirección Coral y Música de Cámara Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Docente de la Fundación Universitaria Los Libertadores
[email protected]
Ethics and Social Contract:
Recepción: 19 de Marzo de 2009
Aprobación: 24 de Noviembre de 2009
in the frame of ideal humanism
ABSTRACT
Resumen
The present document gathers a series of considerations about the concepts of education and culture, due to the
meaning of these elements in the whole education of individuals
and as a result, the contribution that individuals can do to the
organization of society. This text also tackles justice as a social
responsibility, contemporary sociological issues. It would not be
possible to reach a clear perspective about Ethics and social
contract in the frame of ideal humanism by disregarding these
factors in the countries’ progress and development.
KEY WORDS
Ethics, Social Contract, Education, Culture, Justice, Humanism.
Jaime Cardona Orozco
El presente trabajo, reúne una serie de consideraciones alrededor de los conceptos de educación y cultura, de
manera especial, dada la vital importancia que ellos tienen en
la formación integral del individuo y en consecuencia del aporte que éste, pueda hacer al ordenamiento de la sociedad. De
la misma manera, se trata lo concerniente a la justicia como
imperativo social, lo mismo que los temas sociológicos de actualidad, puesto que no se podría alcanzar una idea clara y
precisa acerca de la ética y el contrato social, dentro del marco
de un humanismo ideal, si no desarrollamos primero una visión
igualmente clara y precisa sobre factores tan determinantes en
la historia de los pueblos, en su progreso y desarrollo.
Palabras Clave
Ética, Contrato Social, Educación, Cultura, Justicia, Humanismo.
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Numerosas son las maravillas del mundo; pero,
de todas, la más sorprendente es el hombre.
(…) El se adiestró en el arte de la palabra y en el
pensamiento, sutil como el viento, que dio vida a las costumbres urbanas que rigen las ciudades…
Sófocles. Antígona Coro 4
Una reflexión acerca de la ética y el contrato social, es
al mismo tiempo, una reflexión sobre el hombre y su grandeza
originaria, como también sobre su naturaleza contradictoria,
compleja y ambivalente. De ahí, que su historia esté cargada
de antinomias en donde su mente inquisitiva, su capacidad
creadora, su facultad de comunicarse, la riqueza simbólica de
su lenguaje y sus manos laboriosas, entre muchas otras consideraciones, se enfrentan permanentemente a la guerra y sus
consecuencias de violencia, odio y destrucción. De ahí también, que haga uso y con la mayor frecuencia, de las llamadas
ciencias del espíritu entre las cuales se encuentran la sociología, la psicología, la antropología, el derecho y la religión y
decida servirse de ellas mediante el análisis serio y profundo
de sus contenidos, para alcanzar la coexistencia pacífica, desarrollando para ello, una serie de normas y acuerdos mutuos
que le permitan el logro de la mayor armonía social posible,
fortaleciendo los conceptos de justicia y equidad, de libertad
y de fraternidad.
De acuerdo con estos planteamientos es necesario
igualmente, hacer una exploración alrededor de los
conceptos de educación y cultura y de las instituciones
comprometidas en la formación integral del individuo como
es el caso de la universidad. Ella, está obligada como bien
sabemos, a propiciar el cultivo de las mas nobles y máximas
expresiones del acontecer humano, es decir, sus virtudes
y reorientar de la misma manera esa extraordinaria red de
significaciones, de haberes y sabiduría, todo lo cual conforma
el ámbito general de esa cultura o hábitat, lo que constituye
de la misma manera, la justificación plena de su existencia.
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Debe cumplirse este propósito, desde el núcleo familiar, su
vida laboral - profesional y su compromiso con la sociedad.
Por alguna razón, Marco Tulio Cicerón el gran orador romano,
dijo en su momento: “cultura animi philosophia est”. Es
decir, el cultivo del alma es la filosofía que lleva al hombre a
conseguir su humánitas y alcanzar la más alta cima dentro del
orden de lo humano.
Definición y
consideraciones pertinentes
La ética es la ciencia de los principios generales, objetivos del comportamiento humano. La etimología de esta palabra se halla en el griego ETHOS, lo que quiere decir costumbre,
modo de ser, carácter, segunda naturaleza. El término correspondiente en latín, es mos-moris, costumbre, o el plural mores,
costumbres, en el sentido de reglas adquiridas por hábitos.
Conviene tratar igualmente, los conceptos de Moral
y Moralidad; el primero, se refiere al conjunto de principios,
normas, imperativos o ideas morales de una época o de una
determinada sociedad; el segundo, tiene que ver con el conjunto de relaciones afectivas o actos concretos que cobran
un significado para el individuo; se dan aquí, la interpretación,
la subjetividad.
Se habla también, de ética o filosofía moral; en este
caso, como la reflexión crítica o ciencia que estudia el comportamiento humano moral; nos dice sobre lo bueno o malo
en la conducta del hombre.
Estas consideraciones obligan asimismo, a establecer una diferenciación de la ética en dos aspectos; es decir:
éticas formales y éticas materiales. Las primeras tienen como
característica, hacer énfasis en el fin último, la felicidad, hecho
que se propone la persona con el fin de exaltar su interioridad;
alcanzar el bien honesto, la satisfacción íntima, espiritual. Las
éticas materiales por el contrario, se caracterizan por estudiar
lo que es bueno o malo, desde el punto de vista de la satisfacción que ello pueda ofrecernos o más concretamente, lo
conveniente dentro de las exigencias del ser o de la realidad
con independencia de la persona que obra. De esta manera,
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se aspira al logro del bien útil y también, del bien deleitable.
En ambos casos se hace necesaria la madurez y el equilibrio
emocional para evitar extralimitaciones.
Éticas Formales
Las concepciones de la ética de acuerdo con lo enunciado, en los párrafos anteriores, podrían darnos como ejemplos de éticas formales, entre otras, las siguientes:
El Estoicismo, siglo II antes de Cristo. Consistente en
el cumplimiento de la ley que le dicta la razón al hombre. Se
trata de una aceptación total, resignada y conformista de la
vida y las circunstancias de cada hombre, para alcanzar el fin,
la felicidad, tal como lo pregonaron Séneca y Marco Aurelio.
Impasibilidad, imperturbabilidad ante la fuerza del destino.
