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berriak/noticias
Los bosques y el cambio climático en el protocolo de Kioto
TEXTO:
JULEN REKONDO
En el protocolo de Kioto del Convenio
contra el Cambio Climático, una de
las alternativas para la reducción neta
del dióxido de carbono en la atmósfera es la reforestación, una gestión forestal sostenible y la sustitución de
los combustibles fósiles por otras
fuentes de energías renovables, como
la biomasa. En este sentido, los bosques vascos pueden jugar un papel
importante.
En los últimos 200 años de actividad
industrial hemos incrementado en un
50% la concentración atmosférica en gases de efecto invernadero. Los niveles actuales de dióxido de carbono (CO2) en el
aire —372 partes por millón— son más
altos que en cualquier período de los últimos 420.000 años. Prácticamente ningún experto duda de que el incremento
de temperatura, de algo más de medio
grado de la superficie de la Tierra, es debido, a la actividad humana, igual que la
subida de 20 centímetros del nivel medio
del océano. Los hielos del Ártico se han
reducido en un 40% en las últimas décadas, y prácticamente todos los glaciares
están en recesión.
Esta lista incompleta de valores medidos de ciertos parámetros indican que el
estado del clima por desgracia hasta ahora
no ha tenido una tendencia positiva, aunque, tras la entrada en vigor, por fin, del
protocolo de Kioto, el 16 de febrero de
2005, las cosas pueden variar.
El protocolo de Kioto, nacido en
1997 de una intensa negociación, es actualmente la única herramienta contra el
cambio climático. En concreto, lo que se
acordó en Kioto, es una reducción de las
emisiones en un 5,2% para 2008-2012
respecto al nivel de 1990. Pero no todos
los países tienen las mismas obligaciones.
Dado que el problema del calentamiento global del planeta que está provocando un aumento de las temperaturas
medias se dispara por el crecimiento de las
emisiones generadas en el último siglo y
medio, durante la industrialización, y teniendo en cuenta que son los países más
desarrollados los causantes, se reconoció
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sustrai.71
FOTO: MIKEL ARRAZOLA
en Kioto la denominada responsabilidad
histórica. Por ello los países desarrollados
son los primeros que deben reducir sus
emisiones y los en vías de desarrollo carecen, de momento, de compromisos cuantificados.
Así, los gigantes en desarrollo, sobre
todo China, India y Brasil, con previsiones
de un crecimiento económico acelerado y
un aumento paralelo de emisiones, están
por ahora exentos de porcentajes fijos de
contención de las mismas. Este es uno de
los puntos que ha esgrimido con más fuerza la Administración de Bush para rechazar el acuerdo y su ratificación.
El protocolo especifica que 39 países
desarrollados tienen que cumplir objetivos
cuantificables de control de emisiones, y
ese 5,2% de reducción es la combinación
de los mismos. EE.UU. tiene asignado un
7% de reducción, aunque no está dispuesto
por el momento a cumplirlo; Japón, un
6%, los quince estados de la UE, un 8%
(aunque luego se reparten la carga contaminante); y Rusia tiene que quedarse en su
mismo nivel de 1990.
El Estado Español, que, según los
acuerdos para cumplir con el protocolo de
Kioto no puede superar un aumento del
15% de sus emisiones de 1990 para el
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plazo de 2008-2012, está ya en el 40%
de incremento, siendo el estado de la UE
que más se aleja de sus compromisos. En
el caso de la Comunidad Autónoma del
País Vasco, las emisiones están por debajo
de la media estatal, habiendo aumentado
entre 1990 y 2003 las emisiones en un
28%.
EL PAPEL DE LOS BOSQUES
El protocolo de Kioto reconoce el papel de
la biomasa, y de los bosques como sumideros de carbono, autorizando a los países
firmantes a descontar de su cupo de emisiones la fijación de éstos que se derive de
actividades agrícolas y forestales. Fue en
la Cumbre del Clima celebrada en Marrakech en 2001, cuando se marcaron las directrices y los límites respecto a las actividades citadas.
Concretamente, entre las medidas
de posible aplicación para el cumplimiento de los compromisos adquiridos
se propusieron la forestación de las zonas forestales o de aprovechamientos
marginales desprovistas de arbolado, la
gestión forestal sostenible basada en
una correcta ordenación de los montes,
el aumento de los productos forestales
de calidad, y la sustitución de los combustibles fósiles por otras fuentes de
energías renovables, entre las que cabe
destacar la biomasa.
Por el momento, todavía en el caso
de la Comunidad Autónoma del País Vasco, y podríamos referirnos al conjunto de
los estados de la Unión Europea, no se
ha analizado el balance como sumideros
de carbono que tienen nuestros bosques.
Sin duda, nuestros bosques pueden ser
un elemento importante para conseguir
alcanzar los objetivos de Kioto, además
de otros aspectos ya citados en otras
ocasiones como el papel que juegan como
proveedores de riqueza y de calidad de
vida en un entorno de equilibrio medioambiental.
EL CICLO DEL CARBÓN
Tanto el dióxido de carbono como el metano son gases de invernadero: atrapan parte
del calor del sol cuando se refleja desde el
suelo, con lo que se reduce la cantidad que
vuelve a escapar al espacio. Ambos son
fruto de procesos naturales, y crean un
efecto natural, gracias al cual el planeta
está unos 35ºC más caliente de media de
lo que estaría de no ser así. Ahora, este
calentamiento global natural se está viendo complementado por el inducido por las
actividades humanas. Durante los últimos
200 años —desde la Revolución Industrial— la cantidad de dióxido de carbono y
metano de la atmósfera se ha incrementado notablemente, por la combustión de
combustibles fósiles —carbón, petróleo y
gas— y como resultado de la agricultura,
respectivamente.
Incluso un pequeño cambio —unos
pocos grados centígrados— en la temperatura media global tendría un inmenso
impacto en los patrones climáticos. Sin
FOTO: MIKEL ARRAZOLA
FOTO: MIKEL ARRAZOLA
embargo, la cantidad de dióxido de carbono que inyectamos colectivamente en el
aire sólo supone aproximadamente el
10% de la cantidad que se libera por procesos naturales. La razón por la que el
efecto invernadero natural no es mucho
mayor es que los gases de carbono generados de forma natural también vuelven a
ser eliminados por procesos geológicos y
biológicos. De esta forma, el ciclo del
carbono parte de la atmósfera y llega a
ella de forma equilibrada: las fuentes se
ven contrarrestadas por los sumideros,
con lo que se crea un contenido bajo y estable de carbono en el aire en ausencia de
intromisiones humanas. El dióxido de
carbono del aire se elimina por la fotosíntesis. Las plantas utilizan la luz solar para convertir el CO2 en las moléculas de
carbono contenidas en sus células y tejidos. Sin embargo, el carbono se vuelve a
liberar cuando las plantas mueren y se
descomponen.
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