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Transcript
LA FE TAMBIÉN SE EDUCA
Luis Nos Muro, CM
Pamplona - España
INTRODUCCIÓN
Se escriba o no, toda persona tiene su historia, y lo importante es vivirla. Pero si la vida
es preciosa, las Autobiografías son inestimables. Tal es el caso de san Agustín. Tuvo
una vida muy rica y, en parte, dejó constancia de su trayectoria vital.
Además de personaje de categoría, Agustín fue un hombre que se dejó
estructurar por el Dios de Jesucristo y de los hombres, guiado por el Espíritu Santo en la
Historia de cada día.
¿Por qué es Agustín un buen acompañante en la tarea educativa de la fe?
Con esta ponencia pretendo, en primer lugar, desplegar ante ustedes algunos de
los rasgos de la fe de Agustín, en orden a despertar el apetito por su obra y, ante todo,
para animarnos a leer la historia de nuestra fe.
Agustín, en segundo lugar, es un hombre que ha tenido el acierto de decirnos
cómo se hizo hombre y cristiano.
En tercer lugar, estimo que Agustín es un contemporáneo nuestro debido a su
situación vital.
Finalmente, y en cuarto lugar, aunque Agustín no sea mi único paradigma,
estimo que concurren en él un cúmulo de cualidades excepcionales.
En los planteamientos sobre Dios, Naturaleza e Historia, Agustín parte desde su
antropología, pues si el ser humano no se plantea los problemas vitales desde su yo, es
imposible que pueda resolverlos.
Agustín mezcla pensamiento con autobiografía. Por eso, muchas de sus páginas
son de una belleza dramática. Y es que, mientras las leemos, parece como si se
representaran ante nosotros.
Los teólogos actuales han vuelto al meta-relato y a la literatura narrativa porque
esos fueron los procedimientos estilísticos de la Biblia, y porque, en definitiva, la fe hay
que traducirla en narraciones. El mismo Jesús cuenta su fe en Dios por medio de
parábolas, y en lenguaje parabólico-simbólico escribieron muchos de los Santos Padres.
La Literatura es el vehículo de la Cultura, y si muchos de nuestros pensadores
cristianos son clásicos es porque, estando en la Cultura haciéndola, han pasado a la
Literatura. Tal es el caso de Fray Luis de León y de tantos otros. Pero precisamente
porque fueron cultos y literatos, han sido capaces de evangelizar desde sus conventos,
libros y universidades.
Si, cada cien años, como dice el novelista Galdós, nace un gran santo1, no cabe
duda que Agustín ocupa una centuria, y algo más, en la Historia Universal y Cristiana.
Después de esta Introducción, pido permiso para centrar mi ponencia en estos
ejes:
I.- Trayectoria personal de la fe de Agustín.
II.- Ingredientes de la fe según Agustín.
III.- Educación para creer y su didáctica.
1
BPG. Ángel Guerra, Aguilar, O.C. N. M. III, Madrid, 1982, 241.
1
I.- TRAYECTORIA DE LA FE PERSONAL DE AGUSTÍN
La fe de sus padres. Desde niño, Agustín oyó hablar de Dios en su casa. Fue signado
con la Cruz, y sus labios paladearon la sal. Debido a un fuerte dolor de estómago, pidió
el Bautismo, pero se pospuso a causa de su mejoría, y por la costumbre de recibirlo a la
hora de la muerte.
“En mi infancia –dice Agustín-, creía, como mi madre y toda la casa, excepto mi
padre”. Por eso, cuando reflexiona sobre el bautismo, le hubiera gustado recibirlo en la
infancia. N. B. y 2. El cristianismo de su casa3 tuvo una poderosa atracción para él4.
Renuncia de la fe católica y agresividad contra ella. Sin embargo, “cuando apenas
contaba” nueve años, dejó la religión católica porque le parecía irracional y, además
porque, siendo joven, los maniqueos le habían prometido “una fe libre”, como resultado
de un proceso intelectual5. Retengamos eso de “una fe irracional” y “libre”.
Por fe irracional entendían los maniqueos la pura aceptación del Credo. Es decir,
que la fe no consiste en lo que propone el Credo cristiano, sino lo que la razón entiende
de ese Credo. Y por “fe libre” entendían el proceso en el que no intermedia una
autoridad. En concreto, la entrega a Cristo como requisito para creer en el Dios de la
Biblia.
Durante su militancia con los maniqueos, fue un proselitista anticatólico6.
Conquistó a sus amigos para la secta, y hasta se propuso arrancar la fe católica de su
madre. Y no sólo eso, sino que estuvo dispuesto a combatir con Dios y derrotarlo7.
Agustín ha sido presentado como el hombre del corazón, pero no como el
hombre de la razonabilidad. Sin embargo, la comprensión razonable, como veremos
más adelante, pesa en el proceso agustiniano de la fe.
El escándalo de la Biblia. Agustín tropezó con la Escritura por leerla con ánimo de
crítica, y por parecerle una literatura para bárbaros en comparación con la de Virgilio o
Borges. Cuando la conozca mejor, hará apreciaciones atinadas8.
2
N. B. Siempre que cite a san Agustín, lo haré por la edición de sus Obras Completas según la BAC,
Madrid, 1946-1995. Los volúmenes los señalaré con su correspondiente número romano, y nunca por el
arábigo de la Biblioteca General de la BAC. En orden a la consulta, y debido a las reimpresiones y
diversas ediciones, reseño cada uno de los volúmenes que manejo, según el año de su edición. Esto es
importante, pues, según la edición de que se trate, nos encontramos con Cartas, por ejemplo, que no
aparecen en la primera edición. Así, pues: I, 1969; II, 1974; III, 1971; IV, 1956; V, 1968; VI, 1971; VII,
1964; VIII, 1967; IX, 1973; X, 1965; XIª, 1972; XI b, 1972; XII, 1973; XIII, 1968; XIV, 1965; XV, 1969;
XVI, 1964; XVII, 1965; XVIII, 1959; XIX, 1964; XX, 1965; XXI, 1966; XXII, 1967; XXIII, 1983;
XXIV, 1983; XXV, 1984; XXVI, 1985; XXVII, 1991; XXVIII, 1989; XXIX, 1922; XXX, 1986; XXXI,
1993; XXXII, 1988; XXXIII, 1990; XXXIV, 1994; XXXV, 1984; XXXVI, 1985; XXXVII, 1985;
XXXVIII, 1990; XXXIX, 1988; XL, 1994. En las notas a pie de página suprimo, por innecesaria, la
repetición de O. C. (Obras Completas), así como la sigla BAC (Biblioteca de Autores Cristianos). No
obstante, quiero dejar constancia de que el último número romano que aparece en las notas a pie de
página corresponde siempre al volumen de la BAC., seguido del correspondiente número de página. Así:
A. Confesiones II, XI, 18. II, 89; Cf. Confesiones VI, IV, 5. II, 235.
3
A. Las dos almas, 1. XXX, 184.
4
Contra los académicos II, II, 5. III, 106.
5
A. De la utilidad de creer I, 2. IV, 831.
6
A. Confesiones VI, IV, 5. II, 235.
7
A. Confesiones V, X, 18. II, 211.
8
A. Sermón 51, 6. X, 11.
2
Opción por el catolicismo y sus motivaciones. A pesar de su opción por el
Catecumenado en la Iglesia Católica9 y de sentirse católico por dentro, se resistía a dar
el paso10. ¿Por qué el autor de “La Ciudad de Dios” recibió las aguas bautismales? El
análisis de este proceso lo reduzco a tres motivaciones: Modestia, Prestigio y Base
Popular de la Iglesia Católica.
La Modestia la cifra en que la Iglesia manda creer las verdades, pero con más
modestia que otras confesiones11. La Iglesia tiene Prestigio porque ha difundido que la
muerte no tiene la última palabra.12. La Iglesia es Popular porque admite a toda clase de
personas, y no como los maniqueos, que alardeaban de aristocratismo13.
