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Transcript
Requerimientos
nutricionales
diagnóstico de la
fertilización en los
cultivos de girasol
S E R G I O A . U H A RT
>
HERNÁN E. ECHEVERRÍA
>
MARIANO L . FRUGONE
Introducción
En este trabajo se describe primeramente
el desarrollo, crecimiento y generación
del rendimiento del girasol, señalando
los momentos críticos durante los cuales
se determina este último.
A continuación se presentan los requerimientos, momentos de máxima demanda
e índices de cosecha de los principales
macro y micronutrientes, para finalizar
analizando el diagnóstico, medidas en
el suelo y en planta, que aportan valiosos
elementos de juicio para decidir la fertilización en el cultivo de girasol.
Desarrollo y crecimiento
del cultivo. Momentos críticos
en la determinación del rendimiento.
El desarrollo de las plantas de girasol puede dividirse en cuatro grandes
etapas fenológicas:
1
2
3
siembra > emergencia
emergencia > iniciación floral
4 iniciación floral > floración
floración > madurez
fisiológica
1
siembra > emergencia
La primera etapa es la fase de establecimiento del cultivo y puede dividirse en
dos subfases: siembra > germinación
(aparición de la radícula en las semillas)
y germinación > emergencia (crecimiento de la plántula hasta su aparición sobre
la superficie del suelo). En este período
se determina el número de plantas y por
ende, el número de capítulos potenciales
por unidad de superficie. La temperatura,
disponibilidad hídrica y condiciones físicas de siembra son los principales factores que pueden afectar la germinación y
emergencia. La temperatura óptima para
estos procesos es de aproximadamente
26ºC, la máxima de 40ºC y la temperatura
base (Tº por debajo de la cual los procesos
se detienen) es de 4ºC. El tiempo que
media entre la siembra y la emergencia
puede ser calculado en base a la suma de
temperaturas (temperatura media diaria
menos la Tº base), así como también el
tiempo entre germinación y emergencia.
Las semillas con alto contenido del ácido
graso oleico (debido a su composición
genética —híbridos “alto oleico”— o al
ambiente —altas temperaturas durante
el llenado de granos—) son más sensibles
a bajas temperaturas que las semillas
con alto nivel de linoleico, por lo que en
siembras tempranas pueden tener mayores dificultades para germinar y emerger.
El agua es indispensable para la inbibición
de la semilla y para el crecimiento de la
plántula, pero excesos de humedad son
desfavorables para el cultivo, ya que
el girasol es muy sensible a los mismos.
Los suelos compactados son otro factor
a considerar ya que afectan la oferta de
agua, la concentración de oxígeno y dificultan la emergencia y el crecimiento
de la plántula.
2
3
emergencia > iniciación floral
iniciación floral > floración
Esta fase es un período de corta duración
durante el cual se determina el número
de hojas por planta. El mismo finaliza
cuando el ápice deja de diferenciar hojas
para comenzar a diferenciar estructuras
reproductivas. La inciación floral comienza aproximadamente entre 30 a 40 días
de la siembra y puede asociarse, como
una aproximación, a la aparición de la
primera hoja impar (7º o 9º hoja, hasta
ese momento las hojas son opuestas).
Esta fase puede dividirse también
en dos subetapas: emergencia > fin
del período juvenil, y fin del período
juvenil > iniciación floral. El período
juvenil es una fase durante la cual las
plantas son insensibles al fotoperíodo
(longitud del día) cuya duración puede
oscilar entre 250º y 300ºC día (Tº base
4ºC). La extensión del período emergencia > iniciación floral se acorta al
aumentar la temperatura y la duración
del día (la mayoría de los cultivares
se inducen con días largos, no obstante
existen cultivares sensibles a días cortos
e insensibles al fotoperíodo).
Esta fase comprende la diferenciación y
crecimiento del receptáculo y de las flores. Durante la primera mitad de esta fase
(aproximadamente 400ºC día, Tº base 4ºC)
las flores se diferencian, para, durante la
segunda mitad madurar y tornarse funcionales. A mayor temperatura menor
será la duración de la fase y a fotoperíodos más largos, inversamente a la etapa
anterior, mayor será su duración. No
obstante existen cultivares con respuesta
a días largos en la fase anterior y a días
cortos o insensibles para esta etapa
por lo que el resultado final puede ser
v ar i able en función de la respuesta
combinada en ambos períodos.
