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RELACIÓN DE MARX CON OTROS FILÓSOFOS.
Marx comparte con Kant su espíritu ilustrado al asumir como meta de la historia el
logro de la emancipación humana, individual y política. Ambos defienden una
concepción teleológica de la historia como ámbito de la realización de la libertad y de la
igualdad: para Kant, ese fin es la sociedad cosmopolita, mientras que Marx tiene como
horizonte la sociedad comunista, una sociedad justa e igualitaria. La idea ilustrada de
progreso es un referente común, aunque desprovista del optimismo ingenuo de la que
estaba revestida. El papel que desempeña el conflicto es similar en estos autores. Según
Kant, la naturaleza dispone de un plan oculto por el que se sirve de un mecanismo, la
«insociable sociabilidad», para el establecimiento de una sociedad civil con una
constitución republicana y para estimular el progreso hacia una sociedad cosmopolita.
La tesis marxista de que la lucha de clases es el motor de la historia expresa que las
relaciones sociales entre los diferentes grupos no son de armonía, sino de conflicto
económico, político e ideológico. Esta lucha es la que permite que surjan las distintas
sociedades, el avance de la historia. En conclusión, estos dos filósofos son ilustrados de
modo crítico, pues han roto con la visión romántica inicial. La reticencia kantina se
manifiesta en su concepción del progreso, tanto en el ámbito de la relación hombrenaturaleza (progreso científico-técnico) como en el de la relación entre los seres
humanos (progreso socio-moral). Tal distinción es una importante llamada de atención,
pues el progreso no puede reducirse solo a un plano, ya que sería insuficiente.
Asimismo, Marx considera que la «razón ilustrada» otorga prevalencia a las ideas
(libertad, igualdad, fraternidad) para generar el progreso social, lo cual constituye un
error, pues desatiende sus condiciones materiales, basadas en unas relaciones
socioeconómicas que tienen como principio la explotación del hombre por el hombre.
La segunda formulación del imperativo categórico advierte de que la humanidad debe
ser tratada no como un medio, sino como un fin en sí mismo. Según Kant, las cosas
tienen precio, por eso son un valor relativo; las personas, por el contrario, no tienen
precio, sino dignidad; por ello, son un valor absoluto, que hemos de tratar con respeto.
Marx suscribe ese deber moral al denunciar la situación de alienación del trabajador en
el sistema capitalista —donde se convierte en una mercancía, un mero medio, una cosa
que se compra y se vende— y la explotación que sufre al apropiarse de la plusvalía el
dueño de los medios de producción.
Difieren ambos, sin embargo, en la concepción de la realidad y del conocimiento. Kant
adopta una posición idealista —las cosas no son independientes del sujeto—: la realidad
es una construcción del sujeto (especie). En el proceso de conocimiento hay una
primacía del sujeto y de la conciencia. En contraste, Marx aboga por una concepción
materialista: el sujeto no es independiente de las cosas, la realidad es una construcción
social dependiente de las condiciones materiales de la vida humana. Por tanto, hay una
primacía de la dimensión social (grupo, clase social) del ser humano. Este piensa a
partir de su situación concreta, no desde una razón pura, independiente de las
circunstancias.
Kan fue el precursor de una tradición filosófica que continuará en Marx y llegará al
siglo XX con la Escuela de Frankfurt (Adorno, Horkheimer, Marcuse, Fromm,
Habermas): la teoría crítica, que trata de analizar teóricamente la realidad para incidir
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prácticamente en ella y transformarla. Esta huella inaugural la podemos rastrear en la
tesis kantiana del «primado de la razón práctica», dado que la ciencia, siendo muy
importante, no resuelve el anhelo de felicidad del ser humano. De ahí la relevancia que
adquiere la acción moral en Kant y la praxis o acción transformadora en Marx, para
quien la filosofía no ha de limitarse a interpretar teóricamente la realidad, sino que,
además, ha de transformarla. Por su parte, la Escuela de Frankfurt ha realizado un
análisis crítico de la situación del siglo XX, una época prometedora pero frustrante que
no logra realizar los ideales de la Ilustración: la aspiración a una sociedad libre, justa e
igualitaria. Y también ha ofrecido alternativas a esta situación.
Por último, vamos a relacionar a Marx con Ortega y Gasset. Ortega parte de la crítica al
idealismo y al realismo: el yo es necesario para la comprensión de las cosas, pero no es
la realidad más importante. La vida es la realidad radical, fundamento de cualquier otra
realidad. Y Ortega comparte con Marx la idea de que la vida de cada ser humano se
desarrolla en la historia: el ser humano está por hacer, por definirse, es un «ir
haciéndose» día a día. Además, Marx añade que es el conjunto de las relaciones sociales
en las que está inmerso y que depende de las formas que históricamente adquieren esas
relaciones.
Ortega, fiel a la circunstancia —»yo soy yo y mi circunstancia—, invoca no la vida
humana, sino «mi vida, la de cada cual», individual, concreta. Esta referencia
existencial no aparece en el pensamiento de Marx, que da prioridad a lo grupal o social
sobre la vida individual. En el ámbito práctico, esos ideales los impulsan a proponer
alternativas políticas diferentes, pues Marx aboga por la construcción de una sociedad
comunista y Ortega se decanta por una república regida por una aristocracia intelectual.
En este punto, la importancia que otorgan a las vanguardias intelectuales es análoga: son
un grupo concienciado que guía el proceso revolucionario del proletariado, para Marx, y
las nuevas élites para arrancar a la masa de la ignorancia y orientarla hacia el bien y la
belleza, según Ortega. Y no se quedan solo en las propuestas, sino que ambos pasan , a
la acción militante, Marx en la organización del movimiento obrero, promoviendo la
Primera Internacional, y Ortega, como diputado durante la Segunda República.
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