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Sólo el Corán obliga
-Entrevista a Mohamed Talbi-
Presentación y traducción al español de Máximo Lameiro
Mohamed Talbi es un pensador tunecino (Túnez 1928 - ), doctorado en la universidad francesa
de la Sorbona, y profesor emérito de la facultad de ciencias humanas y sociales de Túnez. Es
islamólogo y especialista en historia medieval. Desde hace décadas viene trabajando, de manera
convergente con muchos otros intelectuales, en lo que denomina la "reforma" del Islam. Dicha
reforma apunta principalmente a recuperar el espíritu del Corán, bajo la consigna “sólo el Corán
obliga”, en contra de las distorsiones y abusos derivados de la interpretación integrista de la
tradición islámica.
De nuestra parte, entendemos que no hace falta estar de acuerdo con todo lo que afirma Talbi
acerca de la crisis islámica y la necesidad de su reforma, para rescatar lo esencial de su llamada.
Es decir, se puede comprender la relevancia y pertinencia de su reflexión y su crítica sin por eso
convertirse en un adherente unilateral de la postura de "sólo el Corán".
Precisamente la unilateralidad es lo que ha hecho del Islam una religión dogmática y estrecha,
contradiciendo el espíritu intrínsecamente místico y abierto que se desprende del propio Corán.
Y la forma más grave de unilateralidad, pero desgraciadamente muy habitual, es la que resulta
de la identificación injustificada entre la unidad del principio y la homogeneidad de sus formas
de expresión. Es decir, se identifica la unidad del principio supremo (la ilaha illa Allah) con la
uniformidad de las ideas y comportamientos en el mundo. Y en función de esa unilateralidad
distorsiva se reprime, se expulsa, e incluso se elimina, a todo aquél que disiente con el orden
hegemónico impuesto por quienes se arrogan la representación exclusiva de la unidad principal.
Un ejemplo extremo de dicha identificación unilateral y distorsiva es el grupo terrorista llamado
"Estado Islámico". Y lamentablemente aunque la gran mayoría de los musulmanes rechaza sus
métodos violentos, no siempre vinculan ese fenómeno extremo con la crisis del propio Islam. En
este aspecto se comportan como si un enfermo de cáncer se rehusara al tratamiento médico
diciendo "eso –el cáncer- no soy yo". Pero es evidente que el cáncer se alimenta de la vida del
enfermo y se desarrolla a expensas de la misma. Por lo tanto, esa postura es legítima desde
cierto ángulo, ya que el cáncer terrorista no es la esencia del Islam, pero no lo es desde otro,
pues ese cáncer se alimenta del cuerpo del Islam y crece dentro del mismo extendiéndose como
una metástasis tanto más irrefrenable cuanto más se niega su relación con el organismo en su
conjunto.
Por otra parte, se puede constatar también que en algunos medios musulmanes, así como en
algunos ambientes de “izquierda” no necesariamente musulmanes, existe otra postura frente al
extremismo islámico, que ya no niega su relación con el Islam sino que, aunque condena la
violencia, muy sutilmente lo justifica. Eso sucede cuando se asume que dicho terrorismo no es
sino la reacción y resultante de la política invasiva de Occidente sobre el mundo islámico. Pero, y
sin negar que esa política invasiva existe, entendemos que razonar así es perder de vista la
dignidad del propio Islam. Ya que desde el Profeta (sws) en la conquista de la Meca en el siglo
VII, hasta el Emir Abdelkader en la resistencia contra Francia en el XIX, entre otros ejemplos, el
Islam ha dado numerosas muestras de una defensa decidida de la integridad de su fe sin por eso
haber caído en la violencia ciega y el odio criminal.
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Como sea, aquí, en la entrevista que presentamos, la cuestión no es Estado Islámico ni el
terrorismo religioso sino la crisis del Islam y la necesidad de la mencionada "reforma". Y si
hemos hablado de ese fenómeno extremo es porque, a nuestro entender, forma parte del
conjunto de problemas urgentes que deben ser afrontados por quienes aspiran a tal reforma. Y
en la reforma de lo que se trata, y más allá del laicismo declarado de Talbi, declaración que a
veces impide que se escuche lo más esencial de su reclamo, es del antiguo e insoslayable desafío
de la interpretación.
