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Retos para la potenciación de la divulgación científica en América Latina
Dra. Argelia Ferrer Escalona
Escuela de Medios Audiovisuales
Universidad de Los Andes, Venezuela
Bucaramanga, noviembre 2009
En las sociedades modernas, la ciencia y la tecnología influyen en la
forma de vida de todos los ciudadanos, en su salud, en el ambiente, en la
manera de transportarse, comunicarse, trabajar, alimentarse y recrearse. No es
poca cosa, para dejarla pasar por debajo de la mesa.
Los países industrializados son una evidencia de que el desarrollo
económico va de la mano con el desarrollo científico y tecnológico. Por
consiguiente, es preciso estimular y defender el quehacer de la ciencia como
elemento para superar algunos de los problemas de nuestros pueblos. El
resultado de la labor de los investigadores lo podemos encontrar en
publicaciones
especializadas. Estas revistas, por sus características, están
dirigidas a los especialistas o pares pero debido al lenguaje que utilizan, son
inaccesibles a los públicos generales.
Para compensar esta situación existe la posibilidad de la divulgación
científica la cual ha sido definida por el más prolífico escritor del tema en idioma
castellano, que es el Dr. Manuel Calvo Hernando, como “... una forma particular
de mediación cultural y supone una actividad que selecciona, reorienta,
readapta y refunde un conocimiento específico para transformarlo con destino a
un contexto distinto.” 1
1
Calvo Hernando, Manuel (2003) Divulgación y Periodismo Científico: entre la claridad y la
exactitud. México, Dirección General de Divulgación de la Ciencia, Universidad Nacional
Autónoma de México.
1
Una de las características de la divulgación es que se realiza fuera del
marco de la enseñanza formal, que su función es informativa y educativa, y que
no va nunca dirigida a especialistas del área que trate el tema que se divulga.
Como en esta charla se trata de comentar los que serían algunos de los
desafíos para potenciar la divulgación científica en nuestra región, proponemos,
en primer lugar, el reto de ampliar la visión de la divulgación por una
mucho más generosa, que es la Comunicación Pública de la Ciencia o
comunicación científica pública, la cual comprende, entre otras actividades,
la museología científica, el periodismo y la divulgación científica, las
asociaciones de ciencia, las dependencias institucionales encargadas de la
información en universidades y centros de investigación, etc. Se manifiesta en
exposiciones,
uso
de
medios
audiovisuales,
coloquios,
conferencias,
actividades para jóvenes, objetos y mecanismos interactivos que tengan como
fin la difusión de la cultura científica, para poner en sintonía a la sociedad con lo
que sucede en el mundo de las ciencias.
Asimismo, uno de los retos fundamentales de los divulgadores es
encontrar más espacios en los distintos medios de comunicación,
incluyendo por supuesto los medios digitales. Pensamos que el trabajo
periodístico sobre temas de actualidad científico-tecnológica puede y debe ir
acompañado de material divulgativo que expanda y contextualice los asuntos
publicados. No olvidemos que en el periodismo puede haber divulgación, pero
no toda divulgación tiene el elemento noticioso o de actualidad imprescindible
en el periodismo.
Antes hemos dicho que hay una vinculación de la ciencia con el
desarrollo.
¿Cómo puede la comunicación pública de la ciencia contribuir con
el desarrollo de nuestros países? De distintas maneras. Y es preciso que haya
conciencia de esa relación, para poder emprender la tarea de comunicar ciencia
a la sociedad.
2
A continuación citamos algunas de sus potencialidades de la
comunicación pública de la ciencia:

Contribuir al desarrollo económico: promoviendo la ciencia y tecnología
como base de la innovación industrial; facilitando el flujo de información entre
los diferentes componentes del sistema científico-tecnológico, con los sectores
académicos y empresariales; ofreciendo informaciones, análisis y opiniones
sobre las nuevas tecnologías y sobre la adquisición o desarrollo de los recursos
científico-tecnológicos necesarios para el crecimiento industrial.

