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Caipora, El Padremonte Una leyenda de Brasil En nuestro mundo hay muchos que respetan la belleza de la selva tropical, y entienden la importancia de cada árbol y animal. También existen aquéllos que quieren, a cualquier precio, sacar ventajas de sus fuentes naturales. En Brasil, quienes aman la selva tropical hablan con respeto acerca de Caipora, El Padremonte. Caipora es un poder omnipotente que gobierna la selva, cuida de sus habitantes y castiga a aquéllos que amenazan sus tesoros naturales. Nadie ha visto a Caipora, así que, en realidad, no se sabe cómo es, pero hay varias leyendas que se tratan de su presencia en el bosque. En ésta vamos a conocer a dos jóvenes trabajadores que se encuentran un día con Caipora, el Padremonte. Dos leñadores jóvenes iban juntos cada mañana a trabajar en el monte cerca del pueblo donde vivían con sus esposas e hijos. Toño, seis meses mayor que su compañero, Chico, nunca dejaba de maravillarse de la selva cada vez que iba al monte. Mientras caminaba admiraba la delicadeza de las flores tropicales que crecían entre las raíces de los árboles. Le encantaba ver las inumerables mariposas de colores brillantes y escuchar los monos. Su compadre Chico, en cambio, no observaba nada de la naturaleza. Caminaba al lado de Toño siempre hablando en voz alta. No miraba en el sendero, así siempre pisaba a los insectos y muhcas veces tumbaba los nidos de animales pequeños. Se divertía tirando piedras a los monos, para poder escuchar sus gritos cómicos de dolor. A Chico no le gustaba ser leñador; se creía destinado a poseer riquezas y fama. El trabajo de los dos era cortar leña, ponerla en su mochila, y después llevarla a su casa. Allí quemaba la leña para hacer carbón para luego venderlo en el mercado del pueblo. Los dos leñadores escogían su lugar en el monte con mucho cuidado. Toño nunca perjudicaba el bosque; buscaba árboles con ramas bajas. Nunca cortaba demasiadas ramas de un sólo árbol, y jamás cortaba los troncos porque no quería destrozar las casas de los animales. Por todo eso la leña de Toño no era de calidad muy buena y por eso era pobre, pero estaba muy contento con su vida. Cuando Toño descansaba, se sentaba a la sombra de un árbol y tocaba su pipa, una flauta de madera. Chico, en cambio, buscaba los árboles más grandes y con su machete los cortaba de tronco. No le importaba qué animal viviera en sus ramas, o ni siquiera si el árbol tuviera cien años – porque Chico solamente quería leña de la mejor calidad. Chico descansaba de su trabajo con su rifle; practicaba su puntería tratando de matar tucanes, ocelotes, y otros animalitos. Un día Chico no fue al monte porque quiso quedarse en el pueblo con los amigos. Toño se fue solo y entró al bosque con gran placer. Pronto percibió que ese día todo era diferente...peculiar...expectante... El aire no se movía. Los pájaros no cantaban. Toño estaba inquieto y temeroso. De pronto sintió un viento frío y después una niebla gris cubrió el bosque y ya no vio nada más. Escuchaba muchos ruidos salvajes. Toño ahora se sentía aterrorizado. Se quedó paralizado. Se arrodilló en las hierbas y cerró los ojos. Al poco rato olía un aroma dulce y agradable. Toño abrió los ojos con terror y vio que salía una aparición monstruosa. Un viento suave murmuraba el nombre “Cai...po...ra” y Toño se dio cuenta que era el legendario Caipora, el Padremonte. Toño se levantó y y con la cabeza inclinada, se paró delante del enorme cuerpo. -¡Mírame, hombre!