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UNA FOTOGRAFÍA DE DIOS
(Lucas 15, 11-32)
En este cuarto domingo de cuaresma la liturgia nos invita a la “ALEGRÍA” Desde hace muchos
siglos se le llama el domingo “laetare” (alegría). Y es que los textos bíblicos ya desde la
antífona de entrada nos invitan a estar alegres. Es buena lección para aquellos que creen que la
cuaresma es algo triste y deslucido. No es así: nos llega la alegría inmensa de saber que
caminamos hacia la Pascua, hacia la Resurrección del Señor, hacia el triunfo definitivo de Jesús.
Asimismo, el Evangelio de este domingo, nos cuenta la preciosa parábola del Hijo Prodigo,
donde aparece un padre amante misericordioso –como nuestro Padre de los Cielos—que espera
el regreso de su hijo arrepentido… Hemos de saber todos arrepentirnos y volver a los brazos del
Padre. La parábola del Hijo Pródigo es el canto a la misericordia de Dios. Alguien, y con cierta
razón, ha llegado a afirmar que es la mejor fotografía del Señor. Dios es amor.
En el Evangelio el Padre Bueno invita a la fiesta y a la alegría porque ha recuperado sano y
salvo a su hijo menor que se había ido de casa. El regreso a casa siempre trae consigo una gran
dosis de alegría. Y más, cuando quien está fuera de casa corre riesgo de perderse para siempre,
de nunca más volver, de renegar para siempre de su familia. Cuando nos marchamos lejos de
Dios echándonos en manos de tantas seducciones que nos adormecen o engañan, no solamente
vamos nosotros, Dios también con su corazón de Padre nos acompaña. Esto no es sencillo de
comprenderlo, pero es así, así es como lo encontramos en toda la Sagrada Escritura.
Lejos de abandonarnos, Dios, nos acompaña en esas situaciones en las que nos encontramos
frecuentemente traicionados, despreciados, minusvalorados o huérfanos. Tenemos que ir
cambiando la imagen del Dios insensible, fuerte y castigador, para aprender del Dios
misericordioso y así reconocer que nuestras amarguras y fracasos existenciales, son
consecuencias del mal uso que hacemos del don de la libertad.
Y es que Dios, siempre cuando miramos hacia atrás para buscarle, sale a nuestro encuentro. Se
alegra porque, como hijos, nos recupera. Prepara una auténtica fiesta, porque para Él es más
importante el retorno que aquel momento de deserción. Pero eso sí, Dios, a ninguno de los que
creemos en El, nos fuerza a quedarnos bajo su amparo. Somos libres para creer y, tenemos
libertad, para dudar de Él. Lo que nunca conseguiremos, y ese es el propósito del hijo mayor
que refunfuñaba con la vuelta de su hermano, es cambiar el corazón del Padre, los sentimientos
de Dios, su bondad infinita, sus brazos siempre abiertos a nuestra vuelta. Siempre que volvemos
a la casa del Padre experimentamos que Dios es bueno y que su misericordia es infinita.
Domingo de la ¡ALEGRÍA! Porque el amor de Dios no necesita que le expliques nada. Dios se
contenta con que vuelvas a casa, ¡se pone feliz con tu presencia! El amor de Dios es una
relación de PADRE. Nosotros vivimos muchas clases de relaciones: familiares, comerciales,
sociales, de parroquia, etc. ¿pero qué somos si no nos relacionamos con Dios? Si falta el
encuentro con Dios, estamos muertos, sin casa, sin padre, sin la ¡ALEGRÍA VERDADERA! La
cuaresma es una linda oportunidad para volver a la casa del Padre y decirle: “Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti…”
Pbro. César Buitrago