Colaborar con el desarrollo cultural: informando sobre los descubrimientos
básicos y sus aplicaciones y explicando sus implicaciones; difundiendo los
logros de la actividad científica y tecnológica; promoviendo la discusión sobre
diversos los aspectos de la actividad científica y tecnológica; explicando la
importancia de los avances científicos para la sociedad; promoviendo el
pensamiento basado en el método científico.

Apoyar el desarrollo social: promoviendo la ciencia y la tecnología para el
incremento generalizado del conocimiento y de la calidad de vida; combatiendo,
con información, las deficiencias de información de la escuela y actualizando los
conocimientos de los ciudadanos como una labor de educación permanente;
ofreciendo información sobre descubrimientos que puedan incidir sobre la vida
diaria.

Favorecer el desarrollo político y la participación: promoviendo la
participación ciudadana informada sobre decisiones vinculadas a su presente y
futuro, en temas vinculados a la ciencia y tecnología; explicando las
consecuencias del progreso científico y el desarrollo tecnológico sobre la
cultura, la salud, la energía y el medio ambiente, así como de otras dimensiones
3
de la vida cotidiana y las implicaciones éticas de los conocimientos y de sus
aplicaciones.

Contribuir al desarrollo científico: promoviendo la asignación de recursos
económicos y materiales para el sector; explicando la importancia de la ciencia
a quienes deciden sobre las inversiones en ciencia y tecnología; favoreciendo
las vocaciones científicas dentro de la población; promoviendo el desarrollo de
tecnologías propias y luchando contra la dependencia tecnológica.
De ello se desprende el reto de comunicar la ciencia a la sociedad
para que los ciudadanos estén informados y participen en los debates
públicos y en las decisiones de temas de interés colectivo. La
comunicación pública de la ciencia puede, por ejemplo, contribuir con el debate
sobre las tecnologías, ofreciendo a los ciudadanos todos, bien sea a los
posibles usuarios, a los directivos de organismos de fomento tecnológico y a los
legisladores, informaciones, análisis y opiniones sobre el tema. Si esta
discusión se presenta como deseable en cualquier sociedad, es fundamental en
países como los latinoamericanos, donde la relación con las tecnologías ha
sido, tradicionalmente, de usuarios y no de productores para satisfacer las
propias necesidades.
Conocer los alcances y los riesgos de las novedades tecnológicas evita
que los ciudadanos caigan en un endiosamiento de las tecnologías, lo cual sólo
puede ser conjurado con educación e información. Las tecnologías maravillan,
sorprenden, crean miedos y expectativas, pero sabemos tienen unos alcances
determinados y su posesión no garantiza la solución de todos los problemas. La
información bien documentada sobre las potencialidades y las limitaciones de
las tecnologías, sobre todo aquellas que implican directamente a los
ciudadanos, deberían ser tema permanente para la comunicación pública de la
ciencia. El desarrollo de fuentes de energías alternativas, como la nuclear,
debería ser tema de debate. Y así, muchos otros más.
4
Uno de los principales retos de la comunicación científica pública es ser
mediadora y facilitar la transferencia de conocimientos entre diferentes
actores del mundo científico y empresarial; asimismo, ofrecer información
a los encargados de instituciones estatales y no gubernamentales para
tomar decisiones sobre recursos científico-tecnológicos. También sirve para
explicar la importancia de los avances científicos para la sociedad, analizar los
desarrollos científico-tecnológicos y sus implicaciones.
Al respecto nos preguntamos ¿Cómo puede la sociedad participar
democráticamente en los asuntos públicos, cómo puede
decidir, si los
ciudadanos no están informados de las diferentes opciones, de las distintas
perspectivas, de un tema determinado?
En América Latina, la promoción de la ciencia y tecnología son de vital
importancia para conseguir una mayor asignación de recursos presupuestarios
destinados a la ciencia, tecnología e innovación, así como la utilización de
dichos recursos en una actividad científico-tecnológica tendiente a resolver las
necesidades prioritarias de las poblaciones. El periodismo y la divulgación
científica pueden servir de apoyo para la búsqueda de mayores recursos para la
investigación.