- mandó el Caipora. Lentamente Toño miró desde las patas hasta la cabeza del ser espantoso. Era enorme, y su piel tenía el color de las hierbas. Sus uñas era ásperas. Tenía la cabeza de lobo y los ojos amarillos como los del jaguar. La característica que más asustaba era que tenía los pies invertidos, ¡con los dedos hacia atrás! Caipora le miró y le gritó muy fuerte - ¡Toca tu pipa, hombre! Toño la sacó rápidamente y tocó una melodía hermosa. -¿Me das tu pipa?- pidió Caipora cuando la canción terminó. -Sí...con placer.- contestó Toño, ofreciéndosela con la mano temblando. El Padremonte la tomó en su pata inmensa y le miró al leñador con mucha atención, luego se dio vuelta, y otra vez desapareció entre las hojas de los árboles. Toño se arrodilló y suspiró con alivio. –Quizás fue un sueño- pensó Toño¡Tengo que trabajar mucho para olvidar esta experiencia!- Empezó a cortar las ramas más bajas con mucho cuidado y al anochecer volvió a su casa con su mochila llena de leña como siempre. Después de la cena empezó a quemar la leña como de costumbre, pero notó con sorpresa que esa madera produjo el mejor carbón que había hecho en su vida. A la mañana siguiente llevó el carbón al pueblo y sus clientes se maravillaron de su buena calidad. Ganó mucho dinero con ese carbón. De allí en adelante, no importaba de dónde Toño cortar la leña, el carbón siempre salía de una calidad superior. En pocos meses el carbón de Toño le hizo muy famoso. Se convirtió en una persona muy rica y tenía mucho tiempo para descansar, jugar con sus hijos y gozar de la vida. Pero Chico siguió la rutina monótona de caminar al bosque todas las mañanas. Sentía mucha envidia por las tardes cuando pasaba por la casa de Toño. ¿Cómo es posible que mi compradre se haya vuelto tan rico, mientras yo, que corto tantos árboles diariamente, todavía soy pobre?- se preguntó. Finalmente un día Chico no pudo contener la curiosidad y dijo a su compradre -Por favor, dime el secreto de tu buena fortuna. -Pues, me supongo que mi fortuna cambió el día que tú no fuiste a trabajar y me encontré con Caipora, el Padremonte.-¡Te encontraste con Caipora – el Monstruo de la Selva Tropical!- exclamó Chico. -¿Qué te hizo? -Pues, tuve mucho miedo- admitió Toño -pero no me hizo nada. Pidió mi pipa y yo se la di – es todo.Chico estaba enloquecido de envidia. -¿Una pipa – es todo?pensó él- pues, yo fumo todo el tiempo....tengo muchas pipas en mi casa. Yo escogeré una de las mejores para regalársela a Caipora- ¡y pronto me hará tan rico como a Toño! La mañana siguiente Chico entró al bosque, se paró entre los árboles y gritó con voz malhumorada--¡Caipora! ¿Dónde estás? ¡Caipora! ¡Soy Chico...un leñador! ¡Muéstrate ahora mismo! De repente el sol en el bosque brilló con luz insoportable y con un grito terrible salió Caipora. El aire se llenó con el olor a hojas podridas. -¡Mírame, hombre!-mandó Caipora. Chico sintió un temor repentino. –Mira, Caipora, ¿puedes darme buen carbón? Te traje mi pipa. Tómala.- Con mano temblorosa le ofreció su pipa favorita – llena de tabaco, lista para fumar. Caipora gritó furioso, y de su boca abierta salieron avispas y víboras, y con un golpe de su pata destrozó la pipa del hombre. –Tú destrozas mi bosque! ¡Tú matas mis árboles y mis animales! ¡Tú, leñador miserable, nunca más volverás a dañar mi bosque!- gritó Caipora enfurecido. El viento sopló y un montón de hojas escondieron completamente la figura del Protector del Bosque y del leñador desgraciado. Cuando el viento se calmó y las hojas se asentaron en la tierra, ambos – Caipora y Chico – habían desaparecido. Chico no volvió al pueblo esa noche, ni nunca más.