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Universidad del Norte Sto. Tomás de Aquino
Facultad de Ciencias de la Salud
Carrera: Lic. en Psicología
Asignatura: Psicología - 1º año JTP Lic. Inés Páez de la Torre
Año 2008
Ficha de cátedra: Concepto de Racionalismo
¿Qué se entiende por racionalismo?
El vocablo racionalismo, puede ser entendido desde tres perspectivas:
1- Como designación de la teoría según la cual la razón, equiparada con el pensar o
la facultad pensante, es superior a la emoción y a la voluntad: es el racionalismo
psicológico.
2- Como nombre de la doctrina para la cual el único órgano adecuado o completo
de conocimiento es la razón, de modo que todo conocimiento (verdadero) tiene
origen racional: se habla de racionalismo gnoseológico o epistemológico.
3- Como expresión de la teoría que afirma que la realidad es, en último término, de
carácter racional: el racionalismo metafísico. Muy influyente en la filosofía
clásica griega ha sido este racionalismo, llegando en algunos casos a caracteres
extremos.
Si bien estos tres tipos de racionalismo tienen una vinculación evidente, y más de una
vez van de la mano, vamos a ocuparnos acá de su acepción epistemológica.
El racionalismo en este sentido, se limita a la esfera del conocimiento como tal, más
concretamente se ocupa del origen del conocimiento mismo.
Es importante recordar que nuestro conocimiento intelectual supone una relación entre
dos elementos o factores: un sujeto que conoce, y un objeto a conocer. Es decir, un
elemento de tipo racional (que representa nuestra subjetividad, nuestro trabajo sobre la
materia dada por la experiencia); y otro de tipo empírico, dado por el impacto que
recibimos de aquello que queremos conocer.
Surge la pregunta de si hemos de establecer una diferencia de valor entre estos factores,
o si es necesario tomar a ambos como primarios y fundamentales.
El racionalismo responde a esta pregunta declarándose contra el dominio exclusivo y
aun contra el predominio de la experiencia, y dándoselo a la razón. El conocimiento
como tal, lo forma nuestro espíritu y nuestra razón con sus elementos a priori, con sus
ideas y con sus principios. Los racionalistas argumentan que hay dominios del saber y
de la investigación donde no figura demasiado la experiencia (el ejemplo más citado en
este sentido es el de la matemática). Consideran que aún en el caso de las ciencias
empíricas se debe atribuir la parte mejor y más importante al factor racional, ya que
entienden que la extensión y profundidad de nuestros conocimientos experimentales,
está en lo que nosotros con las cosas y hechos hacemos, en cómo los trabajamos y
formamos; en última instancia, en la posición subjetiva que tomamos frente a ellos.
Los racionalistas afirman que la simple fuerza ciega, sorda e inerte del contenido
aprendido, si no se le junta un pensamiento que la dirija y trabaje, no puede conducir a
una investigación, ni desarrollar una ciencia. Por último, consideran que hay realidades
en el mundo mismo de la experiencia interna y externa que constituyen puros objetos
del pensamiento: el alma, la esencia del mundo, las causas de los sucesos, las leyes que
dominan el flujo de los hechos; es decir, que sólo pueden deducirse y expresarse por
medios racionales.
Se suele incluir dentro del racionalismo a casi toda filosofía anterior al empirismo. En
los presocráticos era típico el disputar sobre el valor y precio del pensar. El método
racionalista se desarrolló en Grecia gracias al reconocimiento del alto valor científico de
las matemáticas en la escuela de Pitágoras. El factor racional con Sócrates y sus
discípulos tuvo el predominio en todos los órdenes de la ciencia y de la vida. Platón
atribuye el supremo valor a los conceptos generales o ideas, y extremadamente
racionales son sus teorías acerca de las ideas innatas. Aristóteles hace de la razón el
Organon de la verdad. La filosofía medieval es considerada comúnmente por los
modernos como racionalista, o al menos acusa rasgos acentuadamente racionalistas. En
este sentido, unos creen con San Agustín en verdades eternas innatas y en la
iluminación de la razón que es la fuente de su conocimiento; y otros ven en la
experiencia un medio para la acción esencial del entendimiento, que se mueve en la
esfera de lo conceptual.
Pero el racionalismo epistemológico como sistema se constituyó en el siglo XVII con
Descartes como fundador metódico. Podríamos sintetizar el racionalismo cartesiano
discriminando los siguientes elementos:
1- Postula la autonomía del pensamiento (esto implica destacar ante todo la postura
subjetiva, nos encontramos ante los “albores del sujeto”).
2- Plantea que a este "don" de la inteligencia, de la capacidad de pensar, con su
posibilidad autónoma, Dios nos lo dio a todos.
3- Para hacer uso de esta posibilidad, es necesario entrenarse, usarlo con rigurosidad y
buscar un camino, es decir un método.
Por otra parte, el método para entrenarse a pensar requiere:
a- Análisis. Es decir, ir del todo a las partes, como un bisturí, ya que el todo es confuso
y oscuro, y la parte clara y distinta.
b- Pensar en ciencia significa desterrar imágenes, percepciones, pasiones,
imaginaciones, delirios, etc.
Todo lo psicológico no resulta provechoso a la hora de hacer ciencia, salvo lo referente
a las ideas abstractas. Estas ideas no vienen, sino que están, son ideas innatas, puesto
que las pone Dios. En suma, Dios es el garante de no ser engañado.
Descartes: datos biográficos
René Descartes nació en La Haye (Touraine) el 31 de marzo de 1596 y murió en
Estocolmo el 11 de febrero de 1650.
La familia en cuyo seno había nacido pertenecía a la baja nobleza de Francia; no
obstante, los cargos públicos desempeñados a principios del siglo XVII por algunos de
sus miembros, le dieron una considerable distinción.
