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INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DE LA JUNTA EN LA CLAUSURA DE LA
JORNADA DE LOS CONSEJOS SOCIALES DE LAS UNIVERSIDADES
ESPAÑOLAS ”LA REFORMA DE LA UNIVERSIDAD ESPAÑOLA”
Burgos, 21 de noviembre de 2013
Señor Rector de la Universidad de Burgos. Presidente de la Conferencia de Consejos
Sociales de las Universidades Españolas. Presidente del Consejo Social de la Universidad de
Burgos. Miembros de la Comunidad Universitaria. Autoridades. Señoras y señores:
Castilla y León se alegra de albergar nuevamente estas Jornadas de los Consejos
Sociales de las Universidades Españolas. En esta ocasión bajo la hospitalidad de la
Universidad de Burgos, a cuyo Consejo Social, y a su Presidente en particular, quiero felicitar
por su magnífica organización.
Castilla y León es una Comunidad comprometida con la Educación. Un territorio de
personas formadas. Con una proporción de estudios superiores mayor que la media de España.
Una Comunidad donde siempre hemos situado al Sistema Universitario entre nuestras grandes
fortalezas y prioridades.
Estas Jornadas se han centrado en un debate esencial para el futuro de España, como
es el de la Reforma de su Universidad. Un debate en el que los Consejos Sociales, como
órganos de participación de la Sociedad en la Universidad, tenéis sin duda mucho que decir.
La reforma de la Universidad es desde luego una cuestión compleja y delicada.
Abocada, por su propia naturaleza e importancia, a no pocas ni pequeñas controversias. Pero
no cabe duda de que, como ya se ha hecho en muchas otras naciones de nuestro entorno
natural, es imprescindible introducir algunos cambios y mejoras sustantivos en el Sistema
español, por cuanto la Universidad española se enfrenta hoy a retos muy exigentes.
Así, la mejora de la calidad de la formación; la reducción de unas elevadas tasas de
fracaso escolar que, además de la frustración personal que suponen, tienen también un coste
social elevadísimo; el aumento de la inserción laboral de los titulados universitarios…, son
algunos de los objetivos clave en torno a los cuales habrá que evaluar pronto la integración en
el Espacio Europeo de Educación Superior que ahora estamos culminando en España.
También es preciso apostar en nuestras Universidades por unas estructuras
organizativas más ágiles, flexibles y colaborativas, y menos burocráticas. Y seguir trabajando
para conseguir una mayor eficiencia y transparencia en la gestión.
Y asimismo es urgente afrontar con realismo y valentía el problema de sobreoferta que
actualmente tiene el Sistema Universitario Español. Pues en un entorno de recursos
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limitados, no parece justificable que la sociedad deba sostener titulaciones casi sin demanda,
con nula o escasa empleabilidad, e incluso, a veces, duplicadas o repetidas. Creo que es
legítimo aspirar a un Sistema que conjugue las señas de identidad y el proyecto propios de
cada Universidad con la necesaria complementariedad entre todas ellas. Un Sistema, en
definitiva, que se haga acreedor de tal nombre.
En Castilla y León, acabamos de aprobar un Decreto de Ordenación de Titulaciones
que, desde el respeto a la autonomía y la responsabilidad de la institución universitaria,
introduce herramientas para lograr una mayor adecuación entre demanda social y oferta
universitaria. Dicha norma exige que se justifique la utilidad de las nuevas titulaciones. Prevé
la iniciativa del Gobierno autonómico ante necesidades sociales no atendidas. Y persigue
aumentar la eficiencia, mediante titulaciones que compartan asignaturas troncales comunes y
mediante las dobles titulaciones.
En fin, es preciso también que la investigación científica sea cada vez más competitiva
y de mayor calidad. Para ello, en Castilla y León venimos impulsando un ambicioso programa
de mejora de los equipamientos de investigación de nuestras Universidades Públicas. Un
programa que ha seguido adelante incluso en lo más crudo de la crisis. Estamos desarrollando
fórmulas para apoyar a los grupos de investigación de excelencia más productivos, lo que sin
duda no está siendo fácil en un contexto de restricción presupuestaria. Y tratamos de
favorecer la colaboración entre instituciones y regiones, la creación de alianzas y proyectos
conjuntos, que nos permitan competir con más peso y éxito en las convocatorias de fondos
europeos. Así lo estamos haciendo, por ejemplo, a través de la Conferencia de Rectores de las
Universidades del Sudoeste de Europa, que forma parte muy activa de la Macrorregión que
Castilla y León ha constituido con Galicia y el Norte de Portugal.
