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CARLOS ALBERTO JIMÉNEZ V.
Magister Comunicación y Educación
PHD Profesor Titular Universidad Libre Seccional Pereira
La violencia y las neuronas espejo
Las neuronas espejo fuera de ayudarnos a reconocer las acciones y los
pensamientos del otro, también pueden desempeñar un papel muy importante
en la comprensión de los comportamientos violentos, ya que el cerebro
interioriza esquemas de acción y de percepción de acuerdo al contexto social y
cultural en que el ser humano se desarrolle. En tal sentido, se hace necesario
resaltar que muchos comportamientos violentos se caracterizan por la falta de
compasión o de empatía que tiene el sujeto que va actuar en contra de la
normatividad social o escolar en que se desenvuelve. Esta ausencia de
empatía emocional, acompañada en muchos casos por maltrato intrafamiliar o
abusos sexuales, fuera de actuar en detrimento del tamaño de la amígdala y
del córtex frontal, originan la ansiedad y la tendencia a ser instintivo o
impulsivo por parte de los violentos. Estas patologías también pueden generar
daños neurofisiológicos relacionados con el desarrollo y la cantidad de
neuronas espejo, debido a la secreción excesiva de cortizol en el corriente
sanguíneo que es el causante de la poda neuronal producto del estrés, la
ansiedad y la depresión que originan estos desbalances neuroquímicos.
Resumiendo, sin un niño vive en un ambiente violento desde pequeño (donde
se produce el mayor grado de mielinización y de plasticidad cerebral), y
continuamente vive inmerso en estos ambientes inhóspitos, las neuronas
espejo dentro de su proceso de adaptación biológica se activan para replicar
dichos comportamientos violentos que producen copias en su sistema motor y
de esta forma tendrá un grado de predisposición muy alta a la actuación
violenta, cuando a través del córtex frontal se active el plan neuronal de acción
o de ataque. Recordemos que el córtex frontal junto con la amígdala se
encarga de controlar los impulsos emocionales del sistema límbico. Por lo tanto
existen desconexiones o malformaciones como ya se ha planteado durante el
desarrollo debido al maltrato intrafamiliar, accidentes o por alteraciones
genéticas, se producen trastornos de la personalidad como el caso de los
sicópatas que son seres incapaces de ponerse en el lugar del otro, y por esto
hacen tanto daño con placer y alevosía porque al tener amígdalas cerebrales
pequeñas no sienten miedo ni compasión por el otro, y esto los hace ser seres
impulsivos que en muchas oportunidades se convierten en asesinos en serie
caracterizados por poseer estrategias de planificación de alto grado
intelectualidad, pero de una ausencia total de empatía emocional, es decir, son
seres totalmente desconectados de lo social y sin conciencia.
Para Robert Hare1 la sicopatía comienza a revelarse entre 3 y 5 años y según
este investigador el enfermo no nace, ni tampoco es producto de su entorno
familiar. Lo anterior evidencia más aún la problemática de la violencia y es allí
donde la Neurociencia juega un papel muy importante en la actualidad al
encontrar el funcionamiento de las neuronas espejo que nos permiten plantear
otro tipo de hipótesis en la que es necesario mirar las interacciones entre lo
genético y lo contextual y como contribuyen a la formación de la personalidad
del violento. Para Vicente Garrido “la ciencia ha demostrado sobradamente que
el ser humano no nace ni bueno ni malo: nace con unas propensiones o unas
tendencias que pueden conducir a una agresividad y a un comportamiento
explotador de los demás sino se canaliza bien” (citado por Punset p. 230).
En la actualidad se hace necesario revisar las políticas estatales de prevención
de la violencia intrafamiliar y los tratamientos sicológicos o siquiátricos
posteriores que no son tan eficaces como muchos teóricos lo plantean.
También las políticas educativas de prevención de violencia en las aulas se
hace indispensable activarlas y considerarlas de una forma diferente y no como
tradicionalmente se hace con los manuales de disciplina y de convivencia. Los
cerebros de los violentos como ya hemos dicho funcionan de una forma
diferente al cerebro de una persona normal. En efecto, uno de los hallazgos
más impresionantes por parte de Robert Hare se refieren a que cuando un
sicópata analiza algo que produzca emociones ya sea en fotos o palabras, las
estructuras cerebrales que se encienden a nivel neuronal no son iguales a la de
una persona normal. De esta forma, para el sicópata es lo mismo la palabra
“asesinato” a la palabra “carro”. Este es el motivo por el cual en sus actos
delictivos las personas son tratadas como objetos, es decir, sin empatía ni
lazos emocionales producto en muchos casos de la ausencia de la serotonina
la cual inhibe la conducta agresiva, los comportamientos violentos o
delincuenciales. Vale la pena aclarar que la sicopatía actualmente es
considerada por la ciencia como el principal componente de la violencia, que
como ya se había dicho su origen está en la familia y en la escuela a edades
muy tempranas que se hace necesario diagnosticar (Cfr: escala de Hare), para
producir campañas de prevención de delitos mayores en la adolescencia o en
la adultez, a pesar de que ya existe una alta tasa de homicidios o de actos
violentos en las escuelas como las referidas en las matanzas en Estados
Unidos (Columbine, Texas, etc.), las cuales se incrementaron desde la década
del 90.