Descartes fue educado en el Colegio Real Enrique IV en La Flèche, dirigido por los
jesuitas y considerado uno de los más famosos de Europa. Este centro de estudios tenía
la protección y apoyo de la monarquía, y podía permitirse el lujo de una notable
autonomía y de una iluminada liberalidad en las direcciones pedagógicas. El joven
Descartes, en quien los maestros no tardaron en individualizar a un alumno de dotes
excepcionales, fue esmeradamente atendido y se sintió muy libre.
Por lo demás, los jesuitas de la Flèche eran los primeros en considerar con la máxima
estimación los desarrollos de la cultura matemática y física, y hay que reconocer que si
hubo, en el seno del mundo católico, un clima completamente ajeno a la caza de brujas
y de los científicos, fue justamente el creado por esos jesuitas.
El colegio dejó así, en Descartes, algunas huellas duraderas. Ante todo, un gran amor
por la ciencia y por la libertad individual, entendida esta última como condición
necesaria para el desarrollo de la primera; un orgulloso sentimiento de sí mismo; un
devoto respeto por las autoridades, pero un respeto no incondicionado ni acrítico; y un
notable sentido político y habilidad diplomática. Los estudios que en este centro
Descartes llevó a cabo tuvieron una importancia decisiva en su formación intelectual y
moral. Ingresó allí a la edad de diez años, para seguir un curso completo de literatura y
de filosofía.
En 1616 en la Universidad de Poitiers, el filósofo obtuvo el título de bachiller y la
licenciatura en Derecho. Conoció la vida de las armas y toda esa agitada época de la
guerra de los treinta años. Cambió de residencia varias veces, prefiriendo Holanda
antes que Francia, por ser menos insegura políticamente y más interesante para el
desarrollo comercial e industrial. Pero también en Holanda tuvo que hacer frente a duras
polémicas teológicas y científicas.
En 1649, cansado de las luchas y persecuciones, Descartes resolvió aceptar la invitación
de la reina Cristina de Suecia, que le exhortaba a trasladarse a Estocolmo como
preceptor suyo de Filosofía. Allí, sin embargo, no pudo soportar el rigor del invierno
sueco y falleció inesperadamente, víctima de pulmonía, cuando sólo tenía cincuenta y
cuatro años.
“Pienso, luego existo”
Descartes asumió, a fin de llegar a descubrir entre los propios conocimientos algo que
se hallara exento de duda y absolutamente evidente, como norma metódica, rechazar en
el campo de las nociones aceptadas como verdaderas, todas aquellas sobre las cuales
existiera la mínima sospecha de incerteza. De esta manera, todas las nociones dudosas,
no importa en qué medida lo fueran, resolvió por considerarlas falsas y rechazarlas.
En este punto, una verdad y solamente una se impone con absoluta evidencia: el hecho
de que yo pienso (de lo contrario no podría siquiera ser engañado) y de que, en cuanto
pienso, soy: cogito ergo sum. Éste es un nexo necesario entre nociones simples que no
puede ser puesto en duda. De aquí, por lo tanto, es preciso partir para edificar todo el
saber sobre la base de la certeza y de la evidencia.
El paso a la demostración de la existencia de los cuerpos se cumple a través de la
demostración, preliminar, de la existencia de un ser perfectísimo: el ser pensante no
encuentra en la noción que tiene de sí mismo la causa de su propia existencia y sobre
todo la capacidad de conservarse a sí mismo en la existencia. Por lo tanto, debe haber
algo superior que me haga existir y me conserve a lo largo del tiempo. Además, tengo la
idea de un ser perfectísimo, pero como yo soy más imperfecto que esa idea, no puedo
ser yo su causa: la causa debe ser algo más perfecto que la misma idea, pues en la causa
siempre hay más realidad que en el efecto.
Finalmente, Descartes define a Dios como aquello sobre lo cual no puede pensarse nada
más perfecto. En consecuencia, por definición Dios existe y es perfectísimo; y como un
ser perfectísimo no puede engañar, tenemos también la certeza de que todo lo que se nos
presenta claro y evidente es verdadero, siendo el mismo Dios el que nos informa sobre
la verdad de las cosas a través del criterio de la evidencia. Y por lo tanto las cosas
materiales existen y no pueden ser ficciones.
A mediados del siglo XVIII la filosofía inglesa inició contra el racionalismo la
oposición ruda del empirismo.
La lucha entre el empirismo y el racionalismo sólo es posible si estos dos sistemas
extreman sus respectivos puntos de vista. De hecho lo han hecho muchas veces.
Esto ocurre cuando el empirismo quiere, de un modo absoluto (e insostenible en la
práctica), despreciar y eliminar en la investigación científica todo elemento racional y
de orden superior; como cuando el racionalismo se entiende en el sentido de una ciencia
del todo apriorística y desprovista de fundamento experimental. Ambas posiciones, por
exagerar la importancia de un factor en nuestra ecuación al punto de anular el papel del
otro, resultan con carencias fundamentales para una comprensión más certera de la
complejidad que supone el acto mismo de conocer.
Bibliografía:
-
Descartes, René. Discurso del método para dirigir bien la razón y hallar la
verdad en las ciencias. 1637.
-
Espasa-Calpe. Enciclopedia Universal Ilustrada. Madrid, 1923.
-
Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Tomo II.
-
González Porto-Bompiani. Diccionario de autores. De todos los tiempos y de
todos los países. Tomo I. (Montaner y Simón, Barcelona, 1963).
-
Los hombres en la historia. Varios autores. (Fascículos editados por el Centro
Editor de América Latina, Bs. As. 1970-71).