El Existencialismo, doctrina filosófica correspondiente
a la mitad del siglo XX; centra su reflexión en la existencia
como un intento por comprenderla; fue anunciada por el filósofo y teólogo danés Soren Kierkegaard, llamado el poeta de
la soledad heroica. Como se verá más tarde en los planteamientos posteriores de Martin Heidegger, Jean Paul Sartre,
Albert Camus, entre otros, consiste en la aceptación de un
mundo, de una realidad ajena a la nuestra; pero una aceptación rabiosa, no resignada ni imperturbada; es una situación
de angustia, monstruosa, nauseabunda, en donde la libertad
no nos sirve para hacer lo que se quiere, y menos aún, para
ser lo que se quiere ser.
Emmanuel Kant y la Ética del deber. Es la ética del imperativo categórico de la conciencia. El culto a la ley en donde
la rectitud se reduce a observarla, tal como lo hiciera el pueblo
romano: “dura es la ley, pero es la ley”. Hay que renunciar al
propio interés y actuar según las exigencias del deber que es
lo que está mandado. Sin embargo, ello exige una reflexión
crítica, hecho éste, que le imprime un carácter de autonomía
al obrar de la persona.
Ética Analítica. Constituye en este caso, una sobrevaloración científica de los fenómenos del psiquismo, tales
como: sentimientos, emociones, sensibilidad y pasiones,
además de intuiciones y actos volitivos. Se convierten ellos
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en principios para la conducta ajena, después de un amplio
proceso de clasificación, de determinación, y estructuración;
para que no se desvirtúe el verdadero sentido ético, reclaman
una maduración, un ejercicio de reflexión crítica, un equilibrio
de nuestras emociones.
Éticas Materiales
Diferente a la búsqueda del bien en si mismo, la felicidad, y la exaltación de la interioridad, característica de las
éticas formales, que encarnan los valores espirituales, en las
éticas materiales existe otra actitud; la que va dirigida a un logro y satisfacción inmediata, puesto que se apoyan en el fundamento real de quien realiza la acción, calificándola en lo útil
y conveniente; exige atención porque puede confundirse con
aquello que dice: el fin justifica los medios; como ejemplos:
Hedonismo. Consistente en el placer sensual como
sumo bien. El placer por el placer.Exige máximo cuidado, aplicación de la razón para no perderse en extremos viciosos.Existen dos escuelas, la primera fundada por Aristipo de Cirene
siglo IV antes de Cristo para la cual solo el placer sensual es
el único goce. La otra escuela fundada por Epicuro entre los
siglos III y IV antes de Cristo, es mas amplia en cuanto al placer
se refiere y también en cuanto al dolor; tiene aquí, la inteligencia
una señalada intervención para evitar desbordamientos.
Utilitarismo. Doctrina del siglo XVIII, la cual funda el
bien y la felicidad en lo útil, individual o socialmente considerado. Se presenta en tres corrientes: individualista, social
y pragmático. Tiene el peligro de convertir al hombre en un
medio para alcanzar el fin y no el hombre como el fin en si mismo, tal como lo manda el humanismo. Sus representantes en
orden: Jeremías Bentham, John Stuart Mill y William James.
Sicologismo. Con Augusto Comte. E Durkheim. La
sociedad, determina aquí, el modo de ser individual y en tal
sentido todo cambio en ella ocasionará cambios en el individuo. Se trata de una relación de dependencia, no propiamente de alienación, sino de solidaridad.
Marxismo. Proclama una ética inspirada en la tendencia sociologista, teniendo en cuenta de manera especial al elemento evolutivo o de cambio histórico, desde el punto de vista
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material, reconociendo solamente leyes económicas y pugnas
entre las clases sociales, en donde la pérdida de la dignidad
humana está asociada a la insatisfacción de las necesidades
vitales. Ni libertad, ni intencionalidad; sólo conciencia revolucionaria dentro de una valoración económica, en donde se rechaza de plano la explotación del hombre por el hombre.
En definitiva la ética de los valores con Max Scheler
y Nicolai Hartmann, define su concepción como la defensa
del hombre y su extraordinario valor; se diferencian en ella los
valores profesionales de los espirituales, siendo estos últimos
los que hacen verdaderamente bueno al hombre.
Por tanto, para poder lograr una visión objetiva y
aproximarnos a la universalidad propia de la ética, es necesario adelantar una seria reflexión acerca de la personalidad,
como sujeto moral, ya que ésta puede estar amenazada
por muchas deficiencias metodológicas y de raciocinio provenientes de fallas de índole socio - cultural y de modelos
pedagógicos obsoletos entre muchas otras causas. Conviene igualmente, enunciar al menos, que existe una diferencia
entre la ética y la psicología, la sociología, la antropología, el
derecho y la religión entre otras, para evitar las confusiones
que puedan presentarse como consecuencia del auge que las
ciencias positivas del comportamiento, han adquirido en los
últimos tiempos.
Educación y Cultura
Por lo anteriormente explicitado, estimo conveniente, hacer unas breves consideraciones sobre la educación y
la cultura como aspectos de trascendental importancia en la
formación integral del individuo, lo que a la postre determina
su estructura ética. Digamos entonces que la historia de la humanidad, responde a múltiples y muy variados interrogantes,
comenzando por aquellos que a diario nos hacemos sobre
nosotros mismos, es decir, ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos? ¿En qué mundo nos encontramos? ¿Cuál es nuestra relación con el entorno tanto en la inmediatez, como en el ámbito más amplio de la universalidad?
Sin lugar a dudas, las respuestas a todos ellos se encuentran
en las propias realizaciones del individuo, representadas en
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la ciencia, en el pensamiento, en las expresiones artísticas y
en la tecnología, entre muchas otras manifestaciones, todo lo
cual se halla necesariamente ligado a los conceptos de educación y cultura.
Como se verá a lo largo de este escrito, la educación
encierra un amplísimo y complejo contenido de trascendental
significación en la vida de los individuos y de las sociedades,
hasta el punto de considerársele como un imperativo que
justifica la existencia misma, no obstante estar enmarcada
dentro de una sencilla definición como que ella consiste en
el conjunto de métodos y técnicas desarrollado, para impartir,
con unos fines determinados, conocimientos intelectuales a
personas; de ahí que se trate de un concepto indispensable
y arraigado profundamente, no solo en las sociedades, aquellas que llamamos civilizadas sino también, en las sociedades
primitivas o primarias; por la misma razón, la educación responde a diversas interpretaciones y concepciones; al parecer
esto es lo que ha ocurrido a lo largo de la historia como una
constante inquietud.