No menos importante es el reto de la educación.
La comunicación
científica pública cumple una función cultural y educativa, al contribuir a la
formación cultural de la población; combate las deficiencias de información de la
escuela; pone al día los conocimientos de la gente en una labor de educación
permanente; permite divulgar el método científico –la ciencia y su dinámica, su
búsqueda permanente de nuevos conocimientos. Debido al acelerado ritmo de
progreso de la ciencia y la tecnología, sin la comunicación científica pública los
ciudadanos estarían absolutamente desactualizados y sin entender los cambios
permanentes que se gestan en el ámbito del conocimiento.
En este aspecto, podemos detenernos a pensar todos los avances en el
ámbito de la biología y otras ciencias, y lo atrasados que viviríamos si los
5
medios de comunicación no nos hubieran actualizado en esos conocimientos.
La clonación de mamíferos y la popular oveja Dolly; la ingeniería genética y sus
aplicaciones en la medicina, y la agricultura; avances en el conocimiento del
funcionamiento del cerebro; nuevos datos sobre la aparición de la especie
humana en el planeta; los nuevos materiales y la nanotecnología; los secretos
de nuestro sistema planetario que nos ha develado la investigación espacial,
sólo para citar algunos casos. La comunicación pública de la ciencia es un
recurso idóneo para la educación permanente de la población.
Otro de los retos es el de democratizar las decisiones sobre ciencia y
tecnología. El físico, divulgador y director del Museo de Ciencia de Barcelona
(España) Jorge Wagensberg opina que los científicos no suelen detenerse a
evaluar los riesgos de las consecuencias de lo que producen. Considera que la
comunidad científica genera muy poca opinión pues no está acostumbrada a
debatir internamente este tipo de temas, por lo cual difícilmente se originará
opinión científica en la sociedad. E invita a comparar el volumen de opinión
política, económica, artística y
deportiva que manejamos cada día, con
respecto a la opinión científica, la cual incluye temas como la vida humana, el
medio ambiente o la energía. Y no podemos dejar de pensar en las encuestas
periodísticas televisivas: cualquiera
da su opinión ante un tema deportivo,
político o social ¿pero cuántos lo harán sobre una noticia científica? De ahí que
consideramos un reto hacer que la comunidad científica genere debates y
opiniones sobre ciencia y tecnología y de esa manera pernear hacia la sociedad
elementos de formación de una opinión científica en la sociedad.
En este aspecto, es fundamental que nuestros investigadores tomen la
palabra y presenten información suficiente y desde distintos ángulos sobre
temas puntuales pero muy controvertidos, como el uso de organismos
modificados genéticamente en alimentos, el uso de células madre, de
determinados tipos de energía. Sabemos que junto al tema científico de la
experimentación con plantas, por ejemplo, hay otros intereses económicos y
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políticos. Todos ellos deben ponerse sobre el tapete de la actualidad informativa
para que los ciudadanos puedan elaborar sus propias opiniones de un modo
más informado y decidir qué acciones tomar cuando sea el caso.
La comunicación pública de la ciencia y la tecnología coloca en la palestra,
para el conocimiento y debate ciudadano, aspectos diferentes sobre los efectos
positivos y negativos del progreso científico y el desarrollo tecnológico sobre la
cultura, la salud, el medio ambiente y otras dimensiones de la vida cotidiana, así
como de las implicaciones éticas de los conocimientos y de sus aplicaciones.
Como toda actividad social, la labor de los científicos tiene implicaciones
económicas, políticas, éticas, sociales, ambientales, que deben ser conocidas
por los ciudadanos para que estos, en el uso de sus derechos y obligaciones
democráticas, puedan participar, consciente y reflexivamente, en las decisiones
referentes a la ciencia.