Ya que es en una hermenéutica de la palabra sagrada y su transmisión donde se inscriben
todos los problemas que conciernen a la "reforma". Ya sea la discusión sobre el uso del velo, o el
castigo físico por adulterio, o las restricciones sobre el matrimonio inter-religioso, o la
independencia de las mujeres, o la convivencia del Islam con la democracia, o el problema de la
separación entre el poder político y la religión, etc. Todo ello, y otras cuestiones, se inscriben en
el marco de una hermenéutica del Corán y la tradición profética (la sunna), en relación con
aquellos a quienes su mensaje va dirigido. De modo que en lugar de rechazar a priori, y
prejuiciosamente, la palabra "reforma" debido a su sabor "protestante y occidental", como han
hecho algunos, se debería atender a la esencia del llamado de Talbi: la importancia crucial de la
hermenéutica en la vida religiosa.
Y una genuina hermenéutica no puede desarrollarse sin diálogo, y un verdadero diálogo no
existe donde no hay libertad. Como dice el Corán:
“No cabe la coacción en religión” (2: 256)
Julio de 2015, Osaka, Japón.
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Sólo el Corán obliga
(Entrevista de Catherine Farhi a Mohamed Talbi, Le Nouvel Observateur, 4 de Julio de 2002.)
CF. ¿En qué consistiría para Ud. una adecuada reforma del Islam en el siglo XXI?
MT. Antes de toda reforma, se debe afirmar la condición de musulmán en virtud de un triple
asentimiento: al testimonio, al lenguaje y a la observancia. Se puede discutir la observancia
siempre y cuando el Islam no quede reducido a un vago deísmo sin práctica. Pues así se daría
entre nosotros lo mismo que los sociólogos llaman "ateísmo en la práctica". Es decir,
comportarse como cualquier ateo pero no decirse ateo porque se sigue creyendo en algo
absoluto, en una divinidad.
La reforma no vendrá de fuera sino del interior de la mezquita. Y allí todo es posible si uno es un
musulmán de convicción, que reflexiona libremente, admite la duda y está dispuesto a hacerse
preguntas. Pues no hay convicción sin interrogación.
CF. Pero, en el caso de Salman Rushide, por ejemplo, se ha tendido a asfixiar el pensamiento
crítico...
MT. Ese caso fue más político que teológico. Lo de Rushide fue una provocación, y eso fue
aprovechado políticamente por un imam. Por supuesto Rushide es libre de escribir lo que quiera.
Pero decenas de musulmanes se han expresado en su apoyo en un libro. Hay todo un trabajo
colectivo del Islam a partir de un autor que se ha declarado ateo. ¿Por qué tanta inquietud? La
religión musulmana misma insiste en reconvenir un Islam basado en el mimetismo o la simple
imitación de la tradición, el taqlid. Las verdaderas reformas son siempre posibles mientras no
exista un rechazo absoluto de la observancia de parte de quien las propone.
CF. Pero se ha dado también el caso de Fazlur Rahman, el gran reformador paquistaní cuyo
libro "Islam y modernidad" ha sido condenado, y quien ha debido partir en exilio porque le
reprocharon el haber reducido la palabra del Corán a un mero lenguaje humano.
MT. Fazlur Rahman sigue siendo sunita y practicante. Y no es que haya dicho realmente algo
para contradecir el carácter divino del Corán. Lo que ha dicho lo he dicho yo mismo pero de un
modo menos provocativo: el Corán es la palabra divina, en tanto es Dios quien habla, o para
usar el término apropiado, es una palabra teándrica (*). Pero eso no significa que esa palabra
sea sólo sonidos y letras. Ella es, como Dios mismo, algo que no puede ser aprehendido por
nosotros en su propia esencia. Dios no sólo le habló a Muhammad, le habló a toda la humanidad.
Le habló a Abraham, y ¿quién puede decir que no le ha hablado a Buda y a Vishnu? Dios habla.