En consecuencia, si opta por la fe católica es porque la Iglesia educa con
mansedumbre para creer, por encima de los aparentes absurdos de la Biblia14, y porque
Dios no niega a nadie la luz suficiente15.
II.- INGREDIENTES DE LA FE
Qué es la fe. A la pregunta sobre la fe, Agustín responde que consiste en creer en Dios
y a Dios16. Dios es el fundamento de la fe17. En consecuencia, la “fe no es lo que se
cree, sino por lo que se cree. Se cree el objeto, se intuye la fe”18.
El creyente cree en Dios y por Dios. Esa es la fuerza del “por lo que se cree” o
por quien se cree. Es decir, el cristiano cree en un Dios existente, no tanto por revelado,
cuanto por existente, aunque Dios también exista en su revelación. Y en esto consiste el
fundamento de la fe. Por eso, la fe cristiana no consiste en creer en la fe, cuanto en lo
que apunta la fe. Y aquello que apunta la fe es Dios, aunque lleguemos a Él mediante lo
que nos ha comunicado por hechos y palabras.
Cierto que por la fe asentimos a lo que se nos propone como verdadero. Y hay
que afirmar que no existe fe mientras no se da el asentimiento, aunque el asentimiento
ni es la fe ni es Dios. El asentimiento es un acto humano, pero, tratándose de asentir en
Dios, está potenciado por Él19. Agustín refuerza su planteamiento con el recurso a lo
sacramental. Por eso, dice que la fe es como un sacramento que tiene por dentro a
Dios20.
Qué es la fe desde un enfoque más cristológico y temporal. “Una fe en acto es Cristo
presente”, mientras que “una fe olvidada es Cristo dormido”21. “Presencia” y
“Dormición” ocurren en el tiempo, ya que, mientras no se llegue a la meta, la fe es
tiempo de siembra para la cosecha final22.
9
A. Confesiones V, XV, 25. II, 219.
A.Id. VIII, V, 11. II, 219.
11
A. Id. VI, V, 7. II, 237.
12
A. Id. VI, XI, 19. II, 252.
13
A. Id. VI, V, 8. II, 239
14
A. Id. VI, 7. 8. II, 237-239.
15
A. Réplica a la carta llamada “Del fundamento” 1. XXX, 385.
16
A. Enarraciones sobre los Salmos 38, 12. XIX, 705.
17
A. Id. 77, 8. XXI, 44.
18
A. Tratado sobre la Trinidad XIV, VIII, 11. V, 633.
19
A. Del espíritu y de la letra XXXI, 54. VI, 687-688.
20
A. Carta 98, 9. VIII, 628.
21
A. Sermón 81, 8. VII, 181.
22
A. Sermón 43, 1. VII, 573.
10
3
Pero la fe, mientras peregrinamos, viene por la humanidad de Jesús y por el
ministerio del predicador23. De ahí que los apóstoles, viendo la humanidad de
Jesucristo, adoraron, en Él, a Dios. En consecuencia, la humanidad del Salvador sirvió a
los apóstoles de sacramento para creer en su divina-humanidad24 resucitada25. Así, la fe
en Jesucristo abre ese ámbito, descubierto por la Resurrección, en el que es imposible
dar un paso sin creer, no sólo que Jesús ha resucitado, sino que su Resurrección lo
iguala con Dios. Esto es, la Resurrección descubre que el Crucificado y el Resucitado
son uno y el mismo Dios, como lo garantiza el Espíritu Santo26. “En efecto, nuestra fe
consta de cosas increíbles: la Palabra de Dios se hizo heno, un muerto resucitó, Dios fue
crucificado: cosas increíbles todas para sanarte a base de realidades increíbles”...27.
La invisible visibilidad de la fe. Ante esta paradoja cabe preguntarse, ¿es la fe una
realidad totalmente invisible? ¿No vemos algo de lo que creemos? En la vida, creemos
en muchas cosas que no vemos28, y sin una dosis de creencia, la vida social es
impensable29.
La fe tiene una invisibilidad-visible, ya que “no está fuera de nosotros, sino en lo
íntimo de nuestro ser; y nadie la ve en el prójimo, sino en sí mismo” 30, aunque el otro
tenga la misma fe31. ¿Qué vemos cuando decimos que creemos? Vemos el
cumplimiento de las profecías de Cristo32. Vemos que el mundo sigue a un hombre
crucificado. Vemos la Iglesia fundada por Cristo33. Vemos que la extensión del
cristianismo es un hecho34. Vemos a un hombre cuya voz es oída. Vemos un testigo.
Oímos un testimonio. Vemos la garantía de ese testigo y de su testimonio apoyados en
la Escritura. La Biblia también es visible. La mente entiende lo que se lee en ella.
Vemos la fe por la que respondemos que creemos. Vemos nuestra voluntad por la que
nos decidimos a aceptar la religión. Vemos, en conclusión, una imagen de la
Resurrección, creamos o no en el Resucitado35.
Con todo, y para que no le llamen ingenuo, Agustín establece la diferencia entre
ver y contemplar, “porque no faltan quienes piensan que eso que llamamos creer no es
otra cosa que ver con la mente”...36. Por tanto, así como hay diferencia entre lo temporal
y lo eterno, también existe diferencia entre Fe y Verdad”37.
Si por la fe se cree, la misma fe es oración. Si por la fe se cree, con la fe oramos38, y
no se puede “orar con fe sin tener fe”39. Hasta tal punto son inseparables fe creída y fe
23
A. Confesiones I, I, 1. II, 74.
A. Exposición de la carta de san Juan a los Partos I, 1. XVIII, 193.
25
A. Sermón 229, H, 1 (= Guelf . 12). XXIV, 331-332.
26
A. Tratados sobre el evangelio de san Juan XX, 3. XIII, 426
27
A. Sermón 341, 1. XXVI, 60.
28
A. De la fe en lo que no se ve I, 1. IV, 795.
29
A. Id. II, 4. IV, 799.
30
A. Tratado sobre la Trinidad XIII, II, 5. V, 567.
31
A. Id. XIII, II, 5. V, 567-568.
32
A. De la fe en lo que no se ve III, 5, IV, 801-803.
33
A. Id. IV, 7. IV, 807-809.
34
A. Id. VII, 10. IV, 815-817.
35
A. Carta 147, III, 9. XI a, 45-46.
36
A. Id. 147, III, 9, IX.ª, 45-46.
37
A. Tratado sobre la Trinidad IV, XVIII, 24. V, 306.
38
A. Enquiridión VII, 2. IV, 471.
39
A. Sermón 168, 5. XXIII, 640.
24
4
orada que es en el ámbito de la oración donde entendemos lo que creemos 40. De ahí que
no dude Agustín en afirmar que la fe es la fuente de la oración41.
Asentimiento y fe. La palabra “asentimiento”, como hemos adelantado, resuena en
Agustín, pues sabe que “sin asentimiento no hay fe”42. Es decir, que, en el proceso de la
fe, hay un momento en el que se asiente a las verdades propuestas, aunque de este
asentimiento haya que descartar la captación de las verdades de la fe a la manera de 2 +
343, pues, aunque humano, el asentimiento de fe no nos pertenece del todo.
A eso de los cuarenta años, pensó que la fe no es “don divino”, cuanto
humano”44 y, con anterioridad al bautismo, se resistía a dar su asentimiento a Cristo por
temor a un nuevo “traspiés”45. Tantos ha dado, que no quiere uno más.
La fe como entrega. “Asentimiento” y “entrega” no son sinónimos, pero se relacionan.
Según la Biblia, Dios sale al encuentro de la persona donándose. Pero la
donación requiere reciprocidad. De ahí que la acogida, en términos relacionales, exige
donación y recepción: “Cree firmemente en Dios y arrójate en sus brazos cuanto puedas.
Exprópiate de ti mismo, sal de tu propia potestad y confiesa que eres siervo de tu
clementísimo y generosísimo Señor. Él te atraerá a sí y no cesará de colmarte de sus
favores, aun sin tú saberlo”46, pues, sin Dios, tú eres menos ser, por más que Él
permanece intacto lo mismo contigo que sin ti47. De ahí que el creyente descubra que
Dios es su Todo48.
