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Asomada al balcón esa mujer,
hablando con quien pasa en la mañana,
nos mira. Una canción parece ser
con letras del cristal de su ventana.
Asomada. La vida va viajando
junto a ella. La está casi besando.
Palabras. Gente. O calle solitaria.
Risas. Frío. Color que agita y canta
cuando la primavera se adelanta.
Y sale ella, sencilla, esa mujer
a beber de la vida. Nos contagia…
cuando sale al balcón, cuando nos habla…
Mari Paz Santos Suero
Déjame decirte con las cosas sencillas.
Con la luz que se duerme
en la tarde en febrero.
El sonido del aire. El sentir tan sincero
acunado en la noche. En el alba. Que quiero,
si pudiera, contarte esa flor amarilla,
atrevida, que se abre al calor del paseo,
nuestra charla tranquila en el tímido invierno,
el sosiego del alma, profundísimo, cierto.
… La ciudad sin palabras casi hiela,
es muy fría.
Si se cuaja de rostros va venciendo la prisa.
Y quisiera, ay, gritar por tu sangre y la mía.
Y arropar de esperanza esa acera dormida.
Enhebrando de cantos la tarde, el paseo,
la tiniebla que habita en la calma,
en los miedos.
Si pudiera yo hacerlo
con las cosas sencillas…
con la luz, con la tarde, con el verso sincero
que se cuela en el aire,
en el sol, en febrero…
Llamaré con mi nombre de mujer
a la aldaba profunda de tu puerta.
Te diré con mi voz. Con todo el ser.
Dormitando la vida vas. Despierta.
Amigo, estoy buscando tu coraje.
Abrigaré conmigo en la escritura
tus dudas, tus tormentas. Que este viaje
has de hacerlo muy libre de ataduras.
Con letra decidida y fe, sin dudas,
abierto el corazón salgo a buscarte.
Porque has de continuar esta aventura
con lo mejor de ti. Debo implorarte,
con el nombre que llevo si te ayuda,
que sea en Re Mayor tu partitura.
Dame tu rostro, tu sonrisa al viento.
Que tu cuerpo dormido viaja anclado
mientras quiere volar tu pensamiento
y está tu corazón dulce callado.
Regálame siquiera los momentos
de luz que al encontrarnos se aseguran.
¿ O los mantienes en los aposentos
en que viven tu voz y tu ternura…?
Dame tus ojos grandes, la cercana
carantoña del aire si ha robado
la eternidad meciéndose en tus sueños.
¿ Tú sabes dónde nacen las mañanas
que albergan tus sonrisas a mi lado…
para que el mundo se haga tan pequeño?
La voz a quien duerme. A quien calla dolido
en el banco, en la cama, en la sala sin nada
ni nadie siquiera. Sin Luz. Sin sentido.
Al viandante perdido rodeado de extraños
en la hiel solitaria de un vehículo frío.
Y a ese grito del niño
que nos mira aterido
en la loca pantalla
preguntando a los vivos.
La palabra a quien salva
con su calma y es dicha
del sentir dolorido.
A quien no puede darla
la voz mía. Con brío
lo que quede de mí y de mi cuerpo ya herido.
Con mi letra si puedo y mi fuerza si llego,
mi existencia, lo quiero,
y lo pido, lo ruego,
entregársela, entera, sin temores ni miedos,
al que sufre en el banco, entre angustia, en el lecho,
a quien es despreciado, ignorado, vendido,
a quien siempre está solo y también se ha rendido.
Y gritar su pregunta.
Su “ por qué”.
Sí.
A los vivos.
Si un día se presenta la nostalgia.
El cielo gris adentro aposentado.
Las llagas ahondando como clavos.
Atravesando inviernos. Los calvarios…
No te rindas. Espera. Todo pasa.
Descansa y continúa. Sí. Levanta.
Porque de ello sé bien. Porque confío
en continuar contigo esta andadura
como el bambú, doblándonos, vencidos
solamente cuando nos falte abrigo.
Espera. Y no lo dudes. Sigue. Alcanza
la claridad de ti tras la negrura…
Luego inesperadas añoranzas
- es tan raro…- hacen sal y levadura…
Cuando ahoga la sed porque no llegas
parece o no Te vemos… Y se calla
todo en nuestro adentro. Si trasiega
la inquietud y la fe casi nos falla.
Cuando vence el dolor. O el sinsentido
se hace dueño también de nuestras almas.
Entonces, con la noche, oscurecido,
a acunarnos acudes con Tu calma…
No sé cómo sucede. Pero tiene
el adentro un calor que no acostumbra.
Te acercas con cautela a nuestras sienes
para traer Tu Luz entre penumbras.
Y tanta plenitud contigo viene…
Tal sosegada paz si nos alumbras…
Rama ahuecada en el suelo
porque no te dieron riego.
