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Mientras salía de Cafarnaún, Jesús vio a un cobrador de
impuestos llamado Mateo que estaba sentado a la mesa
de recaudación.
Mateo ejercía un oficio que lo tornaba odioso a la gente y
que lo igualaba al de los usureros y explotadores que se
enriquecen a costa de los demás.
Para los escribas y los fariseos un recaudador de impuestos
estaba al mismo nivel de los pecadores públicos, tanto que le
echaban en cara a Jesús el ser “amigo de publicanos y
pecadores” y de comer con ellos.
Yendo contra las
convenciones
sociales, Jesús
llamó a Mateo
a seguirlo y
aceptó
almorzar en su
casa, tal como
hará más tarde
con Zaqueo, el
principal de los
publicanos de
Jericó
Cuando se le pida explicación por su conducta, Jesús dirá que ha venido
para curar a los enfermos y no a los sanos, para llamar a los pecadores
y no a los justos. También esta vez, su invitación se dirigía a uno de éstos.
Jesús ya había dirigido esta palabra a Andrés, a Pedro,
a Santiago y a Juan a orillas del lago.
Hizo la
misma
invitación,
de otra
manera, a
Pablo en el
camino de
Damasco.
Pero Jesús
Padre Pino – Asesinado por la mafia
Madre Teresa y Juan Pablo II
no terminó allí.
A lo largo de los siglos siguió llamando a
hombres y mujeres de todo pueblo y
nación. Y lo hace también hoy: pasa por
nuestra vida, nos encuentra en diferentes
lugares y de diversas maneras, y nos
Igino Giordani
hace sentir nuevamente
Beata Chiara Luce Badano
Su invitación
a seguirlo.
Nos propone estar con Él porque quiere instaurar una relación
personal, y al mismo tiempo nos invita a colaborar en el gran designio de
una humanidad nueva.
No repara en nuestras debilidades, en nuestros pecados y
en nuestras miserias. Nos ama y nos elige tal como somos.
Su amor nos transformará y nos dará la fuerza para
responderle y el coraje para seguirlo como hizo
Mateo.
Para cada uno de nosotros tiene un amor, un proyecto de vida, un
llamado particular. Lo advertimos en el corazón a través de una
inspiración del Espíritu Santo o de determinadas circunstancias, de un
consejo o indicación de quien nos quiere...
A pesar de manifestarse de las maneras
más diversas, suena la misma palabra:
Recuerdo cuando yo advertí el llamado de Dios.
Era una helada mañana de invierno en la ciudad de Trento.
Mi madre le pidió a mi
hermana menor que
fuera a buscar la
leche a dos
kilómetros de casa,
pero hacía mucho
frío y ella no quería
hacerlo. También mi
otra hermana dijo que
no. Fue entonces
que yo me ofrecí:
“Voy yo, mamá”, y
tomé la botella
Salí de casa y a mitad de camino aconteció algo particular: tuve la
impresión de que el Cielo se abría y que Dios me invitaba a seguirlo.
“Entrégate toda a mí”, resonó en mi corazón.
Era un llamado explícito
al que quería responder
enseguida. Lo conversé
con mi confesor y me
autorizó a entregarme a
Dios para siempre.
Era el 7 de diciembre de
1943. Nunca podré
describir lo que ese día
pasó en mi corazón:
me había casado con
Dios. Podía esperarlo
todo de Él.
Esta palabra no se refiere sólo al momento determinante de la
opción de nuestra vida, sino que Jesús sigue pronunciándola
cada día.
“Sígueme” parece sugerirnos frente a los más simples deberes
cotidianos; “sígueme” en la dificultad que hay que abrazar, en
la tentación por superar, en el servicio por realizar...
¿Cómo responder concretamente?
Haciendo lo que Dios quiere de nosotros en el presente,
que cuenta siempre con una gracia particular.
Este será el compromiso de este mes: entregarse a la voluntad de
Dios con decisión; entregarse al hermano y a la hermana, a los que
debemos amar en el trabajo, en el estudio, en la oración, en el
descanso, en las actividades a las que nos debemos.
Aprender a escuchar en la profundidad del corazón la voz de Dios
que habla a través de la conciencia: nos dirá lo que quiere de
nosotros en cada momento, siempre dispuestos a sacrificarnos para
llevarlo a cabo.
“Permítenos amarte, Señor, no solamente cada día más, porque
podrían ser demasiados pocos los días que nos quedan; permítenos
amarte en cada instante presente con todo el corazón, el alma y
las fuerzas en lo que es tu voluntad”.
Este es el mejor camino para seguir a Jesús.