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PÁNICO EN CIUDAD ABECEDARIO
Paula Jiménez
Estamos en 1987 según un reciente informe del apartado Números. Ciudad Abecedario vive uno de sus momentos
más difíciles. Han desaparecido miles de palabras, entre ellas Explicación. En la seccional comienzan a circular
versiones sobre los posibles causantes de la tragedia.
– Inspector, ya sospechamos el nombre del asesino de palabras, el caso más mentado de los últimos tiempos.
– ¿Quién es el sospechoso, Cabo Sustantivo?
– Pensamos que la Goma, Inspector Verbo.
– ¿Qué pruebas tiene?
– La denunció un adjetivo.
– ¿Qué adjetivo?
– Paranoico.
– No tiene validez, Cabo Sustantivo, lo que él diga póngalo entre comillas, ese adjetivo está loco.
– Ese es otro.
– Da lo mismo, Cabo Sustantivo, hay quienes se parecen demasiado.
– Perdone, Inspector Verbo, pero si entre palabras no nos defendemos nos borran los de afuera.
– Defendernos es distinguirnos entre nosotros, no confundirnos como si todos fuésemos "Homónimo"! -eso dijo el
Adjetivo Discriminado, que fue arrestado por llevar puestas ropas de interjección.
– Haga callar a esa palabra, Cabo Sustantivo –ordenó el Inspector Verbo– y aplíquele el 2 F. El Cabo Sustantivo
procedió y le aplicó la tachadura correspondiente. Véase fotografía 1:
– D-i-s-c-r-i-m-i-n-a-d-o. Discriminado se sentía muy mal y pensó en la Muerte, una palabra a la que nadie se le
acercaba. En Ciudad Abecedario pocas palabras soportaban el Encierro, solo raras excepciones como el Adjetivo
Enclaustrado.
– Mi vida no tiene sentido –se lamentó–, ¡quisiera ser borrado por la goma para siempre! Cambió todo para él cuando
a su misma celda fue a parar otro peligrosísimo Sustantivo.
– Mi nombre es El Olvido, un Sustantivo de todos los tiempos –dijo el fanfarrón.
– ¿“El” Olvido?
– Sí, “El” lo pongo adelante porque soy un tipo de barrio y en el barrio todos nos ponemos un artículo adelante.
– ¿Y qué hacés acá?
– Tuve otra agarrada con la Memoria, me quiere dejar sin trabajo.
-El trabajo es un derecho de todos! –proclamó Marginado, un adjetivo que estaba preso por la Desesperación, una de
las palabras más macabras del condado. Explicó su caso:
–Yo siempre fui igual, un tipo de la calle. Allí conocí a la Desesperación. Nos enamoramos y salí a robar para calmarla
un poquito. Ella es hija de Ansiedad y esa familia no tiene límites. Nada les alcanza. Bueno, resulta que me
sorprendieron con las manos en la Maza y ya ven... Maza me denunció. En un santiamén me achacaron todas las
calamidades que andaban sueltas. Me preguntaron si conocía a Cocaína y yo les dije que no necesariamente. Fue largo
el interrogatorio. Querían saber si Desesperación o Ansiedad tenían trato con ella. Pregúntenles, les contesté. Me
dijeron que con Ansiedad no pueden hablar porque es tartamuda y que no me haga el Canchero porque el encargado
del operativo es el Adjetivo Nervioso y que ya no estaba Paciencia, una agente que rajaron ayer. Después empezaron
otra vez y que si conocía a Risa o a Marihuana que andan juntas de acá para allá. Les pedí que me dejaran tranquilo y
que llamaran al General Saber si tenían alguna Duda.
–Sí –me contestaron– tenemos una Duda pero en este momento está con Justicia, tratando de dilucidar un caso. No la
moleste.
–No me molesten ustedes a mí –les advertí– yo soy Marginado, pero no Buchón. Buchón está trabajando para
ustedes. Y vos, Olvido, ¿qué hiciste, no te habrás violentado con la Memoria?
– Sí... bueno... me violenté... no recuerdo bien cómo fue, pero sí que me prohibió que me asociara con el virus de una
PC. Terminé mal y acá nadie me va a venir a ver, nadie me va a recordar. Me siento más solo que un apéndice, más
solo que la Soledad. Perdonen la Redundancia.
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– Está bien, no es nada –dijo Redundancia, una secretaria regordeta que se encargaba de las tareas burocráticas de las
que el Inspector Verbo no se podía ocupar, porque se pasaba el día conjugando. En la oficina, mientras tanto, la Ley
escandalizada por la ola de crímenes que azotaban Ciudad Abecedario presentó su queja.
– He traído a Queja que parece ser la única que me tiene en cuenta, ya que uds. (y no se enojen si los abrevio) no solo
no me hacen valer sino que además actúan como si no me conocieran. El Inspector Verbo se puso colorado como
Tomate y se disculpó:
–Lo siento, pero lo que usted dice es cierto y no hay lugar para la Ley en esta Ciudad. Cabo Sustantivo, obedezca,
ponga a la Ley entre paréntesis y comuníqueme con el Sustantivo Golpe, que hay asuntos que arreglar.
Verdaderamente, en manos del Inspector Verbo ningún orden sería jamás posible, pues el muy corrupto no tenía
ningún interés en resolver el caso del asesino de palabras ya que por años mantuvo invisible su segundo apellido.
– Yo soy el Verbo Borrar, el aliado de la Goma –confesó–. Y aquí termina esta historia. Pero en un santiamén, entró
por la puerta de la oficina un Sustantivo con una fuerza descomunal:
– Yo soy Rebelión y voy a derribarte.
– Ja, ja, jaá –se mofó el Inspector–, ustedes, los Abstractos, ja, ja, já.
– Jajajá, las pelotas –dijeron dos trazos gruesos que entraron en el despacho como un torbellino–. Somos Pueblo y
Furia, vinimos a apoyar a Rebelión. Está destituido.
– Sí, acá estoy, soy yo, Destituido, y he venido a llevarlo conmigo, Inspector. ¿Cómo anda? Desde la revuelta anterior
que no lo veo.
– Ni me vas a ver –dijo el inspector– porque me voy a Borrar.
– Ni lo sueñe –advirtió Pueblo– estas páginas serán escritas con Tinta Indeleble. Será juzgado por la Sustantiva
Conciencia y luego le esperará una larga, larguísima condena. Esta historia no tiene Punto Final.
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