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EFECTOS SOCIALES
Y POLÍTICAS
DE LA
REFORMA ECONÓMICA
EN CHINA
EUGENIO BREGOLAT
(La Seo de Urgel, 1943)
Licenciado en Derecho. Diploma de Estudios Internacionales de la Escuela Diplomática. Becario Fulbright de la
Universidad de Virginia, 1966-1967.
Consejero Comercial de España en la Unión Soviética, 1974-1978 y Jefe del Departamento Internacional de la
Presidencia del Gobierno con los Presidentes Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, 1978-1982.
Embajador en Indonesia, 1982-1987. Embajador en China, 1987-1991. Embajador en Canadá, 1991-1992.
Embajador en Rusia, 1992-1997. Director político en el Ministerio de Asuntos Exteriores, 1997-1999. Embajador en
China, 1999-2003. Embajador en Misión Especial en el Forum de las Culturas de Barcelona, 2003-2004. Embajador
de España en Andorra, 2006.
En 2007 publicó “La segunda revolución china” (Destino). Colaborador habitual de “La Vanguardia” y “El Imparcial”
EFECTOS SOCIALES Y POLÍTICOS DE LA REFORMA ECONÓMICA EN CHINA
El proceso de desarrollo económico galopante de China y su impacto económico y geopolítico se han
convertido en el capítulo central de la globalización. Según el Banco Mundial, “China ha hecho en una
generación lo que a la mayoría de países les ha costado siglos”. Obviamente un cambio económico tan
enorme comporta cambios sociales, mentales y políticos, que intentaremos abordar en la conferencia:
EMERGENCIA DE NUEVAS CLASES SOCIALES.
Ha aparecido una nueva clase capitalista o burguesa: propietarios de medios de producción, con
asalariados cuyas plusvalías se apropian. Aunque no hay cifras oficiales, se estima que unos diez millones
de personas son hoy ricas. La aparición de capital privado que escapa al poder del Estado tiene una
profunda significación política. Algunos empresarios privados financiaron a los estudiantes durante los
sucesos de Tiananmen. Uno de ellos, Wan Runnan, dijo una frase reveladora: “Tiananmen ha sido posible
porque China ya tiene nueva clase social, y ha fracasado porque esta clase todavía es demasiado débil”.
REDUCCIÓN DEL PODER DEL ESTADO.
En los países socialistas (la URSS o la China maoísta) era el monopolio de la propiedad pública de los
medios de producción lo que daba al Estado un poder omnímodo sobre los ciudadanos. Cuando la
empresa o el ministerio facilitaban la vivienda, el colegio de los niños, la asistencia medica, la pensión, etc.,
si alguien perdía su puesto de trabajo, o era enviado al campo “a reeducarse”, él y su familia quedaban
desamparados. Hoy sólo un tercio de la propiedad de las empresas es pública. Los sectores no estatales
de la economía crecen constantemente por la simple razón de que son más eficaces que el sector público.
La conclusión es una gran reducción del poder del Estado sobre la economía y la sociedad.
DIFUSIÓN DE LA EDUCACIÓN Y LA INFORMACIÓN.
Si en 1989 había dos millones de universitarios, hoy hay más de veinticinco. Medio millón de estudiantes en
el extranjero: si hace veinte años regresaban el 3%, hoy lo hacen más de la mitad. Entre ingenieros y
científicos China produce 1,3 millones de graduados al año.
Hay cerca de 600 millones de teléfonos móviles y más de 160 millones de internautas. Internet ejemplifica
el dilema con el que se enfrentan los dirigentes chinos. Si en 1978 había un centenar de periódicos y
revistas en China, hoy hay más de 5.000. Hay más de 300 emisoras de televisión y más de 3.000 de
radio. Si en 1998 todos los medios de comunicación eran de propiedad pública, hoy la mayoría se
autofinancian, es decir, dependen de sus clientes y de la publicidad. Para conseguirlos deben decir cosas
interesantes, y ello les lleva a tantear constantemente los límites de la censura. Resquebrajado el monopolio
estatal de la información, es cada vez más difícil el lavado de cerebro de los ciudadanos.
