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MARTES 29 DE MARZO DE 2005
AUTORES FCE
PARA ENTENDER A EINSTEIN. En 1905, Albert Einstein, quien entonces tenía
sólo 26 años, publicó cuatro trabajos que revolucionaron no sólo a la ciencia sino al
mundo entero. En el primero explicaba la naturaleza dual de la luz como onda y como
partícula (por este trabajo le dieron el Nobel en 1921); en otro, ofreció una prueba
experimental para la teoría cinética del calor; en el tercero propuso la teoría especial de
la relatividad como una forma de resolver el problema de la conexión entre la teoría
electromagnética y la mecánica; finalmente, en su cuarto trabajo mostró que masa y
energía son dos aspectos de una misma cosa y que están relacionadas mediante su famosa fórmula E=mc2. Nada menos. Para conmemorar los 100 años de tan relevantes
trabajos y 50 de la muerte de quien los hizo (Einstein murió el 18 de abril de 1955),
el FONDO DE CULTURA ECONÓMICA recuperó de su acervo cuatro obras fundamentales para mirar y escudriñar en “el infinito universo de Einstein”. El hombre,
su tiempo y su obra son explicados por Luis de la Peña en la obra Albert Einstein: navegante solitario (Tercera edición, 2003), de la colección La Ciencia para Todos. Dirigida
a aquellos lectores que no han tenido oportunidad de asomarse al campo de la física,
pero están interesados en ella. El profesor Eliezer Braun escribió Una faceta desconocida
de Einstein (Tercera edición, 2003) con el propósito de divulgar los trabajos científicos menos conocidos del físico. En Relatividad para principiantes (Primera reimpresión
dentro de la colección La Ciencia para Todos, 2003), el doctor Shahen Hacyan reflexiona sobre el cataclismo que, para la física, significa Einstein. Perteneciente a la colección
Fondo 2000 desde 1997, pero publicada por primera vez en castellano por el FCE en
1957, El universo de Einstein, de Lincoln Barnett, es una introducción a los principales
aspectos del pensamiento einsteniano. NOTAS AL PIE / EL ECONOMISTA
RIQUEZA Y POBREZA ABSURDO GLOBAL. La asimetría de la economía monetaria no sólo divide la realidad de ricos y pobres, también incluye una transformación
insalvable en el sistema de responsabilidades: ninguna para el capital flotante ni para los
empresarios que trasladan geográficamente sus negocios según laposibilidad de mejorar sus dividendos y todas para quienes, atados a sus localidades, deben reparar daños
ambientales, asumir los costos políticos, materiales y sociales provocados por los elitistas beneficiarios de la globalización. Son los afectados quienes deben conformarse no
sólo con las duras exigencias laborales de los inversionistas, sino con el sentimiento de
transitoriedad que ha dado al traste con otrora derecho al trabajo que, en cierta forma,
amparaba el complementario del trabajador y servía de motor a la movilidad social.
(...) Todo esto viene a cuento porque durante los últimos días y semanas, nos topamos
con noticias relacionadas con un supuesto crecimiento de la economía que calculado
en tantos por ciento e incrementos mensuales, supone cierta mejoría de las situación
que no guarda ninguna correspondencia con nuestra realidad cotidiana, por una causa: la hipotética mejoría comienza y concluye entre las élites emancipadas de la suerte
restrictiva de las mayorías. Mientras que los ricos mundiales se distinguen entre sí oír
la acumulación individualizada de miles de millones de dólares, miles de millones de
personas en el mundo subsisten con menos de un dólar diario y la cada vez más estrecha
capa intermedia hace equilibrismos para no ceder a la presión del descenso a la pobreza.