Fe y conocimiento: La pasión de un intelectual. Agustín quiere conocer y entender
aquello que cree49. Guiado por la autoridad de Cristo, se embarca en la búsqueda de la
verdad, pero no quiere llegar a ella por la sola fe, “sino por comprensión”50. La
autoridad de Cristo es incuestionable, pero autoridad no es lo mismo que razón, aunque
sí elemento de fiabilidad.
¿Se ha de sacrificar la razón a la fe? Así lo cree Consencio y lo escribe a su
obispo: Creo que las verdades divinas se han de percibir “por la fe más bien que por la
razón”, ya que si la fe fuese asunto de la razón, los únicos que tendrían acceso serían los
“filósofos y abogados”. Y no se trata de pedir a Dios una “razón”, cuanto de pedirle la
acomodación de la “fe a las Sagradas Escrituras más bien que a (los) raciocinios” (de
los filósofos)51.
Este argumento tuvo que golpear a Agustín, pero no ceja de afirmar que la razón
juega una función importante en el proceso de la fe cristiana, pues con la luz de la razón
se contempla lo que se admite con la firmeza de la fe52. Y no solo eso, sino que si no
tuviéramos almas racionales “no podríamos ni creer”53.
40
A. Carta 214, 7. XI b, 244.
A. Sermón 115, 1. VII, 395.
42
A. Enquiridión XX, IV, 493-495.
43
A. Confesiones VI, IV, 5. 6. II, 236-237.
44
A. De la predestinación de los santos III, 7. VI, 424-435.
45
A. Confesiones VI, IV. 6. II, 236.
46
A. Soliloquios I, XV, 30. I, 471.
47
A. Tratados sobre el evangelio de san Juan XI, 5. XIII, 285.
48
A. Id. XIII, 5. XIII, 323-324.
49
A. Soliloquios I, II, 8. I, 444.
50
A. Contra los académicos III, XX, 43. III, 190.
51
A. Carta 119, 2. VIII, 801.
52
A. Carta 120, I, 2. VIII, 809.
53
A. Id. I, 9. VIII, 809.
41
5
Domesticación de su fiereza intelectual. La bravura racionalista de Agustín impacta, y
pienso que se dio cuenta de que no podía seguir adelante. Sin abdicar de su
racionalidad, la amansa y cordializa. Los conceptos que vamos a exponer así lo
acreditan.
Ante todo, duda de que el conocimiento de Dios, prometido por fe, pueda
satisfacerle si lo conoce por el mismo procedimiento por el que se apodera de los
conceptos geométricos54.
Aunque quiere entender el contenido de la fe, contradistingue entre el proceso de
pensar y el de creer: “Porque no todo el que piensa cree, como quiera que muchos
piensan y, sin embargo, no creen. Pero todo el que cree, piensa; piensa creyendo y cree
pensando”... “Porque la fe, si lo que se cree no se piensa, es nula”...55.
La cordialización de la pasión intelectual por entender lo creído la fija en
acuñaciones paradójicas: “Creer es distinto de entender. Se cree, primero, para
entender”56. Si quieres entender, cree57. “Entiende para creer y cree para entender”58.
“La fe precede al entendimiento”59.
¿No supone este planteamiento el sacrificio de la inteligencia? Sin duda, y así lo
ve, pues afirma que “el edificio de la fe hállase al extremo de la razón”60. Más aún. “La
fe abre la puerta al entendimiento, mientras la incredulidad la cierra”61.
Sin embargo, cuando tiene la razón sacrificada a la fe, Agustín da un giro
sorprendente. No solo dice que quien cree desea entender lo que ama62, sino que el
peldaño final de la fe no es la fe, cuanto la inteligencia de lo creído63. De manera que “la
fe es la tarea”, mientras que la intelección de los contenidos de la fe es “la
recompensa”64. Cierto que mientras somos peregrinos, “pertenece al fuero de la razón el
que preceda la fe a la razón en ciertos temas propios de la doctrina salvadora, cuya
razón todavía no somos capaces de percibir. Lo seremos más tarde. La fe purifica el
corazón para que capte la luz de la gran razón”65. Por eso, “las recónditas honduras del
divino reino demandaban su creencia antes de llevarnos a su inteligencia; la fe, en
efecto, es el peldaño de la intelección, y la intelección es la recompensa de la fe”66.
Se pude decir que la inteligencia de la fe, aunque pospuesta al más allá, y
pregustada aquí, triunfa sobre la fe, ya que la fe, tal y como la ha planteado, no es sino
soporte, por más que necesario, de lo que comprenderemos más allá sin soportes.
Si no se nace cristiano, sí que se recibe educación para serlo. Tertuliano dice que el
cristiano no nace, sino que se hace. Este pensamiento ha hecho fortuna, pero acaso no
sea verdadero en su totalidad. Los cristianos de la primera época tuvieron que hacerse
porque no nacieron de familias cristianas, pero muchos hombres y mujeres, una vez
establecida la Iglesia, nacen, si no cristianos, sí configurados por el Cristianismo. Ahora
54
A. Soliloquios I, IV, 9. I, 445-448.
A. De la predestinación de los santos II, 5. VI, 431-432.
56
A. Del libre albedrío II, II, 6. III, 269.
57
A. Sermón 43, 4. VII, 575-576.
58
A. Id. 43, 9. VII, 580.
59
A. Sermón 118, 1. XXIII, 25.
60
A. Sermón 247, 2. VII, 307.
61
A. Carta 137, IV, 15. VIII, 951.
62
A. Enarraciones sobre los Salmos 41, 55. XX, 8.
63
A. Sermón 126, 1. X, 538-539.
64
A. Sermón 229. G. 4 (Guelf. 11). XXIV, 327; Cf. Tratados sobre el evangelio de san Juan XLVIII, 1.
XIV, 161.
65
A. Carta 120, I, 3. VIII, 809.
66
A. Sermón 126, 1. XXII, 161.
55
6
bien, el pensamiento de Tertuliano es de actualidad si por hacernos cristianos
entendemos educarnos para serlo y ejercer de tales.
La fe entra por el oído. Con san Pablo, afirma que la fe entra por el oído67, pero añade
que no es lo mismo oír que creer. Evidentemente que no, como difiere haber nacido en
una sociedad impregnada de Religión que en otra a-religiosa.
Jesucristo también empleó un método en la educación de la fe de sus
contemporáneos. Como en tiempo de Jesús no se había superado el maravillosismo, el
Salvador echó mano de esa didáctica68, pero el método es distinto para los que vivieron
con Cristo y para los que no hemos conocido al Cristo histórico. Los primeros cristianos
creyeron en el Cristo que vieron directamente y sin testigos. Las generaciones
posteriores creemos en Cristo mediante testigos o, más exactamente, mediante una fe
traducida, entendiendo por traducción la Tradición69.
Memorial para un educador cristiano. “Si queremos, pues, con cristianas
exhortaciones despertar y enardecer a los ánimos indolentes y fríos para obrar bien,
primero exhortémoslos a la fe... Y si son cristianos ya, pero negligentes..., úsese el
flagelo... y levántense sus ánimos con la alabanza del premio. Hemos de animarlos no
sólo a obrar bien, sino también a la práctica de la oración... Siguiendo por este
camino..., no me importa dónde y cuándo llegarán a la meta...; pero digo que todo
adelanto que hicieren, sea donde sea y cuando sea, se debe a la gracia de Dios... Y
cuando se hallaren firmemente persuadidos de su perfecta inocencia, no digan que
tienen pecado para que la verdad no se aparte de ellos; así como tampoco está en los
que, siendo culpables, dicen que no tienen pecados”70.
La paciencia del educador cristiano. A los comienzos de la educación cristiana, el
educador debe soportar en el iniciado hasta errores crasos71, aunque esto no suponga
posposición indefinida de la conversión, ya que si uno espera hacerse cristiano cuando
allane las dificultades, acabará su vida antes de dar el paso a la fe72.
