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Arzobispado de Buenos Aires y toda Argentina
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Teléfono: (11) 4776-0208
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www.acoantioquena.com
Boletín dominical correspondiente al domingo 10 de marzo de 2013
Domingo del Juicio Final
Discurso de Entronización del Patriarca Juan X (2 de 5)
Jesús sufre cuando ve que un gran número de nuestros hijos, especialmente los jóvenes, se pierden intelectualmente y
se alejan de la Iglesia y se sumergen en la agobiante indiferencia. Debemos poner a la cabecera de nuestras prioridades la
recuperación de estos jóvenes a Cristo y a la Iglesia para que nos alegremos con el regreso del hermano pródigo y lo
llamemos a que retome su debido lugar en la obra de la Iglesia. ¿Por qué no buscamos seriamente las razones verdaderas de
la emigración de nuestros jóvenes? ¿Porqué no desarrollamos caminos en nuestra pastoral hacia ellos y les persuadimos no
sólo con palabras sino dando vida a la liturgia y enseñando lo auténtico de nuestra tradición y suprimiendo la monotonía
de algunas de nuestras prácticas? Tenemos que crear accesos a lo profundo de la inspiración de nuestra liturgia y hacerlos
sacar provecho de ella. Tenemos que mostrarles que la liturgia les abrirá muchos campos para llegar al corazón de Dios y de
los hermanos. Tenemos por delante mucho trabajo que hacer para modernizar nuestra pastoral y los programas de
formación y sus métodos. Este trabajo exige la cooperación de cada sacerdote, monje, monja, laico y laica. Además debe
basarse en el conocimiento del teólogo, del educador, de los agentes de la pastoral y de la obra social sin distinción y con
igualdad.
Sí, los jóvenes son el tesoro de la Iglesia, ellos son sus embajadores en este mundo que cambia tan velozmente.
Queremos con toda seriedad que ellos sean los embajadores de la Iglesia y que sepan que toda la Iglesia necesita su empuje
y el compromiso con que se destacan en su obrar, consagrando su vida por el objetivo que se proponen. Debemos
concientizarlos del lugar especial que tienen en la Iglesia de Cristo “quien amó el joven rico” y se entristeció cuando le
abandonó. Los jóvenes son siempre creativos, entusiastas, diligentes y rebosan de los dones que Dios les ha dado. Nosotros
los necesitamos, y los exhortamos con amor siempre a trabajar en la obra de la Iglesia y a que se consideren responsables de
la Iglesia y por la Iglesia con todos sus hermanos y especialmente aquellos que Dios quiso que velen por la comunidad. Si
los amamos como los ama Cristo, la relación con ellos es una relación de fraternidad, aprecio y respeto mutuo, así superarán
todo tipo de contradicción entre la obediencia y la autoridad y vivirán como hijos en una familia unida, obedeciendo a
quien obedece en ella a Cristo, por lo que la autoridad se hace obediencia y la obediencia autoridad de amor.
Al Señor no le satisface que nos aferremos a la letra rígidamente sin Espíritu o vida porque la Iglesia está viva en el
Espíritu Santo y por su medio se adaptó a todas las generaciones. La Tradición de la Iglesia no es algo rígido que se repite
inconscientemente, sino que es un instrumento de salvación y de comprensión del misterio divino. Vivimos en una época en
la que muchas veces se rechazan las tradiciones, y eso influye negativamente a nuestros jóvenes. Nuestra Iglesia acompaña
la época en la que vive porque Cristo quiso que sea su testigo en todas las épocas. Y su acompañamiento a esta época que
nos toca vivir exige en primer lugar que removamos el polvo acumulado a nuestra tradición a causa de nuestros pecados y
del paso del tiempo y que trabajemos para recuperar lo auténtico en cada elemento de la Tradición. La modernidad es una
gracia que nos insta a dar vida a los fundamentos de nuestro culto y nuestra doctrina y a distinguir entre la Santa Tradición
y las tradiciones a las que nos aferramos muchas veces, distrayéndonos con la cáscara y olvidándonos de la vida que emana
de ella. El testimonio de la Iglesia en esta época nos exige discernir lo bueno que abunda en la modernidad. Tenemos que
emplearlo para atraer a nuestro pueblo que se ha adaptado constantemente con la cultura de la modernidad que prevalece
en el mundo. Nuestra Iglesia no tiene que temer de hacer buen uso de lo que nos da nuestro siglo en métodos que nos
permiten modernizar nuestras usanzas y tender puentes hacia el pueblo con métodos y palabras que entiendan. Así lo
hicieron nuestros Santos Padres cuando hicieron uso de la filosofía griega que dominaba en aquellos días a fin de transmitir
el Evangelio y sus enseñanzas en un idioma comprensible para la gente a la que se dirigían. Nosotros debemos imitarlos si
queremos permanecer fieles a la transmisión de nuestro mensaje. Porque la fidelidad se manifiesta cuando la vida de Cristo
palpita en nuestros rostros y en nuestro culto y en todo lo que forma nuestra Iglesia, para que la gente encuentre en ella el
camino a la salvación. ¿Es acaso concebible, por ejemplo, que no usemos los medios audiovisuales y el Internet para
modernizar nuestro sistema de educación? Hay muchos ejemplos que no se pueden mencionar ahora y que pedimos a
nuestros jóvenes que nos los hagan conocer. Finalmente, la renovación no será completa si sólo modernizamos los textos y
los hacemos comprensibles en un idioma propio del hombre de hoy, sino que también debemos renovar el espíritu humano
y sus conceptos para hacerlos así anexos al rostro de Jesús y para que fijen su mirada en Él. Sólo entonces se complementará
la modernización humana con el corazón del hombre y será capaz de dar la salvación al ser humano.
