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INSTITUTO HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA
fundado por Juan Bosco
y por santa María Dominica Mazzarello
N. 919
María Dominica Mazzarello
luz de esperanza en nuestro camino
Os doy gracias a vosotras, queridas hermanas; a los representantes de la Familia Salesiana, a
las comunidades educativas, a las jóvenes y a los jóvenes por la participación en la Fiesta de la
gratitud a nivel mundial y por los numerosos signos de solidaridad. Siento el deber de dar un
gracias especial a las hermanas de la Inspectoría “Inmaculada Concepción” del Uruguay que
con amor y profundo sentido de pertenencia prepararon esta cita anual. Ellas me transmitieron
el calor de su corazón misionero.
Mientras tanto participé a distancia, y con profunda emoción, en la beatificación de Juan Pablo
II. Guardamos en nuestro corazón y anunciamos con la vida el mensaje que él, en los inicios de
su pontificado, lanzó al mundo entero y que ha sido recordado por Benedicto XVI: «¡No tengáis
miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!»
Este año se cumple el 60 aniversario de la canonización de María Dominica Mazzarello.
Efectivamente, el 24 de junio de 1951 la Iglesia declaró oficialmente la santidad de nuestra
Cofundadora.
Es ciertamente uno de los acontecimientos más gloriosos de nuestra historia. Este
reconocimiento nos ofrece la oportunidad, no solo de celebrar un evento de Instituto, sino de
volver a nuestra Cofundadora con confianza, como hijas que desean conocer en profundidad a
su propia madre y asemejarse a ella cada vez más. Su espiritualidad es tan sencilla que, a
veces, corremos el riesgo de olvidar la riqueza de su interioridad, la profunda pasión por la
salvación de las jóvenes, el ardiente espíritu misionero abierto a horizontes infinitos.
A su muerte, ocurrida a los 44 años, nuestro Instituto contaba ya con 166 hermanas profesas,
unas 50 novicias y 26 casas: 17 en Italia, 3 en Francia y 6 en América. Esta expansión tiene
algo de prodigioso y de ello damos gracias al Señor. “¡Cuán grandes son tus obras, Señor!”.
La presente circular es propiamente una continuación de cuanto ya he compartido con vosotras
sobre el tema de la luz y de la esperanza. El hilo conductor es la única fuente: el amor a Dios y
la pasión por su Reino.
Mirar a la Madre Mazzarello como luz de esperanza en nuestro camino personal y comunitario
hace más fuerte la conciencia de ser signos del amor de Dios; ilumina los ojos de nuestro
corazón para hacernos comprender a qué esperanza Él nos llama todavía hoy, en una
sociedad ansiosa de signos luminosos que señalen un futuro esperanzador.
Luz de esperanza
Todo el Instituto, en preparación a la Fiesta de la gratitud 2011, ha presentado las Cartas de
Maria Dominica con un nuevo impulso, orientado a descubrir en profundidad el rostro de la
Madre. Éste ha sido para mí el mejor regalo porque, juntas, estamos reavivando la identidad
carismática según la propuesta del CG XXII.
En las cartas María Dominica no utiliza de forma explícita la palabra “esperanza”. Le es más
familiar hablar de “ánimo”.
La esperanza evoca el “ya pero todavía no”. En Mornese era normal y al mismo tiempo
extraordinario vivir este estilo de vida.
Los pies estaban firmes en tierra, pero las manos se dirigían hacia lo alto. El corazón
alimentaba la certeza de un futuro inédito y sorprendente mientras estaba atento a las
exigencias del presente.
Esta actitud tenía su fuente en una profunda relación con Jesús que María Dominica sabía
comunicar a las primeras hermanas y a las jóvenes con alegría y convicción.
La persona de Jesús emerge, en toda su plenitud, en algunas expresiones: «¡Ánimo! Jesús
debe ser toda vuestra fuerza. Con Jesús las cargas se hacen ligeras, las fatigas suaves, las
espinas se convierten en dulzura.» (C 37)
Jesús tiene fuerza de raíz, pero también de futuro. «Ánimo – decía - esta vida es breve y
durante este tiempo procuremos conquistar tesoros para el Paraíso.» (C 34)
Esperanza, pues, es sabia atención al presente, serena conciencia de lo provisional y mirada al
futuro. Este realismo madura en ella una actitud positiva hacia personas y situaciones, hacia
relaciones que evolucionan hasta conseguir la cumbre de la comunión, buscando todo lo que
hay de bueno en la vida de las hermanas y de las jóvenes.