MAYORES COTAS DE LIBERTAD INDIVIDUAL.
A diferencia de años atrás, hoy los chinos pueden decidir donde viven y trabajan, pueden crear sus propias
empresas y controlar el capital acumulado, viajar dentro y fuera del país, decidir donde educan a sus hijos
(incluso en el extranjero si tienen medios), en las provincias costeras tienen acceso a la televisión de Hong
Kong y Taiwan, el avance hacia el estado de derecho les permite ganar pleitos contra el Estado…etc.
APERTURA DE CHINA AL MUNDO
Tras siglos de aislamiento, China perdió el tren de la Revolución Industrial y el resultado fue un siglo de
sumisión casi colonial a partir de la primera Guerra del Opio (1840). China ha aprendido la lección: no
cabe el aislamiento. La reforma económica y el ingreso en la OMC (2001) simbolizan este cambio.
PERO MÁS ALLÁ DE ESTOS CAMBIOS SOCIALES, ¿QUÉ PASA CON LA REFORMA POLÍTICA?
En 1980, dos años después de que lanzara la reforma económica, Xiaoping ya dijo: “Sin reforma política
la reforma económica no puede tener éxito. Se trata de una tarea a largo plazo, que requerirá el esfuerzo
de tres generaciones, pero no hay que imitar a Occidente, no vamos a permitir el liberalismo burgués”.
El rechazo de la democracia liberal por parte de todos los dirigentes chinos desde Deng Xiaoping,
obedece a varias razones. Primera, la convicción de que debilitaría el poder del Estado, haciendo
imposible la adecuada conducción de la reforma económica; la experiencia rusa les da la razón. Segunda,
el temor de que la energía social se dilapidara en luchas políticas, en vez de encauzarse hacia el
desarrollo económico, desembocando, en el peor de los escenarios, en un caos similar al de la Revolución
Cultural. Tercera, el riesgo de ver mediatizada la soberanía china: dada la abismal diferencia de rentas con
los países desarrollados, el PCCh teme que una democracia liberal equivaldría a invitar a estos últimos a
“comprar” en China partidos, sindicatos y medios de comunicación. En nombre de la “libertad de comercio”
China fue convertida en una colonia y ahora temen que ocurra lo mismo en nombre de la “democracia”.
Excluida la democracia liberal, los dirigentes chinos apostaron por el “perfeccionamiento de la democracia
socialista” como única salida. Esta tuvo su momento álgido en el XIII Congreso del PCCh, (1987) con Zhao
Ziyang como Secretario General, que decidió la separación entre Partido y Gobierno, y entre ambos y las
empresas. Este proyecto naufragó en la crisis de Tiananmen (1989) cuando Zhao Ziyang, el dirigente más
liberal, fue defenestrado. Deng Xiaoping condenó la separación entre Partido y Gobierno como muestra de
“liberalismo burgués” y la decisión del Congreso se archivó. Aún así algunas de las medidas contempladas
en la Reforma política resultarían a la larga decisiva como fue el reconocimiento de la propiedad privada.
La Constitución fue enmendada en 1988 con la introducción de esta cláusula: “La propiedad privada se
considera complemento de la económica socialista”. La medida más radical de reforma política ha sido que
el PCCh ha abierto sus puertas a los empresarios privados, verdaderos capitalistas.
CONCLUSIÓN
En síntesis, los dirigentes chinos no quieren una democracia liberal, pero sí un país rico y fuerte. Para ello
han de desarrollar las fuerzas productivas, creando una economía de mercado. Este proceso conlleva los
efectos sociales y políticos descritos, que implican una fuerte reducción del poder del Estado. Es decir,
China cabalga sobre una gran paradoja: el desarrollo económico da, por un lado, una nueva legitimidad
al PCCh, refuerza su poder; por otro, debilita ese poder de mil maneras. ¿Habrá en China un día una
democracia? Sólo el tiempo podrá responder a esta pregunta.