Durante esta etapa queda fijado el número de flores (diferenciación - supervivencia) y frutos potenciales, y también el
área foliar, ya que es durante este lapso,
también denominado de “crecimiento
rápido” que los tallos y hojas crecen a una
tasa muy elevada, similar a la que puede
tener el maíz, generando 95% del área
foliar máxima. Ello determina la capacidad de captación de radiación solar y por
lo tanto las posibilidades de crecimiento
del cultivo. Se ha establecido que un valor
de índice de área foliar (m2 de hojas por
m2 de suelo) de 2 o mayor permite alcanzar el 95% de intercepción de luz, nivel
que posibilita tasas máximas de crecimiento y rendimiento. El área foliar está
determinada por las tasas de aparición y
de expansión foliar, de ellas la más variable es la expansión foliar. Esta última disminuye ante caídas en la radiación solar,
>>
la disponibilidad de agua y de
nutrientes, especialmente de nitrógeno
(N). En esta etapa también se acumulan
reservas de carbono y N en órganos
vegetativos y en capítulos que durante
el llenado de granos serán de gran importancia para mantener
la tasa de acumulación de peso seco y
de aceite de las semillas.
4
floración > madurez fisiológica
Este período comienza con la antesis de
las flores ubicadas en la periferia del
capítulo. La madurez fisiológica se produce cuando los granos no acumulan más
peso seco, evento que puede asociarse
con el cambio de coloración de las brácteas del capítulo, que se tornan marrones.
La antesis de las flores de los capítulos
de un cultivo se extiende por 10 a 15 días.
Cuando las flores son fecundadas comienza el crecimiento del pericarpio que alcanza su máximo tamaño en 7 a 8 días.
A partir de ese momento comienza el
crecimiento del embrión que se prolonga
hasta los 10 a 14 días. La acumulación de
aceite se incia entre 8 y 14 días después
de la floración y alcanza su máximo valor
una semana antes de madurez fisiológica.
En esta etapa finaliza la expansión de las
últimas hojas, se fija el número máximo
y el tamaño de las flores, se determina
la fijación de frutos, su peso y la concentración y calidad del aceite. El período
durante el cual se determina el número de
granos por unidad de superficie en girasol
(principal componente del rendimiento; el
peso de granos es levemente inferior en
importancia) se extiende desde 30 días
antes de la floración hasta 20 días
después de la misma. Condiciones de alta
radiación y temperaturas moderadas (18 a
20ºC de Tº media) durante este período
resultan favorables para la fijación de
granos. En base a ello se estableció un
cociente fototermal
(radiación solar / (Tº media-Tº base)),
similar al propuesto para trigo y maíz, que
se asocia estrechamente con el número de
granos fijados.
El peso de los granos y su concentración
de aceite (de alto costo de producción debido a su alta proporción de aceite -50%y de proteína -20%-, 2,3 y 1,7 veces más
caros energéticamente que el almidón)
están directamente vinculados con la producción de asimilados durante esta fase,
proceso que depende del área foliar
verde que el cultivo pueda mantener,
de las condiciones ambientales y de las
reservas que la planta acumuló en preantesis. Es debido a ello que el área foliar
verde durante el llenado de granos está
altamente asociada con el peso y contenido de aceite de la semilla. Restricciones
en la disponibilidad hídrica, nutricional
E : emergencia
E B F : apari ción del bo tón flora l
P A : antesis de las flores pe riférica s
(especialmente N), baja radiación solar
y altas temperaturas pueden reducir la
fijación de granos, la acumulación de
peso en los mismos, su concentración de
aceite y la calidad del mismo (particularmente la temperatura) (Connor y Hall, 1997).
La mayor parte de lo señalado en los párrafos precedentes se resume en la Figura 1.
>
Figura 1 :
Días d esde la siemb ra. Evolución de los diferentes
órganos vegetativos y reproductivos y la altura
de la planta de g irasol cultivada en condiciones
d e campo. (Tomado de Hernández, 1995).
Desarrollo de la planta de girasol. R e q u e r i m i e n t o s
de nutrientes y agua y componentes del rendimiento
para condiciones de secano y riego.
>>
U A : antesi s de las flores ce ntral es
Requerimientos nutricionales
El girasol acumula en biomasa aérea entre
45 y 47 kg de N por tonelada de aquenios
y entre 4,8 a 5,2 kg de fósforo (P) por
tonelada de grano (Andrade et al., 1995).
Estos datos pueden estar algo sobrevaluados de existir consumo de lujo de nutrientes. Asimismo, cuando la disponibilidad de los nutrientes es limitada
la eficiencia de uso de los mismos
aumenta y por lo tanto se reducen los kg
de N requeridos por tn de grano.