Si los otrora pobres son ahora miserables, las clases medias descienden a la pobreza,
en tanto los del “buen pasar” quedan a años luz de distancia de los verdaderamente
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ricos, cuyas fortunas, en los términos examinados por Zygmunt Bauman y los demás
autores de LA GLOBALIZACIÓN. CONSECUENCIAS HUMANAS (FONDO DE
CULTURA ECONÓMICA, 1999) repiten, aunque y condiciones opuestos la “vida
errante” de los que tienen que emigrar en busca de oportunidades. EXCÉLSIOR
MEMORIAS ENTRELAZADAS ENTRE MÉXICO Y EGIPTO. Dos grandes culturas, al amparo de los imperios. A partir de hoy, martes 29 de marzo, el público podrá
admirar las 152 obras provenientes de Alemania que componen la exposición Faraón: el
culto al Sol en el antiguo Egipto, inaugurada anoche en el Museo Nacional de Antropología por el presidente de la República. ‘’Lo que nos gustaría ver en los museos alemanes
-dijo en entrevista a La Jornada el curador de esta muestra, Dietrich Wildung- es este
interés de la población local por conocer su propia historia”. En este contexto, ofrecemos
la culminación del análisis que realiza Jorge Legorreta, quien fue agregado cultural de
México en El Cairo. A pesar de que México y Egipto son países con una historia ancestral, su cultura en el mundo occidental fue conocida sólo a partir del siglo XIX. Hasta
ese momento, las conquistas de los nuevos territorios de América, más en busca de riquezas materiales que espirituales, habían mantenido en la más absoluta marginación el
conocimiento sobre su patrimonio cultural. No fue sino con las nuevas ocupaciones
imperiales del siglo XIX cuando se produce el verdadero descubrimiento cultural de los
dos grandes pueblos: el mexicano y el egipcio. El descubrimiento cultural. Napoleón
Bonaparte y Humboldt. En efecto, este ‘’descubrimiento cultural” de Egipto y México
es casi paralelo en la historia. El primero a partir de la conquista de Napoleón en 1798 y
el segundo a partir del viaje de Alejandro von Humboldt hacia territorios americanos,
realizada entre 1799 y 1804. Uno de los resultados más importantes de tales descubrimientos concordantes fueron dos obras famosas, una por cada país, que hicieron posible
la difusión más allá de la elites del poder, de las riquezas culturales que existían en ambas
colonias. La primera es La descripción de Egipto, publicada entre 1809 y 1816; consta
de cinco volúmenes, tres de textos y dos con ilustraciones, estos últimos exhibidos actualmente en la Biblioteca de Alejandría. La otra obra es el Ensayo político del reino de
la Nueva España, del propio Humboldt, publicada en alemán en 1809 y en francés
1811, con un complemento editado años después, denominado Atlas pintoresco de
viaje. Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América. En el
conocimiento y la difusión de ambos patrimonios hubo igualmente algo común: la creación de comisiones de científicos que Francia enviaría junto a sus ejércitos. La conquista
de Egipto por Napoleón Bonaparte se acompañó de una comisión de científicos encargados de realizar las investigaciones y que, entre otros encargos, hizo posible la obra
editorial antes señalada; y con el mismo propósito Napoleón III, durante la ocupación
francesa de México, realizada de 1862 a 1867, imitando al tío, creó una comisión semejante, aunque ésta no logró editar obra alguna; en ella participaron Charles Etienne
Brasseur de Borbourg y posiblemente el arqueólogo Claude Joseph Desire Charnay (Alcina Franch, José. La época de los viajeros (1894-1880). ‘’El registro de las antigüedades’’,
Revista Arqueología Mexicana, número 54). El mismo Napoleón Bonaparte, seguramente con algunas imágenes en mano de los monumentos egipcios, conocería los de México
por las ilustraciones del propio Humboldt, quien a su regreso de América, visitaría en
diversas ocasiones al emperador francés. Seis décadas más tarde, hacia los años 1860, el
otro Napoleón, el III, mandaría sus ejércitos a México y no precisamente a conocer sus
riquezas patrimoniales. Egipto en la intervención francesa de México. Al transitar por las
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salas del Museo del Ejército ubicado en la Citadel, de El Cairo, extraña un cuadro donde
se muestra con una extensa línea el desplazamiento del ejército egipcio hasta el puerto de
Veracruz, en febrero de 1863. Se trata, sin que exista allí mayor información museográfica e histórica, de una atípica participación de un contingente militar egipcio-sudanés
durante la intervención francesa en México (Sudán era en ese entonces parte de Egipto).
