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Palabra
de
Vida
Noviembre 2010
"Felices los que tienen el corazón puro, porque verán
a Dios“ (Mt 5,8).
La predicación de Jesús comienza con el sermón de la montaña.
Frente al lago de Tiberíades, sobre una colina, en las cercanías
de Cafarnaún, sentado como acostumbraban los maestros, Jesús
anuncia las bienaventuranzas a la multitud.
Muchas veces en el Antiguo Testamento resonaba la palabra
“feliz” para exaltar a quien cumplía la Palabra del Señor.
Las bienaventuranzas de Jesús eran, en parte, reflejo de las que los
discípulos ya conocían; sin embargo, por primera vez escuchaban que los
puros de corazón no sólo eran dignos de subir al monte del Señor, como
dice el Salmo, sino que podían ver a Dios.
¿Cuál era entonces la pureza que podía merecer tanto?
Jesús la había explicado muchas veces en el curso de su
predicación. Tratemos de seguirlo para beber de la fuente de la
auténtica pureza.
"Felices los que tienen el corazón puro, porque verán
a Dios“ (Mt 5,8).
En primer lugar, para Jesús, hay un medio soberano de
purificación:
“Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié”
No se trata de ejercicios rituales que purifican el alma, sino de
su Palabra.
La de Jesús no es como las palabras humanas.
En ella está presente Cristo, como en la Eucaristía.
A través de ella entra en nosotros y, para poder actuar,
nos libera del pecado y nos vuelve puros de corazón.
La pureza es el fruto de la Palabra vivida, de todas las Palabras
de Jesús que nos liberan de los llamados apegos, en los cuales se
suele caer si el corazón no está puesto en Dios y en sus
enseñanzas.
Los apegos guardan relación con las cosas, las
criaturas, con uno mismo. Pero si el corazón está
orientado sólo hacia Dios, todo el resto cae.
Para tener éxito en esta empresa, puede ser útil, durante
el día, repetir la invocación del Salmo que dice:
“Señor, tú eres mi único bien”.
Tratemos de repetirlo a menudo, y en especial cuando los
apegos quieren arrastrar nuestro corazón hacia imágenes,
sentimientos y pasiones que pueden cegar la visión del bien y
hacernos perder la libertad.
¿Estamos tentados a mirar ciertos afiches publicitarios, a
seguir ciertos programas de televisión?
Digamos: “Señor, tú eres mi único bien” y éste será el primer
paso para salir de nosotros mismos, volviendo a declarar nuestro
amor a Dios. Así habremos adquirido pureza.
¿Advertimos a veces que una persona o una actividad
se interpone como obstáculo entre nosotros y Dios y
contamina nuestra relación con Él?.
Es el momento de repetirle:
“Señor, tú eres mi único bien”.
Esto nos ayudará a purificar nuestras intenciones y encontrar la
libertad interior.
"Felices los que tienen el corazón puro, porque verán
a Dios“ (Mt 5,8).
Vivir la Palabra nos hace libres y puros.
Con su fuego divino, el amor purifica nuestras intenciones y nuestra
intimidad, porque el “corazón”, para la Biblia, es el centro más
profundo de la inteligencia y de la voluntad.
Hay un amor que Jesús nos pide y que nos permite vivir esta
bienaventuranza. El amor recíproco, el estar dispuesto a dar la
vida por los demás, como Jesús.
Esto crea una corriente, un intercambio, un clima cuya nota dominante
es precisamente la transparencia, la pureza; porque sólo la presencia
de Dios puede crear en nosotros un corazón puro.
Al vivir el amor recíproco, la Palabra actúa con efectos de purificación
y santificación.
El individuo aislado es incapaz de resistir por mucho tiempo
las solicitudes del mundo, mientras que en el amor recíproco
encuentra el ambiente propicio, capaz de proteger su pureza
y toda su auténtica existencia cristiana.
"Felices los que tienen el corazón puro, porque verán
a Dios“ (Mt 5,8).
He aquí el fruto de esta pureza, siempre recuperada: se puede
“ver” a Dios, es decir, comprender su acción en nuestra vida y en
la historia, sentir su voz en el corazón, captar su presencia donde
está: en los pobres, en la Eucaristía, en su Palabra, en la
comunión fraterna, en la Iglesia.
Se saborea anticipadamente la presencia de Dios ya en esta
vida, donde “caminamos en la fe y todavía no vemos
claramente”, hasta que lo “veremos cara a cara” en la
eternidad.
“Felices los que tienen el
corazón puro,
porque verán a Dios"
(Mt 5,8).
“Palabra de Vida”, publicación mensual del Movimiento de los Focolares.
Texto de: Chiara Lubich, Publicada en Octubre de 1999.
Gráfica Anna Lollo en collaboración con Placido D’Omina (Sicilia, Italia)
Este comentario de la Palabra de Vida es traducido en 96 lenguas e idiomas,
llega a millones de personas en todo el mundo por medios gráficos, radio, TV
y por internet – más información www.focolare.org
Este PPS, en diversas lenguas, es publicado en www.santuariosancalogero.org
Traducido por Revista Ciudad Nueva www.ciudadnueva.org.ar