Cultivos de girasol conducidos bajo riego
y fertilización pueden alcanzar rendimientos de 4.500 kg/ha acumulando 200 kg/ha
de N en biomasa aérea. La tasa de acumulación de N es baja en las primeras etapas
del ciclo para alcanzar valores máximos
que varían entre 3,5 y 4 kg/ha día a partir
de los 30 días después de la emergencia,
coincidiendo con el cambio de ápice vegetativo a reproductivo (7 a 9 hojas desarrolladas, o primera hoja impar). Más allá
de los 70 días desde la emergencia o a partir del primer tercio de llenado de granos
el ritmo de acumulación de N cae de manera importante. El índice de cosecha de
N (ICN= N en grano/ N en parte aérea) oscila entre 0,52 y 0,54, por lo que el rastrojo
deja en el suelo el 46 a 48% del N acumulado en biomasa aérea. Un girasol de
alta producción (4.500 kg/ha) exporta sólo
100 kg/ha de N (Andrade et al., 1995).
Para rendimientos de 4.500 kg/ha los valores de acumulación de P durante el
ciclo oscilan entre 20 y 22 kg/ha, con tasas
máximas de acumulación de P que varían
entre 0,35 y 0,37 kg/ha día. Las tasas diarias de absorción de P son altas y sostenidas después de los 30-40 días de la
emergencia, coincidiendo también con
el inicio del crecimiento rápido del cultivo
(pasaje del ápice de vegetativo a reproductivo). El índice de cosecha de P varía
entre 0,80 a 0,82 por lo que la fracción
que vuelve al suelo con el rastrojo es sólo
del 18 a 20 % (Andrade et al., 1995).
Con respecto a otros macronutrientes, los
requerimientos del girasol alcanzan los
29 kg de K/tn de grano, 4,7 a 5,0 kg de S/
tn de grano, 18 kg de Ca/tn de grano y 11
kg de Mg/tn de grano (Blamey et al., 1987).
Las máximas tasas de absorción de estos
nutrientes coinciden con el inicio del
crecimiento rápido del cultivo, de manera semejante a lo señalado para N y P. Los
índice de cosecha son 0,20 a 0,21 para K;
0,35 a 0,36 para S; 0,06 a 0,07 para Ca y
0,20 a 0,21 para Mg.
Los requerimientos de Boro, Cobre, Hierro,
Manganeso, Molibdeno y Zinc del cultivo
son de 65; 19; 261; 55; 29 y 99 g/tn de
grano (Blamey et al., 1997). La máxima
tasa de absorción coincide con el momento indicado para los macronutrientes.
Los índices de cosecha son: 0,22 para
Boro; 0,68 para Cobre; 0,13 para Hierro;
0,25 para Manganeso; 0,21 para Molibdeno y 0,49 para Zinc (Blamey et al., 1987).
Si los requerimientos nutricionales no
son satisfechos, se afecta principalmente el área foliar (menor captación de radiación solar) y la eficiencia fotosintética
(menor producción de materia seca por
unidad de radiación solar interceptada)
por lo que la tasa de crecimiento del
cultivo (TCC) se reduce (Uhart y Andrade,
1995a y b). De ambos componentes, el
área foliar o la captación de luz es la que
más se reduce ante deficiencias de
nutrientes. El rendimiento en grano es,
>>
principalmente, función del estado
fisiológico del cultivo alrededor de la
floración, constituyendo la TCC durante
dicho período un buen indicador de este
último y del rendimiento. Una buena
disponibilidad de nutrientes, especialmente desde los momentos en que estos
son requeridos en altas cantidades, asegura una buena generación de follaje,
necesaria para la captación de luz, y una
alta eficiencia de conversión de la radiación solar interceptada en biomasa,
lo que posibilita al cultivo alcanzar un
óptimo estado fisiológico en aquellos
momentos decisivos para la determinación del rendimiento.
Diagnóstico de la fertilización
> Síntomas visuales
Los síntomas visuales de deficiencias
de N aparecen en las hojas basales que
se tornan amarillentas con clorosis y necrosis (muerte de tejido que se torna
de color oscuro) en los márgenes de las
mismas. Las hojas superiores tienen
un color verde pálido. Estos síntomas
pueden confundirse con los provocados
por deficiencias de azufre (S).
Las deficiencias de P generan plantas de
escaso crecimiento, necrosis internerval
en hojas basales con zonas de apariencia acuosa que evolucionan hacia una
necrosis de color similar a la producida
por algunas enfermedades. Las hojas
pueden mostrar también un grado leve
de clorosis (coloración amarillenta). Los
síntomas de deficiencias de P no son
visibles o son poco visibles aún con rendimientos disminuídos un 40% por escasez de este nutriente (Hunter et al., 1988)
y adicionalmente pueden confundirse
con los síntomas provocados por enfermedades fúngicas como Alternaria helianthi, Septoria helianthi y Verticillium dahliae.
Los síntomas de deficiencias de potasio
(K) aparecen en las hojas basales, que
presentan un color amarillento, con clorosis y necrosis internervales, principal-
mente hacia los márgenes de la punta
de la hoja. Se puede presentar una distorsión de la hoja, con estrechamiento
del tercio apical de la misma.