Por esos tiempos, Francia y otros imperios europeos proseguían sus intenciones de extender sus dominios hasta los territorios americanos, a pesar del poderío estadunidense
que se asignó, después de la anexión del territorio mexicano, la protección de las nacientes repúblicas contra las viejas monarquías europeas. Tal protección del mundo se fundamentó en el Destino Manifiesto, concepto aparecido en 1845, y en la famosa Doctrina Monroe que el presidente del mismo apellido expusiera desde 1824 y que sintetiza la
frase “América para los americanos”. A pesar de ello, Napoleón III de Francia, apoyado
por España e Inglaterra, decidió la intervención en México en 1862. Como toda guerra
imperial tiene su pretexto, el caso aquí fue la moratoria a la deuda del presidente Benito
Juárez. Con los barcos de las tres potencias en las costas de Veracruz, México fue obligado a negociar, logrando el retiro de los últimos dos países. No así con Francia, que buscaba desde el principio otros fines. Su emperador Napoleón III explicó dichos fines en
una carta enviada a su embajador en Londres, conde Flahault, para ser entregada a lord
Palmerson, primer ministro británico y consignada por la historiadora Margarita Martínez: ‘’Es inútil que yo me extienda aquí sobre el interés común, que nosotros tenemos
en Europa, en ver a México pacificado y gozando de un gobierno estable. Por una parte
este país, dotado de todas las ventajas de la naturaleza, ha atraído muchos de nuestros
capitales y de nuestros compatriotas cuya existencia se encuentra sin cesar amenazada,
pero además al regenerarse (sic) formaría una barrera infranqueable a las usurpaciones de
América del Norte. Ofrecería una salida importante al comercio inglés, español y francés
explotando sus propias riquezas, en fin, haría un gran beneficio a nuestras fábricas extendiendo sus cultivos de algodón. El examen de estas diversas ventajas, así como el espectáculo de uno de los más bellos países del mundo entregado a la anarquía y amenazado
de la ruina próxima, son las razones que me han interesado vivamente en la suerte de
México”. (Ref. Quirarte, Martín. Historiografía sobre el Imperio de Maximiliano,
UNAM, IIH, 1970). Y para estos fines expansionistas, Napoleón III vio en la figura del
archiduque de Austria, Fernando Maximiliano de Habsburgo, casado con Carlota Amalia, hija de Leopoldo I, rey de Bélgica, el mejor candidato para crear un imperio francés
en México. Sin la ayuda de sus antiguos aliados alemanes y españoles, logra el apoyo
militar de los franceses auxiliados por un pequeño contingentes belga y austriaco, al que
se suman el ejército egipcio-sudanés ‘’prestado a Francia por el virrey... de Egipto”. Fernando del Paso escribe que ‘’Forey al frente de dos divisiones, hicieron descender a 28
mil hombres en territorio mexicano (...) a esto se agregaban casi 7 mil hombres más y los
contingentes nubio y egipcio” (Noticias del Imperio, El Colegio Nacional y FONDO
DE CULTURA ECONÓMICA, 2000, pág. 152). Resulta interesante transcribir una
versión egipcia sobre el acompañamiento del ejército en la invasión francesa de México:
‘’Producto de las revoluciones y del régimen de gobierno inestable, las fuerzas militares
francesas con refuerzos adicionales invadieron la ciudad de México en junio de 1863; y
en virtud de la gran amistad entre Egipto y Francia, Napoleón III solicitó al rey (Wali)
una fuerza egipcia-sudanesa para respaldar a las fuerzas francesas. Una infantería egipciosudanesa abandonó el puerto de Alejandría el 8 de enero de 1863, navegó por el océano
Atlántico y llegó al puerto de Veracruz el 23 de febrero de 1863. La navegación duró 47
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días. Entre otras acciones gloriosas estuvo la seguridad de la emperatriz de México (Carlota) cuando visitó Veracruz. Cumplieron su misión de acabar con la rebelión mexicana
y después de cumplida su misión se embarcaron y al llegar a París el 2 de mayo de 1867,
el emperador Napoleón III las condecoró y otorgó recompensas, reconociendo su habilidad y bravura; llegaron a la patria el 28 de mayo de 1867 y fueron recibidas por el rey
(Wali) en el patio del palacio de Eltin. 48 soldados muertos escribieron con su sangre el
ejemplo de la valentía lejos de la patria (ahí) donde las fuerzas europeas habían fracasado
en frenar las rebeliones en México.” (Revista Al-Nassr, volumen 696, junio de 1997.)