La comunicación científica pública tiene el reto de estimular la curiosidad
del público sobre temas científicos, su sensibilidad y su responsabilidad moral.
Por otra parte, favorece
las vocaciones científicas dentro de la población.
Hemos conocido muchos testimonios de investigadores que cuando jóvenes
leían en los diarios columnas como la del fallecido periodista venezolano
Arístides Bastidas, que lograron sembrar inquietudes en las mentes de esas
personas en su etapa de formación temprana. La presencia de elementos
científicos en programas de ficción, bien sean películas o series televisivas,
pueden despertar el gusanillo de la ciencia en los más pequeños. Hasta la
ciencia ficción es materia prima para estimular la difusión del conocimiento en la
sociedad.
No podemos dejar a un lado uno de los desafíos más olvidados es
explicar la ciencia a quienes elaboran las leyes y toman las decisiones, y
sembrar conciencia en los gobiernos y en la opinión pública sobre el decisivo
papel de la ciencia y la tecnología para el desarrollo de los pueblos. En vista de
la creciente importancia social de la ciencia, se destaca la función política de la
7
comunicación pública de la ciencia como elemento indispensable para la
gobernanza, al permitir que la colectividad disponga de una mayor información
para poder conocer y opinar sobre las decisiones y debates referentes a la
ciencia y la tecnología, en las sociedades democráticas. No se trata de que el
público se convierta en científico, sino que conozca y entienda un poco más de
una actividad que forma parte de la cultura.
En el caso de la ciencia, el concepto de gobernanza se vincula a la toma de
decisiones sobre la orientación pública de la actividad científica, basada en la
deliberación. Tal como plantea Estévez (2008:17) el principal supuesto de la
gobernanza deliberativa
es que las políticas de ciencia y tecnología son
resultado de un intercambio entre comunidad científica y público, que
trascienden el papel tradicional del ciudadano como simple receptor de los
resultados de tales políticas. Por cierto que los gobernantes para hacer políticas
científicas tienen el reto de ampliar su cultura científica y tecnológica.
Continuando con los retos, consideramos fundamental aumentar el
protagonismo de las universidades en la comunicación pública de la
ciencia. En las universidades, la producción de conocimientos derivados de la
investigación en diversas disciplinas académicas es parte sustancial de sus
actividades, sin embargo, en líneas generales, los ciudadanos ignoran qué es lo
que se investiga, descubre, inventa, diseña, crea o discute en el seno de las
instituciones dedicadas a la educación superior.
La razón es simplemente que el quehacer científico universitario no se proyecta
lo suficiente en los medios de comunicación ni a través de otro tipo de
actividades. Este es el caso de Venezuela. Y eso es lo que se puede superar
con actividades como las que hoy nos convocan.
En nuestros países tenemos instituciones académicas con una actividad
científica de vanguardia, desarrollando diariamente el saber, estudiando la
sociedad, la vida y la materia en sus diferentes manifestaciones, proponiendo
salidas a problemas puntuales. Esa actividad incansable debería reflejarse más
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en los medios de comunicación y por ello tenemos el reto de ofrecer estímulos
tanto a los comunicadores como a los investigadores para que dediquen parte
de su esfuerzo profesional a la información científica y de modo cooperativo, le
den un tratamiento de profundidad y análisis, contribuyendo de este modo a una
mejor comprensión y conocimiento público de la actividad científica regional. En
pocas palabras, a la contribución de la cultura científica.
Para referirnos a la cultura científica tomaremos la definición operativa
de la Primera Encuesta Nacional de Percepción Pública de la Ciencia, Cultura
Científica y Participación Ciudadana de Venezuela, la establece que Cultura
científica es “…la comprensión de la dinámica social de la ciencia: quién la
produce, hacia qué fines, con qué consecuencias, frente a qué costo de
oportunidad, para qué beneficiarios”, refiriéndose fundamentalmente a la
capacidad de la sociedad de tomar decisiones sobre el tema. (Cruces y Vessuri,
2004:31).