Las deficiencias de azufre (S) provocan un
amarillamiento generalizado del follaje.
Esta sintomatología es evidente tanto en
hojas viejas como jóvenes, a diferencia
de las deficiencias de N que aparecen
marcadamente en las hojas de mayor
edad, con una necrosis que desarrolla
por los márgenes de las mismas.
Los síntomas de deficiencia de calcio pueden aparecer en suelos ácidos, no obstante debido a la gran sensibilidad del
girasol a toxicidad por aluminio, elemento normalmente abundante en este
tipo de suelos, la sintomatología por deficiencias de calcio se ve enmascarada
por esta última. Las plantas cultivadas en
suelos pobres en Ca presentan reducción
en la elongación de los tallos, hojas recién
aparecidas rugosas o “ampolladas” que
luego pueden presentar necrosis de color marrón y pérdida de turgencia con
bordes enrollados. Los pecíolos y nervaduras principales de las hojas jóvenes
pueden presentar también necrosis que
le confieren tonos marrones.
Las deficiencias de magnesio no son comunes en el cultivo de girasol. Pueden aparecer en suelos de textura gruesa o en
situaciones donde la deficiencia de este
nutriente fue inducida por altas dosis de
fertilización potásica. Las deficiencias de
Mg provocan una clorosis internerval, en
forma de manchas, en las hojas inferiores.
Las nervaduras permanecen de color verde
oscuro. La clorosis entre las nervaduras
puede evolucionar produciendo áreas
necróticas que se torna de color marrón.
El girasol es una especie con altos requerimientos de Boro (B). Suelos con un uso
agrícola intensivo, bajos niveles de materia orgánica y textura gruesas, y condiciones de sequía están asociados con
deficiencias de B para el cultivo. Los
síntomas se manifiestan al emerger las
plantas como fallas en el desarrollo y en
la expansión de los cotiledones, posteriormente con la aparición de hojas
pequeñas y deformadas con manchas
pardo-rojizas y en etapas más avanzadas
con rotura de tallos, caída de capítulos
(corte de cuchillo), mal llenado del capít u l o , adelantamiento de la madurez, etc.
Nitrógeno
a) Balance entre la oferta
y demanda del nutriente.
La necesidad de fertilizar con N debe ser
establecida analizando el balance entre
la demanda y la oferta del nutriente en
>>
el sistema suelo-planta.
El girasol necesita absorber, como promedio general, aproximadamente 4,0 a 4,5
kg/ha de N por quintal de grano producido (Andrade et al., 1996, Blamey et al.,
1997). El rango de valores comúnmente
encontrado en la literatura varía entre
3,8 y 5,0 kg/ha de N acumulado en partes
aéreas por quintal de grano.
Los aportes de N del suelo dependen
principalmente de la materia orgánica,
temperatura, disponibilidad hídrica, tipo
y oportunidad de labranzas, y cantidad
y naturaleza de los rastrojos. Las variables mencionadas influyen sobre la disponibilidad de N a la siembra y sobre
el N mineralizado durante el ciclo del
cultivo. Si bien la primera fracción puede
ser determinada considerando los nitratos hasta la profundidad de exploración
radical, la estimación del aporte por
mineralización es más compleja. Echeverría y Bergonzi (1995) estimaron el N
mineralizado durante el ciclo de cultivos
invernales y estivales en el SE Bonaerense, a través de un modelo donde se
incorporaron los efectos de humedad
y temperatura del suelo. Las eficiencias
de aprovechamiento del N inicial y del
proveniente del fertilizante podrían considerarse similares (0,4 a 0,6), mientras
que la del N mineralizado es mayor (0,7
a 0,8). Para suelos de Balcarce (Buenos
Aires) en rotación agrícola de 6 a 8 años
y labranza convencional, el N a la siembra puede estimarse en 60 kg/ha y el
aporte de N por mineralización durante
el ciclo de cultivos estivales sería de
140-150 kg/ha cuando no se registran
limitaciones hídricas. Por el contrario,
cuando los suelos provienen de 4 o 5
años de pasturas, el N a la siembra es
mayor (120 a 140 kg/ha) y el aporte de N
por mineralización sería de 240 kg/ha
(sin limitaciones hídricas).
Como ejemplo puede considerarse
un aporte de 60 kg/ha de N a la siembra
y 140 kg/ha de N provenientes de la mineralización durante el ciclo del cultivo:
bY = (60 x 0,5) + (140 x 0,8) = 142 kg/ha
de N.
te el ciclo de crecimiento (Tomado de Echeverría
y Bergonzi, 1995).
Considerando una demanda promedio
de 45 kg N por tn de grano, el rendimiento sería de aproximadamente 3.200 kg/ha.