Todo habla de Dios. Cuando un ave trina, es la manifestación de la diversidad fantástica del Ser,
que, siendo Absoluto y Único, ha creado un mundo infinitamente múltiple.
Es cuando dicha palabra desciende a la Historia, que adquiere una expresión humana. El Corán
lo dice. Y esa expresión podría darse en ruso o en malgache, ¿por qué no?
CF. Pero ¿no hay una primacía de la lengua árabe?
MT. De ningún modo. El Corán dice que si se hubiera revelado a otra gente lo habría hecho en la
lengua de aquellos en medio de los cuales habría descendido.
CF. ¿Y el i'jaz, el milagro de la inimitabilidad del Corán?
(*) Donde se reúne lo divino y lo humano.
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MT. Pero el milagro al que Ud. se refiere, ¿es sólo lingüístico? Si Dios habla y quiere que Su
palabra sea un reto lanzado a la humanidad, el dictado es divino, pero la manifestación es
humana. Y aquél puede darse no importa en qué lengua. No es algo específico de la lengua árabe.
Fazlur Rahman, volviendo a él, no ha dicho que el Profeta, quien recibió el mensaje de Dios, le
haya dado forma al Corán. ¡Dios no es incapaz! El Profeta recibió la palabra en una lengua ya
formulada, y su formulación es divina. Yo no pienso que el Profeta haya sido más capaz que Dios
para dar forma a la revelación. Se trata de una palabra teándrica, enteramente divina en su
fuente. Pero se refracta en la Historia, y no podría llegar a los hombres si no les hablara en su
lengua... En este sentido, es una palabra enteramente humana. Y como tal es susceptible de
todos los abordajes posibles, filológicos y lingüísticos. Los árabes han desplegado un gran
ingenio en el abordaje de la lengua a fin de comprender el Corán. Pero esos abordajes pueden
ser históricos, sociológicos, antropológicos, y utilizar todos instrumentos disponibles hoy.
CF. ¿Cómo reformar sin violentar la palabra divina cuando lo que está en juego es la sharia, la
apostasía, la separación entre religión y estado, la sunna, la jihad, el velo...?
MT. Hay varios signos de interrogación y por cierto son buenos. Pues constituyen para el
musulmán ciertos postes indicadores. El cuestionamiento -recomendado por la propia palabra
divina- se ha impuesto por sí mismo cuando, en Nigeria, Safya fue condenada a la lapidación.
¿Es eso aceptable para mí? El reformista se pregunta: esa ley se inscribe efectivamente dentro
de la sharia, pero ¿es congruente con la única fuente de obligación que es el Corán? Pues, desde
el punto de vista de la reforma, todo lo demás no es imperativo.
CF. ¿Y si la sunna lo impone?
MT. ¿Pero cuál? Para eso ha de ser auténtica. El Corán es auténtico, pero no sucede lo mismo
con la sunna. Ha sido puesta en cuestión ya desde su nacimiento. En un texto tu encuentras
trescientos hadith (relatos de episodios de la vida del Profeta), en al-Bukhari tienes cinco mil, y
en otros autores treinta mil. Los musulmanes no están de acuerdo sobre la sunna. Y ese es el
corazón del problema de la reforma. ¿En virtud de qué criterios se debe tener en cuenta los
hadiths? ¿Sobre la base de la solidez de la cadena de transmisión, la isnad? Hoy está claro que
ese abordaje no permite discernir la autenticidad de una tradición. Ciertos hadiths se
contradicen, otros son absurdos. El criterio que yo propongo para una reforma es el Corán: todo
hadith que contradiga al Corán, tanto en su letra como en su espíritu, se descarta sin apelación.
Sólo el Corán obliga.
Lo mismo vale para la pena de muerte por apostasía en virtud del principio: "quien cambia de
religión debe ser asesinado". Nada de eso existe en el Corán. En tiempos del Profeta había gente
que cambiaba de religión varias veces al día, pues hay un verso que dice: "son musulmanes
cuando están con los musulmanes y politeístas cuando están con los politeístas". El Profeta no
instituyó una inquisición, el no hizo ejecutar a los fariseos y los hipócritas. El Corán habla de
munafiqun (hipócritas). Y el Profeta les dijo: "paz sobre vosotros". De modo que el hadhit que
autoriza la decapitación está en contradicción total con el Corán. Eso no debe ser reformado
sino directamente rechazado. La pena capital por apostasía no existe. Es una pena política.
