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EL NACIMIENTO DE LA ÓPERA La ópera (que viene del italiano y del latín, y significa “obra”) se estuvo gestando durante el siglo XVI. Ya antes había habido otros ejemplos en los que se mezclaba la música con el teatro; la obra Jeu de Robin et Marion de Adam de la Halle se puede considerar uno de los primeros en incorporar la música al drama. Más habitual era intercalar en los descansos de las obras de teatro breves episodios mitológicos cantando. Estos intermedios no tenían ninguna relación con la obra, pero a veces sí y, al no haber telón ni pausa entre una cosa y otra, generaba cierta confusión. En los grandes acontecimientos de la familia Medici se representaban obras de teatro musical en las que se intercalaban intermedios; a menudo eran pastorales o de tema mitológico. En la boda de 1589 se introdujeron piezas vocales entre los actos de la comedia La pellegrina de Girolamo Bargagli. En estos intermedios intervenían a veces los mismos invitados, pues formaba parte de la diversión y además estaban instruidos desde el punto de vista musical. Por otra parte, un grupo de intelectuales de la ciudad de Florencia, llamados más tarde Camerata Fiorentina, entre los que se encontraban poetas, músicos, filósofos y otros eruditos, discutieron entre 1573 y 1587 sobre la conveniencia de crear un drama que estuviera acompañado por música de principio a fin, a la manera de lo que se creía entonces que era la tragedia griega clásica (recordemos que uno de los ideales del Renacimiento fue la vuelta a la antigüedad). La música debía ser monódica y estar al servicio de la palabra. Por ese motivo se rechazaba el uso del contrapunto, puesto que éste hacía ininteligible el contenido del texto. Por eso se pensó en un tipo de recitado monótono que sobrepasara el habla normal. Ese “recitar cantando”, que cita Caccini en su obra teórica “La Nueva Música”, debía tener un ritmo libre y ser acompañado levemente por instrumentos. El teórico de la música Vincenzo Galilei, padre del famoso astrónomo, estudió la música de la antigua Grecia e intentó imitarla en 1582 con un conjunto de lamentos sobre el “Infierno” de Dante. También tuvo cierto éxito con una serie de monodias (melodías) acompañadas por la viola. Creían resucitar la tragedia griega y sin embargo estaban creando un nuevo estilo. Se trataba de recuperar el valor del texto frente a la música, cuya función pasaría a ser la de acompañar la fuerza dramática de las palabras. Así, para la boda de Maria de Médicis con Enrique IV de Francia, se representó la primera ópera, Eurídice (1600), obra del cantante Peri, que él mismo interpretó. Aunque la historia tenía un final trágico, se cambió, pues era costumbre que las pastorales acabaran bien. La obra fue toda una novedad, pero sin embargo, no consiguió emocionar. El azar hizo que se representase más tarde en la ciudad de Mantua, donde era maestro de capilla el conocido compositor de madrigales, Monteverdi (1567-1643). Su experiencia y recursos musicales encajaron perfectamente con las necesidades expresivas de este género dramático, y así nació Orfeo (1607), considerada la primera ópera importante. En 1620, los palacios de los cardenales romanos acogieron y promovieron la representación de óperas, pero con argumento religioso. El nombramiento de Inocencio X como Papa, enemigo acérrimo de este tipo de divertimentos, obligó a trasladarse al nuevo género; además, algunos teatros fueron destruidos. En la próspera ciudad de Venecia un grupo de empresarios decidieron construir el primer teatro público para responder a la demanda de la creciente burguesía. Hasta entonces, solo los nobles invitados a los palacios podían ser testigos de espectáculos como éste. El Teatro San Cassiano se abrió en 1637 y otros diez en años sucesivos. La cantidad de público que asistía a estas representaciones hizo que los éxitos de las óperas fueran más sonados que en los palacios de la aristocracia. Quiso el destino que Monteverdi fuera el maestro de capilla de la catedral de San Marcos de Venecia (había sido nombrado en 1613). Con la apertura de los teatros públicos el anciano compositor se vio de nuevo motivado, tal era su talento y devoción por la escena dramática, y compuso sus obras maestras: La coronación de Popea (1642) y El retorno de Ulises (1641).