En los pueblos orientales por ejemplo y desde la más
remota antigüedad se la ha considerado como instrumento
esencial en el ordenamiento de la sociedad, mediante la formación del individuo dentro del marco de una espiritualidad
con fundamento en la moral y en la religión; en tal sentido,
desde Lao – Tse y Confucio se dice que la vida nos convoca a
satisfacer la necesidad de alcanzar la perfección; es así como
cualquier momento de nuestra existencia debe tener como
único objetivo la búsqueda de esa perfección; cada quien
debe tratar de hallarla dentro de su ambiente y dentro de su
trabajo, para lo cual debe igualmente, conocer o establecer
previamente el fin hacia el que debemos dirigir nuestras acciones; según esa filosofía o principio de vida, es necesario
pues, descubrir nuestro destino para poder tener asimismo la
firme determinación de dirigirnos hacia él; después de varios
milenios se habla hoy, acerca de la necesidad de alcanzar la
humànitas y desprendernos así, de nuestra naturaleza primaria; entendiendo este proceso en el mejor de los sentidos,
es decir, como el logro de una altura intelectual importante,
una madurez ética y moral y un especial refinamiento de la
sensibilidad, todo ello como una aspiración subyacente en el
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hombre y madurada poco a poco desde el momento mismo
en que comenzaran a darse estos principios conducentes a
la formación integral del hombre en la Grecia Clásica y en la
Roma de Cicerón y de Varrón.
La cultura por su parte como hecho igualmente necesario en la vida de los individuos y de los pueblos, comprende
todo lo que hace referencia al hombre: sus haberes y saberes,
su comportamiento, ideas, creencias y prácticas, de tal manera
que se halla ligada al concepto mismo de la educación; desde
su significado más antiguo se la entiende como la formación
del hombre, su mejoramiento y perfección; de la misma manera, se la concibe también como el producto de esa formación
lo que da como resultado el conjunto de modos de vivir y de
pensar cultivados, civilizados, pulimentados; por algo se dice
que ella encarna una potente dimensión popular y tradicional;
tanto que constituye la expresión misma de todo pueblo, como
testimonio de una enorme red de significaciones que alimentan
la vida cotidiana, su entorno y su historia. Por lo visto, educación y cultura, constituyen una relación necesaria y recíproca.
Para reafirmar lo dicho hasta aquí, consideremos lo que nos
dice Werner Jaeger en su libro Paideia:
Todo pueblo que alcanza un cierto grado de desarrollo
se halla naturalmente inclinado a practicar la educación.
Y agrega. “La educación es el principio mediante el
cual la comunidad humana conserva y transmite su
peculiaridad física y espiritual (1997, p. 3).
Estas consideraciones nos permiten entender la razón por la cual en las distintas culturas y épocas del desarrollo
de la humanidad, se ha tenido una concepción sobre el hombre y la educación, lo que encarna a su vez los interrogantes:
¿a quién?, ¿para qué?, ¿cuándo? Y ¿cómo educar? En tal
sentido, la función de la escuela, del maestro y el papel del
estudiante han tenido igualmente múltiples interpretaciones
y variaciones; de esta manera, cada Estado, sociedad, institución y maestro van construyendo un currículo conformado
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por aspectos tan importantes como: fines, propósitos, contenidos, secuencias, métodos, recursos, evaluación, manejo
del tiempo y espacios, organización, gobierno y en general
todo aquello que tiene que ver con la vida escolar y la formación integral del individuo.
Se dice por tanto, que el currículo es la acción preparatoria del acto educativo, en donde se hace énfasis en
el por qué, el cómo y el para qué de la educación y no se
limita solamente a la mera organización de conocimientos.
Es así como el currículo se desarrolla en varios momentos:
uno, en el de la propuesta educativa, otro en la elaboración
de planes y programas y finalmente, el que corresponde a la
preparación de la acción de la enseñanza, el cual comprende
varias actividades e interacciones encaminadas al logro de
una formación integral.
mo, participar en el ordenamiento de la sociedad, gracias al
desarrollo de una capacidad para la formulación de las leyes
fundamentales que propicien de la misma manera un orden
político determinado. Es tanto como hablar de su contribución al fortalecimiento ideal del Contrato Social, teniendo en
cuenta que se trata de un individuo que ha alcanzado calidades humanas sobresalientes aplicables en lo personal, en lo
profesional y en su relación con la sociedad.
Finalmente y, teniendo en cuenta todo lo referido
hasta aquí, resulta muy importante una aproximación a los
postulados que sobre educación han formulado entre otros,
Jacques Delors en el informe que rindiera a la UNESCO la
Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI
presidida por el mismo Delors en el cual habla en el capítulo IV
de su trabajo la Educación Encierra un Tesoro, acerca de los
cuatro pilares de la educación, en la forma siguiente:
El sujeto moral
En síntesis, la aspiración subyacente a lo largo de la
historia de la humanidad es la de lograr a cabalidad esa triada
constitutiva de la espiritualidad humana, ya mencionada; es
decir: altura intelectual, madurez ética y moral y refinada sensibilidad hacia la naturaleza, hacia las expresiones artísticas y
hacia el hombre mismo, todo lo cual hace parte también de
esa aspiración generalizada entre los diferentes actores universitarios y sociales de crear nuevos paradigmas y modelos
para enseñar, aprender, investigar, producir conocimiento y
difundir la cultura. Se encuentran aquí, indudablemente, los
constitutivos del sujeto moral, cuyo antecedente más significativo se sitúa en el conócete a ti mismo, aquel principio
délfico que Sócrates hiciera suyo, y que tanta importancia alcanzara en la Paideia Griega.
En la actualidad, el sujeto moral se concibe como
el individuo libre y autónomo, consciente en plenitud de sus
derechos y obligaciones, categorías que le permiten asimis-
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La educación deberá transmitir, masiva y eficazmente,
un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos
y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización
cognitiva, porque son las bases de las competencias
del futuro. Simultáneamente, deberá hallar y definir
orientaciones que permitan no dejarse sumergir por las
corrientes de informaciones más o menos efímeras que
invaden los espacios públicos y privados y conservar
el rumbo en proyectos de desarrollo individuales
y colectivos. En cierto sentido, la educación se ve
obligada a proporcionar las cartas náuticas de un
mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo
tiempo, la brújula para poder navegar por el
(Delors, 2000, p.105).