La memoria de Jesucristo. Un Cristo presente, actualizado y robusto garantiza la
permanencia de la fe. Pero si una pastoral se olvida de Jesucristo, que nada espere, pues
ha contribuido a la pérdida de la Memoria de Jesucristo y a la dormición de la fe de sus
feligreses. Cierto que Cristo no duerme nunca, pero parece dormido cuando la fe no se
acuerda de Él73.
Dificultades en el proceso de la fe. En este proceso recuerda que las dificultades
pueden provenir de la prosperidad de los malos creyentes 74, así como de las riquezas
mal adquiridas, peor utilizadas y adoradas75.
67
A. Tratados sobre el evangelio de san Juan XIX, 10. XIII, 440.
A. De la utilidad de creer XIV, 32. IV, 887-889.
69
A. Carta 147, IV, 10. XI a, 50.
70
A. De la naturaleza y de la gracia, LXVIII, 82. VI, 818.
71
A. Confesiones V, V, 9. II, 200.
72
A. Carta 103, VI, 38. VIII, 637.
73
A. Enarraciones sobre los Salmos 34, s. 1. 3. XIX, 517.
74
A. Enarraciones sobre los Salmos 25, II, 4. XIX, 248-249.
75
A. Enarraciones sobre los Salmos 123, 9. XXII, 299-300.
68
7
III.- EDUCACIÓN PARA CREER Y SU DIDÁCTICA
Si algún título cuadra a Agustín es el de Catequista. Una vez convertido, opta por
proclamar a Dios en medio de los suyos, al tiempo que los instruye. Por eso, su obra
está concebida para la catequesis, y en ella resuena la conversación. Su tratado
catequético más importante es el de “Catequizandis rudibus” o “Catequesis a los
princicipiantes”, tratado excepcional por el contenido y por su Didáctica, ya que es el
único tratado de Didáctica Catequética que ha llegado completo de la antigüedad. El de
“Catequizandis rudibus” es una joya de didáctica, lo cual indica que nuestro Maestro se
percató de que la fe también se educa.
La originalidad de este libro radica en que centra la Catequesis en el Catequista
o, como dirían los didactas actuales, la vocación magisterial ha de ir acompañada por la
pericia en el arte de enseñar, porque al maestro hay que educarlo para que enseñe con
arte.
Agustín se sintió catequista desde su Bautismo. Además de la Teología que
aprendió en el monasterio de Tagaste, nunca dejó de estudiar. Prueba de ello son sus
obras, así como las acuñaciones teológicas que nos ha legado. Antes de ser Catequista,
fue profesor de Retórica durante cerca de quince años, y esto le capacitó para ser
catequista de talla universal.
Una de sus aportaciones a la Didáctica-Catequética es su acuñación del vocablo
“Catecismo”, como sinónimo de Catequesis, con el significado de Instrucción en los
principios religiosos y morales76.
La palabra catecúmeno resuena en su obra. Catecúmeno es un término general y
significa la persona que escucha la Instrucción cristiana con anterioridad al Bautismo.
Los catecúmenos, llamados también “accedentes”, pedían la entrada en el catecumenado
por propia iniciativa o presentados por otros. Los “competentes”, término que aplica a
toda la vida del cristiano, son aquellos que, previa una larga catequesis, se preparaban
durante la Cuaresma para ser bautizados en la Vigilia Pascual 77. Los “Neófitos”, o
bautizados en la Vigilia, se mezclaban con el Pueblo después de la octava de Pascua78.
Con estos “Neófitos” se reunía Agustín durante la octava pascual para la catequesis
sobre los símbolos bautismales. Parte de los “Neófitos” eran de Hipona, y otros de la
comarca. Los del campo, y durante la Cuaresma, residían en Hipona, hospedados en
casas de cristianos ejemplares. En la “Domínica in albis” se entrevistaban con Agustín y
los despedía cariñosamente79 .
En muchos Sermones escuchamos este aviso a los catecúmenos: No me gusta
vuestra morosidad en recibir el Bautismo, pues os priváis de la Eucaristía durante toda
la vida80.
La fe católica se daba a conocer mediante el Símbolo, aprendido de memoria en
dos etapas: Sintética, para los catecúmenos, antes del bautismo y, Extensa, para los
avanzados81.
El primer rito impartido era la signación de la frente82. El santo tuvo una
profunda devoción a la Cruz, a la que llama gran sacramento, y sobre ella escribe
76
A. La fe y las obras IX, 14. XXXIX, 564, nota.
A. Sermón 132, 1. XXIII, 168; Sermón 335, 3. XXV, 735; Sermón 352, 7. XXVI, 218.
78
A. Sermón 376, 2. XXVI, 463; Sermón 260, 3. XXIV, 615-617.
79
A. Sermón 259, 4. XXIV, 610.
80
A. Sermón 132, 1. XXIII, 168; Carta 141, 14. XI a, 159.
81
A. La fe y el símbolo de los apóstoles I, 1. XXIX, 386-387.
77
8
deliciosos textos teológico-simbólicos83. Durante la celebración del bautismo, la Iglesia
de Hipona cantaba el Salmo 4184.
Agustín aconseja a los recién bautizados que busquen la compañía de los
buenos, el apoyo de Dios, que justifica, premia85 y defiende contra el demonio, pero que
se guarden de judíos y herejes, de malos cristianos y de los espectáculos procaces 86, del
desaseo, aunque sea por penitencia87, supersticiones y borracheras88.
Los expertos fechan el “De catequizandis rudibus” entre los años 399-405. Si
nos atenemos al año 399, su autor tiene 45 años y 12 de catequista. Aún le quedan 30
años para seguir experimentando cuanto ha escrito y escribirá sobre la catequesis.
Ocasión del libro. Deogracias es un catequista prestigioso de Cartago, pero con
dificultades. Sus discursos le parecen desgarbados, y se aburre. Por eso, ruega a su
obispo que le escriba un tratado para la catequesis89. Pero Agustín tampoco está
satisfecho de las suyas, y sí convencido de que es más bello lo pensado que lo
comunicado. No obstante, la palabra apresa alguna centella del pensamiento. Por otra
parte, lo que es aburrido para los catequistas, a lo mejor no lo es para los catecúmenos90.
Análisis del aburrimiento: Causas y remedios. El aburrimiento procede del catequista
y del catecúmeno. Por ende, el catequista debe ser un enseñante que observe el rostro de
sus alumnos. Puede que el catequista no esté satisfecho, pero los catecúmenos escuchan
con alegría. Cierto que el catequista se fatiga repitiendo siempre lo mismo. Por otra
parte, es difícil delimitar los contenidos de la fe, así como abreviar o alargar la
exposición. En todo caso, el catequista debe exponer con alegría, porque si Dios ama a
los que dan cosas materiales, cuánto más al que proporciona espirituales91.
La raíz de la fatiga no está ni en las palabras ni en la pobreza del catequista,
cuanto en el hastío interior, debido a que gusta más “lo que contemplamos en silencio”,
leemos o escuchamos, y porque es enojoso interrumpir el trabajo por atender a unos
rudos92. Otras causas más internas del aburrimiento se deben a los escándalos de los
cristianos93, así como la conciencia de pecado del catequista94. Con todo, la causa más
verdadera del aburrimiento estriba en no exponer la doctrina cristiana conforme a
principios válidos95. Pero el aburrimiento también procede del catecúmeno, “pues un
oyente impasible produce hastío”96, ya que, cuanto más rudo, más cuesta descender de
las ideas a la simplicidad de las palabras97.
82
A. Sermón 342, 1. XXVI, 64.
A. Carta 140, XXVI, 64. VIII, 1039; Carta 147, XIV, 34. XI a, 73-74; Sobre la doctrina cristiana II,
XLI, 62. XV. 58; Enarraciones sobre los Salmos 103, I, 14. XXI, 735; Enarraciones sobre los Salmos
141, 9. XXII, 680-681.