El ánimo acompaña su breve e intensa vida, totalmente anclada en la Gran Esperanza, como la
define Benedicto XVI en la encíclica Spe Salvi. En ella se evidencian los “lugares” donde se
aprende y se vive esta virtud: la oración, la acción, el sufrimiento y la ofrenda de lo cotidiano.
Os invito a retomar esta encíclica con mirada de fe y de apertura y cuanto el Espíritu Santo
inspire para comprender cómo la vida de María Dominica se sitúa en esta línea. La oración era
la luz en la jornada de Maín y, después, de sor María Mazzarello. Recomendaba: «Rezad
mucho. De la oración recibiréis las ayudas necesarias para cumplir bien vuestros deberes.» Y
también «orad siempre. La oración sea el arma que tengáis a mano, la que os defenderá de
todos vuestros enemigos y os ayudará en todas vuestras necesidades» (C 66). Es maravillosa
y esperanzadora su invocación cuando, todavía convaleciente, expresa una oración de gran
profundidad espiritual, madurada a través del sufrimiento y dirigida hacia un único Amor: «¡Oh,
Señor! Si me das todavía un poco de vida, haz que sea totalmente olvidada de todos: Estoy
contenta de ser recordada solo por Ti» (Cron I 80). Es un deseo que se hizo realidad en la
interioridad de su vida y en todas las fases de su existencia.
Dialogar con Dios, que nos ha elegido como sus colaboradoras, se convierte, como lo fue para
la Madre Mazzarello, en creciente fuerza de esperanza, también en los momentos de soledad;
luz que orienta hacia la meta y tranquiliza en los pasos oscuros. La que reza nunca está sola.
Quien reza sabe amar, actuar, sufrir y ofrecer con la paz en el corazón. Es un gran don poder
entrar en el misterio pascual y padecer con Jesús, poder ofrecer el sufrimiento para que el
mundo sea más luminoso y humano y así se abran las puertas hacia un futuro de esperanza.
La esperanza nos mueve hacia el bien, vivifica nuestras relaciones, es luz en lo cotidiano.
En nuestra vida personal y comunitaria, ¿vivimos la actitud de esperanza que caracterizó la
espiritualidad de María Dominica? ¿Cómo la expresamos concretamente?
La esperanza como comunión
La esperanza halla su fuente en Dios y es un don Suyo. Es una semilla que Él pone en nuestro
corazón y pide ser cultivada para crecer y dar fruto.
El corazón de María Dominica era el terreno fértil que acogió con disponibilidad esta semilla
hasta convertirla en actitud constante, paciente, abierta a la dimensión escatológica. Esto se
expresa en un amor gratuito, incondicional hacia las hermanas y los jóvenes. Es una esperanza
que engendra esperanza.
Sorprende de qué manera se ha irradiado esta luz en la vida y en la misión de las hermanas de
Mornese. En María Dominica, sobre todo, no hubo dicotomía entre el amor de Dios y el amor a
los demás, porque en ella estaba clara la presencia de Dios en su vida y en la de cada
persona.
La experiencia del Amor la “empujaba” a amar y a querer el verdadero bien; a enseñar, con el
propio testimonio, que es importante y posible quererse bien en el espíritu del evangelio y que
el afecto recíproco se expresa en la sencillez de lo cotidiano mediante una caridad gratuita y
sin ostentación
Es significativa la carta que escribe desde la casa de Saint- Cyr –sur- Mer: «Una hija que ama
verdaderamente a Jesús va de acuerdo con todas.» (C 49) Estas palabras penetran en nuestro
corazón como una llamada fuerte a que nuestras relaciones sean auténticas, “pascuales”.
Dejémonos interpelar seriamente y abrámonos al Amor que transforma. Sólo así nuestras
comunidades y las comunidades educativas se convierten en una propuesta vocacional creíble
y se sienten responsables del futuro del carisma.
Este es mi gran sueño: que cada comunidad testimonie la resurrección de Jesús, viviendo con
profunda alegría, sin lamentos, el misterio pascual con las exigencias y las condiciones que ello
requiere. Es también vuestro sueño, estoy segura de ello. Lo he podido constatar hablando con
muchas de vosotras en varias partes del mundo.
No hemos de ser mujeres ancladas en un pasado estático, sino consagradas a Dios con un
carisma dinámico, testigos de la alegría que brota de la Vida, que se presenta siempre nueva
porque es fruto del Espíritu.