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Continúa en su exposición afirmando:
Para cumplir con el conjunto de las misiones que le
son propias, la educación debe estructurarse en torno a
cuatro aprendizajes fundamentales, que en el transcurso
de la vida serán para cada persona, en cierto sentido,
los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es
decir, adquirir los instrumentos de la comprensión;
aprender a hacer para influir sobre el propio entorno;
aprender a vivir juntos, para propiciar y cooperar
con los demás en todas las actividades humanas;
por último, aprender a ser, un proceso fundamental
que recoge los elementos de los tres anteriores. Por
supuesto, estas cuatro vías del saber convergen en una
sola, ya que hay en ellas múltiples puntos de contacto,
coincidencia e intercambio
(Delors, 2000, pp. 105-106).
De la misma manera, conviene en este propósito, conocer acerca de los siete saberes necesarios para la educación del futuro, propuestos por Edgar Morín en un trabajo elaborado igualmente para la UNESCO y definidos cada uno de
ellos así: Capítulo I: Las cegueras del conocimiento: El error y
la ilusión. Capitulo II: Los principios de un conocimiento pertinente. Capítulo III: Enseñar la condición humana. Capítulo IV:
Enseñar la identidad terrenal. Capítulo V: Afrontar las incertidumbres. Capítulo VI: Enseñar la comprensión. Capítulo VII:
La ética del género humano. De los siete saberes mencionados se quiere enfatizar en el capítulo VI que trata de enseñar
la comprensión, lo que a mi juicio merece resaltarse de una
manera especial, puesto que constituye la mayor aproximación a ese principio fundamental del humanismo, cual es la
preocupación por el hombre en su totalidad, condición necesaria para el logro de la paz y la unidad entre los seres humanos tal como él mismo lo señala, cuando afirma:
Jaime Cardona Orozco
La comprensión es al mismo tiempo medio y fin de la
comunicación humana. Ahora bien, la educación para
la comprensión está ausente de nuestras enseñanzas.
El planeta necesita comprensiones mutuas en todos
los sentidos. Teniendo en cuenta la importancia de la
educación para la comprensión en todos los niveles
educativos y en todas las edades, el desarrollo de la
comprensión necesita una reforma de las mentalidades.
Tal debe ser la tarea para la educación del futuro…
La comprensión mutua entre humanos, tanto cercanos
como extraños, es desde ahora vital para que las
relaciones humanas salgan de su estado bárbaro de
incomprensión… De allí la necesidad de estudiar la
incomprensión desde sus raíces, sus modalidades y sus
efectos. Este estudio sería tanto más importante cuanto
que se centraría, no sólo en los síntomas sino en las
causas de los racismos, las xenofobias y los desprecios.
Constituiría al mismo tiempo una de las bases más
seguras para la educación para la paz, a la cual estamos
ligados por fundamento y vocación (2000, p. 13).
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La universidad, frente a la ética,
la educación y la cultura
Se ha establecido como un principio inequívoco, que
la Universidad está llamada a cumplir una función social, de
trascendental importancia. Nada nuevo, entre nosotros, si se
tiene en cuenta que desde la legislación Santanderista, sobre
la educación, se habla acerca de la exigencia que reclama la
presencia de la Universidad en el contexto de la sociedad.
Primero, a través del libro, considerado por el mismo prócer
como el instrumento de comunicación por excelencia y por
lo tanto de vital influencia en la relación Universidad – Sociedad. De ahí, la necesidad que se tiene hoy, de dotarla de un
departamento de publicaciones que responda ampliamente a
los avances de la ciencia, de la tecnología, de las expresiones
artísticas y del humanismo. En general, de todas las exigencias de la cultura actual.
Segundo, la dotación de unos recursos económicos,
de tal manera fortalecidos, que le permitan adelantar sin afanes sus múltiples actividades y dentro de un ámbito, lo más
amplio posible.
No puede faltar, una consideración de caracteres mayúsculos, como es la que tiene que ver con la administración,
la cual reclama una verdadera unidad y cohesión entre todos y
cada uno de los procesos que la caracterizan, entre ellos uno
de los más importantes, el que hace referencia a la revisión
permanente para garantizar la buena marcha institucional.
Se ha establecido también, con insistencia, que la
Universidad se fundamenta en cuatro pilares: docencia, investigación, proyección social e imagen institucional, e internacionalización, los cuales, debidamente articulados, constituyen su esencia, su razón de ser; en fin, definen su naturaleza académica.
En lo que a la internacionalización se refiere, conviene
señalar que es necesario acabar con la incertidumbre sobre el
futuro de la educación y ofrecer una respuesta importante a
las preguntas e inquietudes acerca de su pertinencia y calidad
para responder cabalmente a las demandas del siglo que ha
comenzado. Todo ello encarna también, la apropiación de ins-
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trumentos, calidades y toda clase de recursos que permitan la
internacionalización de la universidad, de manera consciente
y como un logro y propósito preestablecido. Bien vale la pena
señalar en este sentido, que la institución universitaria, debe
estar atenta a la ocurrencia de los acontecimientos generados
en el ámbito de la postmodernidad y su marco dentro del
estilo neoliberal, lo que conduce necesariamente al peligro de
caer en las redes del colonialismo cultural.
Esto exige por lo tanto, un cuestionamiento del currículo universitario, es decir, del qué, del cómo y del por qué
del proceso educativo y de la manera de administrar las instituciones. Lo anterior no puede lograrse si no se entiende a
cabalidad, el contenido de un verdadero compromiso institucional; es decir, si no se tiene una visión amplia y depurada
sobre la excelencia de la formación que debemos ofrecerle a
nuestros jóvenes. Veamos, lo que nos dice Jocelyne Gacel
Ávila, en este sentido:
El nivel máximo de eficiencia se alcanza en una
organización cuando los individuos interiorizan los
objetivos institucionales, ésta interiorización depende
de los objetivos institucionales mismos y su relación
con sus valores y necesidades intrínsecas del individuo,
así como de su participación activa en la toma de
decisiones. Por ello, se sugiere que para tener una
política de internacionalización exitosa, se considere
la participación de todos los actores universitarios.
Tal objetivo se logra por medio de campañas de
sensibilización acerca de los beneficios y la necesidad
de la internacionalización y mediante sistemas de
incentivos, reconocimientos y recompensas para el
personal académico, administrativo que participe en la
organización de programas internacionales
(2003, pp. 47-48).
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Siendo la internacionalización el más alto logro que
pueda alcanzar una institución de educación superior; puesto
que ello implica asimismo haber superado altísimos niveles de
calidad, en todos y cada uno de los pilares que la fundamentan,
dicha circunstancia le permite igualmente, una mayor y más eficaz participación en los procesos de desarrollo y progreso de
nuestro pueblo, ofreciéndole de esta manera, al individuo y a la
sociedad en general, la satisfacción de uno de sus valores más
preciados, cual es el de la educación y la cultura refinadas.
