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Aborto y personas Margarita M. Valdés El problema de la justificación moral del aborto parece suponer la solución previa de otro problema filosófico complejo, a saber, el de determinar qué es una persona o, dicho de otra manera, el de encontrar las condiciones que algo tiene que satisfacer para ser una persona. En efecto, la respuesta que demos al problema de si es moralmente justo o no interrumpir intencionalmente un embarazo, depende en buena medida de la respuesta que demos a la pregunta de si el feto es o no una persona, con los plenos derechos que tiene toda persona, entre los que está el derecho a la vida. Lo anterior no quiere decir que lo único que importe para determinar si el aborto es un acto moral o inmoral sea el status metafísico del embrión o del feto, pero si su status fuera el de una persona, parece que tendríamos que aceptar que, por lo menos prima facie, el aborto no podría justificarse moralmente. 1. El argumento conservador […] Quienes consideran moralmente malo el acto por el cual una mujer interrumpe voluntariamente el embarazo, piensan que el aborto intencional es una especie de homicidio: el feto, suelen sostener, es un ser humano, una persona, desde el momento de la concepción; toda persona tiene derecho a la vida; por lo tanto, el aborto que supone atentar contra la vida del feto es un acto injusto, un homicidio moralmente reprobable. En el caso de aceptar una concepción dualista de la persona, sostendrán que “el alma” o “el espíritu”, en tanto que principio que hace propiamente persona al feto, le es infundido a éste desde el momento de la concepción. […] Si el conservador quiere defender mediante argumentos su posición y entablar con sus oponentes una discusión razonable, tiene que ofrecer razones convincentes para sostener que el óvulo fecundado (o tal vez implantado en el útero) es una persona, ya que no es evidente en sí mismo lo que afirma. Generalmente ofrece […] una razón de índole religiosa según la cual “el alma” es infundida en el óvulo por Dios en el momento de ser fecundado (o implantado) 2. El argumento liberal 1 […] Para los liberales, los derechos de la mujer a decidir sobre su propia vida y a disponer de su propio cuerpo (derechos que emanan de su autonomía) son una buena base para justificar moralmente su decisión de abortar en cualquier momento del embarazo. En general dan por sentado, a diferencia de sus contendientes, que ni el embrión, ni el feto ni, tal vez, el recién nacido son personas. Algunos consideran que esta premisa es evidente en sí misma y se limitan a enfatizar como señal de esta evidencia las diferencias notables que hay entre una persona hecha y derecha y un feto o un recién nacido, así como a destacar las diferentes actitudes psicológicas y morales que tenemos hacia una persona real y las que tenemos hacia un feto, por más desarrollado que éste se encuentre. Otros, en cambio, se proponen probar la verdad de su premisa apelando a nociones de persona que obviamente no se aplican a un embrión. Sea como fuere, una vez aceptada la idea de que el feto no es una persona, de manera natural se sigue la conclusión de que el aborto no es acto homicida y, en ese caso, que es (o puede ser) moralmente aceptable e incluso, a veces, recomendable. La discusión entre los conservadores y los liberales es, pues, una discusión en la que los contendientes parten de premisas aparentemente contradictorias; para los primeros resulta obvio que el óvulo fecundado es una persona; para los segundos es evidente que ningún feto antes de nacer es persona. Unos y otros están convencidos de la verdad de su tesis y no están dispuestos a cambiarla con base en datos científicos que les pudieran ser suministrados. Tanto los que aceptan el derecho al aborto siempre que los solicite una mujer embarazada como los que no lo aceptan en ningún caso, disponen en principio de la misma información científica, conocen los mismos hechos con respecto al desarrollo fetal y, sin embargo, a partir de esa misma información llegan a conclusiones aparentemente contrarias con respecto a si el feto es o no una persona y, por ende, con respecto a si el aborto voluntario es o no moralmente aceptable. […] En vista de que los descubrimientos más recientes de la embriología no parecen resolver por sí mismos la cuestión relativa al status del feto –pues efectivamente todos los participantes en la disputa tienen por principio acceso a los mismos datos científicos–, tal vez investigar el concepto de “persona” pueda ayudarnos a contestar de una manera razonable la pregunta acerca de si el feto es o no persona; esto es, si la investigación empírica no ha ayudado hasta ahora a resolver la disputa sobre el status del feto, tal vez convenga emprender una investigación conceptual. 