Dos precisiones históricas imprescindibles. Una, la llegada conjunta del ejército egipcio
a México fue posterior a la espectacular derrota que había sufrido un año antes el primer
contingente francés bajo el mando del general Lorencez; es la heroica batalla ganada por
mexicanos que por obvias razones no aparece consignada como se merece en el Museo
de Guerra de París, escenificada en Puebla el 5 de mayo de l862 por el general Ignacio
Zaragoza. Dos, la aventurada intervención francesa, que en realidad resultó un fracaso
para Napoleón III, se hizo aprovechando que Estados Unidos libraba entonces una guerra civil, pero concluida ésta, el país del norte contribuyó en favor de México para el
retiro de las tropas francesas; ésta sería la ultima intervención militar de un imperio europeo en América. En 1865 Abraham Lincon reconoció al gobierno de Benito Juárez y
exigió la salida de las tropas invasoras. Napoleón III abandonó así a Maximiliano, quien
sin el apoyo militar francés fue fusilado en junio de l867; meses antes las tropas de ocupación se habían embarcado hacia el Atlántico y con ellas el contingente egipcio-sudanés. En realidad, Francia necesitaba sus tropas para enfrentarlas tres años después, en
1870, contra Prusia, y 15 años después, en 1882, para invadir a su propio ex aliado:
Egipto; esto, derivado del primer conflicto entre potencias europeas por el control del
canal de Suez, la estratégica comunicación fluvial que modificó, a partir de su inauguración en 1869, las rutas comerciales del mundo. Maximiliano, fundador de los museos
de Antropología. El Museo de Antropología de México y el de El Cairo nacieron hermanados por un legendario personaje llamado Fernando Maximiliano de Hasburgo,
quien gobernó México con la protección de las tropas de ocupación francesas entre l864
y 1867. Esta es la historia. Muchos años antes de que Maximiliano, el archiduque de
Austria, soñara con ser emperador de México, disfrutaba con gusto inusitado un constante transitar por los mares del mundo. Desde su castillo en Miramar, situado en un
pequeño puerto de la hoy frontera de Italia con Eslovenia, navegaba constantemente por
todas las costas del Mediterráneo. En uno de sus tantos viajes, fungiendo como almirante y comandante en jefe de la flota austro-húngara, visitó en El Cairo la ciudadela de
Saladino, donde se exhibían en la Sala de Instrucción Pública algunos de los tesoros arqueológicos que lograban sobrevivir su descomunal saqueo por los imperios europeos.
Esta sería una de las primeras sedes de lo que posteriormente se convertiría el actual
Museo de El Cairo, construido en los primeros años del siglo XX. En dicha visita, realizada en 1855, el virrey (Jevide) Abbas Pasha le dona a Maximiliano prácticamente toda
la colección ahí reunida, la cual traslada a Viena para ser expuestas en lo que sería el
primer museo arqueológico de Egipto, aunque fundado en el exterior; incluso, en diversas publicaciones turísticas editadas en El Cairo se consigna que el primer museo arqueológico de Egipto se fundó, efectivamente, en Viena. Fernando del Paso, en su obra
citada Noticias del Imperio, relata: ‘’De pie en el pequeño muelle de Miramar, frente al
azul Adriático, Maximiliano acariciaba la cabeza de la esfinge labrada en piedra que había llevado de Egipto.” Probablemente tal esfinge pasó a formar parte de los museos de
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Berlín y sea la misma que, procedente de Alemania, se exhibe a partir de hoy en la exposición egipcia en el Museo Nacional de Antropología. Pero, volviendo al relato, Maximiliano, ya como emperador de México bajo la protección del emperador francés Napoleón III, intenta sin lograrlo crear en la ciudad de México un gran museo de arte. Al
parecer, la causa del fracaso del proyecto fue el extravío de las piezas transportadas desde
Europa por naufragio o por la piratería muy común por esos tiempos. Es probable, entonces, que algunas de las piezas donadas por Egipto fueran parte de ese valioso cargamento marítimo extraviado; o también que algunas pertenezcan actualmente al Kunsthistoriches Museum de Viena; o bien, como se anotó antes, que se hayan distribuido
en otras ciudades alemanas. Lo real de toda esta historia es que Maximiliano de Habsburgo, que gustaba de las bellas artes, fue el fundador del primer museo de Arqueología
de México, inaugurado el 6 de julio de 1865 en la calle de Moneda, aledaño al Palacio
Nacional; esta sede fue antecedente del actual Museo Nacional de Antropología, aunque
en estricto sentido, desde 1824 se fundó el primer museo histórico con el nombre de
Museo de la Federación Mexicana, ubicado en la antigua Universidad. Así, Maximiliano