Basta ver el caso de Khomeini con Alman Rushide. Y cuando dicen que yo mismo soy apóstata
porque rechazo la ley de apostasía, me encojo de hombros. Mi posición es totalmente legal. No
contesto sino por el Corán, contesto desde el interior mismo del Islam. Sólo el Corán me obliga y
sigo una lectura vectorial. El reformador debe buscar la dirección más recta al dar sus pasos.
CF. Los versos relativos a la jihad también son coránicos...
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MT. ¿Sabe Ud. lo que el Corán dice al respecto? Dice: «La ta’tadoû wa in ouetoudya aleykoum
fa’tadoû bi mithli mâ ou’toudiya aleykoum.» ("No seáis agresores a menos que hayáis sido
agredidos vosotros mismos").
He ahí la primera línea -el frente- del reformador: volver a la Historia, al Texto, y pulir la sharia
de todas sus escorias.
CF. ¿Hablaría Ud. de una nueva sharia?
MT. Absolutamente. Pero eso no significa destruir todo. Yo digo sí al ayuno, sí a la oración, y
digo no al velo. Mi posición consiste en decir: señoras, señoritas, nada las obliga a ponerse un
pañuelo sobre la cabeza. Excepto, claro, que seáis cristianas y lo hagáis porque San Pablo lo ha
dicho. Pero sucede que las cristianas de hoy lo han abandonado. No hay una sola palabra en el
Corán acerca de que las damas deban cubrir su cabello. No se encuentra un solo verso donde
haya una palabra acerca del cabello ("shaar").
Y lo mismo vale para la cuestión de la usura, la "riba". Ni está definida esa noción, ni había
bancos en tiempos del Profeta. Lo prohibido fue el aprovechamiento especulativo de la
necesidad de sustento.
CF. ¿De dónde podría venir esa reforma según Ud.? ¿No se corre el riesgo de ser anatematizado
como lo fue Ali Abdel Raziq?
MT. Ali Abdel Raziq no ha resultado convincente porque vivimos en regímenes dictatoriales. Por
eso pienso que el reformismo tendrá éxito en grupos minoritarios de países Occidentales en los
cuales hay libertad. Así, por ejemplo, condenando la lapidación. Si alguien objeta que eso (el
éxito) es imposible, cabe responder que estas cuestiones se integran a su conciencia como
occidentales. Los musulmanes europeos dicen: "¡Eso no es nuestro Islam!". Y no: "¡Eh! No maté
a mi esposa adúltera porque la ley me lo impide. Pero como musulmán debería haber cavado un
hoyo para arrojarla adentro y apedrearla. Lamentablemente no hay sharia aquí...". Mientras
haya musulmanes en París que razonen así, será la ruina del Islam. Es necesario que los
musulmanes se reformen por dentro, en su propia conciencia musulmana, y lleguen a la íntima
convicción de estar armonía consigo mismos y rechacen todo lo que se opone a la modernidad,
la justicia y el humanismo; puesto que se trata del residuo de épocas pasadas.
El reformismo consiste en leer el Corán, y subsidiariamente la sunna, con los ojos de los vivos y
no de los muertos; y en plantearse siempre esta pregunta: "Dios ¿qué es lo que Tú me dices, en
este instante, a mí?" A mí (Talbi) me dice que haga el Bien. Para un filósofo como Luc Ferry
(autor de "El Hombre-Dios") será su propia conciencia la que le habla. Para mí también es mi
conciencia. Sólo que la conciencia de Luc Ferry es iluminada exclusivamente por la filosofía,
mientras que la mía lo es por una luz que yo considero divina. Pero sin constricción. Es mi
conciencia la que me habla, pero una conciencia que ha integrado en ella misma una luz divina.
Y soy perfectamente libre de cara a dicha conciencia.
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