Para superar este rendimiento deberá
aplicarse fertilizante, el que considerando una eficiencia de uso del 60%, permitiría un incremento de una tonelada
de grano por cada 75 kg de N aportados
(163 kg/ha de urea).
No 300
No 180
b) Determinaciones en planta
No 120
No 60
Figura 2: N mineralizado durante el ciclo de
cultivos estivales para suelos con diferente nivel
de fertilidad o N potencialmente mineralizable
b1) Curvas de dilación
La concentración de N en la planta que
permite alcanzar al cultivo la máxima tasa
de crecimiento es denominada, para esta
metodología, concentración crítica. A medida que la planta crece la concentración
de N en la misma tiende a disminuir
debido a un fenómeno de “dilución”.
Al analizar la relación entre concentración de N en biomasa aérea y el peso
seco de la misma, incluyendo datos de
diferentes híbridos de girasol, Merrien
(1992) propuso la siguiente ecuación:
N% = 181,5/(MS+52,6).
(No) y distintos niveles de humedad edifica expresados como porcentaje de capacidad de campo duran-
Este modelo fue validado por González
Montaner et al. (1995), mientras que Sosa
(1997) (Figura 3) presentó una ecuación
de ajuste de la curva de dilución levemente diferente a la de Merrien (1992).
Figura 4: Rendimiento relativo en función del
índice de nutrición nitrogenada (INN) en cultivos
de girasol. (Tomado de Díaz Zorita y Duarte, 1997).
Figura 3: Relación entre la concentración de
N en planta y la materia seca aérea total de plantas
de girasol en las campañas 1995-96 (cuadrados)
y 1996-97 (triángulos). La línea representa el
modelo (N%= 281,5 /(MS + 52,6)) propuesto por
Merrien (1992) (Tomado de Sosa, 1997).
El cociente entre la concentración de N
real en la planta y la concentración crítica
se denomina índice de suficiencia. Díaz
Zorita y Duarte (1997) determinaron caídas
en el rendimiento relativo a partir de
índices de suficiencia de 0,85 (Figura 4).
R0 / R40
R0 / R80
>>
b2) Concentración del nutriente
en diferentes órganos de la planta
La concentración de N en la biomasa
aérea o en las hojas, pecíolos y tallos es
un elemento diagnóstico que ha sido
considerado en la determinación de las
necesidades de fertilización. La última
hoja expandida es el órgano más comúnmente utilizado para el análisis de tejido.
Los umbrales críticos por debajo de los
cuales existen deficiencias de N son 5,2%
(hoja en R1; Hocking y Steer, 1983), 3,3%
(lámina de la hoja expandida más jóven
en R2; Blamey et al., 1987) y 4,0% (lámina
de la última hoja expandida en R5.1,
Loubser, 1983). Concentraciones superiores a 3,5% en biomasa aérea se asocian
con ausencia de respuesta al agregado de
fertilizante (Díaz Zorita, 1997).
b3) Concentración de nitratos en pecíolo
La concentración de nitratos en la base
de los pecíolos de la hoja más joven ha
mostrado también ser un buen indicador
del estado nutricional de cultivo. Díaz Zorita y Duarte (1997) determinaron umbrales
de 3600-3700 ppm de nitratos en pecíolos a partir de los cuales el rendimiento
relativo cae por debajo de 0,9 (Figura 5).
La concentración de nitratos tiende a incrementarse linealmente cuando la dosis
de fertilización supera a aquella necesaria
para alcanzar los rendimientos máximos.
Sin embargo, González Montaner et al.,
(1997) señalaron que la concentración
de nitratos en tallo no ha mostrado una
alta asociación con la respuesta al
agregado de fertilizante nitrogenado.
R0 / R40
R0 / R80
Figura 5: Rendimiento relativo en función del
contenido de nitratos en jugo de pecíolos de
girasol (Tomado de Díaz Zorita y Duarte, 1997).
b4) Determinación de clorofila en hoja
Estudios desarrollados en el SE Bonaerense muestran una baja asociación entre el
N en planta entera o la respuesta a la
fertilización y las lecturas realizadas con
el medidor de clorofila (Minolta SPAD 502)
(Gónzales Montaner et al., 1995, Echeverría y Aguirrezábal, com. pers.). Sin embargo González Montaner incluye en su
modelo de diagnóstico de la fertilización
nitrogenada al valor de SPAD junto con
otros indicadores (Figura 6), al igual que
Duarte y Díaz Zorita (1997) (Figura 7).
Figura 6: Esquema de selección de lotes para fertilizar (tomado de González Montaner et al., 1997).