Las anteriores consideraciones, nos ponen nuevamente frente a la reflexión sobre los valores que interrelacionan a
los individuos, los cuales se constituyen en hechos sociales
de gran importancia y por supuesto, susceptibles de estudio y
análisis científico. Hacen parte, necesariamente, de ese marco
general de la cultura. Bien se sabe que en la sociedad, los seres humanos se hallan en una mutua interrelación y dependencia, para lo cual se hace igualmente indispensable un auténtico
proceso de comunicación. Es por eso que el papel social se
define como el mecanismo mediante el cual, las personas llevan adelante su comportamiento mutuo y así se enfrentan y se
relacionan los papeles de diferentes personas. Para ilustrar lo
anterior veamos lo que nos dice George M. Foster:
Una sociedad concreta es una cosa en marcha –
funciona y se perpetúa a sí misma – porque sus
miembros, aunque no se lo propongan, están de
acuerdo en cuanto a las normas básicas para vivir
juntos. La palabra “cultura” es el resumen o síntesis
de estas reglas que orientan la forma de vida de los
miembros de un grupo social. Más específicamente,
la cultura pudiera describirse como la forma común
y aprendida de la vida que comparten los miembros
de una sociedad, y que consta de la totalidad de los
instrumentos, técnicas, instituciones sociales, actitudes,
creencias, motivaciones y sistemas de valores que
conoce el grupo. O, expresándolo de otra manera,
Jaime Cardona Orozco
sociedad quiere decir pueblo y cultura significa el
comportamiento de dicho pueblo (1964, p. 21).
En el caso que nos ocupa, la educación y el refinamiento de la cultura, representan un extraordinario valor para
el individuo y la sociedad y se les confiere el rango de utilidad
altamente deseable y de logro admirable. Tanto, que se convierten en una necesidad, cuya plena satisfacción contribuye
notoriamente al proceso de auto realización de la persona humana; es decir, en un deber ser.
Los valores, dicen los sociólogos, son los criterios
que dan sentido y significación a la cultura y a la sociedad
en general. Por la misma razón, se habla de la inmensa red
de significaciones que justifican la vida misma de todo individuo. En este sentido, los objetivos generales, específicos y de
cualquiera otra índole, como también los logros substanciales
en todo proyecto educativo y de manera mas concreta, el
fruto en la relación necesaria entre las diferentes instituciones
de educación y la sociedad, adquieren la categoría de valor y
por lo tanto, reclaman una realización total.
En virtud de lo anteriormente expresado, estimo conveniente señalar de nuevo, que desde el siglo XIX se vienen fortaleciendo y madurando, en nuestro medio y en América Latina,
las ideas de educación y de cultura, con base en la influencia
de la Ilustración europea del siglo XVIII. Hecho, éste, que nos
viene orientando, asimismo, hacia un cambio de mentalidad
que fortalezca la idea de autonomía e independencia intelectual. Es tanto como alcanzar el logro de una identidad cultural;
de una mayoría de edad, como lo expresara Kant. Durante el
siglo XX y lo que va corrido del siglo XXI, el objetivo primordial está dirigido al progreso y desarrollo de los pueblos, con
base en el apoyo sustancial de los conceptos de modernidad,
democracia y el cambio social. Al respecto, es bueno aclarar,
que el progreso, el desarrollo y el bienestar de estos, se hallan
inmersos dentro de ese andamiaje supremo de la cultura. No
puede ni debe existir abstracción de ninguna naturaleza, puesto que la cultura total, se considera como un valor inalienable.
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La convivencia y su fundamentación
Recuérdense los siguientes aspectos: la lucha contra
la ignorancia y como resultado de ésta, el logro de un mayor
desarrollo humano posible. Asimismo, la unidad, la cohesión
social, lo cual se traduce en el fomento de la más sana convivencia. De la misma manera, el respeto hacia las diferentes
etnias y grupos. Como consecuencia de lo anterior, eliminar la
marginalización y la exclusión, propiciando de paso el respeto
a la diferencia, reforzando finalmente, la autoestima en todos y
cada uno de los miembros de la sociedad. Se sintetiza ello, en
la igualdad de oportunidades y el justo tratamiento que subyace en la aspiración de todo miembro de una comunidad.
La falta de atención de parte de la Universidad y de los
organismos comprometidos en la formación, en el desarrollo y
progreso del individuo y de la sociedad; como también, la falta
de voluntad política para remediar los males y vicios que nos
aquejan, han dado lugar a una verdadera problemática la cual se
agudiza día tras día rompiendo la cohesión y en general, los procesos conjuntivos necesarios para la armonía de la sociedad.
En consecuencia, la cooperación, aquella forma de
proceso social en la que dos o más personas o grupos, actúan conjuntamente en la prosecución de un objetivo común,
se ha visto disminuida notoriamente. Asimismo, la acomodación, como arreglo o concesión, como fórmula conciliatoria,
se hace hoy de difícil aplicación. De igual manera, la asimilación, proceso dentro del cual tiene tanta importancia el cruce
de culturas, como es el caso de la convivencia de las diferentes agrupaciones de todo orden, ha adquirido un matiz
dramático, caótico.
Como hecho contrario, se han impuesto los procesos disyuntivos conocidos, el primero de ellos, como conflicto
en donde dos o más personas o grupos, tratan de excluirse
mutuamente, bien sea aniquilando una parte a la otra, o bien,
reduciéndola a la inacción. Valgan los ejemplos: grupos armados fuera de la ley, pandillas juveniles, delincuencia común y
otros. La obstrucción, menos dramática que el conflicto, pero
que puede causar mucho daño, puesto que cada persona o
grupo se propone obstaculizar el logro de las aspiraciones de
sus contrarios, generando actitudes sumamente negativas ta-
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les como la envidia, la intriga, la desconfianza y el resentimiento, vicios que corroen los vínculos del civismo y de la amistad;
generan ellos, igualmente, comportamientos de aprehensión,
hostilidad y toda clase de conductas contrarias al buen obrar
del individuo y de los grupos. Finalmente la competición, proceso calificado como disyuntivo, podría, sin embargo, convertirse en conjuntivo si pudiésemos actuar siempre dentro
del marco de la elegancia y la hidalguía. Lamentablemente, se
convierte ella, por lo general, en una práctica desleal y perniciosa. No podemos permitir entonces la simple día - vivencia;
es decir, el vivir el uno al lado del otro, sin ninguna relación de
afectividad, de compromiso y de solidaridad, aspectos estos
definitorios de la convivencia.