La Estadística de Actividades de I+D en 2012, recientemente publicada por el INE,
sitúa a Castilla y León como la 5ª Comunidad con un mayor gasto interno en I+D en
proporción a su PIB, siendo la Comunidad donde más creció dicho gasto en el pasado año: un
7,5% respecto al de 2011. Un dato debido fundamentalmente a la apuesta inversora en
innovación que muchas de nuestras empresas han mantenido también en estos años de
crisis. Según esa misma fuente estadística, durante 2012 el porcentaje de gasto en I+D
correspondiente a la Enseñanza Superior en Castilla y León ascendió casi al 30% del gasto
total, y fue por tanto sensiblemente mayor al de la media nacional, lo que acredita el
importante papel que nuestras Universidades están teniendo en todo ese esfuerzo tecnológico.
Con la vista puesta en la aplicación del nuevo Marco financiero europeo 2014-2020,
en el que se van a incrementar notablemente los recursos destinados a I+D, en los próximos
meses los países y regiones de la UE deberemos aprobar y poner en marcha nuestras propias
“Estrategias de Especialización Inteligente en Investigación e Innovación”. Un momento de
extraordinaria importancia para dar un nuevo impulso a estos objetivos, que tanto tienen que
ver con el presente y el futuro de nuestras Universidades.
Ustedes conocen mejor que nadie la enorme trascendencia que, en el actual contexto
de crisis, y en su salida a través de un modelo económico más basado en el conocimiento,
tiene el fortalecer y hacer más prácticos los vínculos entre la Universidad y las concretas
necesidades productivas de las empresas.
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Este fue el propósito que precisamente animó la última renovación de los Consejos
Sociales de las Universidades de Castilla y León, determinando en su composición, junto a
otras amplias representaciones sociales, una mayor presencia del mundo empresarial, y en
particular incorporando a la propia Presidencia de los Consejos a figuras empresariales de
prestigio en nuestra Comunidad y en toda España.
Asimismo, Castilla y León promovió en 2008 una específica Estrategia UniversidadEmpresa, que ha tenido resultados esperanzadores incluso en este tiempo de crisis. Y que
hasta ahora ha conseguido que desde el ámbito universitario se duplicaran las solicitudes de
patentes nacionales, y se multiplicaran por cuatro las internacionales. Y también ha
favorecido la creación de más de 80 nuevas empresas, 45 de ellas de base tecnológica,
impulsadas desde los departamentos universitarios.
Los principales sectores productivos de la Comunidad, y desde luego los más intensos
en innovación, están trabajando cada vez más en estrecho contacto con nuestras
Universidades. Así ocurre, por ejemplo, en el sector automoción, tanto con las grandes
compañías automovilísticas aquí radicadas, como con nuestra activa industria auxiliar de
componentes. También sucede en el sector de las Tecnologías de la Información y la
Comunicación. Además, en el ámbito de la biotecnología agroalimentaria, iniciativas
recientes como VITARTIS se están constituyendo por un grupo muy selecto de empresas del
sector alimentación y unos socios tecnológicos de referencia, entre los que se encuentran las
cuatro Universidades Públicas de la Comunidad, con el objetivo de impulsar la mayor
competitividad de dicho sector estratégico, sobre las bases de la formación, la innovación, y la
apertura al exterior.
Sirva todo lo anterior para reiterar la idea de que nuestras Universidades no pueden
permanecer al margen, o tener una inercia apartada, del núcleo de avance del desarrollo
social. Del día a día de los emprendedores sociales y económicos. De las iniciativas de
quienes se esfuerzan porque los nuevos conocimientos y las nuevas ideas se transformen ya
en nuevas y mejores realidades.