María Dominica, muy concretamente, nos indica un itinerario: «Ánimo, amaos y compadeceos
unas a otras y avisaos recíprocamente siempre con caridad.» (C 56)
¿Quizás pensamos que en nuestros días, en una realidad muy distinta, más problemática e
incierta, estas palabras son una utopía? Si entramos con verdad y serenidad en nuestro
corazón, descubrimos una agua pura que brota fresca, pronta a rociar nuestros días de
bondad, de confianza, de comprensión y de esperanza.
Comprendo que, en ciertas situaciones, es costoso ser misioneras de esperanza, pero el
verdadero bien que nos deseamos a nosotras mismas y a las personas cercanas y lejanas se
demuestra de verdad cuando el dolor y el sufrimiento nos introducen en el misterio de la cruz,
frente al cual nos sentimos asustadas, frágiles, incapaces.
El sufrimiento que encontramos en nuestro camino no es inútil, tiene un sentido que no siempre
llegamos a descifrar, pero que encuentra su razón de ser en Jesús y en su misterio de amor.
María Dominica nos sugiere que tengamos “ánimo”, porque Jesús puede ayudarnos a mejorar
nuestras relaciones. No hay dicotomía entre el amor a Él y el amor a las hermanas, a las
jóvenes, a los jóvenes y a cuantos encontramos en nuestra misión.
La invitación a quererse bien es frecuente en sus cartas. Quizás expresa una preocupación
suya.
La fragilidad y las limitaciones no quitan de nuestra vida la presencia del amor y de la
esperanza. Al contrario, es en la hora de la prueba que este valor se consolida y se hace más
luminoso. Entonces es posible comprender cómo las hermanas, las personas más “incómodas”
pueden ser las “más cercanas” a mi corazón.
El verdadero quererse bien se manifiesta en ayudarse a partir de nuevo de Cristo para
encontrar el primer amor, la chispa inspiradora con la que empezó el seguimiento, que es
respuesta de amor al amor de Dios . Si «nosotros amamos» es «porque él nos amó primero.»
(1 Jn 4,10-19)
Esto significa reconocer su amor personal con el íntimo conocimiento que hacía decir al apóstol
Pablo: «Cristo me ha amado y ha dado su vida por mí» (Gal 2, 20); (cf Caminar desde Cristo n.
22). Esta certeza nos lleva a aceptar y a acoger con humilde inteligencia y corazón evangélico
a cada hermana, a cada persona, porque cada una goza del amor de Dios; el mismo amor que
habita en mi corazón.
En nuestra vida y en la de las hermanas y de las comunidades educativas ¿sabemos buscar y
reconocer los brotes de esperanza que ya existen o que están despuntando continuamente?
La esperanza, si es reconocida y valorada, es un gran servicio que podemos ofrecer a la
humanidad. Es una pequeña semilla que reconstruye y recompone una sociedad cansada,
desilusionada, a veces indiferente, pero siempre necesitada de encontrarse viva con signos de
vida y de esperanza. «Si alguien os pide razón de vuestra esperanza, estad dispuestos a
defenderla.» (1 P 3,15)
La esperanza en la misión
El deseo de María Dominica de hacer el bien a las jóvenes recorrió toda su vida. Fue su mayor
aspiración desde que ella misma abrió, con gran esfuerzo, el primer taller en Mornese.
Fundamentalmente fue su encuentro con don Bosco lo que reforzó después su impulso
apostólico.
En los breves e intensos años vividos como consagrada conservaba una constante
preocupación que expresaba en sus cartas: «Tenéis mucho trabajo con tantas niñas y estoy
contenta de ello; procurad formarlas bien, primero con el buen ejemplo y después con las
palabras.» (C 56).
La misión que el Señor nos confía está puesta hoy a dura prueba. Las jóvenes y los jóvenes
corren el riesgo de ser atrapados por el consumismo, aceptando proyectos de corto alcance,
hasta hallarse en situación de no creer, de mostrarse indiferentes o insensibles a propuestas
alternativas. Pero en el fondo, todos sienten la necesidad de alguien que haga renacer o
reforzar la verdadera esperanza. Alguien que entienda que están pidiendo ayuda. Cuando
estos jóvenes encuentran personas que saben testimoniar la belleza y la riqueza de la fe,
entonces se dan cuenta de que es posible esperar en el futuro. Y comprenden el mensaje si es
explicado no sólo por quien habla de esperanza, sino por quien la vive.
Es la recomendación que nos hace María Dominica.