La justicia: un imperativo social
Se desprende de lo anteriormente expresado, que las
aspiraciones de reivindicación, de redención del individuo y
de los grupos, no serán posibles si no desarrollamos los seres
humanos la capacidad y sentido de la justicia y, de la misma
manera, la capacidad y sentido del bien, aspectos tan señalados dentro del espíritu y filosofía del contrato social. Es una
necesidad apremiante institucionalizar dichos principios dentro de un bien logrado concepto de humanismo. El, debe conducirnos a una sabiduría social, que propicie los mecanismos
a través de los cuales se puedan superar las dificultades que
surgen en el seno de la sociedad, grupos y conglomerados.
Entendiendo, asimismo, que es absolutamente necesario
crear y aceptar principios claros y sencillos en bien de la comunidad. Hacer que se ejerciten día tras día estas virtudes, es
a mi modo de ver un imperativo dentro de las políticas de socialización a que está llamada la Universidad, como también
todos y cada uno de los individuos en calidad de miembros de
una sociedad. Se evidencia así, su enorme contribución en el
fortalecimiento ideal del Contrato Social.
Para tener una idea lo más clara posible acerca de ese
inconmensurable concepto de la justicia, veamos las consideraciones que en tal sentido nos presenta el filósofo norteamericano, John Rawls, a través de las cuales podemos igualmente,
alcanzar una visión sobre el humanismo. Afirma él:
Jaime Cardona Orozco
Ética y contrato social. En el marco de un humanismo ideal (p. 93 - 108)
La justicia es la primera virtud de las instituciones
sociales, como la verdad lo es de los sistemas de
pensamiento… una teoría, por muy atractiva, elocuente
y concisa que sea, tiene que ser rechazada o revisada
si no es verdadera; de igual modo, no importa que las
leyes e instituciones estén ordenadas y sean eficientes: si
son injustas, han de ser reformadas o abolidas
(1997, p. 27).
Con el ánimo de clarificar su concepto acerca de la
justicia, dice en otro de sus apartes: “cada persona posee una
inviolabilidad fundada en la justicia que ni siquiera el bienestar de la sociedad en conjunto, puede atropellar” (1997, p.17).
Continuando en sus reflexiones, afirma de manera enfática: “lo
único que nos permite tolerar una teoría errónea es la falta de
una mejor; análogamente una injusticia sólo es tolerable, cuando es necesaria para evitar una injusticia aún mayor” (1997, pp.
17-18). Sin embargo, expresa lo que puede considerarse como
una aclaración pertinente cuando sostiene: “siendo las primeras virtudes de la actividad humana, la verdad y la justicia, no
pueden estar sujetas a transacciones” (1997, p.19).
Partiendo de la base de los múltiples y muy variados
intereses que aparecen en la sociedad y en los diversos grupos humanos, Rawls conceptúa:
Aquellos que sostienen diferentes concepciones
de la justicia, pueden entonces estar de acuerdo en
que las instituciones son justas, cuando no se hacen
distinciones arbitrarias entre las personas al asignarles
derechos y deberes básicos y cuando las reglas
determinan un equilibrio debido, entre pretensiones
competitivas a las ventajas de la vida social
(1997, p. 20).
Jaime Cardona Orozco
Por lo visto, el ámbito de la justicia es inconmensurable. Dada la naturaleza misma del hombre, la cual lo hace
un ser contradictorio, complejo y ambivalente, ésta, adquiere
esas características de complejidad. Por tal razón, Rawls insiste primero que todo, en lo que él considera el objeto primario de la justicia, es decir, la estructura básica de la sociedad
y afirma al respecto:
Para nosotros, el objeto primario de la justicia es la
estructura básica de la sociedad o, más exactamente,
el modo en que las grandes instituciones sociales
distribuyen los derechos y deberes fundamentales y
determinan la división de las ventajas provenientes de
la cooperación social (1997, p. 20).
Recordemos que las grandes instituciones sociales,
según él, son: La Constitución Política, la estructura económica de una nación y las disposiciones de orden social, la protección jurídica de la libertad de pensamiento y de conciencia;
la competencia mercantil, la propiedad privada de los medios
de producción y la constitución de la familia monógama. De
ahí, se desprenden los derechos y deberes los cuales influyen
sobre las perspectivas de vida del hombre y asimismo, sobre
su accionar como individuo y como ser social.
Las anteriores consideraciones de orden sociológico
y filosófico, nos sirven de marco fundamental a los planteamientos que sobre el papel de la universidad en la sociedad,
se hacen de estricto cumplimiento.
Si bien es cierto que la universidad tiene su propia
dinámica científica, académica y es autónoma para definir las
áreas de interés, también lo es que debe, igualmente, estudiar
en amplitud de manera práctica y con una orientación, por
supuesto, hacia la realidad que le circunda, todo su accionar.
Es decir, diseñar una actividad dirigida a la satisfacción de las
necesidades del entorno regional en los diferentes aspectos
de la tecnología, de la ciencia, de las expresiones artísticas,
del humanismo; en pocas palabras, de la cultura integral.
Ética y contrato social. En el marco de un humanismo ideal (p. 93 - 108)
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Una enseñanza básica, relacionada con lo anterior,
es el respeto a los derechos civiles, humanos y ambientales,
lo que implica el reconocimiento de valores universales. Esto
hace igualmente, el reconocimiento de la diferencia, y la necesidad de reflexionarla como un territorio de conflicto y de
desigualdades económicas, sociales y políticas, además, de
otros órdenes que tienen que ver con la satisfacción de los
anhelos propios de la autorrealización.
La universidad
como poder espiritual
La universidad es un poder espiritual. Debe por lo
tanto centrarse en las necesidades del hombre actual y proyectarse de la misma manera hacia un futuro, sin perder su
contacto con el momento que se vive. Explorar, escudriñar
hasta el fondo dicha realidad, y propender por la solución de
los problemas anteriormente esbozados, sin que esto quiera
decir, que pueda ella ofrecer una solución total; sin embargo,
de su accionar, pueden desprenderse fórmulas insospechadas, de gran utilidad para orientar a los gobiernos y dirigentes
hacia un alivio.
