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INTERNACIONAL
Abu Ela Maadi, presidente del Partido Wasat de Egipto
“CRISTIANOS Y
MUSULMANES DEBEN TENER
LOS MISMOS DERECHOS”
A mediados de los años 90, frustrado por la negativa de los líderes de los
Hermanos Musulmanes, el principal movimiento islamista egipcio, a modernizar su
pensamiento y su discurso, Abu Ela Maadi decidió fundar su propio partido, el
Wasat (“centro” en árabe). Sin embargo, tuvo que esperar 15 años para recibir la
legalización oficial. Fue el pasado 19 de febrero, justo tras la caída del régimen de
Mubarak. Ocho meses después, y apenas cinco semanas antes de las primeras
elecciones libres en el país, este ingeniero cairota sólo tiene tiempo para la
política. “Soy miembro de la junta de una compañía, pero ya no puedo ejercer mi
profesión”, cuenta a EL SIGLO desde la nueva sede del partido. Maadi no exagera.
D
Por Ricard González (El Cairo)
urante los 80 minutos que dura
la entrevista, recibe numerosas
llamadas de periodistas, colaboradores, y otras fuerzas políticas
a alguno de sus dos teléfonos. Se ha abierto
el plazo para presentar candidaturas, y toca
la azarosa tarea de elaborar las listas electorales. Una lección más de las muchas que
deberán aprender los políticos y la ciudadanía en esta nueva etapa.
—¿Cuál es su interpretación de los incidentes violentos tras una manifestación copta
del pasado domingo?
—Fueron unos sucesos muy graves, que nos
chocaron a todos. Los coptos son muy pacíficos, como la mayoría de egipcios, por lo que
no creo que ellos dispararan contra las fuerzas
de seguridad. Alguien se debió de infiltrar en
una manifestación que era pacífica para desencadenar una batalla campal. Pero no sé
quién pudo ser, ni con qué objetivos.
Éste ha sido un accidente muy doloroso
después de una revolución modélica, de la
que estamos muy orgullosos porque participaron todos los sectores de la sociedad: cristianos y musulmanes, viejos y jóvenes, clases
acomodadas y populares.
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17–23 de octubre de 2011. nº 943
—¿Qué posición deberían tener los coptos
en la sociedad egipcia?
—La misma que los musulmanes. Debe
haber unos derechos individuales universales,
sin discriminación por religión o sexo. Por
ejemplo, el Gobierno debe otorgar a los coptos los permisos necesarios para construir o
reparar iglesias con la misma facilidad que
lo hace en el caso de mezquitas. Este tipo de
problemas, como la pasividad de la policía
y la justicia en los ataques contra la minoría
copta los solucionaremos cuando tengamos
un sistema democrático, con las reglas propias de un Estado de Derecho. Por eso, hace
falta acelerar el proceso de transición.
—¿Cómo valora el papel de la junta militar
que administra el país?
—En un primer momento, fuimos comprensivos con algunos de sus errores al considerarlos fruto de su inexperiencia política.
No obstante, con el tiempo, la junta empezó
a tomar medidas polémicas que nos hacen
sospechar de sus intenciones, y de su compromiso con una transferencia del poder a
un gobierno civil.
—¿Cuál es su calendario de la transición
democrática?
—Justo después de la revolución, en febrero, las fuerzas políticas le dimos a la jun-
ta militar un año exacto para completar la
transición. Como mucho, podemos aceptar
que se retrasen dos meses, hasta abril de
2012, pero no aceptaremos que los militares
retengan el poder más allá de esa fecha. Así
pues, el calendario pasa por celebrar, como
está previsto, las elecciones legislativas entre
noviembre y enero. Y entonces, de forma
paralela, se debe formar un comité para redactar la Constitución, y se deben realizar
las elecciones presidenciales. Una vez tengamos un nuevo presidente, éste debe formar el primer gobierno democrático tras la
dictadura militar.
—¿Qué haran si el ejército no respeta sus
demandas? ¿Se plantean boicotear las elec-
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una teocracia. La Constitución actual dice
que Egipto es un Estado musulmán, y que la
sharia, o ley islámica, debe servir de orientación a la hora de aprobar las leyes del país.
Tanto los Hermanos Musulmanes como los
salafistas pretenden que las leyes se ajusten
de una forma más estricta a la sharia, algo
que rechazamos. Lo que tenemos que cambiar en la Constitución no es el rol del Islam,
sino el sistema dictatorial por la democracia,
la corrupción institucionalizada por la transparencia, la concentración de poderes en el
ejecutivo por una división de poderes.