84
A. Enarraciones sobre los Salmos 41, 1. XX,4.
85
A. Las catequesis a los principiantes XXV, 48. XXXIX, 524-526.
86
A. La catequesis a los principiantes XXV, 48. XXXIX, 524-526.
87
A. Carta 54, VII, 9. VIII, 308-309.
88
A. Carta 55, XIX, 35. VIII, 344-345.
89
A. La catequesis a los principiantes I, 1. XXXIX, 448.
90
A. Id. 11, 3. XXXIX, 450.
91
A. Id. II, 4. XXXIX, 452-453.
92
A. Id. X, 14. XXXIX, 452-453.
93
A. Id. XIV, 21. XXXIX, 486-487.
94
A. Id. XIV, 22. XXXIX, 487-489.
95
A. Id. XI, 16. XXXIX, 476-479.
96
A. La catequesis a los principiantes X, 14. XXXIX, 472-474.
97
A. Id. X, 15. XXXIX, 475-476.
83
9
Los remedios, proceda el aburrimiento del catequista o del catecúmeno, son
interesantes. Agustín se remonta a la paciencia de Jesucristo. Otro gran catequista,
Pablo, dice: “Si estoy fuera de mí, es por Dios; si me mantengo en mi sano juicio, lo es
por vosotros”. En consecuencia, el catequista siempre ha de tener por modelo a
Jesucristo98.
El catequista debe situarse delicadamente ante el catecúmeno con amor fraterno,
paterno y materno99, y preferir el orden de Dios al suyo100, como hizo el Verbo101. En
consecuencia, la alegría y la disponibilidad, que son dones del Espíritu Santo, han de
preferirse a toda cualidad102.
Importancia de la catequesis. “Por lo que a mí toca... –dice Agustín-, me veo obligado
a aceptar muy gustoso tu invitación”, pues,“en cuanto me doy cuenta de que algunos de
mis hermanos se encuentran en dificultades para ese menester”, tanto más debo trabajar
para que realicen con diligencia ese ministerio103.
Centralidad de la catequesis. El eje de la catequesis ha de ser el Dios-Amor
descubierto en Jesucristo. Por tanto, que el catequista ame al catecúmeno a ejemplo de
Jesús. Si es miserable el hombre soberbio, “más grande misericordia es un Dios
humilde”. Partiendo, pues, del entrañable amor de Dios descubierto en Jesucristo, que el
catecúmeno, “al escucharte crea, creyendo espere y esperando ame”104.
La catequesis ha de centrarse en la persona de los catecúmenos. Me pides un
Catecismo en el que alardee de mi experiencia. Pues bien, quiero decirte que es muy
distinto un libro pensado para el lector que la presencia del catequista ante su auditorio.
Ante el público, hay que tener en cuenta si escuchan o no, si son doctos o indoctos,
ciudadanos o campesinos, peregrinos, pobres o ricos, funcionarios, edad, sexo, escuela
e, incluso, creencias populares y supersticiones. A todos se debe la misma caridad, pero
no a todos se aplica la misma medicina. Si asistes a una de mis catequesis, aprenderás
mucho más que de otra manera105.
El catequista ha de conocer la intencionalidad del catecúmeno. Si ha sido movido
por Dios, hay que aprovechar esa circunstancia para desplegar el cuidado que tiene Dios
de cada persona. Si conoce la Biblia, hay que ayudarle a que pase de los “milagros y
fantasías a ese otro más sólido de las Escrituras”, pues en la Biblia no se deben “buscar
prodigios visibles”, sino “invisibles”. “Las Escrituras le comunicarán sus avisos no
mientras duerma, sino cuando está despierto”106.
La intencionalidad puede estar mezclada con factores secundarios, como las
ventajas que reporta el cristianismo, temor a los eclesiásticos influyentes, deseo de
felicidad y la consecución de la vida eterna107.
Una vez descubierta la intencionalidad, el catequista debe situar al catecúmeno
en el ámbito de la Resurrección de Jesucristo, al tiempo que despliega el panorama
98
A. La catequesis a los principiantes X, 15, XXXIX, 475-476.
A. Id. XII, 17. XXXIX, 479-481.
100
A. Id. XIV, 20. XXXIX, 485-486.
101
A. Id. XIV, 21. XXXIX, 486-487.
102
A. Id. IV, 22. XXXIX, 487-489.
103
A. Id. I, 2. XXXIX, 449.
104
A. Id. IV, 7. 8. XXXIX, 457-460.
105
A. Id. XV, 23. XXXIX, 489-491.
106
A. Id. VI, 10. XXXIX, 463.
107
A. Id. XVII, 26. 27. XXXIX, 495-496.
99
10
cívico-eclesial, con sus escándalos y bondades, junto con una educación en los
“preceptos de la convivencia cristiana y social”. Agustín insiste en que el catecúmeno se
encontrará con muchos cristianos depravados, pero también con auténticos108.
Principios de pedagogía y de didáctica. El catequista debe saber que la persona
interesada por el cristianismo lo hace por un sano temor de Dios. Si, por otras miras, es
un “simulado”. Con todo, debe tratarlo como si viniera con rectitud, de manera que, al
percatarse de la acogida, cambie. Se debe proceder así porque desconocemos el
“momento” de cada persona. Es cierto que podemos conocerlo por sus padrinos, pero si
nada se sabe, el catequista debe preguntárselo al interesado y comenzar la instrucción
partiendo de lo que ha dicho. Si miente, comencemos por su mentira, no para refutarla,
sino presumiendo buena intención. Acaso esta postura le ayude a ser lo que pensamos
de él: Una persona que dice la verdad. Incluso aunque nos percatemos de que miente
con obstinación, no se le ha de corregir con dureza, sino como a ignorante. En
consecuencia,”hay que obrar de modo que desee lo que todavía no quería por error o
falsedad”109.
El catequista debe conocer si el aspirante es culto, conocedor de las Escrituras y
deseoso de recibir los sacramentos. Con estas personas hay que ser breve, profundizar
en la Biblia, interesarse por los autores que leen110, y familiarizarlos con el lenguaje de
los escritores sagrados, no sea que les resulte bárbaro y se echen atrás. Para ello, nada
mejor que introducirlos en el mundo de la alegoría, en orden a que no lean la Escritura
al pie de la letra. En cuanto a los sacramentos, hay que familiarizarlos con sus símbolos.
Finalmente, las personas cultas necesitan ser revestidas de la entrañable misericordia de
Jesucristo111.
Circunstancias menores, pero de importancia pedagógico-didáctica. Si el
catecúmeno es un pasota, que no se desasosiegue el catequista, sino que piense que ese
pasotismo procede del temor que le produce la Religión, respeto humano, rudeza de
comprensión y, lo que puede ser más grave, cerrazón, debido al desprecio que se le
transmite. Si el catequista quiere sacar de ese atolladero al catecúmeno, tendrá que hacer
gala de sus mejores resortes. Si es tímido, hay que exhortarle cariñosamente a que salga
de su escondrijo. Si ha oído cuanto se le expone, obrar de acuerdo con su respuesta. Si
es del todo obtuso, soportarlo con misericordia y llevarlo a la oración para hablar a
Dios del catecúmeno 112.
Agustín desciende a detalles conmovedores. Si el catecúmeno bosteza, seguro
que lleva mucho tiempo de pie, en cuyo caso hay que ofrecerle asiento o que escuche
con comodidad desde el comienzo, como se hace en las iglesias de ultramar. Si el
discurso es breve y no lo permite el lugar, los catecúmenos pueden estar en pie, pero si
son pocos, es imperdonable no invitarles a que se sienten desde el principio. Si el
catecúmeno alega que debe ausentarse a causa de un negocio “imaginario”, el catequista
debe amenizar su discurso con un chiste. Ahora bien, a todos los que se ausentan de una
asamblea no hay que juzgarlos por el mismo rasero, ya que no es lo mismo la ausencia
de “uno que ya está unido por la frecuencia de los sacramentos” que la del que debe
108
A. La catequesis a los principiantes VII, 11. XXXIX, 465-467.
A. Id. V, 9. XXXIX, 461-463.
110
A. Id. VIII, 12. XXXIX, 467-468.
111
A. Id. IX, 13. XXXIX, 470-472.
112
A. Id. XIII, 18. XXXIX, 481-482.
109
11
recibirlos por vez primera, o simplemente por necesidades fisiológicas. Digo esto por
experiencia, pues eso me sucedió con un campesino al que estaba instruyendo113.