Mientras otras allá arriba
vuelan alto y cantan vida.
Voz acallada en la tarde
porque no te escucha nadie.
Alma en la calle dormida.
Barco roto a la deriva.
¿ Quienes a ti te pusieron
la cruz clavada en el suelo
si tienes el mismo cielo
que yo? Ay, rama ahuecada,
alma sin luz ni consuelo,
en la acera acurrucada,
y nosotros tontos, ciegos…
Te encuentro. Tú me cuentas. Las palabras
sabemos que no dicen, no son nada.
El sincero mirar nos lo declara.
Rumor de la mañana que palpita.
Nos escuchamos. Cálido me entregas
todos tus universos. Se serena
la calle con nosotros. Las aceras
secuestran el calor. Cantan. Crepitan.
Después el pavimento oscuro crece.
De repente. Hay Luz. Nos amanece.
La dicha sin querer se precipita.
Uno en otro quedamos abrigados.
Un pedazo de acera nos cobija.
Las palabras nos han resucitado.
Y calla el corazón. Sólo recita.
Tus besos me recuerdan
que estamos en la tierra.
Sonríes y en el aire nos llueve amaneceres.
La acera se te achica en el paso.
La entretienes.
La calle dialogando contigo va. Sincera.
El alma caprichosa vuela. Se nos escapa.
El tacto de los labios sellados nos atrapa.
No sé ni dónde estamos. Quizá sólo lo saben
las líneas en la espera
que escriben en la tarde.
No es mi vida más digna que la tuya.
Ni el corazón mejor, amigo mío.
Pero sé que en el tuyo hace más frío.
Aunque callas, el aire lo murmulla.
Mirando a la ventana solitario.
O el banco en la ciudad por santuario.
De dónde tu dolor ya da lo mismo.
La vida torturándote es abismo.
Pero eres como yo. Tan necesario.
Tu existencia, herida, tan valiosa
en la agenda de nuestro calendario.
Dinos cómo curar tu vida ansiosa.
O cómo acompañarte en tu calvario
dignificando tu alma silenciosa.
Que el aire casi grita, amigo mío,
que nieva en ti, que llevas mucho frío…
Al paso de tu Cruz la piedra suena
Nazareno andaluz enamorado
de la calle que cruje y se serena.
Al verte alguien, aquí, Te habrá encontrado.
Adoquines, faroles, costaleros.
Cristo anclado entre cirios al madero.
Rosario de gente. Y la noche. Al lado
pisada fuerte. El corazón callado.
Porque pasas, Dios-hombre, Tú, elevado
a la Vida y la hondura nos resuena
de Tu Amor purísimo, sincero,
me inclinaré ante Ti, Cristo tallado.
Asomándose va la luna llena.
Es el cielo andaluz. Y orarTe quiero.
Lluvia de Primavera
llegando a los puertos
donde a la deriva duermen,
callados,
los sueños.
Los despiertas.
Llamándonos.
Como a niños.
Y el verso
ruge sin querer la espera.
Porque estaba ya quieto.
Y nos cantas, Señor,
ay, Lluvia de Primavera.
Llegando estás. Nos inundas.
Jalean las barquichuelas
ancladas de nuestros cuerpos.
Y aliviarás la penumbra
Profundo Misterio tan nuestro.
Porque llamas. Despiertas.
El alma, callada, es anhelo.
AnunciándoTe con la lluvia.
Con Tu Amor.
Como un beso.
Preguntad al otoño lo que queda
para volver al sol de Primavera.
Preguntadle también por dónde llega
esa luz reposada en el rocío
consejera del ansia si hace frío.
Porque es verdad que a veces el invierno
acude duramente a conocernos.
Y el Cielo nos tendrá siempre arropados
como la noche oscura me ha contado…
Mas preguntadle al sol por dónde llega
cuando se empapa el corazón de frío.
Los recuerdos. Sonrisas y desvelos.
El ayer compartido. Nuevos miedos.
La edad que no perdona. La pregunta.
E ir con esta vida vagabunda
de bienes y vaivenes. Casi juntas
las penas y alegrías mientras tanto.
Saber de los dolores. De cansancios.
Y seguir con las risas. Con deseos
arrullados como a niños en el pecho.
El alma confiada, vagabunda.
… Eso es todo, diré si me preguntas.
Quisiera con la punta de mis dedos
llegar. Y sin querer aquí me quedo.
Como tú. Persiguiendo estoy el Cielo.
Y no llego. Deseo. Y es desvelo.
Voy. Corro a buscarlo. Por si puedo
traértelo a ti. Ser tu consuelo.
Aunque no llegue a tocarlo. Y mis dedos
se queden a escribir.
Aquí.
En el suelo.
Trabajo de difusión libre y gratuita.
Realizado por la autora.
Madrid, junio de 2012.
Registro de la Propiedad Intelectual:
M-003996/2012