Esta cultura se resume en la socialización del conocimiento científico y
en la incorporación de la sociedad al proceso de participación en la solución de
algunos de los problemas ingentes que padecemos como humanidad. La
cultura científica va más allá que la “alfabetización” en ciencia. Datos,
conceptos, teorías, inventos, etc. forman parte de la información mínima de un
ciudadano educado. Pero el concepto de cultura científica trasciende el acopio
de información que podamos adquirir, que por demás siempre será poca para el
caudal de conocimiento científico acumulado por la humanidad solamente en
las últimas décadas. Más que la difusión del conocimiento, el reto es la
comprensión de la ciencia como producción intelectual y social, fundamental
para pensar en la cultura científica del ciudadano del siglo XXI.
Estos conceptos envuelven un cambio en la relación unidireccional de
comunicar la ciencia del científico al ciudadano, así como un cambio en la
mediación del comunicador/educador/divulgador. La democracia actual
exige relaciones dialógicas y eso significa que el ciudadano más que oídos
9
también tiene cosas que decir y que sus preguntas poseen un valor de primer
orden.
El reto que se plantea en este concepto es la transformación profunda
de conceptos tradicionales en la comunicación científica. Para C. Cortassa
(2008:132) toda práctica que promueva la comprensión pública de la ciencia
debe trascender el concepto de “educar” científicamente al público, como logros
pedagógicos para superar la brecha cognitiva. En su lugar, debe contribuir la
sostener una relación entre expertos y legos que permita compartir
diferencialmente el conocimiento y sobre esa base común, construir un diálogo
más efectivo en la esfera pública.
La alfabetización científica, apoyada en buena medida por los medios de
comunicación como modo de alcanzar la cultura científica en la sociedad, ha
sido cuestionada desde hace algunos años, pues implica utilizar el llamado
“modelo de déficit” refutado por algunos de los investigadores del ámbito de la
percepción pública, para quienes es muy impreciso determinar lo que la gente
debe
saber
para
considerarse
alfabetizado
científicamente.
Sin embargo, resulta incuestionable que sin comunicación social de la ciencia
no es posible alcanzar cultura científica.
La investigadora venezolana Alicia Pineda ha explicado que los cambios
registrados en el siglo pasado en los modelos de ciencia, tecnología e
innovación han influido profundamente en la comunicación sobre la ciencia y la
tecnología “ (…). Es así como de una ciencia vista sólo como un valor
intelectual y de una tecnología e innovación consideradas como fines en sí
mismas, que hay que apoyar y divulgar (modelos lineales), se ha pasado, bajo
el impulso del desarrollo de las nuevas tecnologías, a
una
ciencia,
tecnología e innovación consideradas como valores productivos o económicos,
sujetas al análisis y a la crítica” (Pineda, 2006: 111)
El enfoque sistémico contempla a la comunicación como un elemento
estratégico, que sirve para el análisis y la crítica, las preguntas de los
10
ciudadanos, la responsabilidad de los emisores hacia la sociedad a la que
pertenecen, y las demandas de información sobre los riesgos de la actividad
científico-tecnológica para la toma de decisiones en problemas altamente
sensibles como la energía, la salud, la agricultura, etc., así como las
discusiones éticas.
No podemos dejar a un lado el reto de incluir en esta cruzada
comunicativa a los excluidos por razones sociales, por discapacidades, por
razones económicas o geográficas.
Por otra parte, para contribuir con la comprensión de la ciencia,
necesitamos estudiar la misma Comunicación Científica Pública, los actores,
medios y mecanismos utilizados, los contenidos, los públicos, así como las
motivaciones o las resistencias para realizar o no acciones enmarcadas dentro
de esta actividad. La formación y capacitación de comunicadores y académicos
es otro reto en el que se viene trabajando desde hace años, y que no debe cesar
para lograr avances ciertos en la cultura científica de la sociedad.
Los retos son muchos y el tiempo apremia.
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