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Transcript
El modelo de la fe
es la Virgen María:
ella cree enseguida
y deja obrar a
Dios,
según su palabra;
Isabel le dirá
"Dichosa la que ha
creído en la
palabra de su
Señor"
(Lc 1,v.45).
Si la Encarnación fue el comienzo,
el hecho central y raíz de la fe evangélica
es la Resurrección de Cristo.
El don de la fe permanece
en el que no ha pecado
contra ella
(cf. Concilio Trento: DS
1545)
Pero,
"la fe sin obras está
muerta“
(St. 2,26):
privada de la esperanza
y de la caridad,
la fe no une plenamente
al fiel a Cristo ni hace de
él un miembro vivo de su
Cuerpo.
El discípulo de Cristo no
debe sólo guardar la fe y
vivir de ella,
sino también profesarla,
testimoniarla con firmeza
y difundirla:
"Todos vivan preparados
para confesar a Cristo
delante de los hombres y
a seguirle por el camino
de la cruz en medio de
las persecuciones que
nunca faltan a la Iglesia"
(LG 42; cf. DH 14).
El servicio y el testimonio
de la fe son requeridos
para la salvación:
"Todo aquel que se
declare por mí ante los
hombres,
yo también me declararé
por él ante mi Padre que
está en los Cielos,
pero a quien me niegue
ante los hombres, le
negaré yo también ante
mi Padre que está en los
Cielos”
(Mt 10,32-33)
El hombre por
propia culpa puede
perder la fe,
don de Dios
condicionado a una
actitud humana de
aceptación, de
respuesta,
de modo que la
falta
de correspondencia
continuada puede
llevar
a la pérdida de la
fe.
Por la fe
creemos en
Dios
y creemos todo
lo que El nos ha
revelado
y que la Santa
Iglesia nos
propone como
objeto de fe.
Jesús le dijo a San
Pedro, cuando lo
reconoció como
el Mesías:
“Feliz eres,
Simón,
porque eso no te
lo enseñó la carne
ni la sangre,
sino mi Padre que
está en los Cielos”
(Mt. 16, 17).
“La fe es un acto
del entendimiento,
el cual se adhiere a
la Verdad Divina,
mediante una
orden de la
voluntad movida
por la gracia de
Dios”.
Santo Tomás de
Aquino.
San Agustín nos
indica cómo debe
ser la relación
entre la Fe y la
razón,
para qué y cómo
utilizar nuestra
inteligencia:
“Creo para
comprender y
comprendo para
creer mejor”.
Es un don,
una luz divina por la
cual somos capaces de
reconocer a Dios,
ver su mano en cuanto
nos sucede y ver las
cosas como
Él las ve.
Por tanto, la fe no es un
conocimiento teórico,
abstracto, de doctrinas
que debo aprender.
La fe es la luz para
poder entender las
cosas de Dios.
La fe es un
encuentro
con Dios,
con su designio de
salvación.
Con la fe el hombre
responde
libremente a ese
encuentro con Dios
entregándose a Él,
con la inteligencia
y la voluntad.
La fe es sencilla,
no está hecha de
elucubraciones y
discursos,
sino de
verdadera
adhesión a Dios,
como María,
como Abraham.
La fe es vital, es decir, debe cambiar mi
vida, demostrarse en mi vida.
Por eso, hay que vivir de fe.
La fe es
experiencial,
es decir,
es un
conocimiento
de Dios en la
intimidad.
Los que tienen
fe gozan de
Dios.
No es un
sentimiento,
sino un
conocimiento
del espíritu
que Dios nos
concede para
intimar con
Él.
Este conocimiento experimental
de Dios tiene sus momentos
privilegiados para manifestarse
a las almas: en el sacrificio, el
dolor, en los momentos de
prueba, cuando s
requiere de humildad
y de un mayo
desprendimiento
de sí mismos.
La fe es objetiva, es decir,
no se queda a nivel subjetivo, intimista,
sino que creemos en un Dios que se ha revelado a través
de la Palabra que hemos recibido de la Iglesia;
Palabra que es
preciso conocer,
aprender y
hacerla vida.
Los dogmas de la
Iglesia son luces
en el camino de
nuestra fe; lo
iluminan y lo
hacen seguro.
La fe termina
en
compromiso.
Compromete
la vida con
Dios en la
fidelidad a su
Ley y en la
donación
total a Él.
Compromiso de
defenderla con
mi palabra y
testimonio,
alimentarla con la
continua
asistencia a la
Eucaristía,
lectura y
meditación de la
Biblia y difundirla
a mi alrededor en
el apostolado.
“La Sabiduría proviene
de Dios, el mismo Santo
Tomás de Aquino
(de quien la historia de
la filosofía se mide en
antes y después de él)
afirmaba cuando le
preguntaban admirados
sus contemporáneos
como San Alberto
Magno,
San Buenaventura,
San Raimundo de
Peñafort, etc,
que de dónde le venía tanta sabiduría, él siempre afirmó
contundentemente: de la oración …”.
"De sangre, soy albanesa.
De ciudadanía, India.
En lo referente a la fe,
soy una monja Católica.
En cuanto a mi vocación,
pertenezco al mundo.
En cuanto a mi corazón,
pertenezco
completamente al
Corazón de Jesús."
Beata Madre Teresa de
Calcuta.
El fruto del silencio
es la oración
El fruto de la oración
es la fe
El fruto de la fe
es el amor
El fruto del amor
es el servicio
El fruto del
servicio es la paz
Santa Madre Teresa de Calcuta.
.
Que Dios te llene de bendiciones.
Y que permanezcamos unidos en el
amor a Jesús.