En mi consideración personal, los aspectos tecnológicos, artísticos y humanísticos son en principio, los más adecuados para lograr una importante penetración a través del
programa de Proyección Social e Imagen Institucional; claro
está, con una acción dinámica y coherente en los propósitos
que se pretenden lograr.
Por lo anterior, se insiste en que la educación superior universitaria al igual que la de otros sectores, constituyen
un proceso de formación permanente, personal y cultural, en
donde no puede faltar la concepción de la persona humana
como un todo integrado.
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Aspectos para tener en cuenta
Dentro de los propósitos generales que deben animar
la relación Universidad- Sociedad, y de acuerdo con los planteamientos formulados hasta el momento, deben considerarse
los siguientes: democratizar y fortalecer la participación, lo que
implica un cambio en la cultura política. Restaurar el capital social, es decir, propender por las reivindicaciones de todo orden,
lo que da como resultado una importante dinámica en el organismo de la sociedad y, por ende, permite abrir los caminos
hacia la restauración del tejido cultural. De todo lo anterior, se
desprenden, asimismo, los siguientes beneficios: entendimiento en la diversidad, el diálogo respetuoso, el intercambio equitativo y la cultura de paz. De la misma manera, buscar el empoderamiento de la sociedad civil a través del reconocimiento y la
revitalización de los fundamentos culturales que la articulan.
Ante la magnitud de estos planteamientos, se hace
indispensable, adelantar un trabajo concertado con diferentes
organismos culturales, autoridades civiles eclesiásticas, militares y de policía, en la medida en que sea necesario, tratando
de consensuar entre todos y cada uno de sus representantes,
los alcances de un humanismo ampliamente concebido, con
fundamento en los principios de justicia, el marco fundamental dentro de la nueva visión del contrato social según Rawls.
Estas formulaciones nos obligan a volver sobre la teoría Rouwlsiana acerca de la justicia. En tal sentido, las ilustramos con el siguiente párrafo:
Las diversas concepciones de la justicia son el producto
de diferentes nociones de sociedad ante el trasfondo
de opiniones opuestas acerca de las necesidades y
oportunidades naturales de la vida humana. Para
entender plenamente una concepción de la justicia
tenemos que hacer explícita la cooperación social de
la cual se deriva. Sin embargo, al hacerlo, no debemos
perder de vista ni el papel especial de los principios de
justicia, ni el tema principal al que se aplican
(Rawls, 1997, p. 23).
Jaime Cardona Orozco
Ética y contrato social. En el marco de un humanismo ideal (p. 93 - 108)
Se hace evidente, la necesidad de articular de manera
sabia y decidida los conceptos de Cultura, Estado y Ciudadanía,
dentro del concepto de justicia anteriormente señalado. La cultura, debe ser definida necesariamente como un proceso civilizatorio y de influencia determinante en las políticas del Estado y
con la orientación hacia el bienestar pleno de la ciudadanía.
Se dijo en otra oportunidad que la falta de atención y
de propósito hacia el refinamiento de la Cultura y con la orientación al alivio de los males y vicios de la sociedad, pone en
riesgo la preservación de la paz social. De la misma manera,
se verá coartada la expansión y desarrollo, de lo que algunos
sociólogos llaman la inteligencia social y el bienestar humano.
Es muy importante enfatizar acerca de la cultura, y por tal
razón, me remito a la idea que sobre ella nos viene desde la
UNESCO, la cual nos hace entenderla como el conjunto de
normas y las formas de vivir juntos, es decir, las maneras en
que se organiza la convivencia entre las personas.
Sobre el particular, Humberto Maturana1 nos hace entender, que la inteligencia no es un atributo ni un valor de las
personas y, menos aún de las sociedades. Constituye ella,
según él, un modo singular de interacción entre organismos
en un contexto particular.
Siendo la cultura, un hecho inherente a la condición
humana, puesto que todo individuo, de alguna manera participa y contribuye a su perpetuamiento, se explica muy bien ella,
como la misma construcción de la comunidad y la acumulación de conocimientos y experiencias vitales. La cultura es el
marco de la identidad de los pueblos. Se origina, tal como se
ha dicho, en el encuentro del individuo con sus semejantes,
con lo circunstancial, con la naturaleza, en fin, con el conocimiento del mundo que le rodea; éste, se autoidentifica en
principio, con la comunidad a la cual pertenece. Diríase, que
se establece una mutua relación de influencia con resultados
de transformación de parte y parte. La participación individual
y colectiva en la sociedad, amplía las redes de comunicación
y de significación, todo lo cual se constituye a la vez, en la ya
referida inteligencia social, con poder y competencia. Reunidos los aspectos mencionados, conforman ellos, la condición
natural del ser humano como “el ser social por excelencia”.
Jaime Cardona Orozco
Es por ello que la cultura tiene que ser considerada
como variable del desarrollo humano y del bienestar social
en todos los órdenes, consideraciones éstas, que incitan a
exigir del Estado y de sus organismos especializados, como
es el caso de la Universidad, a asumirla como un derecho
inalienable. De la misma manera, como factor de desarrollo
y bienestar de la población, como identidad dialogante y diversa frente a las culturas de otras latitudes. Ella, tiene que
constituirse siempre en la fuerza de la democracia y de la
participación ciudadana.
De acuerdo con lo anterior, convendría reflexionar y
clarificar muy bien los conceptos de mayorías, de minorías, de
culturas dominantes, de subculturas, de localidades, de clases, de creencias, de disciplinas y de géneros, terminología
sociológica, de uso corriente en la actualidad, para definir todo
el contexto de la sociedad y, propender porque todas y cada
una de estas definiciones se enmarquen dentro del respeto y
demás argumentos sostenidos cuando se habló acerca de la
justicia como imperativo social. Analizarlos como fuentes e instrumentos de innovación cultural, social, política y económica.
1 MATURANA Humberto.
Desde la Biología a la
Psicología, Santiago de
Chile. Síntesis, 1993.
Teoría del contrato social
A partir de los siglos XVII y XVIII, se reconocen a Thomas Hobbes. John Locke. Juan Jacobo Rousseau y Emmanuel Kant, entre los más importantes teóricos del contrato
social, el cual podría definirse en términos generales como el
lenguaje de los derechos y libertad del individuo; de la misma
manera como un acuerdo racional o razonable, para dirimir
los intereses mutuos en la sociedad; se trata de un consentimiento para beneficio de todos mediante la aceptación libre
de compromisos, públicamente reconocida dicha aceptación
como tal acuerdo, en la forma como se ha esbozado a lo largo
de esta charla.