Tropario de la Resurrección (Tono 7)
1
Destruiste la muerte con tu Cruz y abriste al ladrón el Paraíso; a las Miróforas los lamentos trocaste, y a tus Apóstoles
ordenaste predicar que resucitaste, oh Cristo Dios, otorgando al mundo la gran misericordia.
Tropario de los Mártires (Tono 4)
Tus santos Codrato y sus compañeros mártires, Señor, por su lucha, recibieron de Ti las coronas incorruptibles, oh Dios
nuestro. Porque obteniendo Tu Poder, destruyeron a los tiranos y aniquilaron el poderío de los demonios impotentes. Salva,
pues, oh Cristo Dios, por sus intercesiones, a nuestras almas.
Kondakio (Tono 6)
¡Oh Dios! Cuando vengas con Gloria sobre la tierra; todo la creación tiembla ante Ti; el río de fuego corre atrayendo los
hombres ante el Estrado de Tu Juicio; los libros serán abiertos y los secretos revelados; entonces libérame del fuego
inextinguible y cuéntame entre los digno de estar a Tu Diestra, ¡Oh Justo Juez!
Primera carta a los Corintios (8:8-9:2)
Hermanos, no es ciertamente la comida lo que nos acerca a Dios; ni va a faltarnos por no comer, ni va a sobrarnos por
comer. Pero tengan cuidado que esa, su libertad no sirva de tropiezo a los débiles. En efecto, si alguien te ve a ti, que tienes
conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia, que es débil, a comer
de lo sacrificado a los ídolos? Y por tu conocimiento se pierde el débil: ¡Un hermano por quien murió Cristo! Y pecando así
contra sus hermanos, hiriendo su conciencia, que es débil, pecan contra Cristo. Por tanto, si un alimento causa escándalo a
mi hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo a mi hermano. ¿No soy yo libre? ¿No soy yo Apóstol? ¿Acaso no he
visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No son ustedes mi obra en el Señor? Si para otros no soy yo Apóstol, para ustedes sí que lo
soy; ¡Ustedes son el sello de mi apostolado en el Señor!
Santo Evangelio según San Mateo (25:31-46)
Dijo el Señor: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en
su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor
separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá a los de su
derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque
tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me
vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme”. Entonces los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o
desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad les digo,
que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron”. Entonces dirá también a los de su
izquierda: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no
me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me acogieron; estaba desnudo, y no me vistieron;
enfermo y en la cárcel, y no me visitaron”. Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o
forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y Él entonces les responderá: “En verdad les digo, que
cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo”. E irán éstos al castigo
eterno, y los justos a la Vida Eterna”.
¿A quién conmemoramos hoy?
Al Santo Mártir Cuadrato
Durante una persecución contra los cristianos en el siglo III una mujer piadosa llamada Rufina huyó de Corinto a una
montaña para escapar de sus perseguidores. Allí dio a luz a un hijo que llamó Cuadrato, y murió poco después de dar a luz.
Por la providencia de Dios el niño permaneció con vida y fue alimentado de manera milagrosa: una nube se posó sobre él,
dejando caer el dulce rocío en su boca.
La infancia y la juventud de San Cuadrato fueron en el desierto. Cuando ya fue un hombre conoció a los cristianos que
lo iluminaron con la luz de la verdadera fe. Cuadrato estudió gramática, y más tarde aprendió medicina y tuvo gran éxito
en esto. Pero, a Cuadrato le gustaba la soledad del desierto y pasaba la mayor parte de su tiempo en las montañas, en
oración y meditación. Pasaron muchos años, y sus amigos y seguidores frecuentemente vinieron a visitarlo para escuchar su
instrucción. Entre ellos se encontraban Cipriano, Dionisio, Anecto, Pablo, Crescente y muchos otros.
Por orden del impío emperador Decio (249-251), el prefecto militar Jason llegó a Corinto para torturar y matar a los
cristianos. Cuadrato era el cristiano mejor preparado y habló en nombre de los demás. El santo valientemente defendió su fe
en Cristo, el Salvador, y entonces comenzaron las torturas. Cuadrato, a pesar del sufrimiento inhumano, animaba a los
demás, instándoles a no tener miedo y a permanecer firmes en la fe.