Catequesis a un habitante inculto de ciudad. Agustín fue un hombre respetuoso con
su auditorio, pues no es lo mismo un oyente culto que inculto, campesino o ciudadano,
pagano intelectual o judío religioso. Cuando un romano desea hacerse cristiano, Agustín
le dice: “Conserva el conocimiento que tenías sobre la creación del mundo por un solo
Dios verdadero, pero no sigas creyendo que son dioses los troncos y los árboles”114. Si
se trata de un judío, le aconseja que crea en todo lo verdadero, pero que admita “que
Cristo ha resucitado de entre los muertos”115.
Agustín imagina que tiene ante sí un catecúmeno rudo. ¿Cómo procede? Primero
le pregunta por su intencionalidad. Si responde que quiere ser cristiano, Agustín da
gracias a Dios y le felicita. Acto seguido, le dice que todo hombre busca la felicidad.
Ahora bien, el espectáculo de la ciudad acaso no sea el más idóneo116. Si después de
haber desplegado ante sus ojos el espectáculo de la ciudad responde que quiere creer
porque la fe le capacitará para superar las dificultades, traza sobre su frente la señal de
la Cruz y le notifica que el sacramento recibido (la señal de la Cruz) es una expresión
visible de las cosas divinas, explicándole, palabra por palabra, la fórmula que ha
empleado para signarlo. Finalmente, le dice que en catequesis sucesivas le explicará los
símbolos de la Biblia y, por encima de todo, que no dude de la misericordia de Dios117.
La Historia de la Salvación como eje de la catequesis. La catequesis ha de versar
sobre los hechos más importantes de la Biblia, desde la creación, según el Génesis,
hasta la Iglesia del momento. Cuanto narra la Escritura es figura del Señor y de su
Iglesia, a la que pertenecieron por fe cuantos precedieron a la venida del Salvador, pues
antes de venir como Cabeza, envió su Cuerpo por medio de santos, profetas y
patriarcas118. Pero, antes de presentar los principales ejes de la catequesis bíblica, vale la
pena que recordemos sucintamente las claves para leer y explicar la Biblia.
Agustín leyó la Biblia a sus diecinueve años. Además de parecerle un bosque de
símbolos, se le atragantó por su estilo bárbaro. Más tarde, reconocerá que no ha sido
escrita para gente soberbia119. En Cartago oyó hablar de la Escritura a un tal Elpidio, al
que los maniqueos no sabían replicar120. En Milán, y por casualidad, entró en la basílica
y oyó a Ambrosio que la Escritura no ha de ser entendida al pie de la letra, sino
espiritualmente121, porque la letra mata, mientras que el espíritu vivifica122. La clave
ambrosiana le pareció interesante y comenzó de nuevo la lectura123. En pleno proceso de
conversión, preguntó a Ambrosio qué libro le aconsejaba y le recomendó Isaías, porque
anuncia mejor que otros el evangelio y conversión de los gentiles. Pero el profeta se le
cayó de las manos124. Esto es interesante, ya que Agustín jamás aconsejará Isaías a los
principiantes, sino los Hechos de los Apóstoles.
113
A. La catequesis a los principiantes XIII, 19. XXXIX, 482-485.
A. El único bautismo V, 7. XXXIII, 421.
115
A. Id. 5, 7. XXXIII, 421.
116
A. La catequesis a los principiantes XVI, 24. 25. XXXIX, 495-496.
117
A. Id. XXVI, 50. 51. XXXIX, 527-529.
118
A. Id. III, 5. 6. XXXIX, 453-456.
119
A. Confesiones III, V, 9. II, 138-139.
120
A. Id. V, XI, 21. II, 214.
121
A. Id. V, XIV, 24. II, 217-218.
122
A. Id. VI, IV, 6. II, 236.
123
A. Id. VI, XI, 18. II, 251.
124
A. Id. IX, V, 13. II, 360.
114
12
La palabra “Confesiones” tiene muchos significados, entre otros, proclamación
de la Biblia como una confesión que se sobrepone. De ahí que diga al Señor que sus
Escrituras son sus delicias. En consecuencia, confesará cuanto descubriere en ellas125,
consciente de que si él hubiera sido Moisés, también habría recibido las luces necesarias
para dispensarla a las gentes por el ministerio de su corazón y lengua126. Y aunque no
posea la clave de todos sus secretos, confesará su verdad nuclear, distinguiendo las
sentencias verdaderas de las carnales127. Confesará, también, que Dios no ha hablado en
vano ni por la Creación ni por la Biblia128. En una palabra, Agustín está dispuesto a
hablar de lo de Dios, de la Biblia129, a lo largo de todo su ministerio, quedando
registradas en su Obras 42. 816 citas de la Escritura. Y es que, como dice, “no conozco,
Señor, otros oráculos tan castos que así me persuadan a la confesión”...130.
La Escritura es para Agustín el lugar donde Dios discute con nosotros para que
distingamos entre las cosas inteligibles y sensibles. De ahí que sea la Escritura el lugar
donde Dios enseña a discernir131. La Creación habla como un libro, pero la Escritura es
un libro más elocuente que la Creación132. En el proceso de su conversión, Agustín echa
mano de Pablo, pues no quiere errar en el camino hacia Dios, y descubre que el Apóstol
y los Profetas no solamente no se contradicen, como había pensado, sino que se
explican mutuamente133. De ahí que decida acudir a “los que tienen profesión de
enseñarla”134, aunque sabe que el Espíritu Santo es el autor135.
Respecto de la inspiración, afirma “que ni el mismo Juan (dijo el mensaje como
es), sino como pudo decirlo136, y eso que Juan es el autor más sublime. “Los otros
evangelistas hablaron del Señor como de un hombre que pasa por la tierra, y poco
dijeron de su divinidad”137.
La Biblia merece todo crédito, tanto que la Iglesia no la acepta por la autoridad
de los obispos ni de los concilios, “sino por la autoridad del canon” que subyace en su
entraña138. En consecuencia, admite como libros auténticos aquellos que lo son para la
mayoría de las Iglesias, sobre todo por aquellas que tuvieron sedes apostólicas139.
He aquí algunas claves agustinianas para leer la Biblia.
Los autores no se equivocaron al escribirla. Si hay algo ofensivo, debe atribuirse
a error del códice, del traductor o del lector140. No cansarse de leerla, pues “es una
realidad auténtica y sólida”, que “impresiona mucho al que está ávido de realidades y no
de palabras”, ya que “mucho aterra al que vive seguro de su conducta”. De la Escritura
se han de leer con preferencia las Epístolas Apostólicas, pues así nos animaremos a leer
los Profetas, de cuyo testimonio usan los apóstoles141. Las Escrituras han de ser leídas
sin prevención, aunque no se entiendan muchas cosas, sin anteponer el propio sentido al
125
A. Confesiones XI, II, 2. 3. II, 465.
A. Id. XII, XVI, 36. II, 540.
127
A. Id. XII, XXX, 41. II, 547.
128
A. Id. XIII, XXIV, 36. II, 586.
129
A. Id. XIII, XXV, 38. II, 589.
130
A. Id. XIII, XIV, 17. II, 568.
131
A. Id. XIII, XVIII, 22. II, 572.
132
A. Id. XIII, XV, 16. II, 567-568.
133
A. Id. VII, XXI, 27. II, 298-300.
134
A. De las costumbres de la Iglesia Católica y de las costumbres de los maniqueos II, I, 1. IV, 359.
135
A. Confesiones XII, XIV, 17. II, 520-521.
136
A. Tratados sobre el evangelio de san Juan I, 1. XIII, 71.
137
A. Id. XXXVI, 1. XIV, 3.
138
A. De la unidad de la Iglesia XI, 31. IV, 705.
139
A. De la doctrina cristiana II, VIII, 12. XV, 106-107.
140
A. Carta 822, I, 3. VIII, 454.
141
A. Carta 132. VIII, 922.
126
13
del texto142, pues quien afirma que ha entendido la Escritura y no edifica amando a Dios
y al prójimo, ha de saber que nada ha entendido143. Finalmente, las Escrituras no han de
ser empleadas para la adivinación, aunque prefiere este recurso que la suerte de los
demonios144.