Un individuo con comportamientos violentos no necesariamente es un sicópata
y muchas veces un sicópata no se comporta en forma agresiva, pero para
Garrido (2008) “los sicópatas en buena medida no manifiestan su
comportamiento de manera pública salvo que sean criminales, se les capture, y
se les diagnostique como tales” (p.228). Las evidencias demuestran que la
mayoría de los sicópatas están integrados en la sociedad, viven y trabajan con
nosotros; el 1% de la población de Estados Unidos, aplicando el test de Hare
1
Robert Hare es PHD en psicología de renombre en la psicología criminal, es profesor emérito de la
Universidad British Columbia en Canadá.
sería sicópatas, es decir más de dos millones, lo que hace concluir que este
problema es prácticamente una epidemia comportamental que está
absorbiendo el mundo laboral, educativo, cotidiano de nuestro planeta, en el
cual dichos comportamientos violentos deben tratarse como enfermedades
clínicas y no como actualmente se hace confinándolos a estudios sociológicos,
sicológicos o siquiátricos, muchas veces con tratamientos muy prolongados e
ineficaces.
Es preciso insistir al respecto que el sicópata es consciente de lo que hace, a
diferencia de las enfermedades mentales como la esquizofrenia y la sicosis,
donde los individuos no son conscientes de sus actos, sino que en muchos
casos siguiendo a Laing, la locura es producto de un ambiente inhóspito y no
como lo plantea la siquiatría tradicional ubicándola en muchos casos como
desorden genético. Con respecto a lo anterior Robert Hare es muy pesimista al
afirmar: “no puedo devolver la conciencia al que no la tiene, ni puedo conseguir
que un individuo que no conoce la compasión sea compasivo, ni puedo
conseguir que un cerebro que no conoce la empatía puede situarse en el lugar
de los demás” (citado por Punset p. 235).
Por otra parte, es un hecho que en la actualidad los niños, y los jóvenes no
observan ni sienten como antes, debido al incremento de la exposición de la
industria de las pantallas que ha confinado a que los niños desde muy
pequeños estén durante tiempos muy prolongados (6 a 7 horas), frente a las
pantallas del televisor, de los videojuegos, o de las computadoras. Lo anterior
ha generado una nueva cultura en la cual según Guillermo Orozco “las
pantallas las traemos en la mente”, es decir se encuentran encarnadas en
nuestro cuerpo.
La exposición a la violencia, especialmente en los niños tiene un fuerte efecto
sobre la violencia imitativa, que puede activar las neuronas espejo sobre la
interiorización de comportamientos agresivos que posteriormente se reflejará
en las personas de su entorno cotidiano o en los objetos, especialmente en el
uso agresivo que se hace de algunos juegos y juguetes. Es así como la
continua exposición al uso de estos medios y un ambiente inhóspito de maltrato
familiar se puede convertir en un detonante que inclusive puede generar daños
neurofisiológicos, que serian el caldo nutritivo para que florezca la violencia
escolar y luego la violencia social incluyendo comportamientos homicidas como
los narrados por Marco Iacoboni (2008) en su libro “Neuronas Espejo” y que se
refieren a los actos delictivos cometidos en Francia a una niña que fue
torturada y asesinada con un cuchillo porque era bonita, utilizando la trama y el
cuchillo de la película “Scream”, o los asesinatos que cometieron dos
adolescentes de sus maestros con múltiples puñaladas y con robo incorporado
imitando una video juego en el que el jugador mata a sus víctimas y las
observa desangrar. Para Iacoboni (2009) “las neuronas espejo nos benefician
sin ninguna duda, al habilitar sentimientos y acciones de empatía hacia los
demás, pero también nos dotan de un potente mecanismo neuronal – biológico
subyacente que nos lleva a imitar la violencia inducida” (p.206).
En síntesis, siempre hemos creído que somos seres racionales y libertarios, sin
embargo el estudio de las neuronas espejo han demostrado que se hace
necesario comprender las raíces neurofisiológicas, para poder entender
nuestra limitada autonomía moral, social e intelectual y de esta forma evitar los
comportamientos violentos. Para Iacoboni (2009) “las neuronas espejo del
cerebro produce influencias imitativas automáticas de las cuales por general no
somos consientes y que limitan nuestra autonomía por medio de potentes
influencias sociales” (p.204). Recordemos que según la física cuántica
400.000.000 millones de Bits se producen cada segundo en forma inconsciente
y sólo dos millones en forma consciente. De esta forma, la existencia de un
nivel inconsciente y automatizado en la toma de decisiones con respecto a los
actos violentos nos haría repensar el “libre albedrio” y la necesidad de
comprender más a fondo la complejidad humana.
CARLOS ALBERTO JIMENEZ V.
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