Figura 7: Esquema de fertilización de girasol
(tomado de Díaz Zorita y Duarte, 1997).
c) Determinaciones en suelo
>>
c1) Prueba de nitratos en presiembra (PNPS)
Los nitratos acumulados en el suelo
a la siembra hasta 30 o 50 cm de profundidad han mostrado ser un buen indicador
de la disponibilidad de N para el cultivo.
Experimentos conducidos en SE Bonaerense han mostrado ausencia de respuesta al fertilizante en suelos con más
de 50 kg/ha de N en los primeros 60 cm
de profundidad.
Días Zorita (1995) trabajando en el NO
de Bs. As. informó valores umbrales
de 50 ppm de nitratos en la capa arable
con el cultivo en 4 a 6 pares de hojas,
por encima del cual no habría respuesta
a la aplicación de fertilizante nitrogenado. No obstante, esta variable diagnóstico ha mostrado ser de baja confiabilidad en la predicción de las necesidades
de fertilización. No se cuenta con
información sobre niveles diagnóstico
de nitratos en preescardillada.
Eficiencia de uso del nutriente
La eficiencia de uso del N en girasol
varía entre 20 y 25 kg de grano por
kg de N absorbido por la planta existiendo diferencias entre cultivares
(Blamey et al., 1997).
Fuentes de nitrógeno
En los últimos cuatro años el mercado
de fertilizantes ha triplicado su volum
en en la Argentina y se estima que el
consumo continuará en aumento en los
próximos años (Bertolasi, 1995). En la
actualidad, los productos nitrogenados
más importantes pueden dividirse en
amoniacales (urea, amoníaco anhidro,
sulfato de amonio), nítricos (nitrato de
potasio) y nítricos-amoniacales (nitrato
de amonio, nitrato de amonio calcáreo
(CAN), urea-amonio-nitrato (UAN), sulfonitrato de amonio). Las pérdidas de N
debidas a volatilización se reducen por
el empleo de fuentes nítricas o nítricas
amoniacales con respecto a las amoniacales. Debido a ello, en ambientes cuyas
condiciones favorecen las pérdidas por
volatilización (aplicaciones sobre el rastrojo en siembra directa, suelos de bajo
poder buffer (textura gruesa y baja
materia o rgánica), pH neutro a alcalino,
y buen nivel de humedad y alta temperatura) es recomendable el empleo
de fuentes tales como CAN, UAN etc.
De todos modos, para la correcta elección del fertilizante es recomendable
conocer aproximadamente la magnitud
de las pérdidas de cada fuente en nuestro sistema de producción y el costo
por unidad de N de las mismas, para
con esta información efectuar un balance que permita cotejar los mayores
costos con las menores pérdidas, debido
a que las fuentes con componentes
nítricos son generalmente más caras
que las amoniacales.
En ensayos realizadas en la región pampeana no se han encontrado, en general,
diferencias significativas entre fuentes
de N a igualdad de unidades de
nutriente aplicadas (Baumer et al., 1997,
García, com. pers.), particularmente cuando los fertilizantes son incorporados al
suelo o aplicados bajo rastrojo en siembra
directa. En situaciones que favorecen
las pérdidas de N por volatilización esta
situación se revierte (García, com. pers.,
Melgar, com.pers.). Si se utiliza UAN, que
es un formulado líquido, es conveniente
aplicarlo en chorro bajo el rastrojo, ya
que el asperjado puede aumentar las
pérdidas de N por volatilización.
Fósforo
a) Niveles de P disponible en el suelo drashekara et al., 1995, Thompson, 1987).
El cultivo necesita acumular aproximadamente 5 kg de P por tonelada de grano
(Andrade et al., 1995), no obstante debido
a la dinámica de este nutriente no es conveniente utilizar el método del balance
propuesto para N.
Para cubrir los requerimientos de cultivos que produzcan entre 2500 y 3500
kg/ha se requieren concentraciones en
el suelo superiores a las 12 y 15 ppm,
respectivamente (0-20 cm de profundidad,
método Bray I). Cuando el P disponible
en el suelo presenta valores menores
a los señalados, como suele ocurrir, por
ejemplo, en el SE Bonaerense (7 a 10
ppm; Darwich, 1983; Echeverría y Ferr ar i ,
1993) es necesario recurrir al agregado
de fertilizantes fosforados.