Otras claves, que figuran en las propedéuticas, son el sentido histórico,
etiológico, analógico y alegórico145. Afirma que la versión más precisa de la Biblia es la
Ítala, aunque reconoce que para corregir las traducciones latinas se ha de acudir a la
griega de los LXX146, siendo imprescindible para estos trabajos el conocimiento de los
idiomas latino, griego y hebreo147. Agustín habló y escribió perfectamente el latín; el
griego lo dominó mejor de lo que se ha dicho, ya que lo aprendió desde su infancia en la
escuela, aunque con ojeriza, no contra el griego, sino por el método, pues así como el
latín lo aprendió en familia, lo mismo hubiera deseado con el griego. Hoy no se duda de
que tradujo los Salmos, casi en su totalidad, del griego al latín, para sus Enarraciones o
comentarios de los Salmos. Del hebreo conoce muchas palabras, además de consultar
con los judíos de Hipona. Del púnico o cartaginés, también tuvo algún conocimiento,
estableciendo comparaciones entre el púnico, el hebreo y el fenicio.
Con san Jerónimo mantuvo una abultada correspondencia. Cierto que el solitario
de Belén responde que no conoce más libros de Agustín que los Soliloquios y
Enarraciones sobre los Salmos, de cuya interpretación discrepa porque dista de los
antiguos escritores griegos148. A pesar de este ramalazo, Agustín anima a Jerónimo a
que se empeñe en la traducción de los famosos expositores de la Biblia, como Orígenes,
así como la traducción de la Biblia al latín, a semejanza de lo que ha realizado con el
libro de Job. También le pregunta si los traductores han omitido pasajes de la Biblia
hebrea, pues encuentra que así ha sucedido, y si la Escritura es clara u oscura en sí, o la
oscuridad depende de los traductores149. Y no sólo eso, sino que, a pesar de que anima a
Jerónimo a que traduzca la Biblia del hebreo al latín, piensa que esa traducción no ha de
emplearse en la Liturgia de la Iglesia, ya que latinos y griegos están acostumbrados a los
LXX, de modo que si eso se hace, las iglesias latinas y griegas, familiarizadas con la
versión griega, no marcharán de acuerdo150.
Ejes más importantes de la Historia de la Salvación. En este apartado debo ser breve
y esquemático y, aunque registre por escrito todos los ejes, únicamente diré algo de
unos pocos, en concreto de los escritos en negrita.
Dios creador. Según la Escritura, el impulso lo tiene y da Dios151.
El Paraíso. De no haberse apartado del meta-centro marcado por Dios, Adán y
Eva hubieran vivido en una inmortalidad feliz. Pero, a pesar de que Dios sabía lo
que iba a suceder, los creó, pues no existe mayor beneficio que la existencia152.
142
A. Carta 171 bis. XI a,368.
A. De la doctrina cristiana I, XXXVI, 40. XV, 91-92.
144
A. Carta 55, XX, 37. VIII, 346.
145
A. De la utilidad de creer III, 5. 6. 7. 8. 9. IV, 835-843.
146
A. De la doctrina cristiana II, XV, 22. XV, 118.
147
A. Id. II, XI, 16. XV, 110.
148
A. Carta 72, III, 5. VIII, 391.
149
A. Carta 28, II, 2. VIII, 124-125.
150
A. Carta 71, II, 4. VIII, 384.
151
A. La catequesis a los principiantes XVIII, 29. XXXIX, 498-501.
152
A. Id. XVIII, 30. XXXIX, 499-501.
143
14
Las dos Ciudades. El tema de la Ciudad de Dios, enfrentada con la Terrena, es un
pensamiento recurrente en Agustín, no sólo reflejado en esta obra, sino en otras. El
mensaje consiste en que Dios, por Creador, tiene una Historia para lo creado, pero
no cerrada, a no ser por su amor y, en consecuencia, la Humanidad puede
construir su Historia en colaboración o a contrapelo de Dios. Este punto da pie
para abordar el pecado estructural, pero únicamente lo apunto153.
El Diluvio y el Arca. Simbolizan la paciencia de Dios, de Jesucristo y de la Iglesia154.
Abraham y los Profetas155.
La deportación a Egipto156.
Promulgación de la Ley del Sinaí. Símbolo que apunta al Nuevo Pentecostés157.
Cautividad de Babilonia. Así como los babilonios conocieron a Dios mediante la
cautividad de los judíos, por la catequesis se realiza la liberación del
catecúmeno158.
La espera de Jesucristo y la promulgación del evangelio. Agustín despliega un
precioso anillo cristológico en este momento159.
Historia de Jesús y vida de la Iglesia. En este bloque destaca el protagonismo del
Espíritu Santo160.
Predicación a los judíos. Jesús es rechazado por una parte del pueblo y aceptado por
otra161.
Predicación a los gentiles. A cargo de Pablo, principalmente162.
Expansión de la Iglesia. Debido al valor de los mártires y al sufrimiento causado por
las herejías163.
El juicio de la Historia. Un día, el Hombre-Dios y el Dios-Hombre juzgará la
Historia164.
La resurrección de la carne. O lo que es igual, la existencia para siempre165.
153
A. Sermón 81, 8. VII, 181; La Ciudad de Dios X, XII. XVI, 538; XI, XVIII. XVI, 635; XI, XXIV.
XVI, 628; XIV, I. XVII, 58; XV, II. XVII, 127;La catequesis a los principiantes XIX, 31. XXXIX, 501502
154
A. La catequesis a los principiantes XIX, 33. XXXIX, 503-505.
155
A. Id. XIX, 33. XXXIX, 503-505.
156
A. Id. XIX, 34. XXXIX, 505-507.
157
A. Id. XX, 36. XXXIX, 508-509.
158
A. Id. XXI, 37. XXXIX, 509-511.
159
A. Id. XXI, 38; XXII, 39; XXII, 40. XXXIX, 511-514, 514-516.
160
A. Id. XXII, 41. XXXIX, 516-517.
161
A. La catequesis a los principiantes XXIII, 42. XXXIX, 517-519.
162
A. Id. XXIII, 43. XXXIX, 518-519.
163
A. Id. XXIV, 44. XXXIX, 520.
164
A. Id. XIV, 45. XXXIX, 520-521.
165
A. Id. XXV, 46. XXXIX, 522-523.
15
Felicidad eterna. A esta felicidad llama Agustín Domingo sin ocaso, que será muy
diferente para buenos y malos166.
El cumplimiento de las profecías167.
El Credo como Símbolo, Regla, Síntesis y Cartilla de fe. Este bloque es muy rico.
Agustín riega por toda su obra condensaciones sobre el Credo. Los teólogos
actuales también nos invitan a que escribamos pequeñas síntesis sobre el Credo.
Normativa de la Escritura. Un Credo de fe debe ser hecho con textos literales de la
Escritura168.
¿Para qué sirve el símbolo? Para aprender a Dios, invocarlo en el Padrenuestro169,
y para pasar del Dios “Poderoso” al Dios “Padre” por medio de la maternidad de
la Iglesia: “Habéis oído que Dios es Padre Poderoso, pero, al bautizaros, vais a
comenzar a tener a Dios por Padre, cuando hayáis nacido por medio de la Iglesia
Madre”170.
Brevísima exposición del Credo. Aunque la exposición del Credo deba hacerse con
brevedad, tiene que abarcar la Familia Divina; la “Poderosidad” de Dios como
creador único171; el Unigénito como Coigual al Padre172, nacido Hombre en el
tiempo173, y alumbrado por una Mujer174, ascendido a Dios, después de haber
cumplido su misión en la tierra, para sentarse a la derecha del Padre como Dios y
como Hombre175; y el Espíritu Santo, cuya teología encuentra muy poco elaborada,
y para la que ofrece un anillo en el que trenza el Padrenuestro con las
Bienaventuranzas y los Dones del Espíritu Santo176.