Además las Universidades deben ser también conscientes de que su función se
enmarca en un “aquí” y un “ahora”. De que su actividad se desarrolla en un contexto social y
económico que es imposible eludir. En estos seis años de durísima crisis, los grandes
Servicios Públicos, y la Educación lo es, no han podido quedar al margen de las crecientes
restricciones de los presupuestos públicos. También ha sido este el caso de Castilla y León.
Donde por ello hemos querido concentrar estos años nuestra prioridad de gasto en aquellos
servicios, hasta acaparar hoy el 80% de todos los recursos disponibles, que es el 90% en el
caso de nuestros recursos autónomos propios.
Y así, la Junta está aportando este curso, y desde luego procura hacerlo en los plazos
convenidos, 350 millones de euros para la financiación de nuestras cuatro Universidades
Públicas. Es cierto que ni siquiera esa prioridad de gasto ha sido suficiente, y que ha habido
que introducir algunas medidas difíciles, duras, y poco populares, pero imprescindibles para
sostener los distintos servicios y sistemas. Unas medidas que en el caso de nuestras
Universidades están comportando sacrificios ciertos, pero gracias a las cuales hoy es posible
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garantizar su servicio a la sociedad, al tiempo que aseguran su futuro presentando
ejemplarmente cada ejercicio un equilibrio en la ejecución de sus presupuestos.
En un escenario tan difícil, esta labor de los Equipos de Gobierno de las Universidades
debe ser reconocida y agradecida. Lo mismo que el esfuerzo de docentes e investigadores,
sobre los que ha recaído una buena parte de las medidas adoptadas. Además, el incremento de
las aportaciones de los alumnos y sus familias hace necesario, a nuestro juicio, introducir
ajustes en el sistema de becas y ayudas, de modo que se garantice siempre el esencial
principio de igualdad de oportunidades en el acceso a la enseñanza pública en sus distintos
niveles.
En todo caso, nadie debería olvidar nunca que entre el 75 y el 80% del coste medio
real de las distintas titulaciones universitarias sigue hoy siendo sufragado por el conjunto de la
sociedad, a través de los Presupuestos Públicos, y por tanto de los impuestos de todos. Una
realidad que comporta una enorme responsabilidad para todos los miembros de la Comunidad
Universitaria, que al fin son los destinatarios directos de ese gran esfuerzo social.
Y una realidad que nos obliga a seguir trabajando para que, en cuanto la situación
económica y presupuestaria lo haga posible, seamos capaces de poner en marcha nuevas
fórmulas de financiación más diversificadas y sostenibles, relacionadas con el cumplimiento
de objetivos en cada una de las tres misiones básicas de la Universidad: docencia,
investigación, y transferencia del conocimiento. Fórmulas que deben aumentar la eficacia,
eficiencia y rentabilidad social de su trabajo.
Así pues, desde una planificación estable y coherente, nuestras Universidades están
llamadas a personalizar sus proyectos. A competir desde la calidad para atraer a los mejores
profesores e investigadores, y a los mejores alumnos. Y también para alcanzar nuevas
relaciones colaborativas, y atraer nuevos recursos financieros de la sociedad y de las
instituciones.
En todos estos procesos de transformación, los Consejos Sociales estáis llamados a
jugar un papel fundamental, creciente, y por cierto nada fácil. Pues, por vuestra condición de
representantes de la Sociedad en la Universidad, tenéis la obligación indelegable de favorecer
esos cambios necesarios. De vencer cualquier resistencia frente a ellos. Y de garantizar que
los grandes intereses generales del conjunto de la sociedad siempre prevalezcan sobre los
particulares o estamentales, por muy legítimos o explicables que éstos últimos sean.
Deseo de todo corazón que vuestro trabajo en esta Jornada en Burgos sirva de manera
eficaz para que nuestro Sistema Universitario sea ahora un activo protagonista de ese nuevo
tiempo de recuperación y de crecimiento que necesita España y que merecen los españoles. Y
pueda así convertirse definitivamente en un factor que modernice nuestra sociedad, que
impulse entre nosotros un modelo económico y social más inteligente, sostenible y humano, y
que promueva un bienestar y un progreso real, construido sobre el conocimiento y la
excelencia. Unos objetivos que creo merecen sin duda la pena, la generosidad y el esfuerzo de
todos nosotros.
Muchas gracias.
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