En sistemas de siembra directa (donde la
temperatura del suelo es menor), siembras
tempranas, suelos compactados o con escasa humedad, es recomendable la aplicación de fertilizantes fosforados aún con
niveles de 20 ppm en el suelo (Diaz Zorita,
1997). Debe destacarse en este punto la
importancia de la asociación del girasol
con micorrizas vesículo arbusculares (MVA),
simbiontes obligados que juegan un rol
trascendente en la absorción de nutrientes
no móviles como el P, el Zn y el B. El aumento de la colonización con MVA permitió
incrementos en el contenidos de P de las
plantas y drásticas reducciones en la respuesta a la fertilización fosforada (Chan-
>>
Echeverría y García (1998) establecieron
los requerimientos de superfosfato triple
de calcio de acuerdo a diferentes niveles
de P disponible en el suelo (Bray I, 0-20
cm de profundidad) y diferentes niveles
Menos 4
4.1 a 6
6.1 a 8
8.1 a 11
11.1 a 16
de rendimiento (Figura 8).
Figura 8: Requerimientos de 0-46-0 para cultivos
de girasol de diferente rendimiento en función de
los contenidos de P disponible en el suelo (Echeverría
y García, 1998).
b) Determinaciones en planta
b1) Curvas de dilución
La metodología de diagnóstico de deficiencias a través de curvas de dilución
puede ser aplicada también para el P,
pero aún no se cuenta con trabajos
de investigación desarrollados en girasol
sobre este tema.
b2) Concentración del nutriente
en diferentes órganos de la planta.
Los umbrales a partir de los cuales es
esperable una respuesta a la aplicación
de fertilizantes fosforados se ubican
entre 0,2% y 0,35% (hoja expandida más
jóven en R2; Reuter y Robinson, 1986;
Blamey et al., 1987).
Potasio
últimos nutrientes, debido a la interacción
negativa existente entre K y Mg-P.
b) Concentración del nutriente
en diferentes órganos de la planta.
La concentración de K, medida en la hoja
expandida más joven, que se asoció con
rendimientos máximos es aproximadamente 2,4% (Blamey et al., 1987).
Azufre
a) Niveles de K disponible en el suelo
Los requerimientos del girasol alcanzan
los 29 kg de K/tn de grano. El manejo de
este nutriente, de escasa movilidad en
el suelo, es similar al del P por lo que las
consideraciones mencionadas para el mis mo son válidas para el K. A partir de estudios que relacionan el rendimiento del
cultivo con los niveles de K intercambiable
en el suelo se han podido determinar umbrales de respuesta a la fertilización potásica ubicados en 0,25 a 0,26 meq/100 g
de suelo (Fenster et al., 1978; Rayment
and Bruce, 1984). Los autores citados
en primer término recomiendan dosis
de 37 y 56 kg de K/ha cuando el suelo
presenta niveles de 0,13 a 0,26 meq/100
g de suelo y menores de 0,13 meq/100 g
de suelo, respectivamente. El agregado
de fertilizantes potásicos en suelos con
niveles medios o altos de este nutriente
y valores medios a bajos de Mg y P
pueden deprimir la oferta de estos dos
a) Balance entre la oferta
y demanda del nutriente
El azufre es provisto a través de la mineralización de la materia orgánica, por
lo que puede realizarse un balance entre
oferta y demanda de este nutriente, similar al del N. El girasol requiere absorber
aproximadamente 4,7 a 5,0 kg de S por
tn de grano. En el proceso de mineralización de la materia orgánica los sulfatos
son liberados junto con nitratos y fosfatos.
Generalmente entre el 1 y 2% del azufre
orgánico del suelo es mineralizado
durante un ciclo de crecimiento (Blamey
et al., 1997).
b) Concentración del nutriente
en diferentes órganos de la planta.
La concentración de S en la hoja expandida más joven en R2 por debajo
de la cual habría deficiencias es 0,43%
(Blamey et al., 1987).
Calcio
a) Concentración del nutriente
en diferentes órganos de la planta
La concentración de Calcio en la hoja
expandida más joven en R2 por debajo
de la cual habría deficiencias es 1,4%
(Blamey et al., 1987).
Magnesio
a) Concentración del nutriente
en diferentes órganos de la planta
La concentración de Magnesio en la hoja
expandida más jóven en R2 por debajo
de la cual habría deficiencias es 0,18%
(Blamey et al., 1987).
Micronutrientes
Los requerimientos de Boro, Cobre, Hierro, Manganeso, Molibdeno y Zinc del
cultivo son de 65; 19; 261; 55; 29 y 99 g/tn
de grano (Blamey et al., 1997).
El diagnóstico de deficiencias puede basa r-
se en el análisis del suelo o de la planta. El
primero es sensible si se consideran los tipos
de suelo y características ambientales, especialmente contenido hídrico. No obstante la
información sobre umbrales de micronutrientes en suelo por debajo de los cuales debería fertilizarse es muy escasa o inexistente.
Boro
a) Niveles de Boro disponible
en el suelo
Se ha informado que con valores superiores a 0,26 ppm no se registran síntomas
de deficiencias de este nutriente (Fernández et al., 1985), valor determinado utilizando el método de solubilidad en agua
caliente. Cartwright et al. (1983) señalaron
que el método que utiliza 0,01 M
de CaCl2 + 0,05 M de manitol es más conveniente para estimar el B disponible.