se convirtió sin saberlo y sin buscarlo, en el creador y en el puente histórico entre los dos
más importantes museos de México y El Cairo. No es todo. Los paralelismos históricos
no excluyen la similitud existente en los diseños arquitectónicos de ambos edificios,
construidos con 60 años de diferencia. De los grandes museos del mundo, el de Antropología de México y el de El Cairo se distinguen por tener una planta rectangular en dos
pisos y con patio central (el de México al aire libre) por el que se accede a las salas del
museo; es decir, no se trata de las laberínticas plantas características, por ejemplo, del
Metropolitano de Nueva York, el Louvre de París o el Británico de Londres, por citar
sólo algunos casos. El proyecto del Museo de El Cairo, resultado de un concurso, es del
arquitecto francés Marcel Dourgnon; la inspiración, se dice, fue la antigüedad clásica y
los templos egipcios que situaban las salas alrededor de un gran patio central. Este museo fue inaugurado el 15 de noviembre de 1902. El proyecto del Museo Nacional de
Antropología de México es del destacado arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez,
quien buscando contar con recorridos simples que permitiesen ‘’salir y entrar a las salas
sin perderse” distribuyó igualmente las salas alrededor de un gran patio central al aire
libre, donde colocó una espectacular techumbre. Esta sede del museo mexicano fue inaugurada el 17 de septiembre de 1964. Como hemos visto en estos breves artículos,
entre México y Egipto hay muchas similitudes, pero aún muchas más por conocer y
descubrir. JORGE LEGORRETA / LA JORNADA
CULTURA
CATORCE EDITORIALES MEXICANAS SE HAN UNIDO EN ALIANZA MEXICANA DE EDITORIALES INDEPENDIENTES para luchar contra las estrategias del
mercado que sitúan en una competencia desventajosa a las pequeñas casas frente a las
grandes transnacionales. Esta alianza, que lucha también por el precio único del libro y
una mejor distribución a nivel nacional, organiza una feria del libro del 13 al 17 de abril
en el Teatro el Galeón del Centro Cultural del Bosque. El panorama para las editoriales
independientes en México es sencillamente complejo, tirajes pequeños, circuito de distribución reducidos y autores poco conocidos que en muchos casos representan una apuesta
literaria. Estas editoriales proponen ahora una participación en bloque y nuevas estrategias como la venta en internet. LAURA BARRERA / VENTANA 22 / CANAL 22
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PRESENTA HOY MONSIVÁIS OBRAS DE GARIBAY. Hoy se presenta el
último libro de la Colección Ricardo Garibay Obras reunidas, en la Cineteca
Nacional. La presentación corre a cargo de Carlos Monsiváis, quien dictará una
conferencia magistral sobre este autor hidalguense. Garibay, enamorado de la
escritura, escribió 48 libros entre novelas, cuentos, crónicas, reportajes, así como
guiones para cine y teatro. La vida lo llevó por una multitud de lugares y oficios.
Desde sus participaciones truncas en el boxeo, hasta su desempeño como inspector de burdeles y restaurantes, pasando por diversas jefaturas de prensa. Ese
estilo que perfeccionó a lo largo de muchos años de oficio periodístico y múltiples experiencias de vida, es ahora recopilado en la colección Ricardo Garibay,
obras reunidas, editado por Océano, el Consejo Estatal y el Fondo Estatal para
la Cultura y las Artes de Hidalgo y Conaculta. Nacido en Tulancingo, Hi- dalgo,
en 1923, de él se recuerdan diversos retratos profundos y minuciosos del México contemporáneo. Con su pluma certera logró dibujar a ídolos populares y a
algunos políticos. Dentro de esta colección integrada por diez tomos, destaca el
número nueve, dedicado al Teatro y cine, disciplinas que lo apasionaron; en éste
se publican varios trabajos inéditos. El último volumen intitulado Inéditos, álbum fotográfico, cronología e índices, incluye un conjunto de textos nunca antes
publicados, pero que se conservaron en los archivos personales del autor. Se trata
de cuentos, ensayos filosóficos y arranques poéticos que por diversas razones no
publicó en vida. También incluye un álbum fotográfico que refleja momentos
clave de Ricardo Garibay. En el prólogo, Vicente Leñero apunta que “reunir la
amplia, generosa y diversa obra de Garibay es brindarle al lector una nueva oportunidad de disfrutar a unos de los grandes escritores mexicanos, y en ese disfrute
aquilatarlo justamente.” La presentación se llevará a cabo este martes en la Sala
Fernando de Fuentes de la Cineteca Nacional, a las 19:00 horas. MILENIO
Fondo de Cultura Económica
Víctor Manuel Torres,
Jefe de Prensa
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