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La gaceta
29 de agosto de 2011
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Escena de la
película Hidalgo
(2010).
Fotograma:
Archivo
yona, un pueblo ubicado al sur de Francia. El
sentimiento de orfandad que invadía a la madre
patria pronto tuvo ecos en América. El ayuntamiento de Ciudad de México, encabezado por
Juan Francisco de Azcárate y Francisco Primo
de Verdad y Ramos, propuso no reconocer ninguna autoridad que no proviniera del rey y establecer una junta de gobierno. Ésta duraría hasta
que el soberano legítimo regresara al trono.
El virrey José de Iturrigaray estuvo de
acuerdo con el ayuntamiento, pero no la Audiencia de México y los comerciantes españoles de la ciudad, que querían reconocer a la
Junta Central de España.
Los miembros de la Audiencia, junto con
los mercaderes que controlaban el comercio
de importación, encabezados por Gabriel de
Yermo, destituyeron a Iturrigaray, nombraron
a Pedro de Garibay como nuevo virrey, además
de perseguir y aprehender a partidarios de la
instauración de una Junta en Nueva España,
entre ellos Juan Francisco de Azcárate.
El pacto social
Una guerra
dependiente
MARTHA EVA LOERA
L
as ideas de la Ilustración no tuvieron
una influencia de peso en el estallido de
la guerra de Independencia. No hay que
exagerar el ascendiente de autores como
Rousseau, Montesquieu y Voltaire, como se afirma a menudo, afirma Luis Villoro en El proceso
ideológico de la revolución de independencia.
El filósofo e investigador emérito de la
Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), sostiene en la primera edición de su
libro por parte del Fondo de Cultura Económica (2010), que: “La difusión de dichas obras sólo
tendría verdadera significación si en los principales teóricos de la Independencia se descubriera una clara similitud de pensamiento, cosa que
sólo ocurre en una etapa tardía de la revolución”.
Villoro señala que conforme la revolución de
Independencia avanza, sus objetivos se vuelven
más radicales. Eso provoca una transformación
ideológica: los dirigentes criollos se abren, cada
vez más a las ideas democráticas en sus versiones
francesas y propias del liberalismo europeo.
“En el Congreso de Chilpancingo percibimos claramente, por vez primera, el sello de
la concepción liberal”, que sigue el modelo del
Congreso de Cádiz y la Asamblea francesa.
La proclamación de Independencia por el
Congreso de Chilpancingo no menciona al rey,
pero sí a la república. Este congreso, también
llamado de Anáhuac, fue instalado por Morelos
el 14 de septiembre de 1813. En esta asamblea
Morelos presentó Los sentimientos de la nación.
Breve historia
El proceso de la revolución de Independencia empieza en 1808, después que Napoleón Bonaparte
colocó en el trono español a su hermano José.
Fernando VII fue hecho prisionero en Ba-
historia
La Guerra de Independencia no comenzó tanto
por las ideas que se desprendieron de la Ilustración
y sí en mayor medida por el debilitamiento de la
Corona española y por la ambición de los criollos
por obtener mejores puestos en el gobierno, señala
el investigador Luis Villoro
Azcárate sostenía la existencia de un pacto entre la nación y el soberano, mediante el cual el
pueblo le dona a éste el reino. Según Azcárate,
el monarca no puede desconocer tal convenio,
pero cuando está imposibilitado para gobernar,
la nación vuelve a asumir la soberanía otorgada hasta que el rey regresa.
Ideas complementarias son atribuidas a
fray Servando Teresa de Mier. Él decía que
América poseía su propio pacto social. Aquel
que contrajo Carlos V con los conquistadores
y que convertía a las colonias americanas en
reinos independientes de España, sin más vínculos con ésta que el rey, destaca Villoro.
Los criollos retrocederán en el tiempo y volverán sus ojos a la conquista y explorarán leyes
olvidadas. Encontrarán bases firmes en la Carta
magna de Castilla, redactada por Alfonso el Sabio, la cual estipulaba que: “Faltando el rey deben
juntarse los hombres nobles y sabios del reino y
los representantes de las villas y, constituyendo
un congreso, guardar y dirigir los bienes reales”.
Muchos criollos estaban convencidos que la
Nueva España debía reunir a los notables del reino en una junta, pues tenía las mismas facultades
de convocar cortes que otros reinos hispánicos. La
situación lo ameritaba. El rey estaba preso y sus
tierras ocupadas por los franceses, explica Villoro.
Después del golpe de estado perpetuado por
Yermo, entre 1809 y 1810 tuvieron lugar reuniones secretas que tenían entre sus objetivos dar
forma al proyecto de establecer una junta de
gobierno. Una de estas reuniones fue la de Querétaro, a la que estaba vinculado el corregidor
Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz,
además de Ignacio Allende y Miguel Hidalgo.
La conspiración de Querétaro fue descubierta y los conjurados aprehendidos. Josefa
Ortiz de Domínguez mandó avisar de inmediato a Ignacio Allende y a Miguel Hidalgo.
Éste se levantó en armas y lanzó su grito de
guerra: “¡Muera el mal gobierno!, ¡Mueran
los gachupines!, ¡Viva Fernando VII! y ¡Viva
la religión! [