No obstante este método presenta una
alta correlación con el anterior.
b) Concentración del nutriente
en diferentes órganos de la planta
Los umbrales determinados en tejido
vegetal (última hoja expandida en R5.1
Blamey y Chapman, 1982) por debajo
de los cuales se ha encontrado respuesta
a la fertilización se ubican en 34 ppm
o 30 ppm (última hoja expandida en
cultivo con 4 a 6 pares de hojas desarrolladas, González Montaner et al., 1997).
>>
Los análisis de tejido vegetal en plantas
de 30 días, 4 a 6 hojas o en hojas extraídas en el momento de la floración pueden
presentar variaciones importantes debido
a la heterogeneidad entre híbridos en la
acumulación de B (Blamey et al., 1978, Diaz
Zorita, 1997). Excesos de B resultan tóxicos para el cultivo afectando el crecimiento y rendimiento, motivo por el cual es
recomendable no utilizar dosis mayores
a 1,5-2 kg/ha de B para evitar efectos
negativos sobre las futuras cosechas. Sin
embargo, el girasol es relativamente tolerante a excesos de B pudiendo acumular
hasta más de 500 ppm en tejido foliar.
En la pampa arenosa se han encontrado
incrementos del rendimiento debidos a
la aplicación de B de hasta un 20%.
Asimismo se registraron aumentos de la
materia seca total y del contenido de
aceite de los frutos (Díaz Zorita, 1997).
A modo informativo se detallan valores
críticos en tejido vegetal para otros
micronutrientes, aunque en Argentina se
han detectado solo deficiencias de B en
el cultivo: Zinc (13 ppm última hoja
expandida, R2, Blamey et al., 1987),
Manganeso (40 ppm, última hoja expandida, R2, Blamey et al., 1987), Cobre (3,7
ppm, última hoja expandida, R2, Blamey
et al., 1987) y Hierro (107 ppm, hojas 5 y
6, R5.1, Merrien et al., 1986). Las
concentraciones de Molibdeno en la
planta son extremadamente bajas (0,1
ppm de Mo) por lo que es difícil
detectar las muy pequeñas diferencias
que separan plantas deficientes en este
nutriente de las bien provistas. Debido a
que el Mo esta involucrado en la reducción enzimática de los nitratos, deficiencias de este nutriente puede elevar
sensiblemente la concentración de nitratos en los tejidos vegetales. Plantas
saludables registraron niveles de 1960
ppm de NO3 -N, mientras que plantas
deficientes en MO registraron 12.000
ppm de NO3 -N (Mc Donald, 1978).
Síntesis de los
aspectos más relevantes
Se presentaron las diferentes etapas
de desarrollo del cultivo señalando
los momentos críticos de determinación
del rendimiento, para luego analizar
la acumulación y removilización de los
principales nutrientes minerales estableciendo los requerimientos para diferentes
niveles de producción.
Se discutieron diferentes métodos de
diagnóstico de las necesidades de fertilización de los principales macro y micronutrientes, contemplando tanto mediciones en planta como en suelo:
a) Se estableció el balance entre
oferta y demanda de los nutrientes cuya dinámica permite utilizar
esta metodología.
Se aportaron estimaciones
de la oferta de N de acuerdo
a los suelos considerados.
b ) En planta:
b 1 ) Se presentó la curva de dilución
del N. Dicha curva permite establecer
niveles de deficiencia o exceso de N.
b 2 ) Se establecieron concentraciones
críticas de los principales macro
y micronutrientes en distintos órganos
de la planta.
b 3 ) Se discutió el método de diagnóstico
que mide la concentración de nitratos
en pecíolos presentando datos sobre umbrales de suficiencia.
b 4 ) Se presentó el diagnóstico basado
en la medición de clorofila en hoja mediante el SPAD (Minolta).
c ) En suelo:
c1) Se discutieron los métodos que miden la concentración de nitratos en
la presiembra. Se señalaron los umbrales
de P y K en el suelo para diferentes rendimientos, a partir de los cuales es esperable encontrar respuesta a la aplicación
de fertilizante.
Se propone considerar el método del balance
como una primera orientación de las necesidades de fertilización (para los nutrientes
en que este método es aplicable), reservándose una parte de la dosis recomendada
(30 o 40%) para luego, en función de otros
elementos diagnóstico medidos en suelo
y planta monitorear el estado nutricional del
cultivo y decidir la aplicación de la misma.
Es necesario profundizar los conocimientos
en el área de la nutrición del cultivo procurando calibrar y validar localmente los umbrales hallados para cada nutriente y
método diagnóstico analizados.
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