—¿Se consideran un partido islamista?
—No, por eso hemos rechazado formar
parte de la coalición electoral de partidos islamistas que preparan los Hermanos Musulmanes. Somos un partido de centro que creemos en un estado civil, aunque es cierto
que la cultura y tradición islámica inspira
nuestras posiciones morales. Nuestro modelo
son los partidos cristiano-demócratas en Europa, o el primer ministro Erdogan, en Turquía. Creemos que una interpretación abierta
del Islam es perfectamente compatible con
una democracia liberal.
—Los Hermanos Musulmanes también dicen mirarse en el espejo de Erdogan ...
“Lo que tenemos que
cambiar no es el rol del
Islam, sino el sistema
dictatorial por la
democracia”
ciones legislativas?
—Tenemos una estrategia de presión sobre
los militares que, entre otras cosas, pasa por
celebrar las elecciones legislativas, y reforzar
nuestra legitimidad en las urnas para apuntalar
nuestras demandas. Boicotear las elecciones
sólo serviría para retrasarlas, y volver a poner
a cero el reloj de la transición, y alargar aún
más el periodo de gobierno militar.
—Existen visiones muy diferentes sobre el
rol del Islam en la futura Constitución. ¿Cuál
es la visión del Partido Wasat?
—Creemos que se debe mantener el actual
modelo, es decir, el de un Estado a la vez civil y confesional, pero rechazamos incrementar el papel del Islam para acercarnos a
—Sí, pero eso no del todo cierto. Cuando
Erdogan visitó Egipto, hace un mes, lo recibieron como su hermano ideológico. Sin
embargo, cuando en su discurso dijo aceptar el sistema secular tradicional del Estado
turco, enseguida se distanciaron de él. Por
desgracia, los Hermanos Musulmanes no
han modernizado su pensamiento en los últimos años y por eso, en los últimos meses,
desde la Revolución, mucha gente lo está
abandonando para buscar referentes más
moderados.
—Sin embargo, quienes sí han visibilizado
su fuerza en los últimos meses son los salafistas, cuya intepretación del Islam es más
fundamentalista...
—Es cierto, pero no creo que constituyan
un peligro para Egipto. De hecho, puede ser
bueno que entren en política, porque les puede ayudar a desarrollarse. Hasta ahora, los
salafistas eran quietistas, es decir, rechazaban
involucrarse en política, al considerarla sucia.
Por esta razón, a sus cuadros les falta experiencia y formación. En todo caso, son una
minoría dentro del país, por lo que no podrán
imponer su visión a la sociedad.
—¿Cuál es su pronóstico sobre el resultado
de las elecciones legislativas?
—Es muy difícil hacer previsiones porque
en los comicios que se celebraban bajo el
régimen de Mubarak, y que eran manipulados, la participación electoral era ínfima. Por
lo que no tenemos un referente. Lo que está
claro es que será un parlamento muy fragmentado, en el que ningún partido se acercará a la mayoría absoluta. Mi intuición me
dice que los partidos islamistas obtendrán
como máximo un tercio de los votos, los partidos liberales y de izquierdas, otro tercio, y
los candidatos independientes, muchos de
ellos con vínculos con el régimen anterior,
otro tercio.
—¿Y quién será el partido más votado?
—Creo que los Hermanos Musulmanes.
Ojalá que nosotros seamos el segundo más
votado. Al final hemos decidido no formar
coalición con ninguno de los grandes partidos, sino sólo con algunos pequeños con
los que compartimos una ideología muy
parecida.
—¿Cómo definiría su ideología?
—Somos un partido moderado en todos
los ámbitos. Por ejemplo, en la cuestión económica, creemos en el libre mercado, pero
no en un Estado mínimo. El Estado debe intervenir en la economía para introducir igualdad, y frenar los excesos de los mercados.
—¿Y en política exterior?
—Queremos tener buenas relaciones con
todos los países sobre la base del respeto mutuo. El principal cambio respecto a la época
Mubarak debe ser dejar de ser los lacayos
de EE UU. En aquellos puntos en los que
nuestros intereses coincidan con los de Washington, debemos colaborar, pero cuando
no lo hagan, discreparemos. En cuanto a Israel, apostamos por respetar los acuerdos de
paz de Camp David, pero que nadie espere
de nosotros que seamos los carceleros de los
palestinos. l
nº 943. 17–23 de octubre de 2011
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