Ayudémonos, por esto, a excluir de nuestro vocabulario expresiones que hieren la esperanza
misma. No puedo pensar en Hijas de María Auxiliadora como personas de “ya no hay nada que
hacer”, del “siempre se ha hecho así”, porque el amor hace nuevas todas las cosas. El espíritu
que caracterizó a la Madre Mazzarello nos dice que, también hoy, las jóvenes merecen nuestra
estima, que nuestros cansancios van en la buena dirección cuando les damos, junto a las
competencias profesionales, también los recursos interiores.
Vivimos una época favorable y es importante estar convencidas de ello. Se trata de una
responsabilidad y de un regalo que hacemos a los jóvenes cuando somos personas pascuales,
que irradian alegría, que son faro de esperanza para construir juntos el mundo de mañana.
El compromiso de cada Hija de María Auxiliadora y de cada comunidad educativa no se limita a
escuchar a las jóvenes generaciones, a intuir sus preguntas, sino que también quiere ofrecer
respuestas significativas. Es un desafío que debemos afrontar con audacia.
El próximo sínodo de los Obispos que tendrá lugar del 7 al 28 de octubre de 2012, quiere ser
un signo de esperaza desde el primer anuncio. El tema será “La nueva evangelización para la
misión de la fe cristiana”.
Una nueva evangelización necesita comunidades evangelizadas, para que a su vez puedan ser
evangelizadoras. Comunidades educativas, es decir, que en las relaciones cotidianas
promuevan actitudes de amor, de perdón, de comunión contra toda forma de violencia, de
injusticia, de ambigüedad.
El testimonio de una vida coherente con la propia opción es la “primera forma de
evangelización”, como precisó Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi.
¿Sentimos la llamada apremiante y la felicidad de poder ser para las jóvenes y los jóvenes,
valientes misioneras de la Palabra, que anuncian con la vida la belleza del Evangelio?
¿Creemos que la “palabra” más creíble es nuestro estilo de vida, que se hace eficaz cuando
engendra vida?
En una época de incertidumbre y de confusión ética ayudémonos a dar lo mejor de nosotras
mismas para anunciar que Jesús es la luz del mundo y en Él está el sustento de nuestra
esperanza, la fecundidad de la misión, el futuro de la humanidad. Él es la fuente de nuestro
impulso apostólico.
Invito a todo el Instituto a leer y a profundizar los Lineamenta que preparan el camino de la XIII
Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos para poder dar una aportación a las
realidades eclesiales con el espíritu de nuestro carisma.
María, estrella de la evangelización, camina junto a nosotras. Con ella podemos ser, como
Maria Dominica, faro y luz de esperanza para las jóvenes generaciones.
El 24 de mayo, en la Basílica de Turín, os confiaré a María Auxiliadora. Sintámonos felices de
ser el Monumento viviente de la gratitud de don Bosco a Ella que siempre nos acompaña y nos
indica el camino para alcanzar la Gran Esperanza: Jesús.
Estoy junto a vosotras con la oración y mi gran afecto.
Roma, 24 mayo 2011
Afma. Madre
Sor Yvonne Reungoat
Nuevas Inspectoras 2011
América
Inspectoría Argentina “N. S. Del Rosario”
Sor Ángela Bernardita Paz
ARO
Inspectoría Mejicana “Mater Ecclesiae”
Sor Miran Elizabeth Rodríguez
MMO
Inspectoría EE.UU “S. Felipe Apóstol”
Sor Karen Dunn
SUA
Inspectoría EE.UU. “María Inmaculada”
Sor Patricia King
SUO
Asia
Inspectoría India “Sagrado Corazón de J.
Sor Crescentia D’Ameida
INK
Inspectoría India “Sto. Tomás Apóstol”
Sor Magníficat Soosai
INM
Inspectoría Tailandesa “Sta. M. Mazzarello”
Sor María Anna Tovichian
THA
Europa
Inspectoría Austríaca “S. Miguel Arcángel”
AUS
Sor María Maxwald (prórroga 2 años)
Inspectoría Francesa “Notre-Dame de Lourdes” FRC
Sor Chantal Fert
Inspectoría Alemana “María Auxiliadora”
Sor Petra Egeling (prórroga 2 años)
GER
Inspectoría Portuguesa “N. S. De Fátima”
Sor María das Dores Rodríguez
POR
Inspectoría Eslovenia-Croacia “S.M. de Brezje” SLC
Sor Damjana Tramte
Inspectoría Española “Sta. Teresa”
Sor María Luján
SMA