Creo en la Iglesia. A la que llama “Era” de la paciencia de Dios177, “Lagar” donde
se prensa el vino178, “Luna” que recibe la luz de Jesucristo179, “Escuela” de
Cristo”180, “Viuda de Cristo181, la “Católica”182, la “Unidad Católica”183, que
166
A. La Ciudad de Dios XXII, XXX, 5. XVII, 778.
A. La catequesis a los principiantes XXVII, 53. XXXIX, 530-531.
168
A. Sermón a los catecúmenos sobre el símbolo de los apóstoles I, 1. XXXIX, 658.
169
A. Sermón 56, 1. VII, 457.
170
A. Sermón a los catecúmenos sobre el símbolo de los apóstoles I, 1. XXXIX, 659.
171
A. Id. I, 2. XXXIX, 659-660.
172
A. Id. II, 3. XXXIX, 661-662.
173
A. Id. III, 8. XXXIX, 665.
174
A. Id. III, 6. XXXIX, 665.
175
A. Id. IV, 11. XXXIX, 674
176
A. Sermón a los catecúmenos sobre el símbolo de los apóstoles V, 13. XXXIX, 675-677.
177
A. Id. VI, 14. XXXIX, 677.
178
A. Sermón 88, 19. VII, 219; Enarraciones sobre los Salmos 8, 1. XIX, 86.
179
A. Enarraciones sobre los Salmos 10, 3. XIX, 133.
180
A. Sermón sobre la disciplina cristiana I, 1. XXXIX, 626.
181
A. Enarraciones sobre los Salmos 131, 23. XXII, 457.
182
A. Confesiones IX, XIII, 37; II, 382; Carta 69, 1. VIII, 337; Tratados sobre el evangelio de san Juan
VI, 11.12. XIII, 180-182; De la unidad de la Iglesia II, 2. IV, 651.
183
A. Exposición de la epístola de san Juan a los Partos II, 3. XVIII, 218.
167
16
comenzó con la bajada del Espíritu Santo sobre 120 personas 184, aunque ya estaba
presente en Abel185.
La Iglesia engendra a sus hijos e hijas en el Bautismo, y los cristianos
pueden ser madres de la Iglesia cuando llevan a otros a las aguas bautismales 186.
Escuchemos uno de sus textos sobre la Iglesia.
Sería oportuno que leyésemos un texto sobre la Iglesia, pero no procede, aunque
lo recojo en la ponencia.
“Oh Iglesia,
verdadera madre de los cristianos...
Tú adiestras con candor a los niños,
con fortaleza a los jóvenes,
con delicadeza a los ancianos...
Tú mandas la armonía a los esposos...
Tú antepones los padres a los hijos.
Con vínculo de religión unes hermanos con hermanas...
Tú enseñas a los criados la unión con sus señores
Y a los señores que traten con dulzura a sus criados...
Con vínculo de fraternidad unes a ciudadanos con ciudadanos
y a naciones con naciones.
En una palabra,
unes a toda la humanidad con el recuerdo de los primeros padres...
Enseñas con diligencia a quién se debe honor,
afecto,
respeto,
temor,
consuelo,
amonestación,
corrección,
represión,
castigo,
mostrando cómo no se debe todo a todos,
pero sí a todos caridad...
¡Oh Iglesia bendita!...
Herencia tuya es esa multitud de hombres hospitalarios,
caritativos,
misericordiosos,
sabios,
castos
y santos,
muchos de los cuales están abrasados del amor de Dios hasta tal punto de que,
en su perfecta continencia
e increíble desprecio del mundo,
son sus verdaderas delicias la soledad”187.
184
A. Id. II, 3. XVIII, 218.
A. Enarraciones sobre los Salmos 128, 2. XXII, 385-386.
186
A. Sermón 25, 8. VII, 122-124.
187
A. De las costumbres de la Iglesia Católica y de las costumbres de los maniqueos I, XXX, 62. 63. 64.
IV, 335-337.
185
17
Si bien la Iglesia es Una, sus hijos son muchos y, como Madre y Maestra, no
borra el perfil de sus hijos, sino que los educa para que se desarrollen. Sin ánimo
reduccionista, Agustín destaca las dos clases de vida de la Iglesia, aunque las dos se
complementan. Esos dos tipos de vida son la activa y la contemplativa. No obstante
este deslindamiento, para Agustín, la acción es contemplativa y la contemplación es
activa. Y no sólo eso, sino que el acento de la contemplación lo coloca en la patria
definitiva188.
Agustín contempló la Iglesia como Cuerpo Místico, Histórico e
Intrahistórico. De ahí su presencia física y espiritual en la Iglesia de su tiempo 189. Y
es que Agustín leyó muy bien la Biblia, y lo que hoy señala la Eclesiología, Agustín
lo poseyó pacíficamente, pues, para él, la Iglesia Católica, no consiste en la suma de
Iglesias locales, sino que la Catolicidad completa descansa en una Iglesia
particular. De ahí que, a la vez que Iglesia Local, es Iglesia Universal y Católica y,
a la vez que Católica o Universal, es Católica en la Localidad. De ahí que el
africano establezca esta igualdad: La Iglesia es las Iglesias, y las Iglesias son igual a
la Única Iglesia190.
Precisamente por su buena lectura de la Biblia, Agustín llega a decir que la
Iglesia es la Madre que tiene por pechos los dos Testamentos 191. Y la Escritura es
de tal categoría que no hay autoridad que la pueda corregir. La carta de un obispo
puede ser revisada y enmendada por otra persona más sabia o por otro obispo, o
por un concilio. Un concilio regional puede ser enmendado por otro plenario, y un
plenario por otro posterior192.
Como hombre de iglesia, Agustín sabe muy bien qué es un concilio y, según
la costumbre, anota el nombre del cónsul en cuyo tiempo se celebra para evitar
toda falsificación, ya que las actas conciliares, al menos en el Norte de África, una
vez que la Iglesia gozó de libertad, se registraban en los archivos consulares y
municipales193. Y como hombre de Iglesia, en la que también le tocó sufrir, dice
que la Iglesia somete a cuarentena a hijos excelentes que prefieren sufrir antes que
hacer sufrir194. De ahí que añada que la Iglesia debe salvaguardar la Unidad,
corregir los desvíos doctrinales, pero sólo cuando esté segura de no “provocar el
trauma del cisma” con la corrección195.
Creo en el perdón. Pero que nadie sea tan tonto que piense que no tienen perdón
de Dios sus pecados, pues si Dios perdona la muerte de su Hijo, cómo no va a
perdonar los demás pecados196.
Creo en la resurrección de la carne. Agustín matiza que la resurrección final no
ocurrirá a semejanza de la de Lázaro, sino según lo acontecido con la resurrección
de la humanidad de Jesucristo197.
188
A. Tratados sobre el evangelio de san Juan 124, 5. XIV, 636-637.
A. Carta 142, 1. XI ª, 15-16; Enarraciones sobre los Salmos 130, 6. XXII, 420-422.
190
A. Enarraciones sobre los Salmos 85, 14. XXI, 237.
191
A. Exposición de la epístola de san Juan a los Partos III, 2. XVIII, 232.
192
A. Tratado sobre el bautismo II, 4. XXXII, 454.
193
A. Resumen del debate con los donatistas (día tercero) XV, 27. XXXII, 819.
194
A. De la verdadera religión VI, 11. IV, 83
195
A. Réplica de la carta de Parmeniano II, 25. XXXII, 285-286.
196
A. Sermón a los catecúmenos sobre el símbolo de los apóstoles VII, 15. XXXIX, 677-678.
197
A. Id. IX, 17. XXXIX, 679-680.
189
18
Señoras y Señores, muchas gracias por su atención. He dicho.
19