Incapaz de convencer a cualquiera de ellos a negar a Cristo, Jason ordenó que los mártires fueran arrojados a las fieras
para ser destrozados. Pero los animales no los tocaron. Entonces condenaron a los mártires a ser decapitados. En el lugar de
la ejecución los mártires solicitaron un cierto tiempo para orar, y luego uno tras otro pusieron el cuello debajo de la espada.
Las Bienaventuranzas (IV)
Hambre y sed de justicia
2
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt 5:6). En sentido estricto, en esta
bienaventuranza el Señor bendice no a los justos, sino a los que buscan la justicia. Son aquellos que tienen hambre y sed por
lo que es justo y bueno que reciben las bendiciones de Dios, que también dice:
“No se inquieten, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿Qué vamos a llevar? Porque los gentiles buscan todas estas cosas, y vuestro Padre
celestial sabe que tenéis necesidad de todo eso. Mas buscad primeramente el reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por
añadidura” (Mt 6:31-33)
La vida del hombre consiste en buscar, con hambre y sed, la justicia. Esta es la enseñanza espiritual de las Escrituras y
de los santos padres. La satisfacción y el descanso provienen de Dios, pero es una satisfacción y un descanso que a su vez
siempre y por toda la eternidad se convierten en base de una nueva hambre y de una nueva sed. Esto no está en
contradicción con las enseñanzas de Cristo de que “el que viene a mí no tendrá más hambre, y el que cree en mí nunca más tendrá
sed” (Jn 6:35). Es más bien la afirmación de que lo “inquieto” del corazón del hombre, como San Agustín (siglo V) dice, se
dirige “hacia Dios”, y que el “resto” que se encuentra en él es en sí mismo, como San Máximo (siglo VII) dice, “un reposo cada
vez más dinámico”, que siempre crece y se desarrolla en la unión cada vez mayor con la riqueza inabarcable e inagotable y la
plenitud del ser divino.
San Gregorio de Nisa (siglo IV) lo dijo de esta manera en su escrito “De la Virginidad”:
“…La mente humana… que fluye constantemente y se dispersa en lo que agrada a los sentidos... nunca tendrá una notable fuerza
en su avance hacia el verdadero bien (Es decir, Dios). Porque es imposible que nuestra naturaleza humana deje de moverse, sino que ha
sido hecha por su Creador para cambiar siempre. Por lo tanto cuando se lo impiden utilizando su energía en nimiedades, y
manteniéndola en todos los lados para hacer lo que no debe, necesariamente debe moverse en línea recta hacia la verdad”.
Esta enseñanza espiritual significa que la persona verdaderamente espiritual no sólo se moverá de la injusticia a la
justicia, sino que se moverá por toda la eternidad en Dios a una justicia y perfección cada vez mayor. El hambre y la sed, de
esta manera, son características esenciales del alma de la vida del justo. Esta es la dinámica esencial de la vida espiritual. El
apóstol Pablo nos da esta misma doctrina:
“...Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome hacia lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del
supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Que aquellos de nosotros que somos maduros esto mismo sintamos…” (Fil 3:13-16). “Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la
misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (II Cor 3:18).
No hay satisfacción para el espíritu del hombre que no sea Dios. Es la satisfacción del perpetuo crecimiento en unión
con Dios. El hambre y la sed de Dios “del Dios vivo” (Sal 42:2) es la vida espiritual. Ser llenado y quedar satisfecho de
cualquier otra cosa es muerte para el alma.
Inicio del año lectivo
Monseñor Siluan dirigió a toda la comunidad escolar de nuestra Iglesia una carta en la que agradece al Señor “por el don
de la vida, del conocimiento, de la enseñanza, del aprendizaje y de la educación que caracteriza al ser humano en todas las etapas de su
crecimiento. Y el ámbito escolar es aquel donde esa realidad se vive, luego del hogar, con mayor énfasis y dedicación”. Además, invitó a
compartir una oración y a adoptarla todos los días para que este don divino, recibido gratuitamente, pueda crecer en
nosotros, y así llegar a dar muchos frutos: “Oh Soberano, cuya bondad es indescriptible, fuente de toda sabiduría, envía sobre
nosotros el espíritu de sabiduría y de comprensión para que ilumine nuestras inteligencias, y nos inicie en el conocimiento de Tus
divinos mandamientos, a fin de vivir de acuerdo con Tu voluntad, y beneficiar a nuestros hermanos, a nuestras familias, y a toda
persona que podamos ayudar, de tal modo que seamos dignos de Tu gloria, Oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos, Amén”.
¡Que el Señor bendiga los esfuerzos y la labor de cada uno, tanto en la enseñanza como en el aprendizaje!
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