Para Hobbes por ejemplo, su concepción íntegra de
la vida ética y social, consiste en el instinto de conservación
personal. Todas las leyes morales y políticas, suponen para él,
un pacto voluntario entre los hombres, que tiene por objeto
hacer posible la vida social, antes de que ellos se destrocen
Ética y contrato social. En el marco de un humanismo ideal (p. 93 - 108)
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así mismos en el afán de dirimir sus intereses. De ahí su afirmación: el hombre, lobo para el hombre.
Para John Locke, la religión nos aporta el fundamento
de la ética y por su puesto la posibilidad de hallar la felicidad propia y ajena; según su apreciación, la ley básica de la
moral, es que debemos obrar con el otro como quisiéramos
que se obrase con nosotros. Profesa, una fe en la bondad
del hombre y sostiene que la sociedad existe primero, y que
el individuo nace en su seno. Aquella existe y se desarrolla a
lo largo de los siglos y a ella llega el hombre a beber de sus
continuos cambios. Afirma también que el estado natural de
la humanidad no es la guerra y que la humanidad ha buscado
un acuerdo posible.
Para Juan Jacobo Rousseau, en síntesis, la finalidad
del contrato social es la seguridad y conservación de los contrayentes. De la misma manera que Locke, confía en la voluntad general para la asociación, puesto que el hombre es capaz de sentimientos, los cuales lo arrastran a amar al prójimo
y por lo tanto ponerse al lado de la libertad y del bien común
Emmanuel Kant por su parte, afirma que el estado
nace de un contrato, suceso histórico que limita la libertad del
individuo, en razón de la libertad igual, del otro.
El nuevo contrato social, aunque de profunda raigambre liberal y enmarcada en el ámbito de la filosofía moral
y política se sitúa según algunos teóricos, entre ellos María
José Agra Romero, especialista en filosofía y moral política
de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la
Universidad de Santiago de Compostela, en el espacio de
la normatividad. Se enfrenta así, afirma igualmente, a la otra
gran tradición liberal cual es el utilitarismo en donde el hombre
se convierte en un medio y deja de ser el fin en sí mismo. El
marco fundamental del nuevo contrato social, es la justicia
de acuerdo con la concepción de John Rawls, tal como se
dijo antes; no olvidemos que en ella se la considera como la
primera virtud de las instituciones sociales al lado de la verdad
dentro de los sistemas de pensamiento.
Recordemos la idea central de Rawls, en la que afirma
que una sociedad está correctamente ordenada y consiguientemente es justa cuando sus principales instituciones sociales, están estructuradas de tal forma que se consiga el mayor
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balance neto de satisfacción entre todos los individuos.
Recuérdese también, que para él, la persona es un
sujeto de derechos y las cuestiones de justicia surgen cuando
hay demandas en conflicto. El rasgo de la justicia como equidad es que trata a cada persona como un soberano igual;
toma la pluralidad de personas como fundamental, mientras
que el principio de utilidad desconoce estos aspectos.
El sentido de la justicia, es condición y parte necesaria de la dignidad de la persona, afirma. Es la dignidad de la
persona la que tiene valor y es anterior lógicamente y distinta
de su capacidad de disfrute, concluye.
Para ser justos, para tener el sentido de la justicia,
tenemos que desarrollar el reconocimiento del otro; mejorar la
capacidad de aceptar que las demás personas tienen intereses y sentimientos similares; eso implica tener una moralidad.
Es así como reafirma su idea de la justicia.
Expresa también, que el sentido de la justicia motiva
a los miembros de una sociedad a no seguir los dictados de
sus propios intereses. En este sentido, nos dice: aquel cuyos
principios morales coinciden siempre con sus intereses no
tiene moral alguna.
Para Rawls existe una diferencia entre contractualismo y utilitarismo, porque éste no da cuenta de que el aspecto
fundamental de la justicia es la equidad y ésta a su vez, tiene
que ver con un diseño verdaderamente eficaz de la sociedad
y de sus instituciones.
Se reafirma en su concepción, cuando enseña que la
sociedad es en consecuencia una empresa cooperativa caracterizada tanto por el conflicto como por la identidad de
intereses y en tal sentido ha de estar regulada por una concepción común de la justicia. No se cansa de afirmar que es
necesario tratar a las personas como fines en si mismas y no
como medios, interpretando a Kant, en este sentido.
Finalmente, no pueden olvidarse los tan señalados
dos principios de la concepción de la justicia como equidad
en Rawls, los cuales deben regular la estructura básica de la
sociedad para que ésta sea justa y bien ordenada, en donde
el primer principio, se refiere al igual derecho al más amplio
sistema de igualdades básicas compatible con un sistema
similar de libertades para todos; el segundo principio recha-
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Ética y contrato social. En el marco de un humanismo ideal (p. 93 - 108)
za las desigualdades sociales y económicas y proclama que
todo redunde en un mayor beneficio de los menos favorecidos compatible con el principio de ahorros justos y además
estén adscritos a cargos y posiciones accesibles a todos en
condiciones de equitativa igualdad de oportunidades.
Una consideración final y de suma importancia en
Rawls, es la que hace referencia a los bienes primarios de
la sociedad y que todo hombre desea: derechos, libertades,
poderes, oportunidades, ingresos y riquezas, auto respeto
y otros, necesarios para nuestra realización como personas
morales. Eso hace que se de el marco de la democracia y sus
pilares fundamentales, libertad, igualdad y fraternidad.
“Cada persona posee una inviolabilidad fundada en la
justicia, que incluso el bienestar de la sociedad como un todo,
no puede atropellar”.
Jaime Cardona Orozco
Insisto en esta consideración de Rawls, en este sentido, porque es algo que define a nuestro juicio, el verdadero
sentido del contrato social, mediante su obra capital, Teoría
de la Justicia.
En las consideraciones expresadas a lo largo de esta
charla, se han interrelacionado la mayoría de las instituciones
sociales con el ánimo de armonizarlas en procura de una cabal comprensión de la ética y establecer de la misma manera,
la responsabilidad que le corresponde a los diferentes actores
de la sociedad en el logro de este factor de tan señalada trascendencia, puesto que hace posible el Contrato Social, dentro de marco de un humanismo ideal, superando la idea inicial
contenida en los planteamientos de Thomas Hobbes, como la
fórmula posible para que los hombres no se destruyan entre
si, en el afán por dirimir sus intereses.
Ética y contrato social. En el marco de un humanismo ideal (p. 93 - 108)
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original publicado en 1971).
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