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CUENTO DE EOLO
Las historias de Eolo son muchas y cada una empieza de una manera
diferente.
Hace algunos años, en un bosque no muy lejano, dormía El Árbol Viejo.
Descansaba plácidamente y de vez en cuando se le escapaba un profundo
ronquido. El árbol llevaba durmiendo todo el invierno, noventa lunas y noventa
soles. Con la llegada de la primavera el árbol despierta, bosteza y estira sus
ramas. ¡¡El bosque entero se viste de colores porque ha llegado la primavera!!
Nacen flores de todas las formas y colores, rojas, azules, amarillas, moradas...y
las ramas de los árboles se cubren de hojas de color verde, incluidas las ramas
del Árbol Viejo que está muy contento porque su vestido verde es el traje que
más le gusta y porque ha nacido a su lado una Flor Parlante simpatiquísima.
De pronto, sin que nadie lo esperara, sopla el viento y bambolea a las flores y a
las ramas del árbol. Al principio las hojas del árbol se asustan un poco porque
no saben lo que las ha movido. El árbol enseguida las calma explicando a las
hojas que eso es el viento, el aire en movimiento. El viento lo hace Eolo
soplando fuerte. Eolo es un elemento muy poderoso pero es un dormilón
“vagoneto” y se queda dormido por todas partes. Los animales y las plantas del
bosque le despiertan para que siga soplando:
¡Sopla Eolo, sopla, pon el mundo en movimiento!
Así el viento despierta y sopla haciendo bailar a las flores y a las hojas del
árbol.
Pasó la primavera y llegó el caluroso verano. El sol se puso más caliente y
amarillo, el calor se colaba hasta en las semillas. El árbol se abanicaba con sus
ramas y con tanto calor las nubes engordaron y empezaron a caer pompas de
jabón. Así eran las tormentas en el bosque, fresquitas gotas de aire atrapadas
en jabón.
Y pasó el verano y con la vuelta al cole vino el otoño y las hojas de los árboles
empezaron a mezclar sus colores: rojo, amarillo, naranja, marrón...
El bosque se tiñó de otoño y las hojas empezaron a caer de los árboles. La Flor
Parlante se puso un poco triste porque las hojas se tenían que marchar pero
pronto entendió que debían seguir su camino. Pero había una pequeña hoja
que no quería separarse del árbol. Y La Flor Parlante le explicó las cosas
maravillosas que encontraría en su viaje: las montañas, el mar, otras muchas
plantas y animales...
El árbol le contó que era la última hoja, la más importante, pues, en el bosque
cuando la última hoja se echa a dormir llega el invierno. Además, esta tiene una
misión muy especial y es que antes de dormir debe despertar a Eolo cantando:
¡Sopla Eolo, sopla, pon el mundo en movimiento!
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Y así La Hoja se armó de valor y se alejó, y cantando se despidió de las flores,
del árbol viejo y en especial de su gran amiga La Flor Parlante.
Empujada por el viento, La Hoja subió, bajó, giró y giró y llegó hasta El Mar. Le
encantó: era una preciosa bailarina con su vestido azul que tenía olas de los
verdes y azules más intensos, remolinos de sal y blanca espuma que reflejaban
el azul del cielo. Pequeños peces de colores nadaban entre los dedos de sus
pies y a veces le hacían cosquillas.
La Hoja bailó con el mar y subió y bajó y giró y giró entre su espuma. Y el mar
le contó un secreto a La Hoja: ¿sabéis quien hace las olas del mar? ¡¡¡Eolo
soplando fuerte!!!
Finalmente, hoja siguió su camino y terminó de dar la vuelta al mundo. Y como
el que en círculo camina en el mismo sitio termina La Hoja acabó donde
empezó. Al encontrarse al árbol le contó sus aventuras con Eolo y el mar.
Entre los dos, despertaron a Eolo para que trajera las gotas heladas del
invierno:
¡Sopla Eolo, sopla, pon el mundo en movimiento!
En las raíces del árbol durmió La Hoja y al ratito el árbol se quedó también
dormido y empezó a roncar.
Eolo comenzó a soplar las nubes cargadas de copos de nieve y llegó el
invierno.
Con la llegada del invierno se acabó esta historia pero con la llegada de la
primavera otras hojas y otras flores nacerán y habrá más historias sobre Eolo
para poder contar.
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