2 3. La noción de persona […] La noción moral de persona señala lo verdaderamente esencial para que algo sea una persona; esto es, el que se le puedan adscribir predicados psicológicos, estados de conciencia, por simples que éstos sean. No reconoceríamos como persona a algo que no le pudiéramos atribuir ninguna propiedad mental. No podemos llamar “persona” a una piedra, ni a una lechuga, pero las cosas cambian cuando pensamos en entidades que son capaces de sentir, de sufrir o disfrutar algo, por sencillo que esto sea, no se diga ya en el caso en que sean capaces de tener deseos y creencias, llevar a cabo acciones intencionales y planear sus vidas […] Tiene una gran importancia moral el momento en que el feto comienza a tener propiedades psicológicas, el momento en que adquiere la capacidad de sentir dolor y placer, comodidad, desprotección y hambre, pues en ese momento que empieza a ser persona en el sentido moral de ese término. Nótese, además, que es en ese momento también cuando podemos empezar a dañarlo o a beneficiarlo, independientemente de que posteriormente ese feto llegue o no llegue a nacer. La noción moral de persona es una noción normativa: por tener propiedades psicológicas, las personas son entidades a las que valoramos y a las que no podemos tratar de cualquier manera; su propia naturaleza nos impone exigencias de comportarnos frente a ella de manera apropiada. Las personas morales merecen una consideración especial de nuestra parte por tener estados de conciencia […] Sólo podemos actuar bien o mal con respecto a entidades que son o han sido capaces de sentir dolor o placer, capaces de ver satisfechos o frustrados sus deseos, de ver cumplidos u obstaculizados sus planes de vida, de tener vidas realizadas o vidas fracasadas. 4. Una defensa de la posición moderada […] Si lo que he escrito es correcto, entonces, tenemos buenas razones para afirmar que antes (por lo menos) del tercer mes de gestación, cuando el sistema nervioso del feto aún no está suficientemente desarrollado y el feto no tiene una “forma” reconociblemente humana, el producto de la unión del óvulo y el espermatozoide carece de toda propiedad psicológica o mental, es decir, sólo tiene propiedades materiales como las plantas o los animales inferiores y, por lo tanto, no es una persona en el sentido moral de este término. Esta afirmación está basada en consideraciones objetivas que acabo de exponer, en razones que he explicitado con claridad y 3 que no presuponen ninguna creencia religiosa y ninguna idiosincrasia particular, sino que derivan de la naturaleza misma de la categoría de persona, es decir, de las intuiciones más generales que tenemos sobre lo que son las personas. […] Pero volvamos a los argumentos del conservador y del liberal y tratemos de diagnosticar los errores que los conducen a las conclusiones a las que llegan. El problema con el argumento conservador es que no parece haber razones objetivas derivadas de nuestra intuición compartida acerca de lo que son las personas para aceptar que un conjunto de células que no tienen, ni han tenido jamás, propiedades psicológicas sea una persona. Las únicas razones que puede aducir el conservador en defensa de su idea de que el embrión es una persona son […] de índole religiosa: Dios infunde un “alma” en el cigoto en el momento de la concepción […] Pero he sostenido que las condiciones que proceden de nuestra idiosincrasia particular o que son expresión de nuestra creencias religiosas, no son el tipo de razones adecuadas para ser invocadas en una discusión pública razonable. […] En cuanto al argumento liberal, el problema es similar en el sentido de que se aleja de uso ordinario del término “persona”, ya que no parece atender al hecho de que el feto en algún momento de su desarrollo comienza a tener algunas propiedades mentales o psicológicas y que esas propiedades nos obligan moralmente a tener consideraciones especiales hacia él cuando llevamos a cabo acciones que lo involucran. El hecho de que un feto pueda sentir dolor o ser privado de la satisfacción de sus necesidades naturales, indudablemente nos impone ciertas exigencias morales. Los derechos de la mujer a decidir sobre su futuro no son derechos absolutos, sino derechos que pueden quedar suspendidos en un determinado punto de la gestación al entrar en conflicto con los derechos de un feto suficientemente desarrollado. […] Una posición moderada como la que he defendido favorecería la despenalización completa del aborto cuando éste se realizara dentro de cierto plazo, digamos, dentro del primer trimestre de gestación. Así, la mujer que hubiere de solicitar un aborto no tendría que alegar ningún tipo de razones adicionales a su decisión de abortar para tener derecho a hacerlo. * Es una versión resumida del artículo del mismo nombre publicado en Valdés, Margarita M. (compiladora), Controversias sobre el aborto, México, FCE – UNAM, 2001. 4