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Zeus, rey de los cielos. cosmogonía y teogonía. Cecilia Criado Universidad de Santiago de Compostela Gracias a los avances que en este siglo se han hecho en lo que al pensamiento humano se refiere, la antropología ha logrado que el mito haya superado su antigua condición de error y enigma. Ahora bien, tal como Bermejo advierte, es indudable que el mito “no es admisible por sí mismo sino que posee una naturaleza problemática que obliga a que sea explicado. Así la aparente realidad del mito ha de revelarnos, mediante la exégesis, una segunda naturaleza que esconde la clave de su esencia oculta” 1 . La antropologia se adscribe así, aunque con restricciones, al antiguo camino de la exégesis alegórica que Platón había sacralizado pero que ya, en los labores de la Grecia iluminística, había tenido apasionados partidarios en los primeros escoliastas de los textos homéricos 2 . Fue necesario que el pensamiento europeo aceptase la renovación de la antropología operada por el convencimiento de Malinowski de que el hombre, incluso el primitivo actual, siempre piensa de forma racional; también fue determinante que Lévi-Strauss afirmase que el desarrollo de una sociedad dada no se mide por el incremento de la inteligencia, sino por la complejidad de sus instituciones. Gracias a las aportaciones de estos dos autores, entre otros, la opinión derogatoria de mito y pensamiento mítico dejó paso a unas perspectivas de análisis más benevolentes y, al tiempo, más fructíferas. La novedad de la antropología actual respecto a otros intentos de aproximación al mito consiste en que su objetivo es estudiar la realidad invertida, esto es, la ideología. Analizando esta realidad invertida se puede observar “cómo los mitos legitiman el poder político, el poder real y el poder de un sexo sobre otro, así como apreciar el conjunto de valores en los que creyeron los griegos” 3 . En definitiva, no se trata tanto de dilucidar la institución oblicuamente significada por el mito, como de penetrar el pensamiento y conducta de los griegos antiguos. El mito cosmogónico y teogónico es idóneo para mostrar que la comprensión de un mito no es inmediata y que los datos que se encuentran en los poetas no son fiables para su interpretación. Tiene la ventaja, además, de que su primera documentación literaria exhaustiva aparece en Hesíodo, autor lo suficientemente arcaico y prefilosófico como para que represente con más pureza que los tratamientos literarios posteriores el mundo en el que dicho mito se gestó. Sin duda, la condición ideal del estudio del mito sería estudiar éste en la situación pragmática en que se produce; evidentemente, esto no es posible en el caso de la mitología grecorromana, y de aquí que, perdido el sentido originario, a los mitos se les hayan atribuido innumerables sentidos, muchas veces erróneos. Lo que sí se puede conseguir, sin embargo, es la reconstrucción del estadio preliterario. Por ello un filólogo ha de ser cauto a la hora de abordar la explicación de un mito, porque quizá no sea la filología la rama más adecuada para la interpretación, por la simple razón de que los mitos se documentan en un material literario que ya los ha reelaborado, casi siempre racionalizándolos con fines precisos. Sin llegar al extremo de Brelich, historiador de las religiones, que afirma que uno de los grandes males de la religión micénica es haber caído en manos de los filólogos 4 , sí es cierto que algunos filólogos suelen adolecer de cierto sentimiento de superioridad hacia lo que consideramos que no es “filológico”, sin que nos decidamos a reco 1 J.C. Bermejo Barrera, “Mito e historia: Zeus, sus mujeres y el reino de los cielos”, Gerion 11, 1993, pp. 37-74. 2 Para la orientación exegética moral de los primeros escoliastas, cf. el primer capítulo de D.C. Feeney, The Gods in Epic, Oxford, 1991 y C.S. Lewis, The Allegory of Love, Oxford, 1936. La racionalización exegética de que el mito ha sido objeto a lo largo de los siglos la estudia J.C. Bermejo Barrera, Grecia arcaica: la mitología, Madrid, 1996, pp. 55-61. 3 Bermejo Barrera, art.cit., p. 41. 4 A. Brelich, “Religión micénica: observaciones metodológicas”, La sociedad micénica (ed. Massimiliano Marazzi), Barcelona, 1982, pp. 205.